miércoles, 21 de febrero de 2007

PLACER SOLITARIO

Queridos bloggeros míos, ¡cómo anda el patio!. Adviertóos a todos que ando con la sensibilidad maternal a flor de piel. Porque una es muchas cosas (yo soy polizofrénica, y al paso que voy, cada día más) pero entre otras fruslerías, al final lo que más soy es madre (me ocupa muchas horas al día) y estoy descubriendo yo, que pa'l mundo mundial esta es mi parte chunga.
A mi antes me quería mucho mundo (salvo dos o tres, que de todo tiene que haber en el supermercado del señor) porque soy de esos especímenes tirando a tranquilos que grita poco y deja vivir, pero de pronto me he dado cuenta que a mi ya no me quiere ni dios (este es uno de los dos o tres que os decía antes). O me quieren pero con peros. Siendo concretos, me quieren sin mi niña.
A esta conclusión no he ido llegando poco a poco a fuerza de notar sutiles indicios. No, yo esto lo sé porque me he encontrado con argumentos del barquero espetados tranquilamente en un momento tan relajado y cotidiano como es el cepillado de dientes. Frases del tipo: "si no viniera tu hija, no dudes que me quedaba". Y yo esos comentarios me los trago frecuentemente, como si tal cosa, asintiendo con la barbilla, mirando de reojo el calibre del paquete (que no me digáis que no hay que tener huevos para soltar semejante fresca a una madre) y pensando vale chato, yo que tú me llevaba el cepillo a casa, porque en cuanto te vayas voy a limpiar el baño y no se me ocurre mejor herramienta.
Pero la verdad es que enseguida se me pasa, porque entiendo a todos aquellos que nunca han querido tener niños y han decidido que su vida debe transcurrir sin ellos. Y entiendo a mis amigas que no quieren tratar con los niños ajenos porque bastante tienen con los propios (yo soy una de ellas), y que solo vienen a visitarme cuando o mi niña está con su padre o está durmiendo. Y entiendo hasta a los abuelos que dicen que los hijos son de sus padres, que ellos ya criaron a los suyos, que trabajan mucho entre semana y que cuando llega el finde ellos también quieren descansar. Yo es que soy de izquierdas y lo entiendo y tolero todo (mmmmm, o casi).
Porque para Mac Guffin, el que nos venden a las mujeres con lo de tener niños (al loro con lo del Mac Guffin, me encanta esa frase y más desde que sé lo que significa).
Está claro que todas las madres que tenemos hijos adoramos a nuestros retoños, desde el nivel: dos días sin mi niña y para casi todo pienso en ella, hasta el grado sumum: no sin mi hija. Yo me confieso del primer grupo. No conozco a ninguna madre que por muy agobiada que esté no quiera a sus hijos hasta el punto de no poder imaginarse en adelante la vida sin ellos. Pero no conozco tampoco a ninguna que me haya sabido dar una respuesta coherente argumentando buenas razones para tenerlos, y me incluyo yo misma. Con los hombres hay de todo y muchísimo de "yo, porque se empeñó ella". Cobardes: o ahora por echarle la culpa a ella o antes por no decir claro que no querías (dí que sí íntimo, tú hazte la vasectomía, que me han dicho que no duele y si hace falta yo te pongo el vetadine en los puntos, que ya lo he hecho antes con los gatos).
Y es que ahora mismo no se me ocurre ninguna razón para tener un hijo. El mundo es una mierda (aunque le caben cosas maravillosas), eso es obvio, y ya no lo digo por los conflictos entre oriente y occidente, ni por el calentamiento global, que hasta consigue un par de Oscars. Es que uno se siente feliz muchísimas menos veces que como mínimo cansado, ya no diré agobiado o dudando si dejarse las venas largas. Y la posibilidad de vivir una vida excitante y estupenda es muy, muy pequeña, por cada vida extraordinaria que te encuentras (de tipos no siempre felices) te encuentras mil entre grises y patéticas. O sea, que por generosidad nuestra y para que ellos sean felices sabemos que no es, eso está claro.
