martes, 25 de septiembre de 2007

LA IGUANA BORRACHA, EL CERDO VIETNAMITA (CON PERDÓN) Y LOS BULLNAUTZER TUNEADOS DE BRUNETE.

Que en mi barrio hay muchos animales es un hecho. Que cuando más se ven son los viernes por la tarde en la plazoleta de nuestro bar de cabecera, pues también. Ahora, que la fauna que se nos juntó hace un par de viernes, aquí, en la misma plaza a la puerta del mismo bar, es como mínimo para dejarlo escrito.

La cosa comenzó con el fin del cole semanal de nuestros niños, y la ninguna gana que todos compartían de meterse a casa. Así acabamos llegando todas, una a una, a nuestra mesita de cabecera de marca Mahou a hacer nuestra tertulia, dejando a los retoños dos metros sobre tierra más allá asilvestrándose. La primera en llegar fui yo porque los viernes el padre de mi niña es muy puntual en la reposición de mi retoño, luego la Cruela que venía del Carrefú y al final la Esteban, con su Pastor Alemán, bonito que te cagas, pero monórquido del todo como bien sabéis todos.

A los dos segundos, a mi niña ya no se la veía por ningún lado. Yo me medio incorporaba en mi silla fijando la vista en el horizonte para otearla mejor y resulta que en el horizonte no estaba. Ya empezaba yo a tener sudores. Cuando bajé la vista encontré alivio, porque a mi lado mismo, en una mesa vecina de idéntica factura Mahou a la nuestra, se encontraba mi retoño, dando conversación a unos bebensales que hasta ese momento habían departido animadamente de sus asuntos propios acompañados de un conejito de angora de los de tienda de animales del Carrefú, y que reposaba en el suelo a los pies de uno de ellos. Mi niña agachadita a altura jaula del bicho, arrastrando su carísimo pichi de uniforme del colegio poniéndolo perdidito, inquiría todo lo que ni el bueno de Felix Rodríguez de la Fuente llegó a saber nunca sobre estos animalitos. Yo en calma conmigo misma, viendo que estaba tranquilita, sin correr ningún riesgo ni molestar a nadie, me enzarcé en la conversación mía propia. Y comencé por lo más animado: preguntando a la Esteban por las evoluciones de su zorra propia.

(Yo): - “Esteban, ¿qué tal anda la zorra de tu suegra? ¿Ya es sociable? ¿O has decidido devolverla para hacer un bolso?”
(La Esteban): - “Que vá tía, está hecha una cabrona, ha vuelto a morderme”.
(Yo): - “Bueno, pues déjala unos días con el Rusti y verás que pronto la hace entrar en razón”.

(Inciso imprescindible):

Cuando el primer Tai, de Taiguer, el nombre del perro monórquido de la Esteban, heredado a su vez (el mismo nombre) de otro perro no monórquido también Tai, se largó para no volver, espeluznado por los aspavientos de bronca del Melendi2; el Melendi2, recién llegado a la vida de la Esteban no supo donde meterse, y para abrirse nuevamente un huequito en el corazón y casa y cama de la Esteban, se gastó un pastizal en un Schnauzer Mediano, precioso pero rematadamente tonto (yo no sé de donde saca los perros el Melendi2) que resultó insoportable de todo punto, y que al final la Esteban y el Melendi2 mismo, acabaron por aparcar en la finca de Brunete donde viven esos santos del santoral que son los padres o suegrísimos del uno o de la otra. Porque además de insoportable, el animalito no vino a colmar los deseos insatisfechos de la Esteban, a la que, como sabemos cualquiera que la conocemos un poquito, no le gustan los perros si no los pastores alemanes, que entre otras cosas, van y son perros. En cuanto el Schanuzer Mediano, de nombre Rusti, llegó a la finca, se agarró una especie de tiña, que le hizo perder casi todo el pelo y andar legañoso hasta no ver nada e irse pegando morrazos contra todos los muretes, así que lejos de mejorar en la vida sana del campo, el bicho cada día anda más atontado y echadito a perder.

(Continúo tras el inciso):

(La Esteban): - “¡El Rusti! ¡A ese ni me lo menciones!”

Y aquí comienza la aventura de los Bullnauzers tuneados de Brunete. Yo no sé si vosotros lo sabéis, pero todo lo que llega a Brunete altura casa parental del Melendi2, se tunea y acaba con forma como mínimo muy, muy diferente. Así el carísimo Schnauzer de nombre Rusti acabó reconvertido en un chucho bastante asqueroso e irreconocible. La que hasta el momento se había mantenido al margen era la carisísima Bull Dog del cuñadísimo de la Esteban, ese niño de los ojos de la susodicha, con aficiones alternativas, que jamás llegó a regalarle la Luisi que tenía para ella, porque el Melendi2, que no se va a ganar el cielo de la Esteban propia, me la vendió a mi. Bueno, pues esta perrita sobrevivía con su especial planta de Bull Dog de raza ajena al tuneado (y milagro me parece) gracias a la atenta supervisión del cuñado. Pero en un momento de despiste en el que no se sabe por donde andaba evaporado el dueño, dispersa la perra en celo y atento el siempre tonto del Rusti; fue este pieza de perro y ¡zas! se la cepilló. Con la malísima fortuna para la familia, de que la espléndida perrita intacta quedó preñada. A partir de ahí la imaginación de los concurrentes se nos disparó intentando imaginar como podrían nacer unos bichos mezcla entre un Bull Dog y un Schnauzer Mediano enfermo de tiña y rematadamente lelo. En adelante esta nueva raza se llamará Bullnauzer. Al cuñado afectadísimo le faltó tiempo para gritar un “¡Si hombre, voy a cargar yo con los engendros!” y visto y no visto llevó a la perrita de sus amores al veterinario para que la practicaran un abortillo terapéutico. El tratamiento consistió en una inyección, y hala, la chucha para casa. A fecha de ese viernes, cuatro días después de la cita médica, aun no había echado para fuera de sí a la pintoresca descendencia frustrada. Con lo que además de la mezcla de genes, se sumaba un aborto no cuajao, lo que convertía a esta camada, además de en digna del Rusti, en espeluznante. Cuando la Esteban empezaba a comentar lo difícil que era saber si el aborto efectivo había tenido lugar o no porque las madres se comen las expulsiones… la Cruela y yo andábamos en vías de retener las náuseas y no echar para fuera los propios higadillos nuestros como la mismita perra del cuña’o.

En estas, afortunadamente, llegó nuestro sexsymbol del barrio: el tatuador oficial y pintor del arte de las paredes de mi casa de nombre Curro. Apareció con paso seguro adentrándose en la fauna del barrio, con un transportín en la mano derecha y un cigarro en la izquierda y dentro del transportín, cual mismísimo George Clooney, descansaba un pequeño cerdito vietnamita. El animalito, fingía dormir, y mi niña según lo vió casi entro en trance y éxtasis todo a la vez, que no se podía creer su suerte, todo junto en el mismo día y en la misma plaza: el Tai (que no la emociona porque hasta ella sabe que es tirando a tonto), un conejito de angora y ¡el cerdito Babe!. Que se llamara Babe, yo no lo discuto, pero que no era valiente, ya os lo digo yo. Porque con todo el aplomo que le sobra, Curro se dispuso a sacar al animalito del transportín para que apreciáramos todos su planta (y cuando digo su, aun no sé a quien me refiero). El gorrino, incomodado en su reposo, comenzó a chillar como si fuera el mismísimo día de San Martín. Con cara de aspaviento y poquísima presencia ánimo, Curro le redujo y metió de nuevo en la jaula para no volver a hacer ademán casi ni de mirarle.

A todo esto la Esteban empezó a hablar de lo alimenticio que resultaba el zoo de este viernes: un conejo para un arroz, un cochinillo para el horno, y de chupitos: su difunta iguana. Yo puse cara de póker, que de verdad, a veces no me entero de nada, y la Cruela me ilustró explicando que la Esteban, encariñada con el reptil, dolida por el drama de tener que desprenderse de ella, había decidido conservarla a su vera metidita en alcohol. Concretamente en orujo blanco gallego. Yo, que no me sorprendo ya casi por nada, le pregunté si había tenido la precaución de eviscerarla, porque si no el bicho y el orujo se echarían a perder, y ella con cara de “tú con quien te crees que hablas” me dijo:

(La Esteban): - “Pues claro, la destripó el indio” – (su suegro).

