miércoles, 21 de febrero de 2007

PLACER SOLITARIO

Queridos bloggeros míos, ¡cómo anda el patio!. Adviertóos a todos que ando con la sensibilidad maternal a flor de piel. Porque una es muchas cosas (yo soy polizofrénica, y al paso que voy, cada día más) pero entre otras fruslerías, al final lo que más soy es madre (me ocupa muchas horas al día) y estoy descubriendo yo, que pa'l mundo mundial esta es mi parte chunga.
A mi antes me quería mucho mundo (salvo dos o tres, que de todo tiene que haber en el supermercado del señor) porque soy de esos especímenes tirando a tranquilos que grita poco y deja vivir, pero de pronto me he dado cuenta que a mi ya no me quiere ni dios (este es uno de los dos o tres que os decía antes). O me quieren pero con peros. Siendo concretos, me quieren sin mi niña.
A esta conclusión no he ido llegando poco a poco a fuerza de notar sutiles indicios. No, yo esto lo sé porque me he encontrado con argumentos del barquero espetados tranquilamente en un momento tan relajado y cotidiano como es el cepillado de dientes. Frases del tipo: "si no viniera tu hija, no dudes que me quedaba". Y yo esos comentarios me los trago frecuentemente, como si tal cosa, asintiendo con la barbilla, mirando de reojo el calibre del paquete (que no me digáis que no hay que tener huevos para soltar semejante fresca a una madre) y pensando vale chato, yo que tú me llevaba el cepillo a casa, porque en cuanto te vayas voy a limpiar el baño y no se me ocurre mejor herramienta.
Pero la verdad es que enseguida se me pasa, porque entiendo a todos aquellos que nunca han querido tener niños y han decidido que su vida debe transcurrir sin ellos. Y entiendo a mis amigas que no quieren tratar con los niños ajenos porque bastante tienen con los propios (yo soy una de ellas), y que solo vienen a visitarme cuando o mi niña está con su padre o está durmiendo. Y entiendo hasta a los abuelos que dicen que los hijos son de sus padres, que ellos ya criaron a los suyos, que trabajan mucho entre semana y que cuando llega el finde ellos también quieren descansar. Yo es que soy de izquierdas y lo entiendo y tolero todo (mmmmm, o casi).
Porque para Mac Guffin, el que nos venden a las mujeres con lo de tener niños (al loro con lo del Mac Guffin, me encanta esa frase y más desde que sé lo que significa).
Está claro que todas las madres que tenemos hijos adoramos a nuestros retoños, desde el nivel: dos días sin mi niña y para casi todo pienso en ella, hasta el grado sumum: no sin mi hija. Yo me confieso del primer grupo. No conozco a ninguna madre que por muy agobiada que esté no quiera a sus hijos hasta el punto de no poder imaginarse en adelante la vida sin ellos. Pero no conozco tampoco a ninguna que me haya sabido dar una respuesta coherente argumentando buenas razones para tenerlos, y me incluyo yo misma. Con los hombres hay de todo y muchísimo de "yo, porque se empeñó ella". Cobardes: o ahora por echarle la culpa a ella o antes por no decir claro que no querías (dí que sí íntimo, tú hazte la vasectomía, que me han dicho que no duele y si hace falta yo te pongo el vetadine en los puntos, que ya lo he hecho antes con los gatos).
Y es que ahora mismo no se me ocurre ninguna razón para tener un hijo. El mundo es una mierda (aunque le caben cosas maravillosas), eso es obvio, y ya no lo digo por los conflictos entre oriente y occidente, ni por el calentamiento global, que hasta consigue un par de Oscars. Es que uno se siente feliz muchísimas menos veces que como mínimo cansado, ya no diré agobiado o dudando si dejarse las venas largas. Y la posibilidad de vivir una vida excitante y estupenda es muy, muy pequeña, por cada vida extraordinaria que te encuentras (de tipos no siempre felices) te encuentras mil entre grises y patéticas. O sea, que por generosidad nuestra y para que ellos sean felices sabemos que no es, eso está claro.
Vale, los padres tenemos hijos por purito egoísmo. Pero las mujeres en concreto es que somos tontas de remate. Según la estadística de los casos y casos que yo conozco, la abrumadora mayoría me dice que actualmente y en los tiempos que corren, cuando un hombre tiene hijos descubre otras maneras de pasar los fines de semana, de viajar e irse de vacaciones, si te descuidas hasta de comer (y esto no significa que todos disfruten con el cambio). A una mujer que tiene hijos, le cambia todo eso, y además y antes que nada, su vida y expectativas profesionales.
Ante todo diré que yo soy feminista con mucho orgullo y a mucha honra, porque así, haciendo repasillo rápido es el -ISMO que encuentro que menos conviene perder de vista. Para todos aquellos que aún no lo sepan, la definición literal que da el diccionario de la RAE para los téminos feminismo y machismo son los siguientes:
FEMINISMO (Del lat. femina, mujer, hembra, e -ismo). 1. m. Doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres. 2. m. Movimiento que exige para las mujerse iguales derechos que para los hombres.
