Ya estamos en capilla, hoy es la noche N, ya hemos perdido a la lotería como cada año, comido todas las comidas de grupo, bebido todo lo bebible (yo sin alcohol, que resulta que es mucho más dañino que el con, porque me diréis que otro líquido se puede consumir sin reventar durante doce horas continuadas, que yo todavía ando eructando el sarao de hace dos días), y ya estamos todo lo preparados que podemos, con todas la gestiones preceptivas hechas bien dispuestos para la celebración de marras.
Yo este año celebro las fiestas en recogimiento y familia (porque Noche Vieja es otra cosa) con mi niña a mi vera como novedad (el año pasado mi niña las celebró a la vera paterna y yo a la irlandesa) y se me ha contagiado la ilusión de sus ojitos infantiles convencida de que los niños lo viven de otra manera. Así que ingenua, con mis ideas preconcebidas sobre la paz y la ilusión que inundan los corazones de los niños, me he convertido en otra para disfrutar desde la nueva perspectiva estas celebraciones que a mis treinta y tantos ya me pillan un pelín trillada y descreída. Hasta me he comprado un metrobús para inmergirme en la ciudad (que resulta impracticable con coche en estas fechas) y no perderme ni una lucecita, ni un cortilandia ni un nada de nada. Y debo deciros que hoy os escribo desde la cama, agotada, intentando reponerme para la fecha señalada porque los preparativos y mi tratamiento hormonal han estado casi a punto de acabar conmigo y dejarme fuera de juego para el cocktail de gambas, el canapé y el marisquiño.
Primero diré que, creo, sospecho, intuyo, que los niños del mundo son mucho más listos de lo que nosotros pensamos, y que ya no es que sepan todos que los Reyes son los padres (¿sería más preciso decir las madres?), es que les importa menos que cero quienes ejecuten el reparto de regalitos sobre los zapatos, lo que quieren son el Arca de Noé de Play Móvil en la fecha pactada, a la hora pactada en el lugar de entrega establecido. Punto. Porque claro, ¿cuantas veces al año le caen a un niño de golpe y porque sí, una media que va desde cuatro hasta tropocientos regalos, todos juntos y de importe superior cada uno a los sesenta eurazos?. Pues una o ninguna. ¡Como para ponerse exquisito con el nombre del dealer!. Si diré que, por si acaso y esta es toda una señal de inteligencia, mi niña últimamente anda prestando exquisita atención a todos los vejetes venerables miembros de esa prolífica generación que es la tercera edad, sobre todo a aquellos que portan luengas barbas, (lo que reduce la población casi exclusivamente a los excluidos sociales, que tanto pululan en los pórticos de los centros comerciales de obligado cumplimiento en estos días; y al Inti que no se en que momento se ha hecho muy mayor y que además últimamente ha dejado de afeitarse, no sé, le miro y últimamente se me da un aire al difunto Fernán Gomez, ¡qué caprichoso el subconsciente!). Y ella los mira, y me mira, y los mira, y me pregunta si no les daríamos algo, como mil euros, porque debe de andar acongojada pensando que ya pueden ser buenos magos ya, y desprendidos, porque si no, como que no le salen las cuentas. También anda interpelando a todo quisqui que se encuentra por la calle, y esto no es lo nuevo, porque ella siempre ha sido de lo más sociable, lo que es nuevo es que ha cambiado su saludo estándar de “hola” por otro de “Felices Fiestas” que me está haciendo pensar si no debería pedirle a Gallardón que me la subvencione, porque parece elemento propio de la campaña navideña puesta por el ayuntamiento.
En fin que estos mis nuevos ojos y voluntad me han hecho apreciar las cosas desde otra perspectiva, y también introducirme en un mundo al que hasta ahora no había prestado la suficiente atención. Así por ejemplo soy capaz de establecer un ranking de los peores trabajos del mundo por estas fechas.
