Últimamente he realizado un par de viajecillos con mi Luisi, y debo decir que a parte de la emoción propia del asunto de desplazarse y del gustillo de pasar el día de asueto fuera de la casa de una (un decorado que tengo muy visto últimamente, sobre todo desde que decidí moderar mis incursiones al salvaje mundo de los singles), se añade que los viajes con la Luisi parecen organizados por De La Cuadra Salcedo ayudado por el Coronel Tapioca: son toda una aventura.
El primero lo hice con un par de amigas estupendas y mi niña, caminito de Chinchón: un objetivo próximo a Madrid y realista porque podíamos ir y volver en el día aprovechando mínimamente la jornada y sin necesidad de encender los faros del coche. Como sabéis, aun no domino del todo la técnica del diurno, así que intento eludir la versión en nocturno. Ilusionada por mi primer viaje en carretera, me preparé para la ocasión gravando un par de cintas casettes (porque mi Luisi viene con radio casette de toda la vida, nada de CD) cuajadita de horteradas varias de esas que te hacen ir cantando a voz en grito todo el camino y bailoteando con el culo, que resbala muy fácilmente en los asientos de eskay negro (con los logos de Volkswagen, eso sí). Un ejemplo de la selección: Tino Casal, Alaska, el Comando G cantado por Parchís (que a mi niña también le gusta participar…). Nos montamos todas fabulosa en mi Luisi, acompañadas por un radiante día soleado (y mira que ha llovido este otoño…), nos pusimos cinturones, coca-colas, cigarrillos, contacto… lo habitual y la casette. Bueno pues mi coche viene de serie (y esto aun no lo sabía, parece mentira) con un comecintas al que encima no le funciona el botón de devolución. Medio viaje de ida nos costó rescatar esta perla de Max Mix quitando el frontal extraíble y apretando con un boli en el pulsador habilitado al efecto. Pero una es melómana y ya no sabe conducir sin música. Obligada por las circunstancia, presioné a mi copilota del momento (¡hola Anuska!) para que hiciera todo el santo viaje restante escaneando sin descanso la dichosa radio. Ella inasequible al desaliento buscaba y buscaba cualquier cosa que sonara a músiquilla, pero curiosamente ese sábado lo único que debía pasar en el mundo era una reunión del PP de la zona, de la que nos enteramos con todo lujo de detalle como si estuviéramos en butacas frente al orador. Menudo rollo, hacernos esto a nosotras, con lo rojeras que somos las tres y un cuarto. En cuanto llegamos a destino y puse el freno de mano, llamé al Melendi2, que como sabéis hace las veces de tienda Aurgi particular. El Melendi2 me asesoró, “funcionar funciona aunque hace un ruidillo de fondo. Y si no dalé un par de hostias suaves para que arranque”. Efectivamente, en el camino de vuelta tuvimos música. Gloria daba vernos bajar el semipuerto ese lleno de curvas a cuarenta por hora, ahora segunda ahora tercera, cantando a pleno pulmón, con las ventanillas bajadas para imbuirnos de solecillo y sobre todo para que saliera el humo del cigarrillo y que no me quite sanidad la custodia de mi hija. Gloria también daba ver la caravana que hicimos con todos los utilitarios llenos de domingueros detrás escuchando nuestros trinos y sin poder adelantarnos. Animalitos ellos. La cosa se estropeó en cuanto llegamos al llano, y en las proximidades a Rivas ya era imposible aguantar ni el ruido del arrastre de la casette ni la voz deformada a menos revoluciones del reproductor. Cuando bajamos del coche nos dolía la cabeza a todas y a dios puse por testigo una vez más, de que no volvería a usar el lector de casettes de mi coche. Por lo demás el viaje bien, salvo que no conseguimos encontrar el campo de Chinchón para dar una vuelta, que es que es salir de las pintorescas calles y darte de bruces con una carretera nacional cuajadita de coches madrileños que te impiden el acceso a todo páramo circundante. Para el segundo viaje me equipé como dios manda, con la ciencia que da la experiencia: me llevé el radiocasette con caraoke de Fisher Price de mi retoño (es que en mi casa yo ya lo tengo todo en versión cadena y CD), con pilas de las gordas de repuesto y el alimentado de mechero del coche. Para que