MACHISMO 1. m. Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres.
Esto es lo que hay. Sin embargo existe una definición extraoficial que equipara feminismo a machismo (Actitud de prepotencia de las mujeres respecto de los varones) y hace que muchísimas personas inteligentes y con dos dedos de frente repudien abominablemente del primero aceptando menos ofendidas el segundo. O por lo menos una ofensilla menos militante. Declararse feminista en los tiempos que corren es casi una osadía y la mejor manera de que a una le tachen de radical y extrema (casi hasta de violenta).
Sin embargo yo no entiendo que todavía halla quienes no están de acuerdo en concedernos a las mujeres esa capacidad y esos derechos reservados antes sólo a los hombres y que no exija para las mujerse iguales derechos. Aceptemos barco y que en nuestra 'Pañññña ya hemos llegado a esa igualdad de derechos legales. Vale, aceptemos portaaviones y que las instituciones y la vida social en masa aplica esos derechos como norma y de forma escrupulosa. Aceptemos las opiniones de miles de personas que como mi Cruela agradecen muchísimo lo que han hecho por ella las feministas, pero nos piden que no hagamos más, que ya va servida y que a ella le encanta como están así las cosas, que no quiere convertirse en un hombre (¿el feminismo lleva a eso?). Por continuar con su alegato al sentido práctico, os diré lo mismo que me dice ella: "Irma empieza a entender como es el mundo, acéptalo y serás mucho más feliz" (que ya lo soy mucho para lo que es la media). Yo lo de entenderlo lo entiendo (vamos, que por lo menos no me engaño con lo que hay), pero lo de aceptarlo ¡una mierda!.
Porque a la hora de la verdad, las mujeres estamos discriminadas, no por nuestros hombres que nos rodean, ni por la mala fé de nadie, ni por unas leyes que han evolucionado que da gusto (y no lo digo con coña)... A nosotros nos discrimina la sociedad de mercado y del bienestar, tremendamente competitiva, brutalmente capitalista y siempre al servicio de ganar una pela para tener una comodidad nueva. Desde que nacemos y nos sueltan en la guarde empezamos a prepararnos para ser los más-más y estar mejor preparados que nadie para ganarnos las lentejas y el monovolumen. Y cuando completamos la formación empezamos a currar más que nadie para tener lo mismo que todo el mundo: la hipoteca, la play station, las vacaciones, el mundo que enseña National Geographic y la vida que enseña el cine que mola (no el de Stephen Frears). Queremos vivir comoda e intensamente para compensar lo intensamente que trabajamos para vivir cómoda e intensamente... Pertenecemos a una manada constituída por especímenes sobradamente preparados de entre los que se selecciona con minuciosidad quien es el que número uno y se nos somete a test psicotécnicos y pruebas miles y modernísimas que vienen a detectar e intuir a quienes esconden dentro a una futura rana de la empresa. Se desechan a virtuosos por ser sospechosos de nos ser lo suficientemente competitivos o rentables. Y para rana, rana indisimulables las mujeres.
Nosotras somos una inversión nefasta, porque absolutamente todas somos susceptibles de convertirnos en madres. Y qué ocurre entonces con la inversión: pues que de entrada se va a pasar nueve meses muy delicaditas, que va a faltar a trabajar por miles de visitas al tocólogo (buen nombre, si señor) y por miles de indisposiciones. Tendrá mareos y desfallecimientos, vómitos, estará pesada, se moverá con torpeza y tendrá las piernas y las manos hinchadas como botas. Y eso yendo todo bien y culminando con un parto que se produzca un día al salir de trabajar. Porque puede pasar también que la madre en ciernes de con un médico marxista-leninista que le ponga de baja antes de cumplir las cuarenta y un semanas laborables exigibles. Las que no son eludibles son las dieciséis semanas de baja maternal que llegan después.
Durante este tiempo no se detiene la ley de la oferta y la demanda y el pez grande sigue desayunándose por kilos a los peces chicos. Así que los empresarios deben subsanar la baja en el equipo encontrando un remplazo que impepinablemente tardará un tiempo en rendir al máximo tal y como rendía la trabajadora ahora convertida en madre. Seguramente ese tiempo requerido sérá el mismo que ella pase ocupándose de su retoño absolutamente ajena a las evoluciones del mercado y justo cuando todo funcionaba de nuevo en la empresa, ella volvera reclamando su derecho de reincorporarse. Y la ley obliga a devolver a ese puesto a alguien que no puede rendir al nivel que rindió antes de ser madre, no inmediatamente. Porque son inevitables el desfase por culpa de los meses de parón profesional, la falta de energía por las noches en blanco amamantando de una forma u otra a su retoño, y aceptémoslo, la escala de prioridades de la trabajadora habrá cambiado, y su puesto de trabajo será una fruslería comparada con toda la preocupación y dedicación que ella vuelca en el pequeño mamoncete. Durante un tiempo, y puede ser mucho, la trabajadora va a estar perdida para la causa de la empresa.
