EN ESTAS ENTRAÑABLES FECHAS (Y VAN 2)
Hace un par de sábados me encontré sin niña y sin íngimo, y esto hacía mucho tiempo que no ocurría, porque normalmente mis fines de semana suceden a ritmo alterno de uno infantil con mi niña y otro en proceso de maduración con mi íntimo. Pero la semana anterior a este finde había surgido una pequeña incidencia del tipo folklórico sentimental entre mi hermna y el Melendi 1, mi cuñado para los no iniciados, (desde aquí aprovecho para enviar un saludito a la gente del Valle de Asón, qué bonito sitio y qué gente más maja). Así que se imponía el plan de gabinete de crisis en jornada íntima de mujeres deseperadas, a medio camino entre su casa y la mía, una en una punta y la otra en medio.
Mi íntimo anda cerca, pero aun no se ha convertido en una mujer desesperada, así que quedaba excluido del plan y mi niña pasaba el finde con su papi. Todo organizado. Pero ¡oh destino! finalmente en vísperas de agarrar mi Luisi y salir dirección Norte, mi sister me llamó por teléfono indicándome que se había resuelto el incidente folklórico familiar, lamentando no vernos y anunciándome que prescindía de mis servicios porque les convenía intimidad, así que yo me quedé compuesta y sin íntimo, que ya había hecho sus planes y curraba. Pero una es una mujer a la que le falta tiempo y sobran planes, así que pensé: genial el plan del Culto a las tres Ces: Cuerpo (manicura, pedicura, exfoliante, caprichitos comestibles en el sofá); Culturilla (prensa, libro "Es fácil dejar de fumar si sabes como" (qué mal momento ha elegido para morirse de cáncer de pulmón su autor) y películas bonitas de ayer y hoy) y Capitalismo (shoping desenfrenado). Y en esas andaba yo con el pie recién puesto en la acera comercial de la calle Goya, cuando recibí la llamada de mi amiga Olgui, en la misma tesitura de finde con el paso cambiado y necesidad de adquisiciones. El plan se ponía estupendo: jornada de niñas bonitas dándose un caprichillo al body. Animosas y contentas, empezamos la ruta juntas a las 11:30 de la mañana en el punto alto del Barrio de Salamanca. A las 20:30 de la noche (nueve horas después), estábamos desfondadas en la Plaza de Bilbao, tras habernos pateado enteritos el Barrio de Salamanca, la Puerta del Sol, sus calles aledañas, Gran Vía en su plenitud, toda la calle Fuencarral y el barrio de Chueca. Y yo creo que no nos dejamos ni una tienda.
La cuestión es que las dos habíamos salido emocionadas, o como mínimo animadillas, y de repente éramos como dos abducidas recién aterrizadas en Navida-Glitter-Landia. ¿Qué había pasado con las tiendas? es que en estas fechas solo podemos vestirnos con A) larguísimos trajes de fiesta que ni la mítica Obregón emulando a Gilda o B) Mini-minifaldas glitter acompañadas de mini-minitops de lentejuelas que ni Paris Hilton podría calzarse sin sentir rubor. ¿Dónde están los amorosos jerseys de punto sin renos ni copos de nieve? ¿y los vaqueros de toda la vida, lavados a la piedra pómez (y no con pepitas de purpurina)?. ¿Y cuando perdieron nuestros ojos la capacidad de distinguir otros colores distintos del rojo, oro, plata y negro?. Desesperante. Nos pateamos todas las tiendas posibles en mil niveles distintos y sumando las adquisiciones de las dos conseguimos juntar: unos zapatos, un paraguas y unos calcetines (¡y un cepillo para el pelo!).