Y en ese momento yo deseé fervientemente que la perrita Bull Dog abortara pronto de suyo propio y sin la ayuda del cabeza de familia.

En fin, que todavía me quedé un ratillo más, lo justo como para oir a Cruela saludar a Luisito un dulce y tierno niño de nuestro barrio al que no veíamos desde antes de las vacaciones, de la manera que sigue:

(La Cruela): - “Luisito, ¡si no estás muerto!”

Y ver al niño palidecer, seguramente recordando a su propia hermanita, igual de dulce, y ella sí fallecida años antes.

Después de aquello, supe que no me había perdido nada, y subí a casa con mi niña a cenar.

AQUÍ VAN UNOS MEMÉS

Queridos míos todos (no añado la barra as, porque va implícito y mal que nos pese la RAE sigue siendo masculina):

La vuelta al cole me ha superado, y si bien los niños sobreviven a base de Cola-Cao y Actimel, las madres como yo, que desayunamos cigarrillos con Coca-Cola en el coche, sucumbimos en cuanto terminamos de forrar los libros. A mi me ha agarrado primero un cansancio que pa’ qué, y luego una bajadilla de defensas, y luego y aprovechando que me había cogido un viernes libre para un san quiero, van y me atacan una infección y una gastritis, que me han tenido todo mi finde de san quiero y mercadillo postrada entre la cama, el sofá y el WC colorido de mi casa. Así que aquí ando, recién recompuesta y muy cerquita de recuperar mi antigua talla, que hay que tener muchísimo cuidado con las plegarias que uno echa pa’ fuera porque luego van y se atienden siempre con los renglones torcidos y mirando para abajo, como de forma muchísimo más poética ya vino a largar Truman Capote. Yo, en mis últimos cumpleaños, ya no he pensado en deseos, he pensado y visualizado (y tengo intención de seguir haciéndolo) a George Clooney, que lo mires como lo mires es difícil de malinterpretar, y se me conceda como se me conceda digo yo que le sabré encontrar un apaño.

Pero ya he vuelvo al ataque postero inasequible al desaliento y gritando cual Monica Naranjo al viento ¡¡¡SOBREVIVIRÉÉÉÉ, ÉÉ, É!!!.

Mientras preparo otro post de vívidas vivencias, aquí os dejo un entretenimiento en forma de Memé (esta vez sí, voy y me sumo):

- Yo tengo los ojos: como en la foto, pero abiertos. De color verde que te quiero verde, y con arruguitas de expresión.
- Yo deseo: como he dicho antes, nada de nada, que luego va dios, y te jode concediendo lo que has pedido.
- Yo odio: muy poco, casi nada.
- Yo escucho: Todo lo que hace ruido. En los medios ocios, y también enormes opiniones tendenciosas, y metáforas de G doble uve Bush (p.ej.: “Mandela ha muerto”). En mi medio, muchas risas y consejos juiciosos, y los mimos de mi niña. Y muchos no dichos que se dicen entre líneas. Y mucha charleta para nada, que me hace sentir bien. Y mi cabeza que habla en bajo o en alto pero no se calla nunca.
- Yo le tengo miedo: no sé ¿a tener miedo?
- Yo no estoy: con frecuencia, mi cuerpo y mi mente son como la sombra de Peter Pan, que no necesariamente van unidas.
- Yo lloro: en la intimidad si me pongo a ello, pero no me suele resultar convincente y paro pronto. Con verdadero desconsuelo y frustración, no lo recuerdo.
- Yo pierdo los nervios: uy, ya no recuerdo cuando fue la última vez ni por qué razón. No debía de ser importante…
- Yo necesito: de tó.
- Yo le debo: un pastizal al banco, muchos genes a mi madre, mi carácter fifty fifty a mi madre y a mi padre y al mundo mundial.
- Me pone feliz: casi todo, es que a mi la angustia me produce una pereza…
- Me duele: la cabeza con frecuencia. Por lo demás, es como lo de llorar. Hay actitudes que me cabrean más que me duelen, pero por dentro, de forma muy tranquilita.
- ¿Tengo un diario?: no, pero este blog ya deja constancia de mis días.
- ¿Me gusta cocinar?: me encanta comer, luego cocino. A veces lo disfruto otras no. Me gusta muchísimo más el sexo, por ejemplo, o los viajes como concepto.
- ¿Pongo mi reloj unos minutos adelantado?, sí y hasta una hora si el reloj está colgado muy alto, no sigo el uso horario de ahora sumo y ahora resto, por aquello de que al final es cuestión de unos mesecillos que vuelvan a ir en hora.
- ¿Algún secreto que no haya contado a nadie?: Sí. Parece mentira, pero sí. Y si pienso un poco, seguro que más de uno, pero es que de no usarlos, se me olvidan.
- ¿Me baño todos los días?: me ducho y me lavo la cabeza una vez al día mínimo. Mis baños siempre incluyen velas, música y vinito y si puede ser un íntimo (como en las películas), y claro, me da una pereza…
- ¿Me quiero casar?: ¿con quien?
- ¿Me gustan las tormentas?: salvo que esté en el campo en medio de un páramo sin árboles o en un campo de golf, siempre.
- ¿La persona más rara?: no la conozco.
- ¿La persona más molesta?: no sé, tengo mis dudas entre G. doble uve Bush y unos muchos cuantos. Supongo que el primero porque los demás los he pensado después.
- ¿La persona que mejor me conoce?: No lo sé. Depende de qué faceta.
- ¿El profesor más aburrido?: vaya, no lo recuerdo… sobreviví a todos sin aborrecerles.
- ¿La frase más uso en msn? Hola.
- ¿Mi grupo favorito?: ¿de música? muchísimos, pero claro, entonces ya no son favoritos. Me gustan los Clash, una canción de B-Movie hasta llorar cada vez que la oigo, los Who, Frank Sinatra (me crece una Big Band en la espalda y me saca a bailar Fred Astaire…).
- ¿Mi mayor deseo?: si no me atrevo con los pequeños… quizá poder ser feliz siempre, pero claro, seguro que voy me pego un golpe y me quedo super lela y super feliz para los restos…

OTRAS PREGUNTAS

- Signo: Piscis muy piscis.
- Color de pelo natural: el de la foto
- Color de pelo que tengo: el de la foto
- Número favorito: (siempre me he preguntado para que sirve esta respuesta), el dos, el veinte y todos los que son el mismo número dos veces, 11, 22, 33, 44… y en los relojes digitales, los cuatro números, o dos y dos, salvo el 22:55 que me encanta aun más, porque es simétrico.
- Día favorito: el que más contenta estoy y mejor me lo paso.
- Mes favorito: lo mismo, depende de rachas y años.
- Estación del año favorito: lo dicho. Y el otoño, siempre le visualizo de manera muy prometedora.
- Deporte favorito: el único que tolero y puedo practicar sin cansarme: patinar.
- Café o té: Coca-Cola. Y si acaso alguna infusión acidilla…
- Montaña o playa: ambas, y la ciudad, y caminitos de tierra, y el campo liso y la huerta (incluyendo la murciana)…
- Barça o Madrid: lo mismo me da que me da lo mismo, ni lo uno ni lo otro, pero tampoco vamos a quitarlos…
- Sol o nieve: Uy, las dos.


EN LAS ÚLTIMAS 24H YO HE :

- ¿Llorado?: No
- ¿Ayudado a alguien?: supongo que sí
- ¿Comprado algo?: no
- ¿Enfermado?: ¿más? No, ¡por Lenin!
- ¿Ido al cine?: No, pero he visto tres pelis y media
- ¿Salido a cenar?: no, aunque no me importaría…
- ¿Dicho te amo?: No. Los te amos no los trabajo, soy más de te quieros, y soy más de sentirlo, que de decirlo, salvo a mi familia, a nosotros se nos caen con una facilidad...
- ¿Escrito una carta?: emails, y cortitos.
- ¿Perdido un novio?: no, ni tampoco un Masseratti
- ¿Hablado con alguien que hace tiempo no hablabas?: define tiempo
- ¿Escrito en un journal?: un blog. Si es periódico, de jovencilla, hace muuuchos años.
- ¿Tenido una conversación seria?: Si, con bromillas y risitas, que lo cortés no quita lo caliente.
- ¿Perdido a alguien?: no, o eso espero.
- ¿Abrazado a alguien?: si, los que tenemos hijos tenemos esa ventaja enorme
- ¿Peleado con un pariente?: No. El umbral de bronca en mi familia está elevadísimo, no se llega fácilmente.
- ¿Peleado con un amigo?: sí, sin palabras, solo por dentro.
- ¿Soñado despierto?: yo no distingo demasiado bien a veces la vigilia de la realidad.


