martes, 20 de febrero de 2007

A MI QUE NO ME TOQUEN NI UN PELO

Hay una terapia que a mi no me ha fallado nunca en ninguna de mis crisis existenciales: la del shopping. Será inmadura, descerebrada, imprudente y letal para la VISA, pero es mágica: salgo de casa hecha una braga Bridget Jones y vuelvo cargadita hasta las pestañas L'Oreal de bolsas y bolsones, pero convertida en un tanguilla de las de puntilla y raso (que va usted a comparar).
Sin embargo hay otra tentación del momento de flojera que hay que evitar a toda costa, es peligrosa, irremediable y no sólo no te cura el ánimo, sino que entras creyéndote la braga de Bridget Jones y sales sintiéndote la faja color carne con ballenas de tu ex-suegra: LA PELUQUERÍA.
Dante no tiene escrúpulos ni un cuerpo para el pecado (es como Boris Izaguirre, siempre haciendo eses al borde de la peligrosa curva que separa el vientre mullidito de la panza monda y oronda, y no os cuento desde que ha regresado de Marruecos, ya no es que ande por el borde profundo del arcén, no, es que se nos ha despeñado por el precipicio de la grasa abdominal poniéndose morado a couscous y pastelillos de almendra y miel). Eso si, igual que Troy tiene una mente privilegiada para los negocios. Él se lo explicó muy claramente a la Cruela: "nena, no hay nada más rentable ni seguro que la histeria de la mujer, en cualquier momento de su vida va a caber una crisis de las de ¡y yo con estos pelos!".
Y ahí Dante tiene toda la razón. No falla, porque una se siente fondona y con el culo caído y vale que podría ponerse a dieta e ir al gimnasio (donde también haría negocio Troy) pero esa es una inversión muy seria de capital, tiempo y sudores, no, lo que una hace es ir a la pelu con la firme intención de someterse a un cambio de look que le afile el rostro y proporcione un conjunto óptico estilizado. O una puede llevar una racha de las de no levantar cabeza y caerse de la cama todos los días y encontrarse frente al espejo del baño paliducha, ojerosa, deslavada y con el pelo como que le hubiera lamido una vaca (algo así como en el anuncio del Actimel justo antes del Actimel) y esto también se cree una que lo arregla la pelu. Mi novio ya no me mira: pelu. Me agobio en el curro: pelu. No llego a fin de mes: pelu.
Y no chicas, hacedme caso, ese es un error así de gordo. Jamás hay que ir a la pelu cuando una está en crisis: ¡NEVER!. Porque estás confusa, dispuesta a hacerte cualquier cosa, lo que sea, a agarrarte a cualquier clavo ardiendo y remedio mágico, incluyendo la crema de baba de caracol o ¿por qué os creéis que pueden pagar sus anuncios en hora punta y canal internacional? pues porque siempre seremos legión las mujeres desesperadas dispuestas a probarlo todo con tal de no ir al gimnasio, de no decidirnos a dejar al patán alojado en nuestra vida, de no hacer terapia de "nena tu vales mucho" ni de empezar a soltar un poco del peso del mundo que llevamos todas sobre nuestros hombros y dejar de ser todas Superwoman, narices que para eso Superman se promociona y cobra muchísimo más, pues que curre un poco (y esa es otra, vamos a ver por qué Superman cobra infinitamente más que Superwoman, que solo salva el mundo de vez en cuando y si hay cámaras delante, y mirad a Superwoman, salvando el mundo exactamente igual, sin salir nunca en la tele, y cuando llega a casa todavía se pone con los niños, la comida, la plancha... y seguro, seguro que además de vez en cuando le hace trabajillos a Superman, que ya hay que tener ganas, porque si todavía fuera Spiderman).
Pero lo dicho, cualquier cosa nos vale, y la pelu la primera. Así una entra debilucha, con su abrigo de punto Benetton que debería haber tirado hace evos, cubierta hasta los pies (porque está comprobado que en los momentos de crisis una mengua), sin fuerzas casi para empujar la puerta y se encuentra con Dante que ya estaba esperando a su presa, dientes afilados, ojos brillantes, tijera en ristre y diciéndote: "¡Uy nena, pero cómo me vienes hoy, si estás abandonadita del todo, con lo mona que puedes ser tú!. Ven a mis manos que cuando acabe contigo no te va a conocer ni tu madre!". Y no miente. No te conoce ni tu madre, ni tu misma cuando por fin te enfrentas al espejo con la obra de arte culminada. Allí estás aderezada con un nuevo corte Llongueras desfilado hacia aquí a diferentes alturas, absolutamente asimétrico todo, que pareces el malo de Mazinguer Z, te miras de un perfil y eres una mujer macarra, y luego del otro y eres una loca absoluta, pero ninguna es la mujer que tu recuerdas y desde luego ahí no hay dudas, de los dos perfiles ninguno es bueno. Por no hablar de los colores, esas mechas hipernaturales en rojo y fucsia que no se reprducen en ningún otro ser vivo de la naturaleza (salvo en el Japón manga y en la parte hortera de los USA).
Esta es la opción sofisticada que yo llamo "el Completo", porque cuando van a cobrarte no hay papel en el ticket para apuntar todo lo que te han hecho: extensiones, tinte, permanente, baño de hidratante y de color, papeles albal... que a una la cogen floja y sin caracter y no sabe decir a nada que no (de polvos de esos, la vida llena). La otra opción no menos peligrosa y que igualmente te deja a puntito de llorar a gritos es la que yo más me he trabajado y es la de "quiero ser práctica así que hazme algo que se me note mucho, pero que luego no tenga que pasarme tres horas peinándome para que me quede como tú lo dejas". Aquí si que líbrenos señor de Dante y de este abandono capilar. Y si no que se lo digan a Brinnnnie (¡Brinnnnie te queremos!).
Porque ya habíamos comentado que la Brinnnnie nos llevaba una mala racha, con esa desastrosa salida de año, la aun peor entrada y el suma y sigue que no ha mejorado ni un pelo (nunca mejor dicho). A las últimas fotos me remito: La Brinnnnie vomitando sobre su acompañante (al final va a cumplir lo de estar sin sexo en los primeros seis meses, que si le sale así cuando la cogen de la mano, no quiero ni pensar con otros alardes...). La Brinnnnie cabreada como una mona en la puerta de la Ópera, porque no le dejan pasar después de haberse mosqueado con la Paris que ha dejado dicho que si entra esa ordinaria ella se larga. Yo creo que estábamos todos cronomentrando la cuenta atrás al cambio de look, que se masticaba en el ambiente. La imagino perfectamente sentada modosita en la butaca de una suite internacional de L.A., con su gabinete asesor asesorándola: "Brinnnnie cariño, que estás cansada, muy cansada. Que necesitas reponerte, y hemos encontrado una clínica mega pija y olé que es todo glamour, ya verás como de aquí a nada ingresan también a la Paris y os lo pasáis chupi compartiendo cuarto (y mitad de gramo) y recreos...". Y ella que sólo quiere mejorar les hizo caso. Entró el lunes, vió el panorama, dijo "jó que rollo, me voy a la pelu" et voilà. Puedo imaginar a Dante, diente brillante, tijera en ristre, diciendo: "tú tranquila, Princesa, que cuando acabe contigo no tendrás ni que tocar un peine". Como si lo hubiera vivido en mis cannnnes.

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