Es lo que tiene, que llegan estas entrañables fechas y todos nos transformamos. Porque uno abre los ojos a partir del día 1 y su vida ha dejado de ser la que era, si hace caso a la tele, a las tiendas, a los híper, la vida de un elemento humano integrado con su medio debería ser: levantarse de la cama en su habitación decorada por Ikea, con un pijama de cuadritos rojos y verdes y clazarse unas amorosas zapatillas nórdikas forradas con borreguillo. Tras la reconfortante ducha, se secaría el cabello con el ¡nuevo! secador de pelo diseñado por Llongueras que hipervoluminiza (¡Jesús, qué palabro!) tus rizos. Si después no te gusta como queda, no pasa nada, lo arreglas con las super tenacillas-plancha para todo tipo de pelo de Braun y como nueva. Hecho esto, te vistes como la Preisler para recibir a Clooney y te direges al Carrefour a hacer tu compra diaria. De vuelta en casa, pones todo sobre la encimera y aliñas y cocinas las viandas, tan parecido todo a tu avituallamieto habitual: el marisco congelado, las gulas del norte, las huevas de lumpo, los ahumados e ibéricos, los patos, pavos y/o pulardas, o cordero y cochinillo, ahí el paladar. Lo degustas acompañado de panecillos y canapés de mil tamaños y variedades distintas y bien regado con cava o sidra. Para finalizar te empachas con turrones de todo tipo, polvorones de la estepa (¿qué estepa? ¿la rusa?) y los famosísimos bombones Ferrero Rocher que en casa de la Preisler y Paloma Cuevas se toman a todas horas, pero en las del resto de mortales, solo en Navidades. Para digerir todo esto, es imprescindible echar mano de un exótico espirituoso digestivo, cualquier cosa menos licor de hierbas porque éste tan vulgar y popular, hace un mes que ha desaparecido de los estantes. Después puedes instalar el televisor superplano que acabas de adquirir para que te lo traigan los Reyes Magos de toda tu familia a escote, deshacerte de tus taconazos dorados y dejarte caer lánguidamente un ratito en el sofá como si fuera una chaisselongue, a disfrutar de una peli cuajadita de renos y nieve algodonosa. Puedes también fotografiarte en este trance con tu supercámara digital y así felicitar las fiestas a tus familiares y amigos con una instantánea tuya enviada por SMS multimedia desde tu supermóvil nuevo.
Y me pregunto yo: qué podemos hacer la gente normal con el desaguisado de estas fechas, porque tenemos que seguir yendo a currar todos los días y no nos da ni el cuerpo ni el tiempo para semejante ritmo, como el titiritero de fiesta en fiesta. Señores del mundo de la moda, ¿qué nos ponemos para salir a la calle y no deslucir?, señores del Carrefour ¿qué comemos?, hagan el favor de no esconder las porquerías habituales baratas y normales. Y sobre todo, responsables del mundo: ¿donde podemos ir con nuestros hijos que no esté lleno, plagadito, cuajadito, de esas cosas que a ellos tanto les excita y que se llaman juguetes, video consolas, chuminadas con vida propia en la tele, pero que se transforman en armatostes de plástico mal encaja'o en cuanto salen de la caja?. Nos aben ustedes cuanto daño hacen con su creatividad y el dichoso espíritu glamouroso de estas fechas y del Corte Inglés. Ni con los villancicos del hilo ambiental, que se te acoplan en la oreja, y ya no consigues desatascarlos hasta febrero.
Porque seamos realistas, yo no sé como son vuestras fiestas navideñas, pero yo suelo pasarlas en mi casa familiar y a veces rallando el pijama, porque hasta ahora nunca me ha tocado ni ir al Ritz, ni al Palace ni siquiera a Villa Jura'o.
Pero como una sale de compras un día de cada mil, y además con buen espíritu y ánimo, pues me resisto a admitir que no haya nada hecho para mi. Siempre regreso a casa con una bolsa que ni quiero mirar y que contiene algo inapropiado que sé sobradamente que voy a ponerme entre una o ninguna vez. Y esto no es algo que me pase a mi sola, esto nos pasa una cantidad de personas que somos legión. Bien, no desesperemos porque hay solución. Para eso precisamente se inventó el siguiente engendro: la cena navideña entre compañeros y amigos cuya mejor virtud es la de amortizar esos trapos. Y a veces también la de jugar al amigo invisible (¿a que sí, Ysae?).
