Hoy iba a contaros mis venturas y desventuras de esta semana, acosada por los chicles sin nicotina de la Cruela que ha dejado de fumar, por los mails de mi jefe contándome que la Coca-Cola es el complemento perfécto para el mecánico de coches porque este polivalente elixir se come la grasa, la corrosión de las baterías, despega la tuerca soldada... (ya sabéis que yo siempre llevo una botellita en mi Luisi) y por mi idiosincrasia particular que me hace enviar correos electrónicos íntimos a los clientes más serios y formales de mi trabajo.
Pero no, esta semana no voy a hablar de mi misma porque voy a contaros el misterio que nos tiene acogotados en el barrio donde yo vivo: EL MISTERIO DEL ATRACADOR DEL CHÁNDAL.
Empezaré por ubicaros contándoos que mi barrio son sólo las cuatro calles que actúan de decorado de toooooooda mi vida. Aquí está la oficina donde yo trabajo, el carrefour donde me pierdo aun menos que en mi casa, y aquí viven también un montón de conocidos y sin embargo amigos, la Cruela, la Esteban, el Melendi2, el canguro de mi hija...
El caso es que este barrio, más que barrió es un pueblín, y más que un pueblín una república independiente. Y lo que sucede aquí dentro siempre parece sacado de una película que según a qué generación afecte, podría haber firmado el Berlanga de la Escopeta Nacional, el Bigas Luna de La Juani, o el Almodóvar de cualquier momento.
En los bajos comerciales de mi bloque se encuentra el gimnasio que regenta Pelayo. Pelayo es como la Melannie Griffith de la película Armas de Mujer, que tenía un cuerpo para el amor y una cabeza para los negocios. Yo no sé si el cuerpo de Pelayo da para mucho amor (no nos fiemos de lo que dice Dante) pero vive dios que da para unos cuantos ejercicios acrobáticos (dios, que musculamen) y desde luego que su brillante cabeza si da para los negocios muy bien llevados, y de hecho en la puerta de este gimnasio yo me he encontrado con conocidos míos que habitan y se reproducen en cualquier otro punto de Madrid. Y es que es de lo más completo y ofrece todo tipo de servicios deportivos: spinning, gym jazz, aerobic, pilates, sauna, fisioterapia... y por supuesto dos complementos básicos imprescindibles para el culturizado en cuerpo: ropa hiperajustada de lycra y tatuajes.
Curro, el tatuador de cabecera que trabaja para Pelayo, es un chico popular en el barrio por dos razones: porque es nuestro tío bueno oficial y porque es la cabeza pensante de la panda del barrio, también conocida como la de "Los Blases". Los blases son unos doce maromos hechos y derechos, que obra y gracia de su beneración al Curro, están tatuados hasta las cejas. No se pierden si un sarao, viajan juntos de rave en rave y de sarao en sarao, desde Cádiz hasta Ibiza, pasando por Berlín o por Galicia. Todo les vale y conocen Amsterdam tan bien como estas calles y como yo mi Carrefour. Obviamente ninguno trabaja, o por lo menos no se les conoce oficio legal (de los otros no sabría qué decir), y pasan sus tardes en la plazoleta que separa mi balcón del cuarto sin ascensor, de la ventana del bajo donde se encuentra mi oficina. Allí ellos hablan de sus cosas, lo divino y lo humano, se toman unas cervecillas al amor de nuestro bar que tiene gafe y pasa de mano en mano como la falsa moneda y ninguno se lo queda, y se fuman sus sustancias naturistas naturales todas del norte de África. Este es el núcleo duro de los blases. La periferia de la panda lo constituyen todos los demás que compartimos franja de edad y que sin estar tatuados hasta las cejas, también han pasado de una manera u otra por las manos del Curro (la variación del modo depende del género en gran medida). De ahí que mi barrio cuente con la mayor densidad de tatuados por metro cuadrado de acera del mundo mundial.
