Ayer os dejé contándoos mi firme deseo de pasar el resto de mis días comiendo lechuga en un sofá con una manta como máxima actividad de riesgo. Bueno, pues no me hagáis ni caso, eso era fruto de la post resaca, pero vamos, que ni de coña, y que la Obregón y yo andamos todavía a treinta años de distancia. Que borro lo dicho. No seré single, pero vive dios que no estoy muerta (por lo menos aún), no como la Obregón, que ella si lo está (televisivamente hablando, claro).
La culpa de que haya vuelto a ver la luz la tiene mi médica. Yo vengo un tiempo sospechando que ella lee mi blog (Ysae ¿no eres tú verdad?). Ayer volví a una visitilla de esas rutinarias para que me controlen el estrés, del tipo analítica, y esas cosas. Me miró con cara cachonda y me dijo: pues es una pena, pero te voy a tener que quitar todo, a saber: Coca-Cola, tabaco, alcohol, sal, grasas, mariscos… y no se atrevió a quitarme la Luisi y el íntimo para no delatarse del todo. En fin que vino a quitarme todo lo que yo juro que voy a dejar cada vez que me levanto con palpitaciones y/o sarpullido. Pero cuando el domingo noche y lunes por la mañana yo seguía jurando a mis muros de lamentaciones habituales que se acabó, que para mi se han terminado las cervecillas y derivados… lo hacía convencida y con el mismo sentimiento con el que Scarlata coge un puñado de tierra de Tara y pone a dios por testigo, pero también consciente de que según lo digo empieza a crecerme un poco la nariz, porque forma parte del teatrillo de la resaca y ni una ni los demás pienso que a estas alturas se lo crean del todo (en mi caso lo de crecer la nariz es literal, obra y gracia del herpes). Yo soy muy dramática, pero también muy débil ante mis debilidades. Cuando estoy en pleno éxtasis O'hara me pongo de lo más intensa, y esto es agotador, a mi me encanta el cine pero nadie aguanta tanto tiempo en una película de Godard, y yo jamás he sido capaz de ver una película entera de la Nouvelle Vague. Vengo a aguantar más o menos de diez minutos a un cuarto de hora (tres si me hecho una cabezadilla). Pues lo mismo me pasa para lo mío, la fase "dios mío, dios mío" (y que conste que soy atea) me dura poquito porque en seguida me aburro, y vuelvo a mi profunda vida superficial, que es lo que yo siempre he querido ser de mayor. Esto significa que el domingo yo no quería nada más que de morirme, y de paso matar al íntimo (para no dejar flecos sueltos...). Ayer ya solo quería matara al íntimo (total si no quedan flecos sueltos...) y hoy, pues nada, hoy con la Luisi al cole y a comprar dos chándals para mi niña, uno para reponer el de la aventura del secado con plancha y el otro, para tener que hacer menos coladas, que eso también es salud. En ese estado de felicidad y estrés en calma chicha que a mi me caracteriza, he llegado hoy al ambulatorio, conduciendo feliz mi Luisi, regodeándome en el chas-chas de la cerradura, (o sea disfrutando de nuevo la satisfación de las pequeñas cosas) convencida de que en el centro está la virtud (salvo en política que el término virtud no lo trabaja) y que una puede comer ensalada pero haciendo pic nic, no tiene porque ser en el sofá. Y entonces mi médica me suelta semejante fresca (así sin anestesia ni nada). Creedme, se me ha venido el mundo abajo. De pronto ha pasado toda mi vida por delante, al menos la lúdica, porque no me creo que en ese momento del túnel de luz y los últimos minutos, nadie los pierda imaginándose en un mitín de Almunia, por ejemplo (aunque sabe dios, porque existen muchas parafilias): me he visto comiendo ostritas en Lavapies con la cañita de espuma fina que según te la bebes, va dejando el vaso blanco. Ese corderito asado bien acompañado con vinito de la ribera y lechuga, a partir de ahora tendría que conformarme sólo con la lechuga y ni siquiera mojar el pan en el aliño (os juro que empiezo a estar más que harta de la ensalada). Me ha empezado a entrar el pánico cuando el chuletón casi crudo ha pasado corriendo por delante de mis ojos seguido a toda la leche por el bloc de foie y una copita de Juve i Camps medio desvanecida. Me he puesto lívida y hasta me ha dado un bahído. El corazón se me ha disparado y he mirado aterrada a mi médica. Con un aplomo odioso, ella me ha mirado, y me ha dicho, "vale, veo que eres consciente de la gravedad del asunto". Yo porque no pareciera que me importa más el remedio que la enfermedad, la he preguntado "¿y que tengo? ¿es grave?" y tan tranquila me ha espetado "acelere y cierta post adolescencia. O te cuidas, o la próxima vez que vuelvas te prohíbo todo, y va en serio". Justo ahí es cuando he sabido, que no sólo lee mi blog, sino que encima se lo ha enviado mi madre.¿O quizá lo ha dicho por mi camiseta de la Pantera Rosa?. He salido más cabreada que una mona del centro de salud. Como sabéis todos, yo tengo el corazón muy frágil, y no puedo resistir muchos sustos como este. A ver, una cosa es que una sospeche que necesita entrenamiento antes de aventurarse en el intrépido mundo del single (¡cuánta razón tiene Luis, como se nota quien está curtido en ciertas lides!) pero otra es que a mis treinta y nada vaya a tener que pasarme el resto de mi vida cumpliendo mis propios juramentos, como dice mi Cruela, "vale, tu misma, pero menudo rollo". Aun así, cuando un médico se te pone en este plan, te juro que te acojonas, y hoy por si acaso no he tomado Coca-Cola (mi jefe me ha contado hasta cuarenta bostezos y entonces ha dicho: "se acabó, voy a enviar una queja al Insalud", pero la Cruela que tiene mucha mano izquierda y métodos sindicales eficaces, le ha echado una mirada tierna de las suyas propias y le ha retenido justo a tiempo). Con lo que sé que no puedo es con lo del tabaco, por lo menos en esta primera fase, lo del alcohol, sí porque el drama aun está muy cerca, y porque total, tampoco bebía nada trece días de cada quince... Pero como el subconsciente es sabio me he olvidado mis Ducados en la oficina, así que mientras escribo este post ando intentando fumar un purito de los de mi botiquín de emergencias, una cajita que compré en mi luna de miel en el Caribe (y eso fue bastante antes de que naciera mi hija, os lo digo para que echéis cuentas de que es casi como fumar palitos de plástico, vamos, que yo creo que ni cuentan). Y también por si al final resulta que mi sincera médica ni lee este blog ni conoce a mi madre. P.D.: Olgui cariño, yo siempre he querido tener unas gafas de Elvis, me harían tan feliz. Íntimo, que me dejo de chorradas, que no quiero lechuga, que quiero un chuletón como dios manda y a poder ser, de restaurante.
P.D.2 Información útil para la mujer moderna: nunca llaméis a un hombre que se precie de sincero mientras ve House: se le pega el personaje.
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