La variedad cena de compañeros, en nuestro trabajo la hemos liquidado definitivamente y sin ningún ánimo de resucitarla. La razón: nuestros fallidos y patéticos intentos. Muestra breve las de los dos últimos años: el de hace dos, yo aun con mi ex, pero mi ex ya con otra y a unos segundos ambos de ver la luz. Él incordiado por tener que ejercer de consorte, invitó a un amigo suyo para que le acompañara y resultó curioso: yo le llevaba a él de acompañante, él se acompañaba de su amigo, y su amigo al menos tuvo el decoro de cortar ahí la cadena de compañías. Cruela se llevó a su chico que es el jefe, y el jefe a su chica que es la Cruela, así que por ahí acabamos pronto. Y por último vino nuestra tercera compañera de la que nunca hablamos por respeto a la intimidad ajena, que ni tiene compañero ni nada de nada. Cenamos opíparamente, y nos fuimos a tomar una copa. La compañera impar ya estaba como una cuba rellenada tres veces, mi ex y su amigo, querían seguir la juerga a poder ser por su cuenta, supongo que para ampliar a más las compañías, y la Cruela y su chico desaparecer directamente, de hecho en un momento dado doblaron una calle y ya no volvimos a verles. Yo pegué un Irmazo y dije que me iba a casa, cogí a la compañera impar (que no se tenía de pie) y le lancé una mirada asesina a mi ex que venía a advertir cariñosamente: "ni se te ocurra dejarme sóla con semejante panorama" y empapados todos de entrañable camaradería y buen rollo, nos montamos en el búho bus. La compañera impar se hizo veinticinco chichones dándose cabezazos contra la barra del autobús. Cuando llegamos a su parada se negaba a bajar porque no la reconocía (milagro que viera algo), pero mi ex, que iba calentito le arreó un empujón y la dejó plantada en la acera justo antes de que el autobús arrancara de nuevo. Fin de la noche.
El año pasado, coincidiendo con unas vacaciones de la compañera impar, nos largamos a comer por ahí la Cruela y su chico, también llamado jefe, la madre del jefe (da para un post completo esta señora, que es una terrorista divertidísima), mi por entonces recién adquirido íntimo, que por aquellas señaladas fechas aun andábamos estrenándonos, y la menda. Yo, fruto de mi divorcio, había mejorado muchísimo de aspecto (vamos que había rejuvenecido por lo menos un lustro, que mucho más tampoco puedo), y la madre de mi jefe me dijo el piropo más grande que puede salir de su boca: "Ay, Irma, estás monísima, pareces la Obregón" (yo visualizaba a Ana y los siete y tenía que sujetar con empeño el alma para que no se desplomara sobre mis propios pies, los demás sin excepción se partían de la risa). La comida de nuevo opípara, la postcomida bien regadita de licores y espirituosos. Y llegó la noche, donde a mi todo se me convierte en calabaza sin necesidad de que den las doce: el íntimo se quedó frito en el sofá de la casa de la Cruela y su C hasta que conseguí por fin despertarle y arrastrarle hasta mi casa. Allí dió señales de revivir (¡qué reparador resulta dormir la mona!). Y en el horizonte asomaba la parte buena, la de los mimos, las ternuras, los ejercicios acrobáticos... esperanzada y por animarle (y por cierta incontinencia verbal que ya me conocéis...) yo solté una ternurilla bastante tierna, la verdad, pero ¡cielos! él se puso lívido, de pie, la ropa, taquicárdico y oí un portazo de mi propia puerta de la calle. Tardé en volver a tener noticias suyas cerca de un mes: que es que se había asustado.
Así que este año Cruela ha dicho que de cena nada, que un jamón para cada una y santas pascuas. Y vive dios que agradezco la iniciativa, creo que este año me lo voy a cenar yo entero y a solas, que estas fechas señaladas acaban sacandolo peor de mis aledaños. Y qué se yo, puede ser que también lo saquen de mi misma, que ya ando muy cerquita del mismísimo moño.