Un poquito más al norte se encuentra el bar del Yulius. En este bar se concentran todas las tardes-noches los padres, tíos y demás familiares de avanzada edad de los blases. Por fuera tiene pinta de mesón castellano y por dentro no se sabe muy bien porque no se ve a penas entre las tupidas nubes de humo de los Farias y la mugre de evos que decora uniformemente cualquier detallito del lugar. El Yulius es el propietario que da nombre al garito y si bien es muy buena gente, todos sabemos que está absolutamente contraindicado para la salud (de ahí que todo el que entre pida siempre brebajes que nunca bajan de los 40º pa'rriba). Entre fichazo y fichazo de dominó en la mesa, el Yulius distribuye sus canapés caseros, y todos tienen la misma consistencia que las piezas del dominó (de hecho no es la primera vez que un jugador se casca un trozo de tocino beteado en el centro de la mesa convencido que es un doble nada, y si los demás no se fijan bien hasta cuela, porque el ruido y la consistencia viene a ser la misma que los de la ficha original). Pero que sus tapas estén todas duras y caducadas, es la consecuencia de su responsabilidad con el medio ambiente y su militancia con el reciclaje: él saca la tapa a la mesa, nadie se la come, él se la lleva y la coloca en otra mesa... así eternamente. En ese bar hay patatas fritas que tienen la edad de mi hija.
Los padres, tíos y demás familiares de los blases tienen también centro de reunión de día, y este es el quiosco del Tatchenko. El nombre real del Tatchenko es un misterio para todo el barrio y desde siempre le conocemos por el apodo que es fruto de la inspiración y la mala leche de la gente de nuestro barrio. Este hombre bajito, bajito, más que Dani de Vito, no llega a penas a la ventanilla del quiosco y esto subido a un cajón de Coca-Cola dado la vuelta. De pequeño sufrió una de estas enfermedades infeciosas que no te dejan tocado en lo importante pero te dejan marcado para la vida social el resto de tu vida. El Tatchenko se encarga de suministrar las noticias oficiales vía prensa nacional, y las extraoficiales vía arte oral. Su quiosco emplazado en la calle ancha del barrio y frente a dos institutuos, uno de FP y el otro no, es la atalaya perfecta para enterarse de todo lo que se cuece paredes afuera y paredes adentro de nuestras propias casas. Muchas veces te enteras de lo que vas a hacer mucho antes de pensarlo.
Pero todos hacemos uso de su información sin ningún rubor. Los institutos del barrios (el de FP y el que no) están cuajaditos de adolescentes ñetas y lating kings, dos bandas urbanas que según el gobierno de esta nuestra comunidad no existen en ningún sitio, pero a los de aquí que no existen, la policía los visita día sí, día también. Y no tanto para proteger a los alumnos como para defender a los profesores. En fin, que cuando en la oficina oímos sirenas, nos echamos a cara o cruz a quien nos toca salir a indagar al quiosco del Tatchenko, que basta con acercarse, pegar la oreja a la tertulia de parientes de los blases y empezar a empaparse de todo lo que se cuece, todo lo que se dice, todo lo que se sabe.
Esta es la vida que hacen los hombres de edad de nuestro barrio. Las mujeres de edad son los parientes femeninos de los blases (madres, tías... demás familiares) y se distinguen también muy facilmente porque a la hora en que abren los colegios y las tiendas ellas se echan a la calle adornadas siempre, siempre por uno de estos tres complementos indispensables: el nieto de la mano, el carrito de la compra a rastras o una bolsa del carrefour colgada del brazo (a veces incluso llevan los tres a la vez). Ellas se recogen todas a la hora de hacer la comida, pero cayendo la tarde, se calzan las zapatillas de andar, y caminín caminito, en grupos de a una o en formación de varias, vuelven a salir de paseo porque se lo ha recomendado el médico de cabecera para bajar el colesterol y mejorar la circulación (la propia, no la de la calle).
Pues este, bloggeros, es nuestro barrio. Y últimamente anda un poco descuadrado porque tenemos un nuevo y misterioso inquilino: EL ATRACADOR DEL CHÁNDAL.