Vale, los padres tenemos hijos por purito egoísmo. Pero las mujeres en concreto es que somos tontas de remate. Según la estadística de los casos y casos que yo conozco, la abrumadora mayoría me dice que actualmente y en los tiempos que corren, cuando un hombre tiene hijos descubre otras maneras de pasar los fines de semana, de viajar e irse de vacaciones, si te descuidas hasta de comer (y esto no significa que todos disfruten con el cambio). A una mujer que tiene hijos, le cambia todo eso, y además y antes que nada, su vida y expectativas profesionales.
Ante todo diré que yo soy feminista con mucho orgullo y a mucha honra, porque así, haciendo repasillo rápido es el -ISMO que encuentro que menos conviene perder de vista. Para todos aquellos que aún no lo sepan, la definición literal que da el diccionario de la RAE para los téminos feminismo y machismo son los siguientes:
FEMINISMO (Del lat. femina, mujer, hembra, e -ismo). 1. m. Doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres. 2. m. Movimiento que exige para las mujerse iguales derechos que para los hombres.
MACHISMO 1. m. Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres.
Esto es lo que hay. Sin embargo existe una definición extraoficial que equipara feminismo a machismo (Actitud de prepotencia de las mujeres respecto de los varones) y hace que muchísimas personas inteligentes y con dos dedos de frente repudien abominablemente del primero aceptando menos ofendidas el segundo. O por lo menos una ofensilla menos militante. Declararse feminista en los tiempos que corren es casi una osadía y la mejor manera de que a una le tachen de radical y extrema (casi hasta de violenta).
Sin embargo yo no entiendo que todavía halla quienes no están de acuerdo en concedernos a las mujeres esa capacidad y esos derechos reservados antes sólo a los hombres y que no exija para las mujerse iguales derechos. Aceptemos barco y que en nuestra 'Pañññña ya hemos llegado a esa igualdad de derechos legales. Vale, aceptemos portaaviones y que las instituciones y la vida social en masa aplica esos derechos como norma y de forma escrupulosa. Aceptemos las opiniones de miles de personas que como mi Cruela agradecen muchísimo lo que han hecho por ella las feministas, pero nos piden que no hagamos más, que ya va servida y que a ella le encanta como están así las cosas, que no quiere convertirse en un hombre (¿el feminismo lleva a eso?). Por continuar con su alegato al sentido práctico, os diré lo mismo que me dice ella: "Irma empieza a entender como es el mundo, acéptalo y serás mucho más feliz" (que ya lo soy mucho para lo que es la media). Yo lo de entenderlo lo entiendo (vamos, que por lo menos no me engaño con lo que hay), pero lo de aceptarlo ¡una mierda!.
Porque a la hora de la verdad, las mujeres estamos discriminadas, no por nuestros hombres que nos rodean, ni por la mala fé de nadie, ni por unas leyes que han evolucionado que da gusto (y no lo digo con coña)... A nosotros nos discrimina la sociedad de mercado y del bienestar, tremendamente competitiva, brutalmente capitalista y siempre al servicio de ganar una pela para tener una comodidad nueva. Desde que nacemos y nos sueltan en la guarde empezamos a prepararnos para ser los más-más y estar mejor preparados que nadie para ganarnos las lentejas y el monovolumen. Y cuando completamos la formación empezamos a currar más que nadie para tener lo mismo que todo el mundo: la hipoteca, la play station, las vacaciones, el mundo que enseña National Geographic y la vida que enseña el cine que mola (no el de Stephen Frears). Queremos vivir comoda e intensamente para compensar lo intensamente que trabajamos para vivir cómoda e intensamente... Pertenecemos a una manada constituída por especímenes sobradamente preparados de entre los que se selecciona con minuciosidad quien es el que número uno y se nos somete a test psicotécnicos y pruebas miles y modernísimas que vienen a detectar e intuir a quienes esconden dentro a una futura rana de la empresa. Se desechan a virtuosos por ser sospechosos de nos ser lo suficientemente competitivos o rentables. Y para rana, rana indisimulables las mujeres.