No estará disponible para viajar, ni va a tener disponibilidad absoluta para lidiar con sus responsabilidades y clientes, ni va a defender su trabajo más allá de la estricta jornada y a veces ni siquiera, porque en este mundo global uno podría pasarse las horas de toda su vida seguidas una tras otra negociando con una u otra parte del mundo sin necesidad de parar por culpa del descanso común. Hace muchísimo que el mundo ya no duerme.
Esta falta de disponibilidad se traduce en reducción de sueldo: empiezan a desaparecer los complementos y las dietas, las comisiones que rellenan los sueldos hasta hacerlos dignos o golosos. Esa parte más facilmente no declarable.
Si el niño crece en equipo, se subsiste con el sueldo del padre, que no ha variado ni un pelo porque tampoco se ha resentido su capacidad profesional. Este sueldo pasa a ser el que debe defenderse a toda costa. Y aquí empieza el sentido común: faltar al trabajo con frecuencia aunque sea de forma justificada es un riesgo, ¿qué trabajo se arriesga? el que aporta menos ingresos. La mujer se pondrá enferma a la vez que el niño, asistirá a las reuniones del colegio, cogerá vacaciones las decenas de veces que los niños celebran santo tomases de aquino...
A lo mejor incluso debe reducir la jornada para poder ocuparse de su hijo cuando salga del colegio, total para lo que cobra... E incluso echando cuentas resulte más rentable ahorrarse los gastos de los campamentos de verano, de los canguros y las extraescolares pese a prescindir del escueto sueldo de la mujer. Muchas veces acaba por dejar de trabajar, ni los horarios de los colegios, ni las vacaciones, nada es compatible con la vida de los padres. Y es mucho más importante un hijo que un trabajo. Se reordenan las prioridades. A partir de ahora ella también depende del sueldo del padre de su hijo y ya está en la delicada tesitura de confiar ciegamente en que esa relación no se vaya nunca al carajo, porque no podría costearse ni su propia vida, menos aun la de su hijo. Y a esa edad y con su antecedente profesional jamás volverá a encontrar un trabajo compajinable con su estado de madre (no existe ni para las que tienen mejor curriculum) ni un sueldo que pueda pagar la calidad de vida que desea para ella y sus retoños. Y sí existen las pensiones compensatorias que pagan los maridos a las ex que no trabajan, pero no son realista, en este país ¿qué sueldo medio decente puede costear dos hipotecas, las necesidades de dos adultos, y los gastos de unos hijos...? muy poquitos. El juzgado de familia no puede obligar a ninguna persona a endeudarse por encima del umbral de supervivencia, consecuentemente serían dos adultos con ciertas comodidades obligándose a perderlas a cambio de vivir con muchísimas carencias, y lo que es peor, condenando a sus hijos a unos barrios de mierda, con unas compañías de mierda y dejándolos en unos colegios de mierda que no les prepararán nunca para vivir otra vida más que esa de mierda, porque llegarán los niños de los colegios privados con estudios en el extranjero y becas y masters de prestigiosas universidades de nombres rimbombantes que les dejarán en la cuneta con solo mirarles y encontrar las ochocientas diferencias. Pocos padres, y menos madres suelen aceptar ese trato y ya están metidas en la vida El Lute: camina o revienta.
Pero puede ser que la mujer conserve su trabajo, y que encima se le haya presentado una crisis irresoluble de pareja que la lleva a convertirse en madre solatera (algo que muy pocas prevemos cuando tomamos la decisión de tener un hijo). Tenemos nuestro sueldo por hache o por be inferior del que tuvimos antes de ser madres con el que ahora debemos cubrir como mínimo los mismos gastos que cuando los ingresos eran el doble, pero absolutamente a solas. Nos volcamos a trabajar como burras con la esperanza de ganar más, y no arriesgamos ni un pelo el trabajo que ahora sí vuelve a ser prioridad (e imprescindible). Nos convertimos en unas expertas en despertar a nuestros hijos una hora antes cuando está enfermo para darle Apiretal (el equivalente a la aspirina infantil, para los no documentados) con suficiente margen como para entregarle en la puerta del colegio fresco como una lechuga obra y gracia de la química y apagadito como una vela ahogada en cera. Allí le dejamos sintiéndonos fatal pero rezando todo lo que sabemos para que el móvil no suene por lo menos hasta el medio día y no tanto porque el niño pueda encontrarse mal por la subida de fiebre, como por la situación difícil en que nos pondría abandonar el trabajo para ir a ocuparnos de él. Y etcétera, etcétera, etcétera hasta no acabar nunca.