P.D. Sr. Ag, habrá observado que me he tomado la molestia de responderle en su propio blog para devolverle la atención de una visita a su propia casa. No añadiré más. A los demás: chicos, que tal y como se está poniendo de duro lo de publicar en terra, yo creo que no voy a poder colgar más post hasta que vuelva de mi viaje, así que a todos ¡Felices Fiestas! (que es un buen deseo que nos vale a todos para todo el año). Ya os contaré detalles, que se me acumulan los post pendientes, y es que creedme, que mi vida cada vez parece más un blog.
lunes, 18 de diciembre de 2006
jueves, 7 de diciembre de 2006
SING STARS Y OTROS DESGUACES
Últimamente he realizado un par de viajecillos con mi Luisi, y debo decir que a parte de la emoción propia del asunto de desplazarse y del gustillo de pasar el día de asueto fuera de la casa de una (un decorado que tengo muy visto últimamente, sobre todo desde que decidí moderar mis incursiones al salvaje mundo de los singles), se añade que los viajes con la Luisi parecen organizados por De La Cuadra Salcedo ayudado por el Coronel Tapioca: son toda una aventura.
El primero lo hice con un par de amigas estupendas y mi niña, caminito de Chinchón: un objetivo próximo a Madrid y realista porque podíamos ir y volver en el día aprovechando mínimamente la jornada y sin necesidad de encender los faros del coche. Como sabéis, aun no domino del todo la técnica del diurno, así que intento eludir la versión en nocturno. Ilusionada por mi primer viaje en carretera, me preparé para la ocasión gravando un par de cintas casettes (porque mi Luisi viene con radio casette de toda la vida, nada de CD) cuajadita de horteradas varias de esas que te hacen ir cantando a voz en grito todo el camino y bailoteando con el culo, que resbala muy fácilmente en los asientos de eskay negro (con los logos de Volkswagen, eso sí). Un ejemplo de la selección: Tino Casal, Alaska, el Comando G cantado por Parchís (que a mi niña también le gusta participar…). Nos montamos todas fabulosa en mi Luisi, acompañadas por un radiante día soleado (y mira que ha llovido este otoño…), nos pusimos cinturones, coca-colas, cigarrillos, contacto… lo habitual y la casette. Bueno pues mi coche viene de serie (y esto aun no lo sabía, parece mentira) con un comecintas al que encima no le funciona el botón de devolución. Medio viaje de ida nos costó rescatar esta perla de Max Mix quitando el frontal extraíble y apretando con un boli en el pulsador habilitado al efecto. Pero una es melómana y ya no sabe conducir sin música. Obligada por las circunstancia, presioné a mi copilota del momento (¡hola Anuska!) para que hiciera todo el santo viaje restante escaneando sin descanso la dichosa radio. Ella inasequible al desaliento buscaba y buscaba cualquier cosa que sonara a músiquilla, pero curiosamente ese sábado lo único que debía pasar en el mundo era una reunión del PP de la zona, de la que nos enteramos con todo lujo de detalle como si estuviéramos en butacas frente al orador. Menudo rollo, hacernos esto a nosotras, con lo rojeras que somos las tres y un cuarto. En cuanto llegamos a destino y puse el freno de mano, llamé al Melendi2, que como sabéis hace las veces de tienda Aurgi particular. El Melendi2 me asesoró, “funcionar funciona aunque hace un ruidillo de fondo. Y si no dalé un par de hostias suaves para que arranque”. Efectivamente, en el camino de vuelta tuvimos música. Gloria daba vernos bajar el semipuerto ese lleno de curvas a cuarenta por hora, ahora segunda ahora tercera, cantando a pleno pulmón, con las ventanillas bajadas para imbuirnos de solecillo y sobre todo para que saliera el humo del cigarrillo y que no me quite sanidad la custodia de mi hija. Gloria también daba ver la caravana que hicimos con todos los utilitarios llenos de domingueros detrás escuchando nuestros trinos y sin poder adelantarnos. Animalitos ellos. La cosa se estropeó en cuanto llegamos al llano, y en las proximidades a Rivas ya era imposible aguantar ni el ruido del arrastre de la casette ni la voz deformada a menos revoluciones del reproductor. Cuando bajamos del coche nos dolía la cabeza a todas y a dios puse por testigo una vez más, de que no volvería a usar el lector de casettes de mi coche. Por lo demás el viaje bien, salvo que no conseguimos encontrar el campo de Chinchón para