Hola. Desde la amargura de mi corazón que llora a mares, aquí pegada al ordenador de mi oficina, con los ojos cual ventosas llorosas y con los dedos de mis manos agarrotados como escarpias desacostumbradas al tacto y al sonido del tecleteo, mi corazón al borde del infarto se sobresalta en un ¡ay! cada vez que el aparato ese infernal que reposa a mi derecha (otros le llaman teléfono) suena con el reclamo de cualquier desconsiderado cliente de esta empresa que no respeta mi estado de catatonia. Cierro mis ojillos verde poseidonia y a mi cabeza llegan las imágenes de mi horizonte, mi churruscada piel siente la caricia del calorcillo estival, a mi nariz a punto de pelarse llegan los aromillas a salitre, a mis oídos el acompasado rumor marino, y mi melena clareada por el sol cual surfera de Tarifa se desordena agitada por la brisilla traviesa que brota del mar. Los dedillos de mis pies, libres de calcetines, se agitan dentro de mi zapatilla de básquet y hacen “cruch, cruch” al rozar la arenilla de la playa que aun no he conseguido sacudir del todo de mi equipaje (esto lo vengo a conseguir más o menos empezando octubre). Y es que hace apenas nada que he regresado de mis vacaciones, pero yo misma aun sigo de cuerpo ausente tumbada en una esterilla, medio despelotada, tomando el solito que más calienta en una playa de la España mediterránea de fina arena y en mis sueños por siempre libre de chapapote.
Yo soy una de esas que desde mi regreso sufro la llamada de teléfono de mis clientes y sin embargo amigos preguntándome cuando me voy de vacaciones, y que responde bien compungida y con un nudo en la garganta, que si todo va bien el año que viene. Porque yo ya he quemado mis quince días de vacación estándar de española media. Aunque mirando el panorama a mi regreso, me da por preguntarme si no habré viajado a una burbuja espacio tiempo y habré vuelto retrocediendo evos hasta la época de las cavernas. Y es que gen santa como anda de lela mi ‘Paña estos días.
Bill Bryson, en su libro “Menuda América”, cuenta que en Ohio la estadística de lisiados por falta de miembros absurdamente amputados, es mucho más alta que en el resto de los USA. Según él la explicación del fenómeno se debe buscar en que la curiosidad de estos hombres va mucho más allá del miedo. Es decir: uno observa una sierra radial cortando presta y afilada, soltando chispas, serrando vaya, que es lo que hacen las sierras radiales y por dos milésimas de segundo se aventura a imaginar qué pasaría si uno metiera la mano ahí dentro. En la siguiente décima de segundo hemos conseguido visualizarlo, sentir un terrible repelús y guardar la mano tras nuestra espalda sin osar ir ni un pelín más lejos de la pregunta científica, ni intentar solventar la curiosidad con el hecho empírico. Y quien dice la radial, dice la máquina de triturar carne para hacer embutidos, o la empacadora de pajas. La curiosidad científica da para cubrir mucha maquinaria. En Ohio por lo visto, tienen pero que muy desarrollado el gen científico (de verdad de la buena: de allí era Thomas Edison que vió la luz al intento tropecientos y tras padecer algún que otro rayazo plantado con un alambre en plena tormenta y en el tejado de su casa. Allí nacieron también los hermanos Wright, las primeras personas que consiguieron volar, me imagino que después de un sinfín de galletas y con unos cuantos huesos resoldados) y Neil Amstrong, el primero que pisó la luna, que también hay que tener pelotas). El gen de la curiosidad lo tienen tan desarrollado, que no solo sienten el natural interés por el objeto de su estudio, si no que además no consiguen sobreponerse a la atracción que la mecánica ejerce sobre ellos cual luz sobre polilla y van más allá que el resto de los mortales, comprobando en sus propias carnes los efectos en cuestión. Así que a tenor de lo que cuenta Bill Bryson en su libro, no debe de ser nada difícil encontrar gente afable paseando por Ohio, pero otra cosa debe de ser lo de encontrarles la mano para estrecharla. Bueno, pues contado así uno tendería a pensar que los naturales de Ohio son poco perspicaces, rayando lo tonto. Pero dándole una vuelta al pensamiento, la verdad es que los tíos son unos intrépidos, y me quito el sombrero ante su audacia. Ya sabéis que soy cinéfaga. En la mítica película “Easy Rider” Peter Fonda decía: “Hablan, hablan de libertad, pero cuando ven a alguien realmente libre, entonces sienten miedo”. La frase tiene su miga, y aunque pueda parecer un poco ajena y un poco lejana y trasnochada, como de la época del Cuéntame, de la Transición y de Franco (ahora que ya hace treinta años de todo), la verdad es que sigue siendo de lo más vigente. Resulta que esta semana nos la estamos desayunando con un tal Juez Fernando Ferrín Calamitá (el acento lo he añadido yo) de Murcia, que deniega la custodia de sus dos hijas a una madre por ser lesbiana. Eso sí, tan magnánimo él, deja la opción a esta mujer de elegir entre sus retoños o la pareja de sus amores. ¡Y se queda tan a gusto argumentando en ridículas comparaciones con enfermedades y con lo que a su juicio (¡irónica palabra!) son aberraciones!. Vamos a mi es que me ha quitado hasta el torrado tono de mi piel postvacacional y me ha dejado lívida de golpe. Coincide que a este mismo juez y parte le expedientaron a finales del año pasado por llevar más de un año dificultando la adopción de la hija de una mujer lesbiana por su pareja, también mujer, claro. Y por si fuera poco el colacao de antes, los churros los ponen los dibujantes de el Jueves declarando ante el juez que con su portada no buscaban ofender a nadie, y sacando otra nueva con el principe en forma de abejita y Leticia en forma de flor (qué fina alegoría si señor). Que es que de verdad, una no entiende que es lo que a escandalizado tanto a la sociedad bien pensante española ¿es el miedo a qué descubramos qué SSAA, los niños reales, no vienen de parís (bueno, esto antes si pasaba a veces) ni los trae la cigüeña? ¿Qué no son de origen divino inseminados por el espíritu santo? ¿Qué los reyes no practican el sexo en posición del misionero, con la luz apagada y a través de la porteñuela del camisón de noche, a la manera de Felipe II?.
