jueves, 4 de octubre de 2007

DEJAD QUE MI COCHE ESTÉ COCHINO, POR FAVOR

Al principio de mi inexperiencia como conductora yo pensaba que era importantísimo que el coche estuviera limpio, porque eso era lo que a mi me habían explicado en la autoescuela y yo siempre he sido una alumna muy aplicada. Pero entonces el Inti me dejó su coche Vernon que estaba bien guarrete, (él es uno de esos especimenes humanos que cree firmemente que lavar un coche lo encoje), y yo me dispuse a acondicionarle por dentro y por fuera, como una atención especial con él, y una manera de proteger mi salud: limpiando por fuera para evitar los inevitables accidentes que provoca la conducción en braille y limpiando por dentro para evitar la inevitable infección por culpa de cualquiera de los virus fauna que allí dentro se hubieran sentido tan a gusto como en mi nevera cuando yo regreso de vacaciones. El momentazo ese túnel de lavado os lo conté en otro post y a mi todavía me provoca pesadillas. El momento recogida de achiperris interiores me puso al día de detalles de la vida privada del Inti por la parte de península esa en la que no le había acompañado yo. Y en lugar de sentirme bien que te cagas por ejecutora del detalle y la buena acción, me sentí más bien cotilla e indiscreta asumiendo tareas que desde luego no eran cosa mía. Vamos, casi como si le hubiera leído el diario.

Pero pensé que eso me pasaba por limpiar el coche ajeno y aprendí la lección sabiendo que no debería volver a hacerlo nunca más y punto, que el coche es de su amo y tiene que ser él quien se ocupe de mimarlo.

Entonces llegó mi coche propio, mi Luisi, cochina también que te mueres después de haber acogido durante meses al ecosistema de la Esteban y su fauna variada, y como mi Luisi no era ajena, que era mía, me volqué tranquilamente en dejarla reluciente con el estropajo, la toallita y el mini aspirador a pilas. Sin percatarme me dejé la radio conectada y sin volumen todo un fin de semana, consecuentemente agoté tooooda la batería y el lunes siguiente tuve que llevar a mi hija al cole en taxi. Así que de esa segunda experiencia aprendí, que por dentro jamás de los jamases, never del todo, se debe limpiar un coche por dentro, ni propio ni ajeno, y si te descuidas, ni siquiera de atrezzo.

Y no he vuelto a hacerlo nunca más.

Ayer tenía que hacer una visitilla profesional (mía de mi profesión) a una hora tempranísima en la que no me daba tiempo ni a pasar por la oficina, así que dejé a mi retoño en el cole y arranqué mi Luisi en dirección a casa del cliente. Llovía a mares y la radio avisaba de atascos y balsas de agua por todas partes incluso por la mía, pero nada, a mi me gusta conducir, y me pareció un reto más como otro cualquiera. A los dos segundos no veía ni torta porque todo estaba empañado. Activé el chorro de aire caliente para la luneta, que en otros coches (Vernon, Grison) no tengo ni idea de donde está, pero en la mía y a estas alturas, pues sí. Pero yo seguía sin ver ni torta. Pasé la mano por el parabrisas por dentro (obviamente) para hacerme una ventanita y la mano se me quedó negra tizona que luego no sabía donde ponerla. Pasé una esponja gris de estas antivaho y la esponja siguió gris aunque más oscuro y el cristal siguió igual de cochino. Finalmente tuve que conducir con las ventanillas bajadas (las dos) porque ni el barro de dentro ni el de fuera me dejaban ver los carteles, y no sé ni como, porque no puedo especificar ni qué cartel ni en qué punto no ví, sin darme cuenta acabé metida en plena M30 (nunca más lejos de mi objetivo) a medio kilómetro por hora durante una hora de reloj que es lo que tardé en recorrer un trayecto que debía a ver sido de cuarto de. Finalmente decidí que mejor llegar calada a mi objetivo que a Baracaldo por ejemplo (que oye, tiene que ser un lugar precioso, pero que no era el día para ir porque ya tenía yo otros planes…).

Esta mañana el Inti no estaba motorizado, y tras dejar a mi niña en el cole (el reparto habitual) he continuado con el reparto extraordinario hasta su casa. Y nuevamente no veía ni torta, unas veces por culpa del sol, y otras por el vaho del frío y el barrillo ese que mi Luisi lleva por dentro. Pero como yo a esto ya me he acostumbrado más o menos, si no llueve como que ni me importa. Pero el Inti, el de la teoría de que lavar encoge los vehículos no está acostumbrado a tanta tensión recién levantado, y tras deformarme la maneta de la puerta por la presión incontrolada de sus dedos, me ha recomendado muy seriamente que por Lenin lo lavara. Pero ya os digo yo que ni por esas pienso hacerlo.