ALGUNA VEZ PODRÍAS……

- ¿Comer un gusano?: si está rico, claro. Con setas y sabiendo a setas un montón
- ¿Matar a alguien?: ni idea, hasta ahora no he sentido la necesidad
- ¿Besar a alguien del mismo sexo?: pues no sé, si es persona… ¡pues claro!
- ¿Sexo con alguien del mismo sexo?: idem. No tengo ese prejuicio en mente.
- ¿Lanzarte en paracaídas?: metafóricamente hablando, fijo, oníricamente hablando, seguro, ahora, de pie en la puerta del avión, con la mochila a la espalda, no sé yo que haría…
- ¿Cantar en un karaoke?: seguro
- ¿Ser vegetariano?: si me lo propongo… pero no entiendo la utilidad
- ¿Robar en una tienda?: no sé, yo soy más de “ es muy duro de pedir, pero más duro es de robar…”
- ¿Usar maquillaje en público?: Si, y también salir con la cara lavadita.

Pues ya está. Creo que no hay más preguntas posibles. Besitos.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

UN RASTRILLO SOLIDARIO

Hola a todos, he aquí un evento solidario a la par que divertido. Una muy buena opción para pasar un ratillo divertido con los coleguillas, la parejita o los niños, y a la vez tranquilizar nuestras conciencias sabiendo que lo que pasa por el mundo no nos resbala del todo.

A continuación tenéis todos los datos, hala ¡animaros!. Yo desde luego, pienso ir.


¡¡YA LLEGA EL RASTRILLO!!

Vente a tomar unas cervezas y dar con lo que andas buscando. Tendremos de todo: libros, discos, complementos,ropa, muebles, maletas,....
Si quieres colaborar con alguna de tus cosas ( esas que están bién pero nos hartamos de ver en casa ), avísanos que vamos por ellas.
Los días 21 y 22 de Septiembre ( sí, este mes), de 12h. a 21h., organizamos este mercadillo para recaudar fondos para el Encuentro que la Asociación de Afectados de Síndrome Marfan ( SIMA ), va a realizar en Octubre, en Madrid.

Este síndrome está considerado como una enfermedad rara, las que afectan a 1 de cada 5.000-10.000 hab. Es una enfermedad hereditaria que afecta principalmenta al sistema cardiovascular, ojos y sistema músculo-esqulético. En el encuentro se tratarán los aspectos médicos más novedosos, asi como los recursos disponibles para mejorar la calidad de vida de afectados y familiares.

Aprovéchate: esta puede ser esa buena obra en que todos queremos participar: cercana, directa, eficaz...pero si ya tienes la tuya, esta es una excusa tan buena como cualquier otra para reunirnos y tomar unas cervecitas, nos dejan un grifo !!
También habrá música non-stop, cortesía de Dance & Party.

Lugar del rastrillo: ( por cierto, no hay problema para aparcar)

C/ Villaescusa 30. Corta con Avda. Gcía. Noblejas 180. aprox.
¡Cinelux nos ha cedido el local!

¡¡ GRACIAS A TODOS, OS ESPERAMOS !!


Y para aportaciones, colaboraciones varias o información, aquí estamos:

Asociación Afectados Síndrome Marfan ( SIMA )
madrid@marfan.es
http://www.marfan.es/
telf: 692157606

CÓMO LLEGAR:

Desde Manuel Becerra (Línea 2 de metro): Autobús 106, segunda parada de la Calle Nicolás Salmerón.

Desde O’Donell: Coger prolongación de O’Donell dirección M40 – Atravesar el túnel – Ignorar la primera salida y tomar la segunda: Fuente CArrantona – Tras pasar el semáforo, tomar dirección izquierda hacia rotonda donde se encuentra el Centro Comercial Las Rosas (Carrefour), pasando por debajo del puente de la M40 – Antes de llegar a la rotonda, tomar el desvío que se encuentra a la izquierda controlado por un semáforo (Avenida de Daroca)– Después de pasar una gasolinera que queda a la derecha, tomar la primera calle a la derecha – Tras pasar el semáforo, girar a la derecha (Calle Nicolás Salmerón) y tomar la tercera calle que gira a la izquierda (Calle Rodrigo de Triana): Ya puedes aparcar, llegando al final de esta calle y doblando a la izquierda está el local donde se celebra el rastrillo.

martes, 11 de septiembre de 2007

YO QUE SOY TAN PROGRESISTA Y MODERNA

¡Qué bonito es septiembre!. Esa época del año que lejos de oler a final de algo, siempre huele a principio de. La época de los buenos propósitos, de los “de este año no pasa”, del campo tornando a colores ocres, de los atardeceres a las ocho, de un día soleado inesperado alternando con otro fresquillo soplando en la cara, de volver a ponerse el jersey de cuello alto y ochos, de las setas con y sin gusanillos en el campo y no en las latas; de la vendimia y de las chuletillas porque ya no hay riesgo de calcinar el campo, la época de corzo en las tapitas del Pardo… Y sobre todo, de mi vuelta a mi vida civil con niña, que es algo que a mi me encanta.

Bueno pues septiembre ha llegado y de nuevo mi niña marcianilla se ha convertido en la estarlette de mi vida sin desmerecer otras aficiones. Esta temporada además estrenamos etapa educacional en primarias (gen santa, no quiero ni imaginar las aventuras que me deparará este año con el equipo de atención temprana, la nueva tutora aun a estrenar y los psicólogos ya estrenados de varios años anteriores). Y es que su madurez de los seis añazos se va notando en esto, en el desembolso en concepto de equipamiento (llevo unos 465,83 euros aproximadamente) y en las largas conversaciones infantiles en las que ella va demostrando su interés infinito por el mundo, y yo mi poquito sentido práctico que le va a acabar causando un trauma de proporciones desorbitadas.

Porque, yo, como todas las madres modernas, intento educarla desde un guión pensado, diseñado y planificado en su momento para que no me pillara en bragas. Y mi momento fue cuanto el Predictor se tiñó de rosa en mi cuarto de baño, igualito igualito que en la canción de Sergio Dalma. Yo vi el “que sí” en la torunda y ya empecé a darle vueltas al asunto del cómo me la maravillaría yo para mostrarla un mundo ilimitado, donde pudiera ser quien ella quisiera, donde consiguiera y pensara sin más límites que la creatividad y la tolerancia… un mundo libre sin prejuicios donde no sintiera miedo de ser ni de comportarse de manera diferente a todos a cambio de un poquito más de felicidad.

Pero ahora echando la vista atrás, me percato de que he sido y soy una madre de lo más ambigua. A mi, mi niña me pregunta si se pueden comer las cáscaras de los mejillones y yo la respondo que sí, que claro que se puede, pero que está muy dura, que es bastante indigesta y que a veces guarda bichitos en unas pequeñas formaciones calcáreas. Y claro, hasta que mi niña no ha mordido la concha y se ha dejado medio diente, no sabe si del mejillón se come solo lo naranja o también lo negro.

Y este del diente es un daño bastante venial comparado con el cacao mental que me tiene la pobre a estas edades con los asuntos sentisexuales del libre amor al amor libre, con el tema de la guerra y los ejércitos y con los conceptos religiosos (mis ex suegros, tan píos ellos, intentaron enseñarle la bonita oración de los Cuatro Angelitos en una cama, y mi niña lo repetía tan libremente adaptado que acababa diciendo unas blasfemias que le habrían chirriado en el alma hasta al mismísimo cura del Exorcista). En fin, que ser una madre roja de mentalidad abierta, pacifista y atea es una cosa de complicadísima aplicación.

EL CONCEPTO SENTISEXUAL

Mi niña sabe que sus papás se divorciaron y que a muy poco de este evento, papá ya tenía una novia y mamá un millón de amigos con los que así más fuerte poder cantar. Y en mi caso, ya os digo yo que el dato no es del todo exacto y que me va poniendo en unas situaciones, dejémoslo en pelín comprometidas.

