martes, 12 de junio de 2007

POR EL HUMO SE SABE QUE LA IRMA ESTÁ QUE ARDE

Hola, inexplicablemente sigo zen y sin fumar. Debo deciros que esto de convertirse en exfumadora es un mundo totalmente nuevo para mi y si que tiene su intríngulis, si. Os confieso que cuando hace dos días salí de la consulta de mi médica con las recetas de los parches para dejar de fumar estrujadas en la mano, estaba en estado de shock. Tuve que pararme un poquito en medio de la acera para asimilar mi inminente abandono de la tabacosis y en cuanto empecé a visualizarlo empezaron a entrarme sudores fríos (que yo me limpié muy apropiadamente con la receta en cuestión). Pero una vez que me repuse del ataque de pánico y recompuse los papeles (los míos propios que había perdido y los del Insalud), y dado mi natural positivo y muy frecuentemente superficial, empecé a buscarle ventajas inmediatas al asunto. Porque de las otras, las de los hábitos saludables y todo eso, las hay a patadas, (hasta esa que esgrime el íntimo del tipo: “verás como empiezas a conducir mejor”, que seguro que sí, como mínimo empezaré a hacerlo con las dos manos en lugar de con una), pero son a tan largo plazo que desesperan.
Y de pronto recordé que mi muy querida Carrie Bradshow dejaba de fumar y también con la inestimable ayuda de los parches en la cuarta temporada de Sexo en Nueva York. De repente me sentí ilusionada: si ella había sido capaz de convertir este esfuerzo y su apósito en una actitud y un accesorio llenos de glamour, yo también podría hacerlo y que pareciera una ocurrencia chic. Bueno, pues debo confesaros, ahora que he empezado a usarlos que cuesta muchísimo dominar la técnica del parche y conseguir que queden mínimamente dignos, ya no digo que parezca algo in. Yo ayer cometí el error de principiante de coger el sobrecito del parche, abrirlo, despegarlo de su papelito protector y plantármelo en el brazo sin más, así, a lo loco, y sobre todo sin haber hecho una reflexión ni un estudio previo. Para empezar, los parches de Carrie eran cuadraditos y semitransparentes, algo realmente discreto. Los míos son color tirita muy muy clara (como la media espesa para invierno de una monja), brillantes como de charol y redondísimos. Lo de la forma no debería ser importante, si no fuera porque todo el mundo sabe que los parches no son redondos sino cuadrados, así que pienso que si yo viera a alguien con un círculo de unos siete centímetros de diámetro pegado al cuerpo me preguntaría que es esa ridiculez que lleva puesta, pero seguro que tardaría en pensar que puede tratarse de un parche, ya les hay quienes me ha recomendado que le pinte un “target”. Pero bueno, no le demos importancia. Lo del color tampoco sería relevante si tenemos en cuenta que habitualmente yo tengo un tono de piel aun más claro que el de Nicole Kidman interpretando a una difunta, pero es que yo he regresado hace dos días de quemarme en la playa y ya se me está asentando el colorcillo tostado. Es justo en este único momento del año, y no en otro, cuando yo me pongo morena y cuando el parche a mi me puede cantar como una almeja. Y ese brillo que tiene, deslumbrando al sol. Si me pongo un chaleco de emergencias fosforito y reflectante se me vería menos. Ahora lo que si os aconsejo a los que estéis considerando la posibilidad de apuntaros a la técnica del parche es que penséis muy bien donde os lo ponéis. Los de fumar deben colocarse siempre en el torso, jamás de los jamases en partes inferiores. Tampoco a la altura pecho ni a la altura estómago, así que nos queda espalda y brazos. Yo por razones impepinables que he decidido que no vienen al caso, no puedo colocarlo en la espalda tapada con ropa, y decidí ponérmelo en el brazo izquierdo parte de muy arriba. Es importantísimo que la piel esté limpia y seca. Esto es una tarea titánica e imposible cuando se trata de un cachito de plástico que no transpira, porque es acercarlo al cuerpo, con los calores que nos traemos a estas alturas de año y comenzar a sudar la zona como una cochina. También hay que considerar que el brazo es una parte del cuerpo movible (y en mi caso mucho). Dos horas después yo me desenvolvía por los quehaceres de mi vida con el parche medio despegado agarradillo con un hilo de goma laca nicotinada. Llegando el medio día me fui al Carrefour a comprar actimeles para mi niña. Cuando volvía en el coche me percaté de que mi brazo carecía de parche y no me dió un patatús de milagro porque me sale casi a cuatro euros cada uno así que no estamos como para andar tirándolos. Afortunadamente y ya en casa me percaté de que el parche había caído dentro de una bolsa de la compra y pude recuperarlo pegado a una lata de berberechos. Me dio un subidón y una alegría, la verdad, que me lo volví a poner pasando tres kilos y medio de aquello de la higiene, yo dí por hecho que la lata estaba limpia y que las ratas de los almacenes de los centros comerciales solo se hacen pis en las latas de Coca Cola justo en la zona por la que se bebe. Eso sí, después de esto tomé mis precauciones, cogí una goma del pelo y la pasé por encima del parche, para asegurarme de que acababa el día conmigo y no se me caía más veces. A esas alturas del día yo ya era más que consciente de que aquello del parche cogido con una goma a la altura brazo de arriba, no tenía glamour ninguno. Si quería convertir la