El Atracador del Chándal llega siempre haciendo footing, se planta sibilino frente a su víctima y sin parar de mover las piernas, dando saltitos para no quedarse frío, le conmina a soltar todas las pelas. Cuando la víctima (generalmente pariente femenina de un blas) suelta la mosca, el Atracador del Chándal sale pitando como un gamo en la San Silvestre (hasta se le ha visto saltar agilmente una tapia) y desaparece. Corre tanto, es tán rápido que todavía nadie ha conseguido verle detenidamente y aun no existe una descripción muy clara del sujeto. Por no saber, no sabemos si el chándal es de Adidas o de Nike.
Ni que decir tiene que las madres de los blases andan asustadísimas y muy revueltas, porque según se dice y se cuenta, ya han caído tres, y a una de ellas hasta le ha rajado la mano con un pedazo de navaja asín de grande. A una pareja de jóvenes les atracaron con absoluta desfachatez al lado mismo de la pastelería, y en el bar del Plátano han serrado los barrotes de la verja y se han llevado la recaudación de las máquinas. En un garaje han quitado los gepeeses de catorce coches (que nivel tenemos!)... y es unánime y general que esto no puede seguir así.
El quiosco del Tatchenko ya no da abasto, así que según sus últimas informaciones, la policía ha decidido enviar un par de secretas a velar discretamente y desde su posición anónima por la seguridad de nuestro barrio. Y tienen la cosa jodida, porque obra y gracia del gimnasio de los bajos de mi bloque, a la hora en que cae la tarde y el humano medio termina de trabajar, nuestras calles se llenan de jóvenes deportivos vestidos con chándal (de Adidas y de NIke, de los dos) y con camisetas prietas de lycra en su interior íntimo. Y porque la última vez que nos enviaron secretas al barrio, los blases andaban medio paranóicos, desconfiando de las caras extrañas, y a veces de las propias, vamos que casi quiebra la peluquería de Dante porque ninguno nos atrevíamos a hacernos un cambio de look.
De hecho casi linchan a un par de comerciales que vinieron a visitarnos a nuestra oficina con su muestrario de ferretería, tan trajeaditos ellos. Y sólo porque los muy osados se tomaron una cañita en el bar de Yulius tras el trabajo bien hecho (ay! ¿se comerían la tapa?). De pronto el bar empezó a llenarse, y a llenarse, todos tatuados, todos mirando con ojos de o te piras o te acuerdas... y no se armó la de san quintín, pues por los pelos, y porque los comerciales se acojonaron y se fueron pitando. No volvimos a verles claro (pero ahora que lo pienso, eso va a ser porque al final si que se comieron la tapa...). Y es que en este barrio no se sabe que gusta menos, si el delincuente tonto que hace pis apuntando al cielo, o los que vienen a detenerlos.
Afortunadamente, en un par de días lograremos identificar a los sopechosos de secretas, y disimularemos todos en el barrio. Las noticias se despacharán en le quiosco de una en una y sin tertulia, el Yulius esconderá sus tapas. Y los que peor lo pasarán, como la otra vez, serán los blases obligados a quedarse en casa sin poder dar rienda suelta a sus pasiones, acompañados encima por sus madres que no se atreven a salir a la calle hasta que no detengan al delincuente, (al del chándal, no a su hijo).
Pero luego todo volverá a su cauce. Los secretas a su casa y el Atracador del Chándal a otro barrio. Nosotros dejaremos de silbar por la calle, volverá a llenarse la plazoleta, la acera a la altura del quiosco del Tatchenco y las tapas del Yulius resonarán sobre la mesa movidas como ficha por algún vivales tramposo. Las madres de los blases volverán a pasear sin miedo con más ahínco para bajar el colesterol retenido, y poquito a poco, y como siempre, volveremos a recuperar nuestra forma de La República Independiente que somos.
P.D.: Con todo mi cariño para el Melendi2, al que su suegra, de mala leche y aburrida en casa, le ha regalado una bandera con el escudo de España (el constitucional eso sí, pero porque ya no se encuentran tan facilmente de las otras), que le sobró de la manifa del sábado pasado convocada por Rajoy... digo por el Foro de Ermua. Melendi2 chato, tú contente y no seas Miura, que sólo quiere provocarte, no vayas a entrar a ese trapo. Ah! y que ya le he dado el DNI de tu hermano a tu madre, que me la encontré en el Carrefour.
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