Como ya he comentado en otras ocasiones mi casa no es muy grande pero si es muy espaciosa. Esto se debe a que la compré y reformé imbuída del típico espíritu postdivorcio que a mi me cogió con una maza en la mano derribando tabiques mientras ponía a dios por testigo de que en mi vida jamás se realojaría otro nadie ni de coña. Fruto de este momento queda nuestro lindo hogar en forma de casi loft, con las paredes justitas para cerrar el cuarto de baño, la habitación de mi niña, y la mía propia (afortunadamente sobre todo esto último). Lo que hasta mi llegada era un práctico cuarto de invitados se quedó reconvertido en el office de la cocina colindante con el salón. Poco me importó entonces que mi sofá no fuera cama y sí bastante incómodo. El caso es que ahora, cuando alguna de mis buenísimas amigas como por ejemplo mi hermana, viene a mi casa y se queda a dormir, lo hace en el único sitio donde hay una plaza que, en principio, no requiere de atención médica posterior: mi cama doble.

Mi niña que además de la educación propia que yo la doy, recibe otra muy vasta y extensa de esos otros edificantes sitios como su cole pijo o la tele, me cuestionó durante un viaje, si dos mujeres pueden casarse. Y a mi se me iluminó la cara pensando en que pocas posibilidades tendría tan a huevo de colaborar a la formación de su espíritu libre y tolerante. Así que sin mentir ni un pelo, respondí la verdad: que naturalmente y que por supuesto que sí (porque de momento y hasta que el Pepe vuelva al gobierno con la teoría etílica de las manzanas y las peras, poderse, se puede).

Y ella con su duda resuelta pasó a la siguiente cuestión, preguntando si yo pensaba casarme con mi amiga Olga o no (y lo dijo llena de ilusión). Olga es una buenísima amiga mía a la que mi niña adora. Ella vive cerca de mi casa, no tiene responsabilidades contraídas con nadie que la espere nunca a hora fija en su casa, y al igual que yo, duerme poquito. Así que no es del todo infrecuente que algunas tardes, a su salida de trabajar, se pase por mi casa y nos entreguemos al divino arte de la cervecilla bien conversada sin control sobre el reloj que marca las horas, y que dando las tantas y un pelín, decidamos que casi mejor ya no coja el coche y se quede a dormir en nuestra casa.

Un poco menos ilusionada por la posibilidad de la respuesta que con la primera pregunta, me tiré en plancha a la explicación honesta: que no me iba a casar con Olga por dos razones, porque no quiero casarme y porque yo a Olga la quiero mucho, mucho, pero no como a una novia, solo como a una amiga. Por si acaso, aun sabiendo que era innecesario y que no tenía naaadaaaa que ver con su duda, añadí que como en casa no tenemos más camas que la suya pequeñita donde duerme ella y la mía grande donde duermo yo, pues que cuando Olgui se queda a dormir en casa lo hace conmigo porque resulta más cómodo para todos. Y mi niña lo entendió perfectamente.

Tan bien lo entendió, que cuando mi niña empezó a coincidir con el Inti por las mañanas en el baño, yo ya no tuve que explicarle nada porque ella asumió desde el primer momento que era otro amigo mío con el que yo tampoco tenía ninguna intención de casarme, y yo me refugié bien calladita en el grandísimo alivio de no tener que solventar ningún otro interrogante. La confirmación de su claridad de ideas la tuve un día en el que yo me desperté indispuesta como para no tenerme siquiera en pie y fue el Inti quien se encargó de hacer la entrega de mi retoño en el colegio. Mi niña, encantada con la novedad, subía las escaleras de acceso a las aulas de dos en dos contando a todos los niños que quisieran oírle (y a sus padres que salvo alguna excepción, no suelen ser sordos) que “hoy mi mamá está malita y me ha traído un amigo suyo de los que se quedan a dormir en su cama porque es la más grande” (mismamente, como la difunta Jura'o). Como ya imagináis todos, en mi cama sí se han quedado a dormir varias amigas estando mi niña en casa, pero hombres ya os digo yo que solo uno y casi siempre acojonadillo y rezando para que mi retoño no se despertara por la noche. Porque es un hecho sabido por todos, que los hombres ajenos en cama propia son absolutamente incompatibles con el niño propio pero no del hombre ajeno. Y que si acaso llega a entrar uno, suele tratarse de una muy rara avis más que digno de exposición. Hablar de hombres múltiples no ha lugar porque no son frecuentes en la realidad y solo suelen existir en algunas películas americanas.

Sin embargo y gracias a esta educación un poco libertaria (y por lo que veo muy libertina), mi niña ha aprendido muy bien a no hacer distinciones en cuestiones de género… y hasta que su tutora no me comentó sonrojada este episodio anterior, yo no podía entender porque las madres de otros niños me miraban con recelo y los padres con ojitos curiosos.

Yo pensé que en fin, que estas son cosas de niños, que qué rica mi hija y no le dí más importancia. Pero mi niña es niña, y como a todos los humanillos de su edad, le encanta todo lo que se sale de su rutina habitual porque tiene saborcillo a cumpleaños y navidades, y que se quede alguien a dormir en nuestra casa para ella es de las cosas más chulas que pueden ocurrir en el mundo. Libre de prejuicios como es ella, durante un tiempo le dio por preguntar a todo el mundo que pasaba por casa si quería quedarse a dormir con nosotras. Y cuando digo todo el mundo, me refiero a todo el mundo, incluyendo:

Al presidente de esta mi comunidad de vecinos cuando vino acompañado de un fontanero primo de un primo, a cambiarme un par de llaves de radiador. En aquella ocasión mi niña estaba cenando y encantada por la visita, enseguidita pegó hebra con él. El presidente mientras tanto intentaba liquidar su conversación con mi niña e iniciarla conmigo. El fontanero fontaneaba, el presidente supervisaba y mi niña charloteaba con la boca llena de cena. La cosa iba con pausa y apuntaba para eterno y yo intentaba que mi niña terminara de comer, el fontanero de fontanear y que el presidente dejara de presidir y todos se largaran a su casa, salvo mi niña, que sólo tenía que irse a la cama. Cuando sugerí muy educadamente al presidente que podía volver al amor de su hogar y de su señora propia, que ya me las apañaba yo solita con el primo de su primo sin necesidad de sus servicios, mi niña con la boca llena de Petit Suisse preguntó sorprendida si este señor no se iba a quedar a dormir en casa. Yo sin dar la oportunidad al presidente a abrir siquiera la boca dije que de eso nada, que este señor tenía su casa y bien cerquita y que de hecho ya se estaba yendo.

Entonces ya sí me ví en la obligación de explicar que si bien la hospitalidad es una gran virtud, no todas las personas que vienen a casa por la tarde noche lo hacen para dormir conmigo, que algunos lo hacen solo para trabajar, otros solo para cenar, otros para charlar un ratito… y que lo normal es que acabados estos quehaceres cada uno se vuelva a su casa. Pero yo intuyo que no se lo creé del todo y que al final a ella no le deben de cuadrar tanto las cuentas. Mi niña a la que yo tanto adoro y que tanto me adora a mi, se está haciendo mayorcita y ha cogido la costumbre de prepararme un cafetillo con su cafetera y sus tacitas de juguete cada mañana al levantarme. Últimamente cuando abre la puerta de mi habitación por la mañana me pregunta si hoy pone una o dos tazas, y si yo contesto siempre y todos los días que una, es porque sé que al Inti le gusta tomarse su café con leche en el bar.