¿Pero así como narices vamos a ser competitivas? Yo monto mi pequeña empresita y vamos si me pienso lo de contratar a una mujer en edad reproductiva o ya reproducida. Los empresarios solo pueden hacer dinero, no caridades, sino jodida iba la cosa, ni comían ellos ni los empleados, la vida no da como para muchas bobadas, que salir adelante es una cosa muy, muy seria. ¿Ves Cruela como sí me entero?.
Cómo no voy a entender a mis amigos y amigas que deciden conscientemente no tener jamás hijos, que no los quieren para no pagar estos precios, para no perderse nada de tanto y tan excitante como ofrece el mundo y a lo que renunciamos en nuestros mejores años los que nos decidimos a ser padres.
Todos estamos cansados, y los niños cansan y molestan. Nadie quiere cerca en un viaje, ni en las vacaciones, ni en los restaurantes, ni en ningún lado a los niños ajenos. Se han convertido en la caca que sólo le huele bien a su autor. Son legión mis buenos amigos que sólo están conmigo en las ocasiones que mi hija no está presente.
Tengo una doble vida. Una socialmente activa, divertida, llena de adultos interesantes con planes interesantes y que me quieren facilmente. Y otra que sucede a solas en un mundo infantil llen¡o de niños (porque mi hija si tiene vida social cuando está conmigo) y de padres que no necesariamente son amigos, sino aliados por el bien de nuestros hijos. Y esta es la que disfruto cuando está mi hija: mi placer solitario. No soy peor cuando está ella, es un hecho constatado. De hecho soy mejor porque soy más generosa y entregada, bebo menos o nada, me río mucho más, soy más ingeniosa y soy capaz de sentir más ternura. Pero para la mayoría del medio me convierto en alguien un poco peor, menos disfrutable, menos fácil, menos interesante. Yo valgo, pero con mi hija es un coñazo. Las relaciones humanas las establecemos esos miembros de la manada sometidos a esa presión tan competitiva. Y ya no sabemos comportarnos de otra manera que de la hedonista que exige el máximo placer y satisfación con la mínima inversión de esfuerzo. ¿Es que acaso no hacemos ya suficientes otros esfuerzos?, por dios que el placer por lo menos sea fácil.
No, no puedo reprocharlo. Pero me niego a ser realista y dejar que la aceptación de estas reglas empiece a quitarme las ganas de vivir lo que ahora no vivo. No acepto conformarme con comer cualquier hueso de los que nos va hechando el mundo. ¡Gracias idealistas por tirar del carro!.
En cualquier caso, chicas, por no ponernos dramáticas: ¡hagamos huelga de úteros caídos! ¡una mierda a la maternidad!, que demasiado curramos ya, y al fin y al cabo esto son solos dos días: a vivirla y a correr, viajemos, vayamos a todas las fiestas posibles, salgamos los fines de semana con nuestros amigos, veamos documentales con nuestros churris en el sofá leyendo el periódico los domingos, que le den dos duros al futuro, que total ya es una mierda, si hasta Al Gore paga un pastón de luz. ¡Que se vaya al pedo la humanidad!.
A tomar por saco. Todo. Que tengan los hijos otros. O no.
P.D.1: Conozo a un montón de mujeres encantadas de la suerte de no tener que trabajar para vivir porque ya lo hace su pareja, y de poder disfrutar de muchísimo de todo lo que los demas no podemos disfrutar, empezando por los hijos. A otras encantadas de ser madres como lo que más y casi lo único que les realiza en la vida. Otras que hacen magia y son felices con su vida de pareja de madre y de profesional. Otras que no han sentido nunca la necesidad de desarrollarse profesionales ni quieren las responsabilidades que tienen muchos hombres. Otras que el mejor negocio de su vida fue casarse y sobre todo separarse. Hombres valientes y excepcionales, feministas y con una pasión tremenda por la vida que jamás quisieron perderse nada y que siempre supieron apreciar que lo mejor del mundo no son los lugares sino las personas que encuentran en ellos, mágicas a cualquier edad: así es mi padre (el auténtico héroe de mi vida), Conozco a hombres vapuleados por mujeres que les arruinaron la vida sin ningún tipo de escrúpulos. Es así, por supuesto porque no es una cuestión de género sino de personas.
P.D.2: Este post militante se lo dedico a mi niña, la verdadera estrella de mi vida, la que todos los días me hace sentirme feliz nada más verla por la mañana con el corazoncito dormido. Y que es alucinante, pero es mi mejor cura para cualquier tentación de sentirme triste.
P.D.3: A Estrella, la gladiadora del hogar.
P.D.4: Lo siento. No he podido hacerlo más corto. Este si que era de si me callo reviento.

martes, 20 de febrero de 2007

A MI QUE NO ME TOQUEN NI UN PELO

Hay una terapia que a mi no me ha fallado nunca en ninguna de mis crisis existenciales: la del shopping. Será inmadura, descerebrada, imprudente y letal para la VISA, pero es mágica: salgo de casa hecha una braga Bridget Jones y vuelvo cargadita hasta las pestañas L'Oreal de bolsas y bolsones, pero convertida en un tanguilla de las de puntilla y raso (que va usted a comparar).