Nosotras somos una inversión nefasta, porque absolutamente todas somos susceptibles de convertirnos en madres. Y qué ocurre entonces con la inversión: pues que de entrada se va a pasar nueve meses muy delicaditas, que va a faltar a trabajar por miles de visitas al tocólogo (buen nombre, si señor) y por miles de indisposiciones. Tendrá mareos y desfallecimientos, vómitos, estará pesada, se moverá con torpeza y tendrá las piernas y las manos hinchadas como botas. Y eso yendo todo bien y culminando con un parto que se produzca un día al salir de trabajar. Porque puede pasar también que la madre en ciernes de con un médico marxista-leninista que le ponga de baja antes de cumplir las cuarenta y un semanas laborables exigibles. Las que no son eludibles son las dieciséis semanas de baja maternal que llegan después.
Durante este tiempo no se detiene la ley de la oferta y la demanda y el pez grande sigue desayunándose por kilos a los peces chicos. Así que los empresarios deben subsanar la baja en el equipo encontrando un remplazo que impepinablemente tardará un tiempo en rendir al máximo tal y como rendía la trabajadora ahora convertida en madre. Seguramente ese tiempo requerido sérá el mismo que ella pase ocupándose de su retoño absolutamente ajena a las evoluciones del mercado y justo cuando todo funcionaba de nuevo en la empresa, ella volvera reclamando su derecho de reincorporarse. Y la ley obliga a devolver a ese puesto a alguien que no puede rendir al nivel que rindió antes de ser madre, no inmediatamente. Porque son inevitables el desfase por culpa de los meses de parón profesional, la falta de energía por las noches en blanco amamantando de una forma u otra a su retoño, y aceptémoslo, la escala de prioridades de la trabajadora habrá cambiado, y su puesto de trabajo será una fruslería comparada con toda la preocupación y dedicación que ella vuelca en el pequeño mamoncete. Durante un tiempo, y puede ser mucho, la trabajadora va a estar perdida para la causa de la empresa.
No estará disponible para viajar, ni va a tener disponibilidad absoluta para lidiar con sus responsabilidades y clientes, ni va a defender su trabajo más allá de la estricta jornada y a veces ni siquiera, porque en este mundo global uno podría pasarse las horas de toda su vida seguidas una tras otra negociando con una u otra parte del mundo sin necesidad de parar por culpa del descanso común. Hace muchísimo que el mundo ya no duerme.
Esta falta de disponibilidad se traduce en reducción de sueldo: empiezan a desaparecer los complementos y las dietas, las comisiones que rellenan los sueldos hasta hacerlos dignos o golosos. Esa parte más facilmente no declarable.
Si el niño crece en equipo, se subsiste con el sueldo del padre, que no ha variado ni un pelo porque tampoco se ha resentido su capacidad profesional. Este sueldo pasa a ser el que debe defenderse a toda costa. Y aquí empieza el sentido común: faltar al trabajo con frecuencia aunque sea de forma justificada es un riesgo, ¿qué trabajo se arriesga? el que aporta menos ingresos. La mujer se pondrá enferma a la vez que el niño, asistirá a las reuniones del colegio, cogerá vacaciones las decenas de veces que los niños celebran santo tomases de aquino...
