lunes, 27 de noviembre de 2006

EN ESTAS FECHAS, LA REINA Y YO

Hola. Ultimamente tardo un poco en colgar post porque estoy liadísima con mi vida propia particular, y claro, me queda poco tiempo para lo lúdico, que al fin y al cabo es lo importante. Esto es porque andamos ya en vísperas de estas fechas tan señaladas por el Corte Inglés, que a nosotras, madres sin pausa nos duplican la jornada: Las Navidades.
Yo soy creyente de pocas cosas. Cruela diría que yo profeso del horóscopo, (es que una es una Piscis muy Piscis) pero que va, últimamente ando de lo más descreída por puro aburrimiento. Otras temporadas me he comprado el especial con las previsiones para el curso entrante, y además lo he guardado durante todo el año para ir comprobando la tasa de errores y aciertos (soy magnífica con la estadística ¿a que sí Íntimo?) pero este año voy a un ritmo en el que me han pasado a mí las previsiones de por lo menos cinco signos distintos y todas de golpe, y el librillo se me queda como soso. Fíjate, Cruela, yo creo que esta vez ni siquiera me voy a comprar el especial “Previsiones para el 2007“, para que veas. En fin, que ya soy descreída de casi todo, y desde luego soy de lo más atea para lo de las religiones estándares, pero eso no quita que llegando a estas fechas una se trague su agnosticismo militante y su republicanismo de toda la vida y se líe a hacer gestiones y más gestiones para facilitar el curro a SSMM Los Reyes Magos y a Santa Claus. Es llegar noviembre y empezar el frenesí de recopile de catálogos de Carrefoures, Alcampos y Toysarases, y toda la tarea de corte y confección. Porque mi niña será marciana, pero es lista como su madre, y el primer año que tuvo edad para hacer La Carta, como todavía no sabía escribir, me dictaba sus voluntades y yo las escribía. Aun así, y por si acaso dibujó cada uno de los juguetillos en cuestión, pero resulta que SSMM aprovecharon que su técnica se parece más a la de Miró que a la de Antonio López y le trajeron aproximaciones a sus deseos (normalmente en versiones pelín más económicas), con lo que a partir del año siguiente depuró la técnica y decidió que sí, que me dictaba La Carta, pero que además iba a recortar del catálogo y a pegar la foto del juguete de sus amores, para que no hubiera dudas, y doy fé de que SSMM se han acojonado un poco y que intentan ser bastante fieles a las demandas. Total, que yo recopilo catálogos, y mi niña los desmonta completamente recortando todas, absolutamente todas las fotos separándolas de los precios. Después mientras ella duerme yo cotejo los costes de las ilusiones de la infancia con un segundo catálogo que he guardado para mi sibilinamente, y como sin querer, ya se me pierden algunas cosas. Esto del segundo catálogo, lo he aprendido después de que el año pasado intenté adjudicar los precios a ojo, por pinta, por marca, y no acerté ni uno, que hay que ver qué precio tiene el “plastiqué“ como se nota que lo sintético sale todo del petróleo. De todos modos, os digo, ninguna ilusión (salvo la Barbie a secas, que no trae nada de nada, y el Exín Castillos, que es la leche en la tele pero luego en vivo ni encajan las piezas) viene a bajar de sesenta euros. El siguiente paso es agrupar en cinco categórías las fotos, a saber: Barbies y primas, muñecos bebés y sus accesorios, animalitos varios a pilas o sin ellas, legos y playmobiles y la última: educativos. Aprovechamos y en este reparto ya hacemos la segunda criba. Después toca contar las casas de familiares y amigos que tienen mano con los generosos monarcas y el vejete de los renos, y hala, un pedido por casa. Esta última selección es ardua porque hay que reducir los cienes y cienes de recortes a seis o siete y le dedicamos varios días de negociaciones que ríete tú de los sindicatos y de la patronal, porque yo siempre intento asesorar a mi niña de manera muy sutil guiándome por un par de filtros: A) por dios, que no sea demasiado caro (porque los Reyes Magos de mi casa vienen de Palestina, no de Israel, y de verdad que creo que un año de estos me va a tocar pagarles hasta el alquiler de los camellos) y B) que no sean demasiado grandes. Todos los años considero pedir yo a los