He visto la luz, sí señor, algo que está muy bien teniendo en cuenta que trabajo en el gremio de los focos. Pero la luz que yo he visto ahora no es la prosaica esa que se mide en lúmenes y candelas, no señor, yo confieso aquí y en público que tras años y años de ateísmo convencido y agnosticismo declarado, yo tras una postadolescencia como para quemarme en la hoguera que me llevó hasta el punto de tocar las narices reclamando mi apostasía, yo que he sido todo eso debo declarar aquí y en público ante toda la concurrencia que yo estaba equivocadísima, que he notado la mano de Dios y ahora puedo asegurar ante todo el foro que existir, Dios existe.
Lo de que he notado la mano de Dios es verídico y real, y ha sido más o menos y exactamente a la altura del cogote, así, me agarró por detrás y apretando pero que bien firme. Y después me soltó y me pegó una colleja que todavía me duele. Y es que creo que he conseguido agotarle la paciencia y que ahora me las está devolviendo todas juntas. En fin, que he vuelto de mis vacaciones en Murcia, una provincia que desde aquí digo, me ha parecido un secarral, tirando a feucha, y esto lo cuento sin ánimo de ofender a nadie y menos aun a los murcianos, que mi sentido del gusto es especial donde los haya (a mí mi íntimo me parece tirando a guapo y es un hecho que todo el mundo cree que se parece demasiado al Puma y además en su fase hortera). Y otra cosa que me ha parecido es que Murcia a veces huele a cañerías. Y desde aquí le digo: señor Valcárcel, presidente de esa su Comunidad, deje de vender campos de golf y aplíquese un poco con su región o de lo contrario deje de mentir como un bellaco fomentando galas con el irónico nombre de Murcia Qué Hermosa Eres. Porque es que a mi me entra la risa cada vez que lo oigo. Con todo mi cariño a los murcianos, también sea dicho, que lo cortés no quita lo caliente. Total que mis vacaciones en Murcia han estado muy bien, sobre todo porque han sido vacaciones. Por lo demás no me he relajado ni un pelo (gracias íntimo, otra vez será), me he quemado como un churrasco olvidado sobre una parrilla en un bosque gallego, me pegué un homenaje comiendo comida nepalí en la versión hot, hot, hot que a mi no me pareció lo suficientemente picante y me llevó a reclamar más picante a un camarero sin pizca de sentido del humor que en lugar de mi comida me trajo una ración de fuego sobre plato. Y yo me lo comí todo, primero porque yo no sé abstenerme de comer si hay comida, y segundo porque no me atrevía a decirle al camarero que ahora picaba demasiado, que lo mismo me lo tiraba a los ojos para dejarme ciega. En consecuencia me agarré una sexi y atractiva colitis que me tuvo una madrugada entera alojada en el WC con puerta de vidrio transparente, sin pestillo ni nada de nada de mi bonita habitación de hotel NH ubicado en un polígono industrial, compartida con el íntimo. Se me pasó a la altura horaria en que unos operarios del ayuntamiento comenzaban a perforar con un martillo hidráulico la acera de Murcia por el punto justo de debajo de la ventana de mi habitación. Afortunadamente, en la tele ponían el mítico capítulo del coche fantástico en el que David Hasselhoff luce unas mallas negras hiperajustadas (mérito el de los chicos de producción que consiguieron meterle dentro) y una camiseta sin mangas hiperglitter con un escote caído hasta el ombligo que dejaba al aire su pecho lobo frondoso cual felpudo y nos deleitaba con una baladita heavy sobre un escenario con mega bola de espejos. Un espectáculo que me reconfortó y reconcilió con el mundo. Resumiendo que me he reído un mundo con mis amigas que se apuntaron al finde. Marimar cariño: la próxima vez que veas unos pantalones horrorosos en un escaparate yendo camino de la playa no nos lo hagas saber, que mi pasión por lo hortera es mítica. Así nos ahorramos la frenada en plena calle, la pitada del coche de detrás, el aparcamiento en plaza para minusválidos con las luces de emergencia y las tres horas de tienda en lugar de playa probándonos todo el género dos prendas a precio de una, incluyendo los pantalones de floripondios de la sección de niños que milagrosamente conseguí cerrarme. (Aviso desde aquí que no me compré nada porque ya sabéis que mi hipoteca no me lo permite). Pero sobre todo y lo que más he hecho han sido ejercicios mentales de autocontrol de mi misma, demorando cada palabra que brotaba de mis labios directamente desde mis higadillos hasta tener la certeza de que expresaba en sus términos más exactos y de forma bastante aséptica cualquier opinión del tipo “pues parece que hace calor”, ante la alta probabilidad de encontrarme con respuestas del tipo “¿calor? define calor”. Gen Santa íntimo, la próxima vez que necesites aislarte del mundo hazlo. Porque la otra alternativa que es que yo respete tu tensión y permanezca en silencio, no es viable de ninguna manera, me puede dar un patatús y de los gordos. Yo callada, amos hombre, por dios. En fin, que desde el domingo estoy de vuelta y he inaugurado la semana asistiendo a mi ginecóloga de cabecera, otra que también encuentra cierto gusto en tocarme las bolillas o sus equivalentes femeninos. Y mirándome seriamente a los ojos, tras analizar concienzudamente los resultados de las tropocientasmil pruebas hechas a mis bajos, mientras giraba de lado a lado la cabeza y decía “tche, tche”, me espetó un “solo puedo ponerte tratamiento si dejas de fumar radicalmente”. Yo al principio no me lo tomé muy en serio y abrí la boca para decir, que bueno, que nada, que qué pena que otra vez sería y que ya me sobrehormonaría cual vaca de granja en otra ocasión. Pero ella que debió intuir mi decisión por la serenidad pasmosa con que me tomé la noticia, cogió el toro por los cuernos y no me dio opción, se puso a escribir un simposio de recetas, las unas de hormonas que me pueden causar unos trombones del tamaño de tapones de cava que me dejarían ipsofacto sin pulmones en el caso de que yo siga con mi cochino vicio de fumar (vamos, tan chungo me lo ha puesto que es que no puedo ni esnifar de pasadilla el humo del cigarro ajeno) y otras de unos parches de nicotina con distintos grados de veneno, que debo ponerme en sesiones de semanas sin que se me escape ni un solo cigarrillo mientras los llevo puestos, porque me podrían producir semejante viaje de taquicardias que me llevarían al otro barrio. Y con eso y un bizcocho me largó a la calle a que me las apañara con mi estrés y como pudiera. Que digo yo, que si no sería mejor quedarme como estoy, un poquito corta de hormonas, que al menos solo me hace llorar incoherentemente con las películas más cutres, pero que no parece que tenga riesgo inminente ni de muerte ni de quedarme más pallá. El caso es que mientras os escribo me fumo mi último cigarrillo cual rea condenada, justo antes de pasar por la farmacia a recoger los parches que tengo encargados. Y os advierto que si en adelante, mis próximos post son agresivos, nerviosos, incoherentes o arremeto inopinadamente contra cualquiera que se cruce por delante etc, etc, será por causas ajenas a la que suscribe, o sea a mi misma, que es que en adelante creo que yo ya no voy a ser yo. En fin que lo que decía, que dios existe y cuando aprieta, aprieta pero bien. Tu verás dios, pero si cuando me muera (y según mi ginecóloga puede que falte menos de lo que tú te piensas) me toca verte, prepárate para el par de yoyas que se me están cocinando dentro. Y me acaba de picar un cínife del tamaño de un concorde mientras hacía pis.
martes, 12 de junio de 2007
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