miércoles, 20 de septiembre de 2006

EL FRENO DE MANO

Ahora sí que soy absolutamente peligrosa: ya tengo coche.

Bueno realmente no es mío, es de un amigo (sí, muy, muy íntimo) que tiene poco apego a lo material y que se ha ido un mes a las antípodas (o cerca) y me lo ha dejado para que “se lo cuide”. Diré en su descargo, que es buena persona y que el coche es de quinta mano y un saldo. Es un tanque, yo diría de una manzana entera de largo (por lo menos eso mide cuando intento aparcarlo) y pesa un quintal y medio. Pero hay que ser positiva, y por lo menos se que me costará bastante convertirlo en un Smart.

Al principio me dio un poco de vértigo cogerlo, la verdad, pero luego me sentí bastante estúpida imaginándome con el coche aparcado en la puerta de casa y yo en el autobús con mi hija camino del colegio. Así que por la mañana, tragando saliva y respirando hondo, con mi niña de la mano, me fui hasta el punto donde mi amigo National Geographic había dejado aparcado el coche, até a mi hija en la silla adaptada para niños, me senté al volante, y ¡hala! a desaparcarlo. Me costó dios y ayuda, se me caló ochocientas veces, cuatrocientas al ponerlo en marcha y otras cuatrocientas hasta que llegamos al cole. Pero llegamos. Como los coles están todos en primera línea de acera, no hace falta ni aparcar, se puede dejar el coche en doble fila (lo sé, una faena para los otros conductores, pero os aseguro, que hubiera sido peor que me hubiera puesto a hacer filigranas y maniobras). Quité la marcha, puse los cuatro intermitentes, y cuando fui a poner el freno de mano, me percaté de que ya estaba puesto. Vamos, que se me había olvidado quitarlo. Solté a la niña en la puerta del cole, la dije adiós mientras subía como un caracol sin prisa las escaleras saludándome con la mano como una princesita de Asturias, y en cuanto desapareció de mi vista eché a correr como una loca al coche para aliviar un poco esa cola atascada que empezaba a formarse.

Debo reconocer que en el siguiente trayecto, con el freno de mano quitado, el coche iba mucho más suave y no se me caló. Pero comprobé lo que molesta a la vista la mierda, que no es que ofenda (ahí la sensibilidad de cada uno), es que no se ve ni torta cuando le da el sol, total que me fui con el coche a la oficina, con el freno de mano quitado, pero con los retrovisores inútiles y con la luneta trasera como pintada de blanco sucio, pero que muy sucio. Digamos que el camino al trabajo lo hice conduciendo en Braille.

Lo primero que hice cuando tuve el coche parado fue adecentarlo: tiré la típica porquería que habita y se reproduce en un coche: papeles de chicles, clinex usados, botellas de agua y cocacola vacías... recogí los papeles y mapas, puse en el salpicadero una tortuguita pequeña rosa (que me tiene que dar mucha suerte), un rollo de papel de cocina en el maletero y un paquete de toallitas en la guantera, para limpiar retrovisores y añadidos. Esto me creó un conflicto enorme, porque yo no soy de las que voy organizando las cosas de nadie, por respeto, claro, y porque bastante tiene una con lo suyo como para hacer horas extras. Pero, nada, como se trataba de una cuestión de supervivencia, me imbuí del todo en la intimidad de mi amigo muy, muy íntimo, y descubrí qué viajes había hecho, que a veces se sienta en el lado del copiloto y utiliza tónico facial (una sorpresa, porque de verdad que no es su estilo, me pega mucho más a mi, y yo no voy dejándome tónicos por ningún lado, vamos, ni pendientes siquiera). Y me sentí muy rara, porque de repente me vi, a mi pesar, como una cotilla, fisgando y enterándome de detalles que no pertenecen a mi vida. Es como descubrir que Indiana Jones hace pis y tiene colitis cuando come picante. Pues sí, hay cosas que como el valor en la mili, se presupone, pero que tampoco hay por qué saber con detalle.

De pronto me he metido en la intimidad que no me pertenece de un amigo con el que tengo una intimidad que sí me pertenece (qué lío), y además no puedo asegurar la integridad de su coche. A lo mejor no vuelve... Esto de conducir está siendo mucho más didáctico de lo que yo pensaba. De momento he aprendido que el coche se limpia siempre por fuera, y sólo por fuera. ¿Y qué era lo otro? ¿Qué era...? no sé, algo también del freno de mano.

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