A lo mejor incluso debe reducir la jornada para poder ocuparse de su hijo cuando salga del colegio, total para lo que cobra... E incluso echando cuentas resulte más rentable ahorrarse los gastos de los campamentos de verano, de los canguros y las extraescolares pese a prescindir del escueto sueldo de la mujer. Muchas veces acaba por dejar de trabajar, ni los horarios de los colegios, ni las vacaciones, nada es compatible con la vida de los padres. Y es mucho más importante un hijo que un trabajo. Se reordenan las prioridades. A partir de ahora ella también depende del sueldo del padre de su hijo y ya está en la delicada tesitura de confiar ciegamente en que esa relación no se vaya nunca al carajo, porque no podría costearse ni su propia vida, menos aun la de su hijo. Y a esa edad y con su antecedente profesional jamás volverá a encontrar un trabajo compajinable con su estado de madre (no existe ni para las que tienen mejor curriculum) ni un sueldo que pueda pagar la calidad de vida que desea para ella y sus retoños. Y sí existen las pensiones compensatorias que pagan los maridos a las ex que no trabajan, pero no son realista, en este país ¿qué sueldo medio decente puede costear dos hipotecas, las necesidades de dos adultos, y los gastos de unos hijos...? muy poquitos. El juzgado de familia no puede obligar a ninguna persona a endeudarse por encima del umbral de supervivencia, consecuentemente serían dos adultos con ciertas comodidades obligándose a perderlas a cambio de vivir con muchísimas carencias, y lo que es peor, condenando a sus hijos a unos barrios de mierda, con unas compañías de mierda y dejándolos en unos colegios de mierda que no les prepararán nunca para vivir otra vida más que esa de mierda, porque llegarán los niños de los colegios privados con estudios en el extranjero y becas y masters de prestigiosas universidades de nombres rimbombantes que les dejarán en la cuneta con solo mirarles y encontrar las ochocientas diferencias. Pocos padres, y menos madres suelen aceptar ese trato y ya están metidas en la vida El Lute: camina o revienta.
Pero puede ser que la mujer conserve su trabajo, y que encima se le haya presentado una crisis irresoluble de pareja que la lleva a convertirse en madre solatera (algo que muy pocas prevemos cuando tomamos la decisión de tener un hijo). Tenemos nuestro sueldo por hache o por be inferior del que tuvimos antes de ser madres con el que ahora debemos cubrir como mínimo los mismos gastos que cuando los ingresos eran el doble, pero absolutamente a solas. Nos volcamos a trabajar como burras con la esperanza de ganar más, y no arriesgamos ni un pelo el trabajo que ahora sí vuelve a ser prioridad (e imprescindible). Nos convertimos en unas expertas en despertar a nuestros hijos una hora antes cuando está enfermo para darle Apiretal (el equivalente a la aspirina infantil, para los no documentados) con suficiente margen como para entregarle en la puerta del colegio fresco como una lechuga obra y gracia de la química y apagadito como una vela ahogada en cera. Allí le dejamos sintiéndonos fatal pero rezando todo lo que sabemos para que el móvil no suene por lo menos hasta el medio día y no tanto porque el niño pueda encontrarse mal por la subida de fiebre, como por la situación difícil en que nos pondría abandonar el trabajo para ir a ocuparnos de él. Y etcétera, etcétera, etcétera hasta no acabar nunca.
¿Pero así como narices vamos a ser competitivas? Yo monto mi pequeña empresita y vamos si me pienso lo de contratar a una mujer en edad reproductiva o ya reproducida. Los empresarios solo pueden hacer dinero, no caridades, sino jodida iba la cosa, ni comían ellos ni los empleados, la vida no da como para muchas bobadas, que salir adelante es una cosa muy, muy seria. ¿Ves Cruela como sí me entero?.
Cómo no voy a entender a mis amigos y amigas que deciden conscientemente no tener jamás hijos, que no los quieren para no pagar estos precios, para no perderse nada de tanto y tan excitante como ofrece el mundo y a lo que renunciamos en nuestros mejores años los que nos decidimos a ser padres.