Por ejemplo el viernes pasado, día veintiuno y de entrega de libertad condicional a todos los retoños del mundo para disfrutar de sus veinte días de vacaciones, mi hermana y yo, nos levantamos temprano para ultimar las gestiones tales que una infante de seis, casi siete años, no puede percibir en directo. Tras dejarla en el colegio hecha un pincho para asistir a su sarao (algo así como la comida de empresa o colegas, en versión infantil, concertada y pija), nos dirigimos prestas al Corte Inglés, sección perfumería, a liquidar las gestiones destinadas a los elementos femeninos de más edad de nuestra troupe familiar. Allí tras aguantar horas de cola, empezamos a compadecernos de las señoritas impecablemente maquilladas y sonrientes que nos rociaban una y otra vez con todos los aromas del amor y el lujo con las que las firmas de relumbrón orean al mundo entero. Las que no portaban los tarros de las esencias, escuchaban pacientes y mostraban y mostraban distintas versiones con distintas formas y poquitas variaciones del mismo líquido. Y luego lo guardaban, y luego lo envolvían con tanta delicadeza y parsimonia, que unas ochocientas veces vine a recordar yo al dependiente Mr. Beam de la película Love Actually. Cuando finalmente ponían la pegatina “Felices Fiestas El Corte Inglés” lo que fuera que una (no existían los unos en esta planta, qué cosas) hubiera adquirido se había transformado en una obra de arte, digno atrezo de cualquier película fina. Esto lo liquidamos. Y nos fuimos al Carrefour, pensando yo ingenua, que qué trabajo tan sacrificado el de dependienta amable del Corte Inglés.
Pero el Carrefour si resultó dantesco. Allí fuimos a liquidar el asunto paterno, único miembro masculino de mi familia (porque mi gato no cuenta, que no es de sangre). Descubrí anonadada que este año los jamones buenos traen una especie de funda que parece de raqueta, con sus asas y todo que te permiten portarlos con toda comodidad. A lo mejor este accesorio no es nuevo, pero es que ya me gustaría a mi estar mucho más documentada sobre el apasionante mundo del cinco jotas, que hete aquí que lamentablemente no es el caso. En fin, en el Carrefour y para no sufrir más de lo necesario, nos dirigimos al tiro hecho: a la planta de informática para agenciarnos una mochila porta portátil. Quedaban tres, dos fosforitas y una de discretos tonos negros. Conteniendo mis impulsos, nos hicimos con esta, más apropiada para una reunión de empresa de un gestor comercial respetable, que no sé por qué razón, las otras. El objeto en cuestión carecía de funda, bolsa ni etiquetas, pero no nos importó, porque la cosa está chunga este año en el tema mochilas de portátil y hasta se habían acabado en el CI, no estábamos como para poner demasiadas pegas. Fuimos a caja, casi nos dormimos mientras esperábamos a que nos tocara. Nos tocó. Y no podían cobrarla porque carecía de código de barras. La majísima cajera llamó a la encargada de línea de cajas, en sus patines ella, que con muy buena disposición intentó localizar al “informático”. Ella hablaba por el intercom, y nada, respondían de todas partes pero no del departamento solicitado. Tres cuartos de hora después yo había subido a planta, había localizado una fosforita, idéntico modelo con diferente color, la patinadora había deducido que los precios eran distintos, el informático seguía sin aparecer, la cola de la caja de nuestra amable cajera andaba prácticamente organizada para montar el piquete y estaban a punto de localizar una valla de obra para tirarla sobre la cinta transportadora. Cuando la sangre estaba en un tris de llegar al río, solo entonces, es cuando apareció el informático que confirmó que sí, que la de colores discretos era más cara y desapareció con la excusa de ir a buscar la referencia del producto. Otro cuarto de hora después, cuando yo misma, que ya sí que sí me he convertido en la persona más zen del mundo, estaba al borde del colapso con los ojos inyectados en sangre, reapareció el informático, con unos genitales que yo juzgué del tamaño de los del mítico caballo de Espartero, porque no llevaba escolta ni nada, tiró el papelote sobre la caja y con las mismas se piró. La cajera pasó el código por el lector, apareció el mismo precio de la móchila fosforita, y hala, nos fuimos espitadas mi hermana y yo hacia el coche porque ya llegábamos tarde a la entrega de retoños en el colegio de mi hija. Pero este trabajo si que me pareció chungo, chungo y no el del Corte Inglés que de pronto parecía un balneario.