Porque hace unos días, el Inti también, dejó el Vernon (que sigue durmiendo aquí en mi calle con sus ojitos tristones) como vehículo de sustitución a un compañero lucero que tenía su coche propio malito e ingresado en un taller. El compañero lucero lo usó y pensó lo mismísimo que yo cuando el Inti me lo prestó a mi por primera vez: que lo prudente para su salud era limpiarlo. Pero este compañero se ve que es mucho más experto que yo, y decidió dejarlo en manos de profesionales muchísimo más asépticos al no conocer detalles de la vida del propietario (dios, lo que habrá visto esta gente en tantos y tantos coches, no quiero imaginarlo…). Así que cuando un par de días después volvió a dejarlo aparcado donde estaba, en mi barrio, el coche relucía tanto, que yo misma pasando delante de él tardé tres días en verle.

El caso es que el domingo pasado, bajé a la tienda de la Rosi, (un colmao de mi barrio que abre todos los días y tiene de todo, como una tienda de chinos, pero gestionada por una mujer de la patria, mayormente de Vicálvaro) a buscar pan rallado y pan sin rallar para un cocidito familiar que se celebraba en un par de horas en mi casa (el pan rallado es para el relleno, que a mi me sale muy rico). Y la Rosi que siempre tiene de todo, resulta que esta vez tenía falta. No hice crisis: revisé en mis bolsillos, me encontré la llave del Vernon, y pensé, “bueno, mira, le doy una vueltilla y me acerco a la gasolinera que siempre tiene de todo”.

Distraída y pensando en mis cosas me aproximé al coche. Metí la llave en la cerradura. Hizo chas, chas. Abrí la puerta, puse el primer pié (y era el derecho) dentro del coche y como el Vernon que es amplísimo, no tiene alfombrilla en el suelo del conductor porque siempre se desplazaba y se enrollaba con los pedales, pues pegué una patinada bestial que me hizo improvisar un espagar brutal y alucinante que casi me saca por la otra puerta del copiloto. Afortunadamente estaba cerrada y eso me retuvo. Pero por Lenin el golpe que me dí.

Y es que resulta que los profesionales disponen de un spray oleaginoso que sirve para dejar las superficies plásticas brillantes como nuevas y oliendo a limpio, y se vé que estos profesionales eran de los concienzudos y lo aplicaron por todas las partes plásticas del Vernon sin dejarse ni una, que es tanto como decir, todo el coche salvo tapicería.

Total que yo hoy tengo una visitilla rutinaria al ginecólogo y no me siento ni capaz de separar las piernas para ponerlas en el potro: ¡virgen santa! la distensión que tengo en la parte donde las piernas se unen obra y gracia de mi brusca filigrana al entrar al coche. Y a ver como le explico yo a mi ginecóloga que mi lesión no es fruto de mis alardes ociosos sino culpa y requeteculpa de un coche hiperlimpio, porque aunque yo bien sé más que de sobra y tengo bien tatuado en mi subconsciente ya para los restos, que los coches no se deben de limpiar jamás por dentro, hay un montón de ignorantes que todavía no lo han descubierto.

(¡ps!, José B, este texto no llega a dos páginas).

2 comentarios:

BACCI dijo...

Irma, mi yari sufre en silencio desde q le coloqué el mamotreto de silla del baby y me dediqué a mejorar los viajes a base d juguetitos, libritos y, sobretodo, palitos y galletas. Imagina los restos acomulados en dos años y te harás una idea. Porque no, ni el primer año lo he limpiado por dentro, eso sí, antes me encantaba pasar por el tunel xq tenía vales gratis. Desde q se me acabaron el coche ha pasado de un verde inglés a un marrón mierdi. Por suerte de vez en cuando se lo presto a mami q suele pensar como el amigo y me lo lava. Yo lo agradezco en el alma. Ayer no me cogió el chaparrón sino las gotillas guarras del chimichurri previo lo que, añadido al polvo q acomulaba dan un resultado.... q da pena vaya. Pero la semana q viene tengo ITV, casi me espero a después para lavarlo

Anónimo dijo...

Yo creo que eso nos pasa prácticamente a todas: al principio nos gusta tener el coche limpito y reluciente y después, pues lo vamos dejando, lo vamos dejando hasta que ni vemos por el parabrisas. Y eso que yo ya hace mucho que pasé por la época que dice Bacci... había gusanitos hasta debajo de las alfombrillas!!

Además, yo cada vez que he ido a ver a mi madre y lo he llevado limpito... me lo han rayado, así que lo suelo llevar guarro para que nadie se fije en él, vamos que pase desapercibido con el color del asfalto... y eso que el coche es azul!!

Besitos!!!