“¡Y luego se extrañan de la que se montó con las viñetas de Mahoma, cagüen la leche, cagüen la leche!” (el íntimo dixit desayunándose esta noticia y un vasito de café con leche). Y es que es cierto que no hay tanta diferencia entre unas reacciones y otras a dos expresiones personales de opiniones y en forma de humor y de sátira. En ambos casos se ha aplicado una represión amparada por la ley (muy diferentes leyes, eso sí) haciendo alarde de una hipersensibilidad que vuelve a los jueces enfermos de intolerancia, hinchados de intransigencia. Y la intransigencia no es otra cosa que el miedo a lo diferente. Miedo a los que se creen lo suficientemente libres para pensar y actuar de forma diferente. Pero para eso tenemos a estos jueces: los adalides de las buenas maneras enseñando donde se encuentran los límites correctos, y que Dios nos libre (el suyo para más señas) de que nuestra amparada libertad acabe transformada en libertinaje. Yo siempre he pensado que la dignidad bien entendida no tiene que ver tanto con la forma de actuar políticamente correcta y adecuada siempre para la aprobación de las mentes bien pensantes. Yo creo más en la dignidad mal entendida que es esa otra que tiene mucho más que ver con el respeto, el que disfrutamos cuando nos lo brindan y el que ejercemos sobre los otros. Pero para que respeten la libertad de uno hay que saber ejercer la propia. Seguro que el Juez Fernando Ferrín se siente de lo más libre del mundo. Y los mojigatos escandalizados por la portada del jueves también son muy libres de escandalizarse con lo que quieran, lo que no son es nada libres para apreciar las distintas maneras de comportarse y de pensar y de vivir de las personas. Son libres para entender, comportarse y dejar que se comporten de la única manera que entienden: la suya. Y esto, a mi me da que es muy limitado y muy, muy poco libre. Yo soy heterosexual, pero que viva la homosexualidad en cada una de sus maneras. Yo no soy católica, ni creyente, ni monárquica, ni del Pepe, ni casi de ná. Pero oye, que vivan los que encuentran en cualquiera de estas maneras su forma de realizarse y sentirse feliz. Anda que no está arduo el mercado para eso. Yo no soy muy libre de cuerpo presente, de eso se encarga mi hipoteca. Pero me siento absolutamente libre de cuerpo ausente, y gracias a eso disfruto muchísimo como si fuera una inconsciente que seguro que es lo que parezco a veces. Gracias a eso puedo reírme con la fina gracia del príncipe considerando que cobrar a partir de ahora 2500 euros por hijo va a ser lo más parecido a un trabajo que ha tenido. Muy bueno, pese a lo burdo del dibujo ¿pero y qué? si llevamos siglos riéndonos del caca, culo, pedo, pis, y si no ahí tenemos a Pajares y a Esteso, y el destape, y a Telecinco y durante evos a la primera de TVE. ¿O es que mientras yo estaba de vacaciones a todo el mundo le ha dado por pasarse a Enrique Jardiel Poncela?. Yo no quiero ser una de esos lístísimos jueces con todas sus manos intactas y bien pulidas de tanto lavárselas, agitando su justiciero y prudente mazo en defensa de una aterradora España tomada por una panda de peligrosos subversivos que no temen vivir conforme a su libre elección sentisexual, ni a la libre expresión de opinión contra la sacrosanta monarquía. A mi me dais a elegir, y desde luego que prefiero ser una manca de Ohio, que en un momento dado sintió ganas de saber lo que se sentía al meter la mano en el cortacésped y se sobrepuso al miedo. Seré tonta y manca, pero feliz y libre que te cagas.
jueves, 26 de julio de 2007
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