experiencia estética en algo que no fuera penoso iba a tener que esforzarme mucho, pero que muchísimo más. Dios mío, cada vez admiro más a la estilista de Carrie Bradshow. La noche la acabé muy bien, contentísima de haber resistido sin fumar nada de nada. A la hora cama tenía el brazo medio insensible por culpa de la goma y con una marca en la piel que si me hubiera esforzado un poco con un rotulador y mi creatividad hubiera parecido que me lo acababan de pegar al cuerpo. Me deshice de la goma del pelo. Imagino que al poco se me caería el parche. Al mucho rato me percaté de que no tenía parche en el brazo. Me puse a buscar el parche. Encontré el parche pegado en el muslo del íntimo que lleva más de tres años sin fumar nada de nada (por dios con lo que insiste el prospecto en que jamás se ponga por debajo del abdomen). Lo recuperé discretamente y sin que se despertara (esto en su caso no tiene ningún mérito, él no duerme: entra en coma) y ya no me lo volví a poner porque al fin y al cabo y hasta la fecha yo nunca he fumado dormida. No lo tiré directamente por si a media noche me entraba la desesperación, solo por ese por si acaso lo dejé en la mesilla a mi vera verita vera. Esta mañana me he despertado pletórica, celebrando mi primer día sin tabaco. El íntimo me ha explicado que este es otro síntoma del proceso: la alternancia de estados de euforia con los de mala leche. Yo asustada (porque me da muchísimo miedo que a mi me aqueje eso del mal carácter, que yo soy propietaria de un carácter muy muy majo desde siempre) he pedido información sobre los ataques de mal humor y sobre todo sobre la duración de la manifestación del síntoma. Según el íntimo eso nunca se pasa una vez que dejas de fumar (pero sospecho que esa es una excusa suya para justificar que a veces se ponga pelín indigesto) según mi amigo Pablo, que también lleva unos cuantos años de vida doméstica sana tras haber sido un golfo de antología, esto dura una semana. Y la verdad es que mi amigo Pablo es un encanto. También he preguntado cuando se pasan las ganas de fumar, y en eso todo el mundo está de acuerdo: nunca. Y oye si que me ha dado un poquito de angustia… He preguntado a mis queridas compañeras de trabajo (e incluyo a la Cruela en lo de querida) si se me notan actitudes asociables al mal yogourt y me han dicho que no, Cruela ha especificado que no se me nota porque no hablo (pero eso es porque estoy escribiendo) y que mira que bien que si además de dejar de fumar, dejo de hablar va a ser la leche (siempre que puede hace proselitismo de lo pesadísima que le resulta mi extraordinaria capacidad de comunicación oral. Yo pienso que va a ser envidia de mi talento). Pero de momento yo sigo feliz y contenta, con mi parche adherido al homoplato justo debajo de la tirilla de mi sujetador para que no se caiga (¿habéis visto que bien pensado?). Tengo unas ganas de fumar que para qué, porque sospecho que los parches no te quitan el mono, no, solo tienen una función absolutamente disuasoria: cualquiera se arriesga a la calada que te puede llevar a un infarto, sería algo así como la calada rusa. Esta mañana Cruela le ha preguntado a su C, hablando a voces de mesa a mesa con la mía de por medio “¿Y Menganito X (vamos a respetar su anonimato), siempre dijeron que su ataque al corazón lo habían provocado los parches de nicotina que se puso para el avión?”, su C, muy majo a respondido “Cruela, que era yonki”, pero Cruela ha insistido “si, también, pero fueron los parches…” Con lo cual yo ando evitando hasta a los fumadores que me encuentro por la calle. Por si acaso. Y eso sí, me he gastado tres euros en chuches: veinte chupachupses (por seguir la técnica de Cruyff), veinte regalices con pica pica (que es la única chuche que a mi de verdad me gusta), y diez chicles (para tener la boca ocupada en los casos de mayor desesperación)… yo lo que sea con tal de ir aguantando el tirón, que no haya falta de empeño y voluntad. Ahora sospecho que todo lo que consiga ahorrar con el tabaco me lo voy a gastar en dentista. Pero chicos, me veo en el camino. Por fin, quien lo iba a decir en mi vida, estoy dejando de fumar. No sé que voy a hacer ahora con lo del cáncer de garganta… P.D.: Gracias a todos/as por vuestros mensajillos de ánimo. Cruela, contigo no tengo palabras, para que veas, que sí, que estoy dejando de hablar-te. Vale, sí tengo palabras, y no, no puedo dejar de hablar, que los parches tampoco hacen milagros: el inti dice que últimamente cada vez que hablo sube el pan. Pues eso. Si antes dedico un post a mi placer con el tabaco antes me lo quitan. De hecho no pienso hablar de sexo hasta que no se me pase la racha del Karma chungo. Dina cariño, no tengo mucha fé en eso de conseguir ahorrar nada, si algo sé a mis treinta y cuatro añitos es que lo mío es vocación de gasto, que no de ahorro. Mil gracias por tus lindezas, como siempre, eres un encanto. Marc y Pandora, hermosos, no me suele salir mucho eso de ponerme de mala leche. De hecho les hay quienes dicen que yo no sé pegar un grito, que tampoco es verdad, lo que pasa es que yo los gritos los suelto dar en bajito y para dentro, pero dudo mucho que me ponga a atizarla a la Cruela con la grapadora en la cabeza, si no lo he hecho hasta ahora… Y Shadow corazón: ya ajustaremos cuentas tú y yo en privado.

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