Ignorantes a los avisos de radar y a las límitaciones de velocidad que están puestas de espaldas al pueblo, sobre todo en las vías circundantes a los colegios, donde son más reducidas que en otras calles, como si no supieran que los coches con niños llegan siempre más tarde que los que solo llevan adultos, pilotando la menda misma como si fuera una Raikonen al volante de un taxi camino de un aeropuerto, llegamos no solo en hora si no que un poquito antes, cuando las puertas aun estaban cerradas y los padres y abuelos (que proliferan mucho más en estas fechas) parecíamos un toro resabiado astillando el asta contra la puerta de toriles. El pobre bedel observaba desde la puerta acristalada tragando saliva, calándose la montera, mordiendo el piquito de la muleta y reuniendo todo el valor del mundo para acercarse hasta la verja y abrirla. Finalmente, encomendándose a la virgen y a todos los santos, procedió, culminó la faena y hala, todos recogimos a nuestros herederos que salían cuajaditos de trabajos manuales, regalos del amigo invisible y llenitos de morgueras por el turrón de chocolate.
Nosotras, originales como todos, decidimos que ya que era el primer día de vacaciones, y ya que mi niña estaba de fiesta por vacaciones, y sobre todo también, ya que era la hora que era, que estábamos derrengadas y que no teníamos ni pizca de ganas de trabajar ni un poquito más, nos íbamos al Burguer King (al McDonalds tardaré en volver, tan infausto es mi recuerdo) y liquidábamos el asunto vianda. ERROR, desde aquí os lo digo, EL PEOR ERROR DEL MUNDO.
Resulta que el día veintiuno no solo dan las vacaciones a los niños infantes, no, también a los adolescentes, y como Gallardón a cerrado ese lúdico templo de recreo que es la Plaza Mayor al tráfico de adolescentes, y ha puesto a toda la policía municipal controlando el no ejercicio de botellón, ¿pues donde estaban todos? ¿eh? ¿Dónde?. En el Burguer King de la calle Goya, que desde aquí ya reivindico yo la vuelta del botellón y del destrozo de mobiliario urbano como doble favor a los ciudadanos de cierta edad de estos madriles. Por cierto. Yo vivo en un barrio de los que se dice popular, aquí las adolescentes visten todas como Bratz, que yo creo que más o menos ya imagináis todos como es eso. Pero resulta que existe otro modelo en los barrios pijos, que es el Charlotte Casiraghi (excusas, ahora mismo no ubico bien la hache y no tengo ganas de documentarme para una chorradilla así). El Burguer King estaba a revosar de Carlotas y de Andreas, todos ellos en a fila de a uno y pidiendo a razón de a uno, que digo yo, si van en grupo, ¿no pueden pedir todo lo de todos a la vez?. Pues no, porque el tema de la paga semanal no está unificado, y les hay que pueden pedirse el Big Menú con todo, hasta con reloj, y otros que no pasan de los Tenders y del vaso de agua pero de grifo, que después de invertir en Tommy Hilfiger no queda ni para extra de patatas. El panorama era desolador, pero a ver quien es el guapo que saca a una niña de seis años de un antro de comida basura cuando ya ha traspasado las puertas. Yo no, no soy tan fuerte.
Total que ahora sí estoy en condición de deciros que la lista de peores trabajos del mundo en vísperas navideñas son:
1.- Auxiliar de mostrador del Burguer King
2.- Auxiliar de caja del Carrefour
3.- Auxiliar de perfumería del Corte Inglés.
Lo que me lleva a pensar que hay que desconfiar siempre de cualquier trabajo que se enuncie comenzando en Auxiliar. Dicho lo cual, os diré que si bien me solidarizo con todos ellos, peor aun me parece el suplicio de ser cliente de todos y cada uno de ellos, en riguroso orden inverso y todo en el mismo día.
En fin, que Felices Fiestas para todos y para todo el año, y desde aquí, mis mejores deseos para el mundo el mundial. Nos vemos a la vuelta.
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3 comentarios:
jajajajaja. Como se te ocurrio volver a un sitio de hamburguesas despues de la mala esperiencia?? Espero que hayas pasado buenas navidades. Me encanta que vuelvas a escribir. Yo te habia echado mucho de menos guapa.
Nena lo que me he podido reir, sólo te ha faltado una cosita, promotora del Corte, que aunque me he saltado las fiestas, no me libra nadie de las rebajas. Ja, Ja, Ja.
Nena lo que me he podido reir, sólo te ha faltado una cosita, promotora del Corte, que aunque me he saltado las fiestas, no me libra nadie de las rebajas. Ja, Ja, Ja.
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