Ayer contaba que el estrés me había abandonado y que ya no tenía taquicardias ni sarpullidos ni nada. Bueno pues el estrés ha vuelto con todo el equipo.
Cuando una se divorcia bien avenida con su ex, entra en esa categoría terreno de nadie en el que una es madre a tiempo casi completo, con lo cual no está disponible para ningún plan de los sin hijos y lleva una vida ordenadita y responsable, pero deja de tener hijos dos días de cada quince, y se convierte en la envidia de tus otras amigas madres, porque como dice Cruela, "tú curras lo mismo que las demás, pero solo para ti y con dos días de vacaciones cada dos semanas" y añade comprensiva como es ella "así que no te quejes".
Soy consciente de que hay casos muchísimo peores y aquí entra el ejemplo de nuestra queridísima amiga La Calcuta. La Calcuta es un cielo al que vemos poquito porque nunca tiene tiempo, con dos niñas gemelas exóticas, abandonada por su segundo marido que se largó a lo grande y cambió de país, y con una madre impedida a su cargo. Nuestra querida Calcuta (reina, que un besito) está, tan, tan agotada, que últimamente ya no tiene ni tiempo para hacerse el tinte de las raíces y ya no usa corrector de ojeras porque con un bote no tenía apenas para una. Sin embargo, sus dos niñas van siempre preciosas, son felices, ni siquiera sospechan lo que es la preadolescencia de centraditas que están y hasta tienen Play Station. Todo sale de las energías y de la cuenta corriente de nuestra Calcu (que otro besito, reina) y ambas cosas son como la chistera de un mago. Es cierto que lo mío a su lado es como una quejilla de salón, con mucho sentimiento, pero sin riesgo de 'cornás'.
Los dos días en los que una no ejerce de madre quiere hacer lo mismo que los sin hijos, pero ¡ay! ¡tremendo error! los sin hijos, muchas veces también conocidos como singles son una especie única bien entrenada: vienen a caracterizarse por tener treinta y tantos años casi cuarenta y haber conseguido permanecer inmunes a las responsabilidades y servidumbres de la vida, de una coherencia pasmosa solo son fieles a una norma, la propia. Tienen trabajos emocionantes, casas atractivas (aunque sea la paterna, porque hay padres, que no son los míos, que pasan el año en la casa de verano o incluso viajando y dejan libres las otras, las que pueden ocupar sus retoños. Mamá yo sé que tu lees esto, ya se que a tí no te gusta Benidorm, pero ¿y Platja d’Aro?). Sus cuentas corrientes fluctúan, porque al carecer de obligaciones no necesitan un sueldo fijo, pero generalmente pueden hacer alardes. Sus agendas están a rebosar de actividades que acaban en -ing (treking, puenting, rafting...). Todos absolutamente son viajeros empedernidos (¡algunos hasta se aburren de viajar!), cuando tú vas ellos vuelven de allí. Por supuesto ninguno tiene hijos, al menos que ellos sepan o quieran saber, y como mucho cuentan con íntimos con distinto grado de tolerancia. Se reúnen en clubs mixtos de singlos y singlas interrelacionándose entre ellos, salen casi todas las noches de la semana, son tremendamente divertidos y altísimamente perjudiciales para la salud. Todos los hombres pertenecientes al mercado de segunda mano pasan por una época single una vez que se divorcian, de las que algunos se recuperan y a las que otros sucumben en plancha. Y a algunas mujeres, las que no tienen hijos y salieron hartas de adoptar maridos, les pasa lo mismo.
Y allí estoy yo, que soy madre siempre y single dos días de cada quince. Incluso y gracias a la disoluta vida de mi Íntimo he ido conociendo un selecto club con el que siempre hago cosas emocionantes y casi muero al día siguiente. En adelante este club será el aceite. El agua de mi botella es mi vida diaria, con su Cruela, su Esteban, La Calcuta (mi madre dice que no tengo ninguna amiga normal, pero mi hermana puntualiza que yo soy la menos normal de mis amigas y que las santas son ellas), con sus embarazos cada tiempo y sus retoños, nuestras agendas cuajás, con mi Luisi, mi niña y sus accesorios: colegio, coladas, comida equilibrada, Carrefour, ex, nueva novia de mi ex, películas en el sofá y a la cama a las once… Una querría tenerlo todo, pero es tan difícil de encajar… una no quiere admitir los tópicos, pero una vez que tu botella tiene agua, imposible meterle aceite, salvo que lo quieras para decoración: pero o se hecha perder el agua o se pierde el aceite.
Esto lo sé ahora, porque este fin de semana todavía creía en el don de la ubicuidad, y me fui con mi Íntimo a una comidilla (de las de mantel y mesa) a un lugar económico y chic de Lavapiés. La comida derivó en sobremesa, la sobremesa en copitas après midi y esto ya en rock and roll salvaje en toda regla. Una fue joven en su tiempo, la reina del underground y todavía guarda en el armario el vaquero ceñidito y la camiseta de “Dancing Queen” y es más ¡aún me valen!, pero la vida ordenada de madre original y creativa, acaban con el aguante de una misma y a eso de las doce yo ya estaba convertidita en calabaza, a ras de copas y en ese momento lúcido en el que sólo puedes abrir la boca para dos cosas:
A) vomitar,
B) decir que te vas a casa.
Y afortunadamente para el íntimo, que era el que estaba a mi lado, opté por la opción B. Debo advertir que yo cuando llego a este punto pierdo la vocecita dulce y me sale el carácter cazallero: “¡que me piro y me piro ya!”, no recuerdo si me despedí o quedé en enviar un email, pero en mi cabeza solo había un objetivo: mi casa (y puedo ser mucho más borde y pesada que ET).
Os juro que por la mañana mi cuerpo no era mío: tenía un sarpullido en la nariz que creo que también se conoce como herpes (aunque siendo asquerosos ambos, creo que sarpullido tiene más glamour) y la taquicardia de rigor que es como Rexona y ya no me abandona, y es que mi cuerpo también es Testigo de Jehová, no se calla nada y todo lo hecha pa’ fuera. Así que he llegado a la conclusión de que los sin hijos son perjudiciales para mi salud. Señores míos, mi cuerpo (por dentro) y yo somos mayores, y no hay nada más triste que no aceptarlo y acabar como la Obregón.
Así que imbuída en ese espíritu efervescente del Alka Seltzer, le dije al Íntimo que a lo mejor no éramos compatibles, que yo soy agua y el aceite denso, y que con eso no hacíamos nada, pero después de mi tierna despedida (que debo decir no recuerdo, pero todo encantador Jeckill tiene un lado Hyde y el mío puede ser muy extremo) el Íntimo (que si no dolido, como poco anda algo desconcertado) me dijo: "Irma, tu no eres agua, tu eres vinagre".
Y no es que todavía esté muy convencida, pero a lo mejor con eso conseguimos aliñar una ensalada y que me la pueda comer tranquilamente en casa, preferiblemente en el sofá y con una manta.
P.D.: Un saludito para el que le picó la araña radiactiva, os diré que de esos somos unos cuantos, porque últimamente yo también ando que me subo por las paredes. En referencia a como acabaron la noche del Juve i Camps mis amigas Cruela y Esteban, lo dejo para otro post, aunque no sé si contarlo, son surrealistas pero las dos están casadas y tienen familia, no son como yo, que puedo airear mis trapos sucios sin damnificar a nadie (como mi niña aun no sabe leer...). Y el beso más gordo para Ana del Gazpacho, como te quiero, tía.
martes, 7 de noviembre de 2006
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