EL CONCEPTO MILITAR

Y es que mi niña entiende lo que dice el mundo, pero le faltan los matices que yo no suelo explicarle porque nunca son tan importantes, y porque ya se encargará la edad y el tiempo de irla contaminando. Como este verano, por ejemplo. El primer día de vacaciones que tuvo que ir a Faunia (que es algo que le gusta aun más que tener invitados durmiendo en casa), cuando yo fui a despertarla con las palabras mágicas de “Cariiiiñoooo, hoy vas a Fauuuuuniaaaaa”, ella se levantó de la cama como expulsada con un resorte y a las dos nos pareció muy divertida su reacción espitada. Ya desayunando ella reía recordando la gracia, y me comentaba, “jo, me he levantado super rápido, como una mujer de compañía”. A mi se me pusieron los ojos como platos y a punto estuve de escupir su café imaginario que yo saboreaba en ese momento, y de volcar su tacita de porcelana de juguete. Como intuyó por mi reacción que yo no había comprendido su mensaje, ella insistió: “sí, como una mujer de las de ¡adelante mi compañía!”. Suspiré y dando un sorbo a mi exquisito café, le expliqué que si bien se podían utilizar en este caso los términos “mujer de compañía” quedaba más poético expresarlo utilizando la palabra “soldado” o incluso “recluta”, aunque ésta última en los tiempos corrientes había ido perdiendo mucha de su vigencia…

Y LOS CONCEPTOS RELIGIOSOS

Pero mi niña ya ha vuelto al cole, donde se ha reencontrado con los eficientes profesores y con sus compañeros bien informados que me van a echar una mano en esto de educarla para la vida moderna. De hecho uno de los que más colaboran es su amigo del alma y de también seis años Moli Mola. A Moli Mola, como a ella, le crecen y se le reproducen los amiguitos imaginarios de la especie animal y por eso siempre, siempre juegan a Pokemon. Resulta que nosotros, los padres de niños tremendamente imaginativos que asisten a colegios tremendamente competitivos, tendemos a poner cara de disgusto cada vez que nos sueltan por el pasillo alguna marcianaza del tipo “cuidado mamá que vas a pisar a los cachorritos de Reina” (sobre todo porque en mi casa solo tenemos al gato Machín que siempre está tumbado y no se mueve nunca). Como los humanos adultos somos mucho más tontos que los humanos niños, estos dos especimenes nuestros han descubierto que jugar a Pokemon no solo es menos conflictivo, sino que tiene muchísimas ventajas, porque pueden imaginar infinidad de animalitos a cual más raro, con los nombres más inverosímiles que inventen, y a nosotros encima se nos pone cara de alivio en concepto de normalidad. En fin que ayer al volver del cole, yo pregunté como era su Pokémon del día, y ella recién regresada aun de sus vacaciones en la casa de los abuelos paternos, (muy píos y creyentes en la ley de dios y en la de Franco), me respondió desde un divino melange teológico: “es uno muy fuerte y malísimo que se llama “El cuerpo del pecado””.

Pero no es nada comparado con el momento en el que descubrió que entre nosotros los vivos cohabitan muchos muertos. A ella esta sabiduría le llegó cuando me preguntó por la localización del marido de mi abuela (en adelante Abuela Visa). Yo le dije la verdad, muy ceremoniosa, y bien preparada para el momento: "el Abuelo Visa está muerto". Ella me contestó que sí, que vale, pero que DÓNDE estaba. Yo recordé el jaleo que tuve de pequeña con aquello de que los que se mueren se van al cielo, y que cada vez que mis padres iban a un entierro yo les imaginaba en algún sitio parecido a un circo (¡hola Mónica!) con una cama elástica descomunal y al difunto intentando saltar cada vez más alto hasta perderse entre las nubes. Por lo que recurrí a la verdad más cierta al purito estilo National Geographic, tal y como había visto hacer a Annie Leivowitch explicando la ausencia de Susan Sontang a sus retoños:

(Yo) - “El abuelito visa se murió y le enterramos en la tierra dentro de un sitio especial para hacer esto que se llama cementerio”.
(Ella): - “¿Y por qué?”.
(Yo): (Muy pacientemente) – “Pues porque en la tierra hay unos bichitos y unos gusanos que poquito a poco van descomponiendo los cuerpos muertos, que son muy grandes y muy duros, para que así, en chiquitito, puedan servir de alimento para las plantas. De esta forma las plantas pueden crecer y hacerse grandes y alimentar a los conejitos y a las ovejas, para que luego nos alimenten a nosotros, y así cuando nosotros nos morimos de viejitos, y nos entierran, volvemos a la tierra para que crezca la hierba y alimenten a los conejitos… y todo el mundo esté en equilibrio” – Y oye, que me quedé más ancha que larga.

Mi niña me miraba, asentía, lo entendía todo. Y tanto lo entendió que estuvo días y días dibujando cementerios con enterrados bajo hierbas y conejitos que se las comían. Cuando le resumió sus nuevos conocimientos a mi padre, fue tan breve que solo le dijo que ya sabía que habíamos enterrado al Abuelito Visa para poder comérnoslo. Y entonces también pensé que quien inventó la milonga de lo del cielo ya sabía lo que hacía ya, y que sin duda era una madre de familia numerosa.

Ahora ya he conseguido que entienda que este es un secreto que no puede mencionar bajo ningún concepto en presencia de la Abuela Visa, pero empiezo a creer que debería considerar con toda seriedad reconvertirme en madre estándar antes de hacerle más daño en su infancia, porque si no, en cuanto crezca un poco, va a tener que dilapidar toda su paga en psicoanálisis.
Y además, el día menos pensado se va a presentar en nuestra casa la secreta con sabe dios que listados de cargos en mi contra y al precio que se han puesto los abogados...

viernes, 7 de septiembre de 2007

EL CARREFOUR: SETAS Y PESCADOS

Bueno, primer post en mi nueva casa. Ya veis que aun estoy probando colores y esas cosas, porque me veo yo muy naïf con esta decoración, no sé, no sé. Pero desde ya os digo que le estoy cogiendo mucho gustillo a blogger, sobre todo después de las penurias pasadas con Terra. En fin, al meollo y cogollo del asunto.

En mi blog y en mi vida hay personajes fijos que todos conocéis: está la Cruela, que es como el granito de Cindy Crawford, enorme e imposible de esconder pero inesperadamente, atractivo y mítico. Está el Inti, que más que un granito, es una alergia: unas veces se multiplica, otras veces desaparece, pero siempre se queda en forma de virus latente. Está la Esteban, a la que dada su finura y delicadeza, prefiero no posicionar como grano. El Melendi2, al que si posiciono directamente como un grano en mi nuevo trasero quasi brasileño; están mi niña, mis padres, la Calcuta, Cosita… en fin, todos aquellos que me vais añadiendo vidilla a mi misma y a este blog. Y luego está un protagonista discreto aunque constante en el blog, y nada discreto y más que constante en mi vida: el Carrefour de San Blas. Bueno, pues hoy os voy a hablar de él.

Mis veranos se dividen en quincenas alternas: una sí, ejerzo de madre responsable, una no, ejerzo lo mínimo posible porque aprovecho que mi niña disfruta del turno de vacaciones con su padre en compañía de sus abuelos paternos, para comportarme como si la única responsabilidad que tuviera en el mundo fuera la de pagar mi hipoteca (esa también he intentado ignorarla, pero los **%%@@###!!!! del banco tienen mi número de móvil). Así que cuando no tengo a mi niña, reduzco al máximo mis ejercicios no placenteros, y el que primero cae es el de ir al Carrefour. La primera quincena que estuve sin hija, me alimenté gracias a los restos de barbacoa que el Inti cocinaba todas las tardes para merendar en un plató de TV siriviéndose del calorcillo de los focos (la vida del lucero es pintoresca) y me hinché a panceta, choricito frito, morcilla y mucha, muchísima salsa Romescu (empiezo a creer que lo de mi hormonación no va a tener nada que ver con lo de mis nuevas curvas). Por lo tanto no tuve que ir al Carrefour.

Y al poco de irse mi niña por segunda vez con sus abuelos, se celebró un evento nocturno taurino en un pueblo de Guadalajara llamada Brihuega al que el Inti y CQPP (el Lucero del Alma de Cosita) acudieron en condición de luceros a poner las luces. Como el ambiente emanaba aroma a fiestorro y además, había hotel gratis, pues allá que nos fuimos Cosita y yo. Resulta que la Corrida estaba patrocinada por una empresa transformadora de pollos: los bichos entraban por una puerta de cuerpo presente y salían por otra transformados en sanjacobos, nuggets, alitas, delicias a las finas hierbas, mixtos… Como buena patrocinadora, esta empresa plantó en la puerta de la Plaza su furgón refrigerado cargadito con cajas llenas de kits de sus productos y como buenos anfitriones, las distribuyeron entre las autoridades en concepto de gentileza de la casa. Resulta que al final del evento y de la recogida del equipo lucero, aun sobraban un par de las mencionadas cajas polleras, y el Inti que es muy apañado, hizo las gestiones oportunas para derivarlas del furgón refrigerado hasta el maletero del coche Grison. Pues bien, gracias a esto la segunda quincena sin niña he sobrevivido comiendo pollo de manera exhaustiva, y nuevamente gracias a eso, tampoco he necesitado acudir al Carrefour.