Sin embargo hay otra tentación del momento de flojera que hay que evitar a toda costa, es peligrosa, irremediable y no sólo no te cura el ánimo, sino que entras creyéndote la braga de Bridget Jones y sales sintiéndote la faja color carne con ballenas de tu ex-suegra: LA PELUQUERÍA.
Dante no tiene escrúpulos ni un cuerpo para el pecado (es como Boris Izaguirre, siempre haciendo eses al borde de la peligrosa curva que separa el vientre mullidito de la panza monda y oronda, y no os cuento desde que ha regresado de Marruecos, ya no es que ande por el borde profundo del arcén, no, es que se nos ha despeñado por el precipicio de la grasa abdominal poniéndose morado a couscous y pastelillos de almendra y miel). Eso si, igual que Troy tiene una mente privilegiada para los negocios. Él se lo explicó muy claramente a la Cruela: "nena, no hay nada más rentable ni seguro que la histeria de la mujer, en cualquier momento de su vida va a caber una crisis de las de ¡y yo con estos pelos!".
Y ahí Dante tiene toda la razón. No falla, porque una se siente fondona y con el culo caído y vale que podría ponerse a dieta e ir al gimnasio (donde también haría negocio Troy) pero esa es una inversión muy seria de capital, tiempo y sudores, no, lo que una hace es ir a la pelu con la firme intención de someterse a un cambio de look que le afile el rostro y proporcione un conjunto óptico estilizado. O una puede llevar una racha de las de no levantar cabeza y caerse de la cama todos los días y encontrarse frente al espejo del baño paliducha, ojerosa, deslavada y con el pelo como que le hubiera lamido una vaca (algo así como en el anuncio del Actimel justo antes del Actimel) y esto también se cree una que lo arregla la pelu. Mi novio ya no me mira: pelu. Me agobio en el curro: pelu. No llego a fin de mes: pelu.
Y no chicas, hacedme caso, ese es un error así de gordo. Jamás hay que ir a la pelu cuando una está en crisis: ¡NEVER!. Porque estás confusa, dispuesta a hacerte cualquier cosa, lo que sea, a agarrarte a cualquier clavo ardiendo y remedio mágico, incluyendo la crema de baba de caracol o ¿por qué os creéis que pueden pagar sus anuncios en hora punta y canal internacional? pues porque siempre seremos legión las mujeres desesperadas dispuestas a probarlo todo con tal de no ir al gimnasio, de no decidirnos a dejar al patán alojado en nuestra vida, de no hacer terapia de "nena tu vales mucho" ni de empezar a soltar un poco del peso del mundo que llevamos todas sobre nuestros hombros y dejar de ser todas Superwoman, narices que para eso Superman se promociona y cobra muchísimo más, pues que curre un poco (y esa es otra, vamos a ver por qué Superman cobra infinitamente más que Superwoman, que solo salva el mundo de vez en cuando y si hay cámaras delante, y mirad a Superwoman, salvando el mundo exactamente igual, sin salir nunca en la tele, y cuando llega a casa todavía se pone con los niños, la comida, la plancha... y seguro, seguro que además de vez en cuando le hace trabajillos a Superman, que ya hay que tener ganas, porque si todavía fuera Spiderman).
Pero lo dicho, cualquier cosa nos vale, y la pelu la primera. Así una entra debilucha, con su abrigo de punto Benetton que debería haber tirado hace evos, cubierta hasta los pies (porque está comprobado que en los momentos de crisis una mengua), sin fuerzas casi para empujar la puerta y se encuentra con Dante que ya estaba esperando a su presa, dientes afilados, ojos brillantes, tijera en ristre y diciéndote: "¡Uy nena, pero cómo me vienes hoy, si estás abandonadita del todo, con lo mona que puedes ser tú!. Ven a mis manos que cuando acabe contigo no te va a conocer ni tu madre!". Y no miente. No te conoce ni tu madre, ni tu misma cuando por fin te enfrentas al espejo con la obra de arte culminada. Allí estás aderezada con un nuevo corte Llongueras desfilado hacia aquí a diferentes alturas, absolutamente asimétrico todo, que pareces el malo de Mazinguer Z, te miras de un perfil y eres una mujer macarra, y luego del otro y eres una loca absoluta, pero ninguna es la mujer que tu recuerdas y desde luego ahí no hay dudas, de los dos perfiles ninguno es bueno. Por no hablar de los colores, esas mechas hipernaturales en rojo y fucsia que no se reprducen en ningún otro ser vivo de la naturaleza (salvo en el Japón manga y en la parte hortera de los USA).