reyes un accesorio de almacenaje de la sección de Ikea, para todos los juguetes nuevos, pero todos los años acabo pensando que qué narices, que para un regalo bueno que me toca al año, no lo voy a malgastar en chorradillas prácticas. Este año me he pedido unos zapatos rojos tipo Dorothy Gale (la del Mago de Oz, la película, no el grupo, aunque ahora que lo pienso, al cantante también le pegan) todo lentejuelas y brillos, pero con taconazo, que es un deseo obsesivo que yo tengo desde que vi la película años ha y que aun no he conseguido cumplir. Por si acaso, dado los años que ha que los busco y sigo sin ellos, he dado la opción del Ipod aunque sea el nano. Lo digo por si mis lectores quieren hacer una colecta... Ya sé que yo me disperso con facilidad, pero aprovecho aquí para hacer una reflexión a todos aquellos que no creen en el regalo por decreto en fecha pactada y creen en la libertad de regalar cuando les apetece sin más y lo justifican diciendo que es que ellos disfrutan regalando cuando quieren, sin ninguna razón, sólo porque sí. Bueno, pues que sepáis que yo si creo en el regalo por fecha, porque tengo más que comprobado que o bien todos los expontáneos son unos roñicas, o bien yo nunca les motivo a que les apetezca regalarme nada, y de verdad que para ese menester soy de lo más fácil. Así que yo no exijo nada del tipo desodorante impulso, ni detallitos por “san quieros”, pero hay mínimos que son Navidades y cumple que para mi son sagrados y de obligado cumplimento. Vamos, que mi experiencia me dice que o me regalan en esos dos días, o no me regalan en ninguno, y a mi, como a todo el mundo, me hace muchísima ilusión tener cosas bonitas sin gastarme yo las pelas que tanto me cuesta ganar. Ah, y por mucha ilusión que me haga que en un momento dado pienses en mí, Íntimo, los jabones de los hoteles y las alpargatas de las despedidas de soltero no cuentan como regalo expontáneo y currado, (y no me malinterpretes, sigue trayéndomelos, que me vienen de perlas, a ver si ni siquiera me va a tocar eso) y aunque la botella de Martini podría valer, no sé porqué le veo una segunda intención, que aunque te empeñes ¡NO ERES CLOONEY!. Vamos, no es que yo quiera que me pongas el piso, lo digo sólo para informarte. Es como lo de la tienda de campaña. Esa guárdala para la segunda cita (o para romper), para la primera, llévate a las chicas aunque sea a la casa de tu madre, que siempre te dará mejor resultado. Y esto vale no sólo para mi íntimo, esto vale para todos los íntimos del mundo, que últimamente me tenéis un nivel que deja pelín que desear. Para lo de los regalos provenientes del género masculino, la verdad es que yo siempre he tenido muy mala suerte. Mi ex se paso el último año de nuestro difunto matrimonio siendo generoso, generoso y esto era rarísimo en él porque es tirando a prudente económicamente (por no decir directamente que de los “del puño prieto“), me regaló hasta ramos de rosas y todo, y yo, con el buen humor y la coña que me caracteriza iba diciendo a todo dios que mi marido estaba irreconocible, que yo creía que tenía una amante. El día que comuniqué que me divorciaba porque mi actual ex se largaba con otra, mis amigos no sabían si descojonarse o llorar conmigo. Bueno, volviendo al tema. Como os decía, las navidades le ponen a una en contradicción con sus principios, ya no solo del tipo teológico o monárquico. Por ejemplo, yo siempre he tenido mucha manía a la muñeca Barbie como concepto, venía a representar todo lo superficial del mundo y encima en versión americana de los Ángeles, vamos, lo peor. Pero ahora me veo animando a mi niña a que se la pida a los reyes sólo porque cumple de lujo mis dos premisas: A) es barata dentro de lo que se ve por los súper y B) me cabe en cualquier bolso, hasta en los de ir mona. Aunque debo decir que ahora de mayor estoy empezando a mirar con otros ojos a esta muñeca, porque hay que ver como se lo ha montado. Veamos: Barbie siempre está de vacaciones, tiene caballos hasta para tirar de sus carrozas, caravanas de ensueño, casas alucinantes, salones de belleza, guarderías, pizzerías... Es decir, negocios de todo tipo. Estuvo muchos años saliendo con un tal