dar una vuelta, que es que es salir de las pintorescas calles y darte de bruces con una carretera nacional cuajadita de coches madrileños que te impiden el acceso a todo páramo circundante. Para el segundo viaje me equipé como dios manda, con la ciencia que da la experiencia: me llevé el radiocasette con caraoke de Fisher Price de mi retoño (es que en mi casa yo ya lo tengo todo en versión cadena y CD), con pilas de las gordas de repuesto y el alimentado de mechero del coche. Para que esta vez no fallara nada. Aquí el horror fue no prever las veleidades artísticas de mi íntimo, que en cuanto subió al coche se agarró al micrófono como un aspirante obsesionado a OT nominado en la final y a punto de quedarse sin Eurovisión, sin contrato y sin Miami, y hasta que no guardé el cacharro en el portaequipajes no paró. Otro viaje escaneando la radio. Afortunadamente esta vez no se reunía nadie del PP de la zona y pudimos ir enganchando algunos temillas musicales. Y entonces llega el problema gordo: la niebla. La menda se apaña de día, no se apaña de noche, y ejercita malamente el braille en los casos en los que no se ve na’ de na’. Y es que me pilló ni remotamente preparada. Porque vamos a ver, una intenta mirar a todas las partes indicadas, empezando por los espejos, y esto ya me costó ya, porque a mi los espejos me habían interesado hasta el momento sólo cuando yo salía en ellos, pero vamos, para nada más. Bueno pues una ya tiene dificultades para concentrar la vista en los puntos clave decía: espejos, vista a punto medio entre infinito y tu coche, señales de tráfico, indicaciones del camino (especialmente las que hablan del lugar al que una pretende llegar) y sobre todo en concentrarse en interpretar lo que ven los ojos propios en lugar de aprovechar el trance para elaborar la lista de la compra, por ejemplo o intentar recordar si finalmente le puse comida y agua a mi gato o no… Pero cuando una ya se ha acostumbrado a mirar y ver todo lo que debe mirar y ver, se encuentra con la posibilidad de esforzarse y no ver nada. El íntimo me chivó que en esos momentos no sirve de nada agarrarse firmemente al volante y aproximar la cabeza hasta tocar con la nariz en el parabrisas, y que además conviene poner las luces antiniebla (que como una no tiene costumbre…) y ¡horror! ¿dónde quedaba eso en mi Luisi?. Como mi íntimo también tiene una antigualla de origen alemán, me informó de que en algunos coches alemanes, estas luces se activan tirando un poquito del interruptor de las luces, (que además, en los coches alemanes se sitúan a la izquierda del volante en el salpicadero y no en la palanquita habitual). Hice lo propio tirando sutilmente y me quedé con todo el cuadro de luces en la mano. Sssstupendo. Total, que he decidido pasar de las chorradas de la radio, e ir acompañada siempre de un bote de loctite tamaño industrial, porque mi coche parece un auto-crash de juguete de esos que chocan se desmontan y se caen enteritos, y luego tienes que rearmarles de nuevo piecita a piecita. Que sepáis que voy a pedirles a los señores que comercializan el juguete, derechos de royalties porque estoy más que segura de que se inspiraron en mi Luisi. La última, y ya es para nota, es que volviendo del Carrefour se me calló una tuerca de las que se atornillan en una plaquita que sujeta el motor, y se quedó entre el disco de frenos y la otra cosa que tenga al lado (me imagino que será la rueda directamente) y el ruido era insoportable de la fricción de la propia rueda y de la vibración de la plaquita esta…)… Así que llegando estas entrañables fechas, y estresada que anda una por todas las gestiones a SSMM y al vejete de rojo (¡anda, como “La Mujer de…” pero en versión masculina-geriátrica!), entre que mi niña pasa la primera mitad de las entrañables fechas con su papá, entre que mi Luisi me tiene frita, y entre que como las de L’Oreal, yo lo valgo, he decidido que me agarro al íntimo y un vuelo de bajo costo (que queréis, ya me he acostumbrado a viajar en precario) y me largo fuera del suelo patrio, al culo del mundo literal tirando pal norte a pasar las fechas de manera pintoresca y me imagino que intentando entrar en calor. Así que Islos Británicos, preparaos, que hemos alquilado coche y pienso probar qué es eso de conducir por la izquierda… Os lo contaré todo a la vuelta.