Esta es la opción sofisticada que yo llamo "el Completo", porque cuando van a cobrarte no hay papel en el ticket para apuntar todo lo que te han hecho: extensiones, tinte, permanente, baño de hidratante y de color, papeles albal... que a una la cogen floja y sin caracter y no sabe decir a nada que no (de polvos de esos, la vida llena). La otra opción no menos peligrosa y que igualmente te deja a puntito de llorar a gritos es la que yo más me he trabajado y es la de "quiero ser práctica así que hazme algo que se me note mucho, pero que luego no tenga que pasarme tres horas peinándome para que me quede como tú lo dejas". Aquí si que líbrenos señor de Dante y de este abandono capilar. Y si no que se lo digan a Brinnnnie (¡Brinnnnie te queremos!).
Porque ya habíamos comentado que la Brinnnnie nos llevaba una mala racha, con esa desastrosa salida de año, la aun peor entrada y el suma y sigue que no ha mejorado ni un pelo (nunca mejor dicho). A las últimas fotos me remito: La Brinnnnie vomitando sobre su acompañante (al final va a cumplir lo de estar sin sexo en los primeros seis meses, que si le sale así cuando la cogen de la mano, no quiero ni pensar con otros alardes...). La Brinnnnie cabreada como una mona en la puerta de la Ópera, porque no le dejan pasar después de haberse mosqueado con la Paris que ha dejado dicho que si entra esa ordinaria ella se larga. Yo creo que estábamos todos cronomentrando la cuenta atrás al cambio de look, que se masticaba en el ambiente. La imagino perfectamente sentada modosita en la butaca de una suite internacional de L.A., con su gabinete asesor asesorándola: "Brinnnnie cariño, que estás cansada, muy cansada. Que necesitas reponerte, y hemos encontrado una clínica mega pija y olé que es todo glamour, ya verás como de aquí a nada ingresan también a la Paris y os lo pasáis chupi compartiendo cuarto (y mitad de gramo) y recreos...". Y ella que sólo quiere mejorar les hizo caso. Entró el lunes, vió el panorama, dijo "jó que rollo, me voy a la pelu" et voilà. Puedo imaginar a Dante, diente brillante, tijera en ristre, diciendo: "tú tranquila, Princesa, que cuando acabe contigo no tendrás ni que tocar un peine". Como si lo hubiera vivido en mis cannnnes.

jueves, 8 de febrero de 2007

LA SECRETA O EL MISTERIO DEL ATRACADOR DEL CHANDAL

Hoy iba a contaros mis venturas y desventuras de esta semana, acosada por los chicles sin nicotina de la Cruela que ha dejado de fumar, por los mails de mi jefe contándome que la Coca-Cola es el complemento perfécto para el mecánico de coches porque este polivalente elixir se come la grasa, la corrosión de las baterías, despega la tuerca soldada... (ya sabéis que yo siempre llevo una botellita en mi Luisi) y por mi idiosincrasia particular que me hace enviar correos electrónicos íntimos a los clientes más serios y formales de mi trabajo.
Pero no, esta semana no voy a hablar de mi misma porque voy a contaros el misterio que nos tiene acogotados en el barrio donde yo vivo: EL MISTERIO DEL ATRACADOR DEL CHÁNDAL.
Empezaré por ubicaros contándoos que mi barrio son sólo las cuatro calles que actúan de decorado de toooooooda mi vida. Aquí está la oficina donde yo trabajo, el carrefour donde me pierdo aun menos que en mi casa, y aquí viven también un montón de conocidos y sin embargo amigos, la Cruela, la Esteban, el Melendi2, el canguro de mi hija...
El caso es que este barrio, más que barrió es un pueblín, y más que un pueblín una república independiente. Y lo que sucede aquí dentro siempre parece sacado de una película que según a qué generación afecte, podría haber firmado el Berlanga de la Escopeta Nacional, el Bigas Luna de La Juani, o el Almodóvar de cualquier momento.
En los bajos comerciales de mi bloque se encuentra el gimnasio que regenta Pelayo. Pelayo es como la Melannie Griffith de la película Armas de Mujer, que tenía un cuerpo para el amor y una cabeza para los negocios. Yo no sé si el cuerpo de Pelayo da para mucho amor (no nos fiemos de lo que dice Dante) pero vive dios que da para unos cuantos ejercicios acrobáticos (dios, que musculamen) y desde luego que su brillante cabeza si da para los negocios muy bien llevados, y de hecho en la puerta de este gimnasio yo me he encontrado con conocidos míos que habitan y se reproducen en cualquier otro punto de Madrid. Y es que es de lo más completo y ofrece todo tipo de servicios deportivos: spinning, gym jazz, aerobic, pilates, sauna, fisioterapia... y por supuesto dos complementos básicos imprescindibles para el culturizado en cuerpo: ropa hiperajustada de lycra y tatuajes.