Todos estamos cansados, y los niños cansan y molestan. Nadie quiere cerca en un viaje, ni en las vacaciones, ni en los restaurantes, ni en ningún lado a los niños ajenos. Se han convertido en la caca que sólo le huele bien a su autor. Son legión mis buenos amigos que sólo están conmigo en las ocasiones que mi hija no está presente.
Tengo una doble vida. Una socialmente activa, divertida, llena de adultos interesantes con planes interesantes y que me quieren facilmente. Y otra que sucede a solas en un mundo infantil llen¡o de niños (porque mi hija si tiene vida social cuando está conmigo) y de padres que no necesariamente son amigos, sino aliados por el bien de nuestros hijos. Y esta es la que disfruto cuando está mi hija: mi placer solitario. No soy peor cuando está ella, es un hecho constatado. De hecho soy mejor porque soy más generosa y entregada, bebo menos o nada, me río mucho más, soy más ingeniosa y soy capaz de sentir más ternura. Pero para la mayoría del medio me convierto en alguien un poco peor, menos disfrutable, menos fácil, menos interesante. Yo valgo, pero con mi hija es un coñazo. Las relaciones humanas las establecemos esos miembros de la manada sometidos a esa presión tan competitiva. Y ya no sabemos comportarnos de otra manera que de la hedonista que exige el máximo placer y satisfación con la mínima inversión de esfuerzo. ¿Es que acaso no hacemos ya suficientes otros esfuerzos?, por dios que el placer por lo menos sea fácil.
No, no puedo reprocharlo. Pero me niego a ser realista y dejar que la aceptación de estas reglas empiece a quitarme las ganas de vivir lo que ahora no vivo. No acepto conformarme con comer cualquier hueso de los que nos va hechando el mundo. ¡Gracias idealistas por tirar del carro!.
En cualquier caso, chicas, por no ponernos dramáticas: ¡hagamos huelga de úteros caídos! ¡una mierda a la maternidad!, que demasiado curramos ya, y al fin y al cabo esto son solos dos días: a vivirla y a correr, viajemos, vayamos a todas las fiestas posibles, salgamos los fines de semana con nuestros amigos, veamos documentales con nuestros churris en el sofá leyendo el periódico los domingos, que le den dos duros al futuro, que total ya es una mierda, si hasta Al Gore paga un pastón de luz. ¡Que se vaya al pedo la humanidad!.
A tomar por saco. Todo. Que tengan los hijos otros. O no.
P.D.1: Conozo a un montón de mujeres encantadas de la suerte de no tener que trabajar para vivir porque ya lo hace su pareja, y de poder disfrutar de muchísimo de todo lo que los demas no podemos disfrutar, empezando por los hijos. A otras encantadas de ser madres como lo que más y casi lo único que les realiza en la vida. Otras que hacen magia y son felices con su vida de pareja de madre y de profesional. Otras que no han sentido nunca la necesidad de desarrollarse profesionales ni quieren las responsabilidades que tienen muchos hombres. Otras que el mejor negocio de su vida fue casarse y sobre todo separarse. Hombres valientes y excepcionales, feministas y con una pasión tremenda por la vida que jamás quisieron perderse nada y que siempre supieron apreciar que lo mejor del mundo no son los lugares sino las personas que encuentran en ellos, mágicas a cualquier edad: así es mi padre (el auténtico héroe de mi vida), Conozco a hombres vapuleados por mujeres que les arruinaron la vida sin ningún tipo de escrúpulos. Es así, por supuesto porque no es una cuestión de género sino de personas.
P.D.2: Este post militante se lo dedico a mi niña, la verdadera estrella de mi vida, la que todos los días me hace sentirme feliz nada más verla por la mañana con el corazoncito dormido. Y que es alucinante, pero es mi mejor cura para cualquier tentación de sentirme triste.
P.D.3: A Estrella, la gladiadora del hogar.
P.D.4: Lo siento. No he podido hacerlo más corto. Este si que era de si me callo reviento.

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