P.D.: Luís, los reyes me han traído una cojo cámara de fotos digital (gracias papis) así que espero hacer fotos a todo detalle de mi Luisi y colgarlas. Aun no he conseguido saber como deshacerme de Bisbal de mi teléfono. No me estraña que estuviera de oferta.
El primero lo hice con un par de amigas estupendas y mi niña, caminito de Chinchón: un objetivo próximo a Madrid y realista porque podíamos ir y volver en el día aprovechando mínimamente la jornada y sin necesidad de encender los faros del coche. Como sabéis, aun no domino del todo la técnica del diurno, así que intento eludir la versión en nocturno. Ilusionada por mi primer viaje en carretera, me preparé para la ocasión gravando un par de cintas casettes (porque mi Luisi viene con radio casette de toda la vida, nada de CD) cuajadita de horteradas varias de esas que te hacen ir cantando a voz en grito todo el camino y bailoteando con el culo, que resbala muy fácilmente en los asientos de eskay negro (con los logos de Volkswagen, eso sí). Un ejemplo de la selección: Tino Casal, Alaska, el Comando G cantado por Parchís (que a mi niña también le gusta participar…). Nos montamos todas fabulosa en mi Luisi, acompañadas por un radiante día soleado (y mira que ha llovido este otoño…), nos pusimos cinturones, coca-colas, cigarrillos, contacto… lo habitual y la casette. Bueno pues mi coche viene de serie (y esto aun no lo sabía, parece mentira) con un comecintas al que encima no le funciona el botón de devolución. Medio viaje de ida nos costó rescatar esta perla de Max Mix quitando el frontal extraíble y apretando con un boli en el pulsador habilitado al efecto. Pero una es melómana y ya no sabe conducir sin música. Obligada por las circunstancia, presioné a mi copilota del momento (¡hola Anuska!) para que hiciera todo el santo viaje restante escaneando sin descanso la dichosa radio. Ella inasequible al desaliento buscaba y buscaba cualquier cosa que sonara a músiquilla, pero curiosamente ese sábado lo único que debía pasar en el mundo era una reunión del PP de la zona, de la que nos enteramos con todo lujo de detalle como si estuviéramos en butacas frente al orador. Menudo rollo, hacernos esto a nosotras, con lo rojeras que somos las tres y un cuarto. En cuanto llegamos a destino y puse el freno de mano, llamé al Melendi2, que como sabéis hace las veces de tienda Aurgi particular. El Melendi2 me asesoró, “funcionar funciona aunque hace un ruidillo de fondo. Y si no dalé un par de hostias suaves para que arranque”. Efectivamente, en el camino de vuelta tuvimos música. Gloria daba vernos bajar el semipuerto ese lleno de curvas a cuarenta por hora, ahora segunda ahora tercera, cantando a pleno pulmón, con las ventanillas bajadas para imbuirnos de solecillo y sobre todo para que saliera el humo del cigarrillo y que no me quite sanidad la custodia de mi hija. Gloria también daba ver la caravana que hicimos con todos los utilitarios llenos de domingueros detrás escuchando nuestros trinos y sin poder adelantarnos. Animalitos ellos. La cosa se estropeó en cuanto llegamos al llano, y en las proximidades a Rivas ya era imposible aguantar ni el ruido del arrastre de la casette ni la voz deformada a menos revoluciones del reproductor. Cuando bajamos del coche nos dolía la cabeza a todas y a dios puse por testigo una vez más, de que no volvería a usar el lector de casettes de mi coche. Por lo demás el viaje bien, salvo que no conseguimos encontrar el campo de Chinchón para dar una vuelta, que es que es salir de las pintorescas calles y darte de bruces con una carretera nacional cuajadita de coches madrileños que te impiden el acceso a todo páramo circundante. Para el segundo viaje me equipé como dios manda, con la ciencia que da la experiencia: me llevé el radiocasette con caraoke de Fisher Price de mi retoño (es que en mi casa yo ya lo tengo todo en versión cadena y CD), con pilas de las gordas de repuesto y el alimentado de mechero del coche. Para que esta vez no fallara nada. Aquí el horror fue no prever las veleidades artísticas de mi