Sin embargo mi niña regresa este domingo de nuevo a su casa, a su mamá y a nuestra vida, y en esta su casa, no queda nada de nada, ni gel de baño, que los últimos días he tenido que recurrir al acopie de botecitos recaudados de los hoteles que tienen de todo y lo he dejado muy menguado. Ayer, tras varias sesiones de mentalización profunda y de otras tantas de ejercicios espirituales (la próxima vez me apunto con Mónica a su Vipassana), me subí a mi Luisi y me fui al Carrefour, pero a la parte comida, no a la parte tienditas (a Pepe Jeans ya no entro) ni a la planta de arriba de libros, discos y menaje, no, yo fui a la parte dura.

Coincide además que un día de esta semana pasada estábamos en casa cenando al amor de la TV el Inti y yo. Ambos comíamos unos platitos de pasta aderezada con berenjenas, unas hierbitas, unos huevillos crudos y unas setitas boletus, que yo acaba de vaciar sobre la receta directamente desde una lata de conserva marca Carrefour, sección Productos de Nuestra Tierra (que es el epígrafe pijo bajo el que venden delicatessen a precio señorita de mala vida, pero encima famosa y de salir en TV). A fin de plato mío (altura segundo plato del Inti) troceé una seta boletus demasiado voluminosa para un solo bocado, y me encontré que estas setas en vida disfrutaron de inquilinos: gusanos. A mi una seta con gusanos nunca me ha quitado el apetito, porque a mi parecer solo saben a seta, y como están hervidos, pues además son sanos y están desinfectados. Y para qué engañarnos, porquerías mayores me he comido otras frecuentes veces. Así que yo, a la manera de CSI, cogí una bolsa de plástico (en mi caso de las de congelación) y con muchísimo cuidado, metí dentro la lata (que tuve que recuperar de la basura), un trocito de boletus y tres gusanos en su salsa, que con eso creí yo que habría suficiente), lo metí en la nevera a la espera del día apropiado y me volví al sofá, al amor de la tele y a mi plato a seguir comiendo mi pasta con berenjenas, huevos, especias, boletus y además gusanillos (porque una cosa es que tuviera la intención de reclamar a Carrefour y otra muy diferente que estuviera dispuesta a quedarme sin cenar).

Así que como ayer por la mañana yo ya sabía que me iba a tocar ineludiblemente ir al híper, había hecho la previsión de sacar la lata con los cuerpos del delito de mi nevera forense y meterla en mi bolso. Al terminar mi jornada de trabajo remunerada, y subida en mi Luisi me puse en camino hacia el Carrefour, paisaje de mi vida.

Cogí carro y muy organizada me fui a la sección pescado, a hacerme con un número lo primero de todo, para que me tocara el turno 803 en lugar del 862, que es algo que cuando sucede desmoraliza mucho mentalmente. Efectivamente, me tocó el 803 y no pintaba del todo mal porque el visor de turno informaba de que el pescado en vías de despache iría a parar a manos de la clienta 795. Me puse cómoda acodándome por la derecha en mi carro frenado por el expositor parte bonito a 5 €/kilo y allí que me dispuse a esperar. El cotarro lo atendían tres dependientas, ninguna española, lo que me llevó a calcular mentalmente la mierda de sueldos que debe pagar Carrefour. Dos de ellas eran latinoamericanas y hacían filigranas con sus piezas, una diseccionando una Merluza hasta dejarla convertida en un único filete largo y carente de espinas, y la otra haciendo lo mismo con una trucha. Se les veía hábiles y diligentes, dominadoras del oficio y del bicho entre manos. Frente a mí, la tercera dependienta, de origen africano, inquiría a mi concliente de la izquierda en tono bajito de voz y con un malísimo castellano muy difícil de entender, qué era lo que quería. El hombre con cara de poca paciencia pidió kilos de bonito y ella con parsimonia y tranquilidad procedió a poner su papel plastificado sobre el plato de la balanza y a añadir gordas rodajas. Una tras otra, una a una. ¿A que parece desesperante?. Pues no, resulta que era sedante. Ella, gordita, a primera vista no muy agraciada según el canon de belleza Vogue, resultaba sedante con su cadencia de movimientos suaves, con la delicadeza con la que sujetaba los trozos de pez, con su sonrisa siempre suave e inmutable en la cara, con la proximidad con la que acercaba la bolsa ya cargada al concliente. Volvió a interrogar en voz ya no bajita, si no ahora suave, en un ya no pésimo castellanos, si no exótico, algo que se parecía a un “¿desea algo más?”, y el señor, con los ojos como platos y sin cerrar la boca ni para medio vocalizar, pareciendo directamente lelo, expresó: “una merluza”. Los demás casi aplaudimos. Para cuando ella sujetaba amorosamente con sus dos manos un pedazo merluzón, mano derecha en la agallas, mano izquierda, muy delicada, bajo la cola, mismamente como si de una persona se tratara, el resto de parroquia clienta ya empezaba a arremolinarse en torno a mi carro, a mi misma y a mi concliente pasma’o dejando medio desierta el resto de la pescadería.
La sensual moza procedió con las tijeras, cortando aletas superiores e inferiores, con el desescamador desescamando, con el cuchillo separando cabeza, y con sus propias manos, separando las agallas y vaciando las cuencas de los ojos, dejando la cabeza limpia y bonita, perfecta para un caldo. De nuevo con el cuchillo en mano, marcó altura de corte de cola y miró hacia el concliente sin perder su dulce sonrisa. Éste, tragando saliva de manera notoria y ruidosa, dijo “sí” y nada más. Mientras ella troceaba en rodajas el pescado, la mitad de los presentes desesperaba por cambiarse con el pez difunto acariciado una y otra vez por sus delicadas manos. Tras la merluza, llegaron unos boquerones, y una lubina a la espalda, y unos gallitos de ración para rebozar con harina, y unas rodajas de congrio… que yo pensaba que nos iba a dejar a los demás sin cena. Mientras tanto, las dos compañeras pescaderas habían liquidado (figuradamente hablando, por supuesto) a otras seis clientas (tres cada una) y así llegamos al momento en el que el concliente medio lelo se alejaba con la vista perdida en la nada, dirección cámara de congelados. La hermosa negra, pulsó el botón y se encendió el número 803: ya está mi turno. Yo pedí una ventresca de bonito (que por algo estaba de oferta) a la que no había que hacer nada de nada, salvo meterla en una bolsa, y según la tuve en mi mano, agarré el carro y me largué cual Alonso que intenta rebasar a Hamilton: desesperada, porque con la cosita aquella de la sensualidad de la pescadera y de la voraz pasión marina de mi compañero de carro, yo llevaba ya una hora pegada al hielo de la pescadería. Si debo añadir, que si bien mis piernas se movían raudas, también notaban cierta flojera no respuesta tras la reciente experiencia casi paranormal.

A la altura geles de baño, me llamó el Inti:
(Inti): - “¿Ande andarás?”
(Yo): - “Nel Carrefú”
(Inti): - A carcajada limpia y aparentemente sorprendido (sospecho que este hombre no termina de conocerme) - “¿Con las setas?”
(Yo): - (¡Oño!, ¡las setas! Desde la mañana en que las había metido en el bolso, no había vuelto a acordarme de ellas) – "Bueno, sí, pero las llevo en el bolso, por ahora sólo estoy comprando, cuando salga reclamaré"
(Inti): - “Vale, pues que yo ya estoy en casa” – (había vuelto pronto de trabajar para continuar haciéndolo desde casa con un programa informático que necesitaba, que él no tenía, que yo si tengo, y que por una de esas casualidades desafortunadas, reposaba dentro de mi bolso justo al lado de la lata de setas en lugar de estar en mi casa al ladito de su ordenón o en cualquier otro punto al que él pudiera dirigirse para buscarlo sin requerir el uso de coche ni de moto).

(Yo): - “Pues ponte cómodo y ve descansando, que ahora mismito voy”
(Inti): - “Que ¿dónde está el CD?”
(Yo): - “En mi bolso… pero ya estoy terminando y voy p allá”
(Inti): - “Coño, Irma...”
(Mi Móvil y yo a dúo): - “Tut, tut, tut...”