Curro, el tatuador de cabecera que trabaja para Pelayo, es un chico popular en el barrio por dos razones: porque es nuestro tío bueno oficial y porque es la cabeza pensante de la panda del barrio, también conocida como la de "Los Blases". Los blases son unos doce maromos hechos y derechos, que obra y gracia de su beneración al Curro, están tatuados hasta las cejas. No se pierden si un sarao, viajan juntos de rave en rave y de sarao en sarao, desde Cádiz hasta Ibiza, pasando por Berlín o por Galicia. Todo les vale y conocen Amsterdam tan bien como estas calles y como yo mi Carrefour. Obviamente ninguno trabaja, o por lo menos no se les conoce oficio legal (de los otros no sabría qué decir), y pasan sus tardes en la plazoleta que separa mi balcón del cuarto sin ascensor, de la ventana del bajo donde se encuentra mi oficina. Allí ellos hablan de sus cosas, lo divino y lo humano, se toman unas cervecillas al amor de nuestro bar que tiene gafe y pasa de mano en mano como la falsa moneda y ninguno se lo queda, y se fuman sus sustancias naturistas naturales todas del norte de África. Este es el núcleo duro de los blases. La periferia de la panda lo constituyen todos los demás que compartimos franja de edad y que sin estar tatuados hasta las cejas, también han pasado de una manera u otra por las manos del Curro (la variación del modo depende del género en gran medida). De ahí que mi barrio cuente con la mayor densidad de tatuados por metro cuadrado de acera del mundo mundial.
Un poquito más al norte se encuentra el bar del Yulius. En este bar se concentran todas las tardes-noches los padres, tíos y demás familiares de avanzada edad de los blases. Por fuera tiene pinta de mesón castellano y por dentro no se sabe muy bien porque no se ve a penas entre las tupidas nubes de humo de los Farias y la mugre de evos que decora uniformemente cualquier detallito del lugar. El Yulius es el propietario que da nombre al garito y si bien es muy buena gente, todos sabemos que está absolutamente contraindicado para la salud (de ahí que todo el que entre pida siempre brebajes que nunca bajan de los 40º pa'rriba). Entre fichazo y fichazo de dominó en la mesa, el Yulius distribuye sus canapés caseros, y todos tienen la misma consistencia que las piezas del dominó (de hecho no es la primera vez que un jugador se casca un trozo de tocino beteado en el centro de la mesa convencido que es un doble nada, y si los demás no se fijan bien hasta cuela, porque el ruido y la consistencia viene a ser la misma que los de la ficha original). Pero que sus tapas estén todas duras y caducadas, es la consecuencia de su responsabilidad con el medio ambiente y su militancia con el reciclaje: él saca la tapa a la mesa, nadie se la come, él se la lleva y la coloca en otra mesa... así eternamente. En ese bar hay patatas fritas que tienen la edad de mi hija.
Los padres, tíos y demás familiares de los blases tienen también centro de reunión de día, y este es el quiosco del Tatchenko. El nombre real del Tatchenko es un misterio para todo el barrio y desde siempre le conocemos por el apodo que es fruto de la inspiración y la mala leche de la gente de nuestro barrio. Este hombre bajito, bajito, más que Dani de Vito, no llega a penas a la ventanilla del quiosco y esto subido a un cajón de Coca-Cola dado la vuelta. De pequeño sufrió una de estas enfermedades infeciosas que no te dejan tocado en lo importante pero te dejan marcado para la vida social el resto de tu vida. El Tatchenko se encarga de suministrar las noticias oficiales vía prensa nacional, y las extraoficiales vía arte oral. Su quiosco emplazado en la calle ancha del barrio y frente a dos institutuos, uno de FP y el otro no, es la atalaya perfecta para enterarse de todo lo que se cuece paredes afuera y paredes adentro de nuestras propias casas. Muchas veces te enteras de lo que vas a hacer mucho antes de pensarlo.
Pero todos hacemos uso de su información sin ningún rubor. Los institutos del barrios (el de FP y el que no) están cuajaditos de adolescentes ñetas y lating kings, dos bandas urbanas que según el gobierno de esta nuestra comunidad no existen en ningún sitio, pero a los de aquí que no existen, la policía los visita día sí, día también. Y no tanto para proteger a los alumnos como para defender a los profesores. En fin, que cuando en la oficina oímos sirenas, nos echamos a cara o cruz a quien nos toca salir a indagar al quiosco del Tatchenko, que basta con acercarse, pegar la oreja a la tertulia de parientes de los blases y empezar a empaparse de todo lo que se cuece, todo lo que se dice, todo lo que se sabe.
Esta es la vida que hacen los hombres de edad de nuestro barrio. Las mujeres de edad son los parientes femeninos de los blases (madres, tías... demás familiares) y se distinguen también muy facilmente porque a la hora en que abren los colegios y las tiendas ellas se echan a la calle adornadas siempre, siempre por uno de estos tres complementos indispensables: el nieto de la mano, el carrito de la compra a rastras o una bolsa del carrefour colgada del brazo (a veces incluso llevan los tres a la vez). Ellas se recogen todas a la hora de hacer la comida, pero cayendo la tarde, se calzan las zapatillas de andar, y caminín caminito, en grupos de a una o en formación de varias, vuelven a salir de paseo porque se lo ha recomendado el médico de cabecera para bajar el colesterol y mejorar la circulación (la propia, no la de la calle).