íntimo, que en cuanto subió al coche se agarró al micrófono como un aspirante obsesionado a OT nominado en la final y a punto de quedarse sin Eurovisión, sin contrato y sin Miami, y hasta que no guardé el cacharro en el portaequipajes no paró. Otro viaje escaneando la radio. Afortunadamente esta vez no se reunía nadie del PP de la zona y pudimos ir enganchando algunos temillas musicales. Y entonces llega el problema gordo: la niebla. La menda se apaña de día, no se apaña de noche, y ejercita malamente el braille en los casos en los que no se ve na’ de na’. Y es que me pilló ni remotamente preparada. Porque vamos a ver, una intenta mirar a todas las partes indicadas, empezando por los espejos, y esto ya me costó ya, porque a mi los espejos me habían interesado hasta el momento sólo cuando yo salía en ellos, pero vamos, para nada más. Bueno pues una ya tiene dificultades para concentrar la vista en los puntos clave decía: espejos, vista a punto medio entre infinito y tu coche, señales de tráfico, indicaciones del camino (especialmente las que hablan del lugar al que una pretende llegar) y sobre todo en concentrarse en interpretar lo que ven los ojos propios en lugar de aprovechar el trance para elaborar la lista de la compra, por ejemplo o intentar recordar si finalmente le puse comida y agua a mi gato o no… Pero cuando una ya se ha acostumbrado a mirar y ver todo lo que debe mirar y ver, se encuentra con la posibilidad de esforzarse y no ver nada. El íntimo me chivó que en esos momentos no sirve de nada agarrarse firmemente al volante y aproximar la cabeza hasta tocar con la nariz en el parabrisas, y que además conviene poner las luces antiniebla (que como una no tiene costumbre…) y ¡horror! ¿dónde quedaba eso en mi Luisi?. Como mi íntimo también tiene una antigualla de origen alemán, me informó de que en algunos coches alemanes, estas luces se activan tirando un poquito del interruptor de las luces, (que además, en los coches alemanes se sitúan a la izquierda del volante en el salpicadero y no en la palanquita habitual). Hice lo propio tirando sutilmente y me quedé con todo el cuadro de luces en la mano. Sssstupendo. Total, que he decidido pasar de las chorradas de la radio, e ir acompañada siempre de un bote de loctite tamaño industrial, porque mi coche parece un auto-crash de juguete de esos que chocan se desmontan y se caen enteritos, y luego tienes que rearmarles de nuevo piecita a piecita. Que sepáis que voy a pedirles a los señores que comercializan el juguete, derechos de royalties porque estoy más que segura de que se inspiraron en mi Luisi. La última, y ya es para nota, es que volviendo del Carrefour se me calló una tuerca de las que se atornillan en una plaquita que sujeta el motor, y se quedó entre el disco de frenos y la otra cosa que tenga al lado (me imagino que será la rueda directamente) y el ruido era insoportable de la fricción de la propia rueda y de la vibración de la plaquita esta…)… Así que llegando estas entrañables fechas, y estresada que anda una por todas las gestiones a SSMM y al vejete de rojo (¡anda, como “La Mujer de…” pero en versión masculina-geriátrica!), entre que mi niña pasa la primera mitad de las entrañables fechas con su papá, entre que mi Luisi me tiene frita, y entre que como las de L’Oreal, yo lo valgo, he decidido que me agarro al íntimo y un vuelo de bajo costo (que queréis, ya me he acostumbrado a viajar en precario) y me largo fuera del suelo patrio, al culo del mundo literal tirando pal norte a pasar las fechas de manera pintoresca y me imagino que intentando entrar en calor. Así que Islos Británicos, preparaos, que hemos alquilado coche y pienso probar qué es eso de conducir por la izquierda… Os lo contaré todo a la vuelta.
P.D.: Luís, los reyes me han traído una cojo cámara de fotos digital (gracias papis) así que espero hacer fotos a todo detalle de mi Luisi y colgarlas. Aun no he conseguido saber como deshacerme de Bisbal de mi teléfono. No me estraña que estuviera de oferta.
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