A toda leche cogí un bote de gel Lactovit tamaño familiar, otro de Champú Johnsons para niños, cuatro botellas de aceite de oliva, cuatro de Coca Cola Light dos litros, un rollo de film transparente 100m y me fui a la caja de la cajera. Mientras ella me cobraba, o lo que es lo mismo yo terminaba de firmar el recibo de mi tarjeta como “Marta Hari” (lo tengo comprobado: no contrastan los nombres, y oye si en una de estas vuelve a subir el Euribor y mi banco deja de poder pagar mis cuentas, yo podré argumentar muy fácilmente que realmente me llamo Irma, que no conozco a esa tal Marta que compra en mi nombre, y que ya que estamos, que me expliquen a mi cómo es posible que una extraña a mi pueda pagar con mi tarjeta). En fin que mientras terminaba de pagar, pregunté discretamente donde debía dirigirme para reclamar por un producto. Discretamente la cajera me indicó la ventanilla de atención al cliente. Allí me fui.

La ventanilla estaba casi vacía por dentro, solo ocupada por un empleado de la especie Jefe, y por fuera cuajada con un montón de viandantes de la especie clientes esperantes. Tras hablar (con malos modos, por cierto), con su walkie y espero que con alguien del otro lado, me miró a mi y con un movimiento de barbilla me hizo saber que era mi momento de expresarme. Muy educadamente y de manera discreta, le expliqué que quería hacer constar mi reclamación sobre un producto adquirido en su establecimiento. Con las mismas, pero con mucha menos educación que yo, volvió a mover su barbilla para hacerme saber que nuevamente debía expresarme. Con la misma educación mía anterior, que no suya ni anterior ni posterior, pero sin ninguna discreción ya tampoco por mi parte, le hice saber que en una de las carísimas latas que vendían en este mismo Carrefour, perteneciente ella a la re-putada marca Carrefour, y pagado al desorbitado precio de “Productos de Nuestra Tierra pero de Oro”, yo había encontrado las setas boletus enunciadas en su etiqueta y un montón de gusanos que no figuraban ni en la composición ni entre los ingredientes, y que para que sirviera de prueba, aquí adjuntaba la lata, una seta y tres gusanos. Dicho y hecho: saqué la lata del bolso y se la planté en el mostrador ante su cara de estupor y la de asco de mis coviandantes clientes esperantes. Tragando saliva él también y me imagino que bilis y que un montón de quina, me dijo que vale, que lo guardara y que cogiera número. Me tocó el 524 y andaban por el 498. Así que guardé mi número (por si me vale para otro día), guardé mi lata y me fui para casa porque ya estaba un poco harta, la verdad y porque el Inti debía llevar ya un buen ratito descansándo y relájándose desesperado por hacerse con el disco y empezar a liquidar trabajo.

A fecha de ahora, la lata duerme en el congelador de mi nevera a la espera de que el Inti (que cada vez que come lo hace muy requetebien), mi niña y yo misma, liquidemos lo que traje ayer de compra y a mi me vuelva a tocar reunir ánimos y fuerzas para volver al Carrefour.

lunes, 3 de septiembre de 2007

¡QUÉ VIVAN LOS NOVIOS! (¡YAJAAAA!)


¡Ay, ay!, querido foro, ¡qué agujetas bailongas tengo!, ¡qué estómago resentío, digiriendo aun los inicios de la cena de boda! (invertí todo el día de ayer en digerir el canapé previo y supongo que para el viernes habré liquidado la tarta). ¡Qué cabeza aun medio lela por la falta de sueño y el consumo de espirituosos…! en fin que ¡qué estado lamentable a dos días del evento!, pero ¡’Gen Santa! ¡qué bien lo hemos pasado!. Cosita: ¡que viva tú, que vivan los Hombres G y que viva el gremio lucero!.

La boda empezó a las doce y media, que fue la hora en la que Dante puso sus manos sobre mi cabeza para dejarme mi look y mi cabello cual leona ondulada entre nubes de laca. Él me advirtió “no te lo toques, que ahora estás muy exagerada, pero a las seis se te habrá caido todo y parecerás Elle McPherson camino de una soirée de Valentino en Ibiza” (¡es tan sofisticado!). A las tres y media tras una cabezadilla ligera en el sofá, comencé la operación glamour, a saber: ducha, hidratación, retoque de laca de uñas de los dedillos de los pies y el momento largamente esperado de vestuario. Lo tenía todo perfectamente coordinado y pensado: al vestido le añadí el fajín de mi smoking negro anudado con un cuco lacito bajo el pecho y también la americana, de aire masculino, contrastando con el aire hiper romántico del vestido lleno de fru frús (y sobre todo muy, muy adecuada para las noches fresquitas que nos estamos gastando este agosto), unas sandalias negras con taconazo, dos tiras finas y pulsera, un collar de varias vueltas de cuentas de seda negra, pendientazos de azabache en lágrimas como una lámpara de cristal de la granja, y un bolsito vintage de verdad, francés, comprado por Ebay en el que no cabe de nada, pero que es de mono… el resto de lo que no cupo iba en la americana del Inti que tiene muchos bolsillos y acabó pareciendo la sahariana de un reportero de guerra. Me imbuí en la operación maquillaje, et… ¡voila! en el tiempo record de una hora, yo ya estaba mona monísima y preparada para subirme en cualquier carroza. Cuatro y media. Desde mi atalaya de la cama, bien sentada, observo la operación de aderece del Inti: pantalones chinos azul marino especial para boda, su camisa beige con líneas cruzadas, especial para boda, sus zapatos negros con cordones, especiales para boda, su americana azul marino más oscuro que el pantalón, especial para boda y su corbata en un bolsillo de la americana, como no, también especial para boda. Todo ello en versión vintage, que en su caso no es de verdad como no lo es en el de Vitorio y Luccino, sino que significa reciclado de otras bodas ajenas, siguiendo la sagrada máxima de su vida, aquella de “menos es más” (sobre todo en inversiones innecesarias, y él necesita tan poco...).

A punto de salir, el Inti no había encontrado todavía el pañuelo negro con el que recoge su melena adquiriendo el mismo sofisticado (¡?) look de Espartaco Santoni en los noventa con esa sabia mezcla justo entre lo pelín hortera y lo pelín macarra y a punto andábamos de rozar la crisis. Sucumbimos en ella cuando me percaté que mi peinado no era simétrico, y que mi lado derecho conservaba intacto su volumen mientras que el izquierdo conservaba intacto la forma del cojín de mi sofá. Humedecí pelo, lo enrollé en medio rulo, lo retuve con horquillas, lo bañé de laca y apliqué secador como para churruscar el pelo. Tuve muchísima suerte (porque mi pelo y yo nos combinamos de forma imprevisible) y en cero coma parecía recién salida de las manos de Dante. El Inti mientras, seguía revolviendo Roma con Santiago y sus cosas con las mías hasta que se resignó a lo inevitable y aceptó que tendría que acudir a la boda con la melena al viento presentando como el mejor Puma de los ochenta.

Pese a todo, y con puntualidad torera, a las cinco en punto (que era la hora pactada) estábamos en el bar de la plazoleta con una jarrita de clarita con limón compartida, reposando el estrés y esperando la llegada de Cosita y su Lucero del Alma, que pasaban a recogernos.

El camino de ida fue ameno amenizado por el Tomtom, entre intentos de ejecución del nudo de la corbata de calidad del Lucero del Alma (CQPP). El Inti, como he dicho, la lleva exclusivamente como complemento de la americana, altura bolsillo de mano por dentro, pero jamás ha hecho ni el ademán de ponérsela. Cosita me confirmó que lo más complicado de resolver en una boda es el peinado, y también tuvo su momento tenso cuando misteriosamente desaparecieron de su casa todos los coleteros y los pasadores para recogidos y moños. Pero iba monísima, con un vestido hiper sexy de escotazo en la espalda hasta casi el borde de la rabadilla y cuello tipo halter, solo apto para su tipín espléndido (¡y comprado por tres euros en Blanco! Lo que demuestra que nosotras somos la panda del ingenio y del a fuerza ahorcan, sin perder glamour en el evento).