Pues este, bloggeros, es nuestro barrio. Y últimamente anda un poco descuadrado porque tenemos un nuevo y misterioso inquilino: EL ATRACADOR DEL CHÁNDAL.
El Atracador del Chándal llega siempre haciendo footing, se planta sibilino frente a su víctima y sin parar de mover las piernas, dando saltitos para no quedarse frío, le conmina a soltar todas las pelas. Cuando la víctima (generalmente pariente femenina de un blas) suelta la mosca, el Atracador del Chándal sale pitando como un gamo en la San Silvestre (hasta se le ha visto saltar agilmente una tapia) y desaparece. Corre tanto, es tán rápido que todavía nadie ha conseguido verle detenidamente y aun no existe una descripción muy clara del sujeto. Por no saber, no sabemos si el chándal es de Adidas o de Nike.
Ni que decir tiene que las madres de los blases andan asustadísimas y muy revueltas, porque según se dice y se cuenta, ya han caído tres, y a una de ellas hasta le ha rajado la mano con un pedazo de navaja asín de grande. A una pareja de jóvenes les atracaron con absoluta desfachatez al lado mismo de la pastelería, y en el bar del Plátano han serrado los barrotes de la verja y se han llevado la recaudación de las máquinas. En un garaje han quitado los gepeeses de catorce coches (que nivel tenemos!)... y es unánime y general que esto no puede seguir así.
El quiosco del Tatchenko ya no da abasto, así que según sus últimas informaciones, la policía ha decidido enviar un par de secretas a velar discretamente y desde su posición anónima por la seguridad de nuestro barrio. Y tienen la cosa jodida, porque obra y gracia del gimnasio de los bajos de mi bloque, a la hora en que cae la tarde y el humano medio termina de trabajar, nuestras calles se llenan de jóvenes deportivos vestidos con chándal (de Adidas y de NIke, de los dos) y con camisetas prietas de lycra en su interior íntimo. Y porque la última vez que nos enviaron secretas al barrio, los blases andaban medio paranóicos, desconfiando de las caras extrañas, y a veces de las propias, vamos que casi quiebra la peluquería de Dante porque ninguno nos atrevíamos a hacernos un cambio de look.
De hecho casi linchan a un par de comerciales que vinieron a visitarnos a nuestra oficina con su muestrario de ferretería, tan trajeaditos ellos. Y sólo porque los muy osados se tomaron una cañita en el bar de Yulius tras el trabajo bien hecho (ay! ¿se comerían la tapa?). De pronto el bar empezó a llenarse, y a llenarse, todos tatuados, todos mirando con ojos de o te piras o te acuerdas... y no se armó la de san quintín, pues por los pelos, y porque los comerciales se acojonaron y se fueron pitando. No volvimos a verles claro (pero ahora que lo pienso, eso va a ser porque al final si que se comieron la tapa...). Y es que en este barrio no se sabe que gusta menos, si el delincuente tonto que hace pis apuntando al cielo, o los que vienen a detenerlos.
Afortunadamente, en un par de días lograremos identificar a los sopechosos de secretas, y disimularemos todos en el barrio. Las noticias se despacharán en le quiosco de una en una y sin tertulia, el Yulius esconderá sus tapas. Y los que peor lo pasarán, como la otra vez, serán los blases obligados a quedarse en casa sin poder dar rienda suelta a sus pasiones, acompañados encima por sus madres que no se atreven a salir a la calle hasta que no detengan al delincuente, (al del chándal, no a su hijo).
Pero luego todo volverá a su cauce. Los secretas a su casa y el Atracador del Chándal a otro barrio. Nosotros dejaremos de silbar por la calle, volverá a llenarse la plazoleta, la acera a la altura del quiosco del Tatchenco y las tapas del Yulius resonarán sobre la mesa movidas como ficha por algún vivales tramposo. Las madres de los blases volverán a pasear sin miedo con más ahínco para bajar el colesterol retenido, y poquito a poco, y como siempre, volveremos a recuperar nuestra forma de La República Independiente que somos.
P.D.: Con todo mi cariño para el Melendi2, al que su suegra, de mala leche y aburrida en casa, le ha regalado una bandera con el escudo de España (el constitucional eso sí, pero porque ya no se encuentran tan facilmente de las otras), que le sobró de la manifa del sábado pasado convocada por Rajoy... digo por el Foro de Ermua. Melendi2 chato, tú contente y no seas Miura, que sólo quiere provocarte, no vayas a entrar a ese trapo. Ah! y que ya le he dado el DNI de tu hermano a tu madre, que me la encontré en el Carrefour.