esta vez no fallara nada. Aquí el horror fue no prever las veleidades artísticas de mi íntimo, que en cuanto subió al coche se agarró al micrófono como un aspirante obsesionado a OT nominado en la final y a punto de quedarse sin Eurovisión, sin contrato y sin Miami, y hasta que no guardé el cacharro en el portaequipajes no paró. Otro viaje escaneando la radio. Afortunadamente esta vez no se reunía nadie del PP de la zona y pudimos ir enganchando algunos temillas musicales. Y entonces llega el problema gordo: la niebla. La menda se apaña de día, no se apaña de noche, y ejercita malamente el braille en los casos en los que no se ve na’ de na’. Y es que me pilló ni remotamente preparada. Porque vamos a ver, una intenta mirar a todas las partes indicadas, empezando por los espejos, y esto ya me costó ya, porque a mi los espejos me habían interesado hasta el momento sólo cuando yo salía en ellos, pero vamos, para nada más. Bueno pues una ya tiene dificultades para concentrar la vista en los puntos clave decía: espejos, vista a punto medio entre infinito y tu coche, señales de tráfico, indicaciones del camino (especialmente las que hablan del lugar al que una pretende llegar) y sobre todo en concentrarse en interpretar lo que ven los ojos propios en lugar de aprovechar el trance para elaborar la lista de la compra, por ejemplo o intentar recordar si finalmente le puse comida y agua a mi gato o no… Pero cuando una ya se ha acostumbrado a mirar y ver todo lo que debe mirar y ver, se encuentra con la posibilidad de esforzarse y no ver nada. El íntimo me chivó que en esos momentos no sirve de nada agarrarse firmemente al volante y aproximar la cabeza hasta tocar con la nariz en el parabrisas, y que además conviene poner las luces antiniebla (que como una no tiene costumbre…) y ¡horror! ¿dónde quedaba eso en mi Luisi?. Como mi íntimo también tiene una antigualla de origen alemán, me informó de que en algunos coches alemanes, estas luces se activan tirando un poquito del interruptor de las luces, (que además, en los coches alemanes se sitúan a la izquierda del volante en el salpicadero y no en la palanquita habitual). Hice lo propio tirando sutilmente y me quedé con todo el cuadro de luces en la mano. Sssstupendo. Total, que he decidido pasar de las chorradas de la radio, e ir acompañada siempre de un bote de loctite tamaño industrial, porque mi coche parece un auto-crash de juguete de esos que chocan se desmontan y se caen enteritos, y luego tienes que rearmarles de nuevo piecita a piecita. Que sepáis que voy a pedirles a los señores que comercializan el juguete, derechos de royalties porque estoy más que segura de que se inspiraron en mi Luisi. La última, y ya es para nota, es que volviendo del Carrefour se me calló una tuerca de las que se atornillan en una plaquita que sujeta el motor, y se quedó entre el disco de frenos y la otra cosa que tenga al lado (me imagino que será la rueda directamente) y el ruido era insoportable de la fricción de la propia rueda y de la vibración de la plaquita esta…)… Así que llegando estas entrañables fechas, y estresada que anda una por todas las gestiones a SSMM y al vejete de rojo (¡anda, como “La Mujer de…” pero en versión masculina-geriátrica!), entre que mi niña pasa la primera mitad de las entrañables fechas con su papá, entre que mi Luisi me tiene frita, y entre que como las de L’Oreal, yo lo valgo, he decidido que me agarro al íntimo y un vuelo de bajo costo (que queréis, ya me he acostumbrado a viajar en precario) y me largo fuera del suelo patrio, al culo del mundo literal tirando pal norte a pasar las fechas de manera pintoresca y me imagino que intentando entrar en calor. Así que Islos Británicos, preparaos, que hemos alquilado coche y pienso probar qué es eso de conducir por la izquierda… Os lo contaré todo a la vuelta.
P.D.: Luís, los reyes me han traído una cojo cámara de fotos digital (gracias papis) así que espero hacer fotos a todo detalle de mi Luisi y colgarlas. Aun no he conseguido saber como deshacerme de Bisbal de mi teléfono. No me estraña que estuviera de oferta.
jueves, 7 de diciembre de 2006
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