Las campanas repicaban justo cuando nosotros rebasábamos el cartelillo con el nombre del pueblo, y tal y como intuíamos, resultó que no era para anunciar nuestra llegada sino para avisar a los rezagados de la entrada a la ceremonia. El caso es que nosotros desembarcamos del coche de los Cositas en el momento en el que el gremio luceros se encaminaba al bar. Como todos hemos recibido una exquisita educación a la altura de lo mejorcito de Camford, nos pareció de muy mal gusto entrar a un espectáculo que ya había comenzado, y obligados por lo imponderable optamos por acompañar a los compañeros a la terracita de la taberna. Eso sí, sin perder de oído las señales acústicas que informaban del transcurso del evento religioso: par de campanadas, otro par de campanadas… y nosotros, ignorantes de lo sacro, intentábamos compararlo con los clarines en las corridas de toros porque si de toros sabemos poco, no os imagináis de misas y bodas: cero patatero. Así que oíamos las primeras e imaginábamos que entraban los picadores, las segunda y banderillas, las terceras y hala ¡a matar!. Cuando sonó Paquito el Chocolatero en tono campana mayor pagamos, enfilamos todos de nuevo el caminito de la iglesia para ver salir a los novios ahora casados y con la esperanza de que presidencia les hubiera premiado la faena con toditos todos los trofeos taurinos (que yo muy intimamente rogaba que conservaran puestos y no en la mano, ya que esto último me habría parecido posiblemente de muy mal gusto). El asunto es que nos pusimos en camino con tiempo suficiente, pero la iglesia estaba al final de una muy cuesta arriba empedrada, y eso con tacones, resultó ser durísimo. Así que de nuevo lo imponderable: otra vez no llegamos ni para el arroz. Fue alcanzar la cima, y descender a base, justo abajo donde los coches. O sea que de la ceremonia religiosa yo no os puedo contar nada de nada, porque la verdad es que sin querer nos lo perdimos.

La siguiente fase fue la del canapé. El canapé tenía lugar en la parte césped con piscina de la Hacienda. Y llegamos, buscamos enclavé entre mesa de bebidas, mesa de ibéricos, plancha de canapé caliente y salida de bandejas, y viendo que la ubicación era inmejorable, yo clavé los tacones en el césped y ya no me moví, con mi altura rebajada en diez centímetros, pero descansada como si llevara chanclas. Yo creía que el canapé era un fruslería de atención para con los invitados, lo que se llama un abreboca, pero ¡anda chá!, por allí desfilaron kilos de tortilla de patata, de huevitos fritos de codorniz, de tapitas pequeñas de pan y volovans de todo tipo; de gildas de encurtidos, de albondiguitas, de chistorra, de tempuras varias de verduras, de samosas hindúes, de rollitos chinos y hasta un jamón pata negra entero… ¡y yo que no sé decir que no!. Se hizo de noche dándole al diente y para cuando me quise sentar en la mesa, el vestido hiperamplio ya empezaba a ceñirme.

La cena debo decir que resultó un poquito sosa. Pero esto hay que achacarlo a dos factores:

Factor A: Los comensales estábamos tan cebados de canapés, que con lo único que podíamos era con una siesta.
Factor B: La única música que calma a una fiera lucera es la que ejecutan sus acompañantes féminas en concepto bolso de boda con la caída de ojos suplicante que alterna entre el “por dios chato no me hagas pasar vergüenza” y el “ya hablaremos en casa” . Salvo en el caso de mi Íntimo, que no tiene vergüenza y sabe más que de sobra que yo tampoco (y bastante poco que nos importa, todo sea dicho, la vergüenza ajena que pase otro).

Así que los “viva lo que sea” solo empezaron a aparecer y muy, muy tímidos a la altura varias botellas de vino blanco y unas cuantas ya de tinto. El Inti en las bodas es original, que no silencioso, y nunca grita “viva los novios” porque él no cree en eso. Así, por ejemplo en la de mi amiga Ra, gritaba “Athleti” algo muy bien acogido, porque el novio ahora marido, era del Bilbao y nunca se enteró que el Inti alentaba al de Madrid. En esta eligió algo más neutro, el siempre versátil “YAJAAAA” que sirve para tó, desde azuzar ganado hasta pedir otra ronda. Fue bastante aplaudido, y debo decir que si bien casi nos deja sordos a los de nuestra mesa, mayormente a Cosita y a mi que estábamos una a cada lado, también es cierto que puso un poco de colorcillo a aquella cena.

Y por fin la parte discoteque. La parte discoteque fue sorprendente. A estas alturas yo ya no podía con mis tacones, pero previsora que es una, los abandoné en el maletero del Cositamóvi, cambiándolos por mis básquet converse pistachos, que me iban muy bien con el nazareno de mi estilismo. Me hice un recogido de la cola del vestido pillándolo con el fajín y dejando a la vista parte de mis capas de fru frú, y hala a la pista a desgastar las suelas. Primer tercio: horteradas varias, tipo Julio Iglesias, sevillanas, pasodobles… Segundo tercio: parte temazos del año, con momento Tortura de Shakira y todo. Acabada esta los luceros con novia, que resultaron más sosos que una mata de habas, se fueron a continuar la fiesta en otra parte y a poder ser en horizontal. Debo destacar la respuesta inadecuada que me espetó uno de ellos cuando yo, afable, inquirí en el motivo de tan raudo abandono. Lucero X, desde aquí te digo que no era necesario ser tan grosero. Transcribo diálogo:

(Yo): - “¿Ya os vais? ¿tan prontito?”
(Lucero X): - “Si algunos esperamos hacer más cosas esta noche” - (arqueando las cejas varias veces en clarísimo significado de “tú ya me entiendes”).
(Yo): -“Bueno pero la noche es larga y deja tiempo para todo”
(Lucero X): - “Sí, pero algunos somos más jóvenes que otros y aguantamos muchísimo más tiempo. Tú puedes quedarte” - (arqueando las cejas varias veces en clarísimo significado de “tú ya me entiendes”).

Pues no, no te entiendo, no sé a qué te refieres, y espero tardar muchísimo en saberlo. Hala, queda dicho.

Los luceros sin novia iban tajaos, tajaos y se largaron todos juntos a una discoteque heavy de Aluche. Nosotros, decidimos invertir en el sarao bodorrio. Y en cuanto nos quedamos cuatro comenzó lo bueno. El tercer tercio: los no curtidos en ampollas, abandonaron los zapatos en el centro de la pista, y allí nos lanzamos todos a la ejecución de los temazos de Ska-P, Estopa… y vaya si la gozamos, todo lo que pudimos con exaltaciones de la amistad al novio, y especies de ese tipo, hasta que la novia, dijo que sí, que vale, que ella también nos quería mucho, pero que desde ese mismo momento nos quisiéramos cada uno en nuestra casa. Y punto.

Que no final, porque caminito del coche, oímos musiquilla en otro jardín y resulta que los muy ladinos de la Hacienda nos habían mentido ¡había otra boda! Y para allá que nos fuimos. Yo que soy muy educada, como mi madre sabe, y jamás pierdo mi facilidad de palabra, me dirigí a la novia explicando que nosotros éramos buena gente, que ante todo enhorabuena, y que no pensábamos gorronear ni nada por el estilo, solo pedíamos autorización para discretamente seguir bailando. Los novios, de Guadalajara, eran encantadores y al final de la noche hasta cambiamos los números de móvil para llamarnos cuando volvieran de su luna de miel. Unos cielazos. Gracias chicos. Deseo de todo corazón que disfrutéis muchísimo en Nueva York.

Y acabada esta boda, ya sí, recogimos al Inti al que habíamos dejado dormido en la parte césped sin luz de al lado, tendido cual largo es, pero bien escondido y discreto, en medio de lo negro y sin roncar ni nada. Le metimos en el coche, le atamos con el cinturón de seguridad para asegurar que no se iba para los lados ni para el frente y nos volvimos a Madrid, cantando a voz en grito la selección de los mejores temas de los Hombres G, porque el coche de CQPP, el Lucero del Alma, es un coche preparado como dios manda para cualquier evento y contingencia.

Lo dicho que gen santa que aun me duele todo por el esfuerzo, pero siglos hacía que no lo pasaba tan bien.

Agradecimientos: a Cosita por todo, para qué especificar. A CQPP, por llevarnos y traernos y por ser tan requetemajo, a Paco, por aguantar como un señor con su camisita por dentro y su corbata, bailando como un descosido y por compartir el cubata birlado al Íntimo comatoso. Al Inti, por ser amigo del novio y por sus exquisitos espaguettis con bonito del día después con su cebollita, su quesito y su tomate, a los que solo tuve que añadir unos champiñones y mi apetito. Y por todo lo demás.

P.D.: Dante, devuélveme el dinero. En ningún momento me parecí a Elle MacPherson, pasé de parecer una loca de las Baccará a tener un único nudo enredón que he terminado de deshacer hoy a la hora aperitivo. El resultado se asemejó demasiado a mi look Atapuerca recién salida de la ducha, y yo por eso no pago.