Ken, pero creo que nunca llegaron a casarse (sabia decisión) y desde hace ya algún tiempo se la ve en plan promiscuo con otros maromos (imposible contarlos), ninguno de ellos baja del nivel del príncipe azul y ninguno le dura dos navidades. Y vale que al principio el coche lo tenía Ken, pero ahora ella tiene moto (scooter y Harley), descapotable... Yo creo que esta chica es Paris Hilton en más plástico que ella. Barbie tampoco ha tenido que trabajar nunca y mira qué trapitos me lleva, no hay diseñador relevante al que no le haya tocado hacerle un modelito exclusivo, que a alguno le han tenido que rechinar los dientes... En fin, que no es una mala opción para pedir a los reyes al fin y al cabo. Porque afortunadamente los tiempos han cambiado y ahora a las mujeres se nos valora por lo que somos, tenemos reconocimiento social, trabajamos siempre con la misma remuneración que los hombres, optamos a los mismo puestos aunque sean de responsabilidad y en la pareja las relaciones son equilibradas, de igual a igual en absolutamente todos lo planos (¡dios, que me troncho!). Yo trabajo en un gremio donde mujeres se ven una o ninguna, todo es testosterona, y no, no es la construcción, pero en el tema oral son muchísimo más burros. Lo que tiene llevar tantos años en esta profesión es que ya no se cortan porque estés delante. Bueno, pues las tías seguimos dividiéndonos en dos categorías sencillas: callo malayo o polvo que te cagas. Es la leche, pero fijaros, los parias de la tierra, los más desfavorecidos socialmente siempre han sido las minorías en tierra de mayorías: negros, gitanos, judíos, moros... Pues existe una subcategoría que no es minoría nunca pero que todavía está más jodida y a la que machacan también las minorías jodidas: la mujer. Yo tengo abuela, pero también autoestima, y me siento inteligente, divertida, buena persona, sé que tengo sentido del humor, mentalidad abierta, que soy fuerte (como mínimo resistente e inasequible al desaliento),optimista, segura y responsable, y bla, bla, bla. Bueno, pues esto lo apreciamos mis amigas, mi familia y yo. Para el resto del mundo, y fundamentalmente el masculino, frecuentemente es un bla, bla, bla que hasta puede llegar a desmerecer el hecho de que puedas estar buena. Para una brutal mayoría de hombres es como el tuning de mi Luisi. No sirve para nada, y a veces molesta. No lo digo sólo por mi experiencia de la que una intenta aprender, pese a que aun siga sorprendiéndome con eructillos mentales de diversos íntimos que una sabe inteligentes, lo digo también por mis amigas, mujeres estupendas todas, y que como yo, tienen colecciones de cafres a sus espaldas. Y es que todos venimos de una educación con mucha carencia. Para tratarnos, no venimos enseñados. Cerolo (Pedro), decía que las mujeres esperamos un hombre que no ha nacido y los hombre una mujer que se ha muerto, y que va a tener razón...Pero yo tengo fé en ese tipo de mujer multitarea que cada vez somos más y que no sólo somos capaces de disfrutar y sentirnos bien con todo lo que tiene Barbie, sino que además venimos con el tuneado ese de dignidad, ideas claras e independencia. Por eso los fines de semana que tengo a mi hija miro la agenda del día del periódico e incluyo todas las manifestaciones rojeras que se tercien. Este finde por ejemplo hemos estado mi niña y yo en la que se ha hecho en la Puerta del Sol en contra de los malos tratos a mujeres. El día era un horror, llovía a mares, no había luz ni medios ni nada, porque todos estaban en la manifa de las Víctimas del Terrorismo de ideología pepera. Así que la concentración ha salido de aquella manera. Se intentó perpretar el acto simbólico de quemar conceptos representados en palabras del tipo “maltrato”, “violencia”, “agresión”, “asesinato” pero ni el fuego cuajaba ni se veía nada de nada. Ahora, que en estos casos vamos todas con la sangre a punto de ebullición, y a mi que me den una buena excusa para dar una buena voz. Desde el escenario las oficiantes decían la mala palabra en cuestión y toda la concurrencia gritábamos como unas exaltadas “a la hoguera“, “quémalo” y cosas así (dios como desestresan un par de voces, y qué quieres, otros gritan “Atleti“ o “Jerónimo“). Yo por supuesto le explico todo a mi niña con palabras sencillitas que le dejen nítidamente claros los conceptos, y sino está su abuela materna que en seguida coge el relevo, buena es ella (en los setenta-y-todos nos traía a casa pelotas de goma de los antidisturbios para que jugáramos mi hermana y yo que éramos pequeñas). Pero de verdad que lo del simbolismo y la hoguera, era para nota, y a mi se me escurría el paraguas, y ya estábamos como sopas... Total, que ahí ya me conformé simplemente con que se lo pasara pipa gritando, aplaudiendo cuando todas aplaudíamos y abucheando cuando todas abucheábamos (y además, yo pensaba en lo bien que iba a dormir esa noche, que es que una es madre pa’tó). En fin que a eso de las nueve y media de la noche, dimos por concluido el jolgorio, nos metimos en la Luisi, y hala, para casita. Una cada vez domina mejor el tema de las cuatro ruedas, pero la noche y la lluvia son situaciones que para mi todavía entran en la categoría de pa‘nota. Ya cuando se juntan las dos circunstancias, la cosa es cum laude. Para los que no os mováis por Madrid, existe un punto chungo de los miles que tenemos que es la salida del tunel de Atocha a la altura del intercambiador, justo donde se monta todo el cristo de cambios de carriles, porque uno siempre acaba donde puede, y nunca donde quiere y o te pones en plan Antón Pirulero y que sea lo que dios quiera o apareces en zampaculitos de arriba en vez de en tu casa. Pero vamos, que eso lo hago yo y lo hace mi padre (que le he visto) y todo el mundo mundial. Así que a seis por hora he bloqueado a otro coche que venía a cinco por hora. El coche bloqueado ha reaccionado como si llevara toda la vida metido en un atasco y viniera de pasarse toda la tarde alternando la planta cuarta del Corte Inglés con varias sesiones del Cortilandia rodeado de sus propios churumbles, (algo que algunas madres sabemos hacer combinándolo elegantemente con manifa progresista y sin perder ni el buen humor, ni la serenidad, ni el buen gusto que tenemos Britney Spears y la menda). Resumiendo, que semejante pitada y exabrupto el que me lanzó el tipo estresado, que yo creo que vió la L y le salió el energúmeno que llevaba dentro. Pero he aquí que yo, obligada por las carencias de mi Luisi, a la que le funcionan de maravilla todas las lucecitas y chorraditas del tuning, pero que falla en el tema de la luz interior y sobre todo de la luneta térmica, circulo siempre con la ventanilla bajada, porque como os he dicho mi Luisi no transpira y se empaña. En consecuencia, el improperio lo hemos oído mi niña y yo con toda claridad. Pero mi niña, imbuida por ese espíritu reivindicativo que una intenta inculcarla y con la excitación y los pulmones afinados por la experiencia feminista aun reciente, le ha respondido a voz en grito: “si gritas así a las mujeres te van a quemar en una hoguera”. Primero he pensado que a lo mejor se me estaba yendo un poco la mano con la educación equilibrada. Pero mira, qué narices, que con la edad todos nos vamos acomodando. Que empiece fuerte, para que le quede marcha todavía cuando llegue a mi edad. Que las de la generación de su madre nos desayunamos tranquilamente y sin darnos cuenta muchas faltillas de respeto que tenemos hasta interiorizadas como normales. La mujer sigue siendo tantas veces el objeto bonito pero inútil, y nuestras virtudes ser follables, o buenas madres, o limpias, y eso ya no vale. Cuando me divorcié La Esteban me dijo para animarme, que con mi culo no me iban a faltar hombres nunca. Pero como dice mi madre, con tu culo seguro que sí, pero con tu cabeza, se van a atrever pocos (madres no hay más que una, y en el caso de la mía es una verdad bíblica). Ojalá la generación de mi niña lo tenga más fácil que la nuestra y que a ellas las dé mejor resultado cuidar más la cabeza que el culo. P.D.: Este post de hoy va con dedicatoria: a Estrella que me ha dejado un comentario y que es otra gladiadora del hogar (¡ánimo valiente!). A Anuska, nena a ti que te voy a decir que tú no sepas, pues eso. A mi otra Estrella que es familia y que además de tener el culo más fantástico que yo he visto nunca también tiene una de las mejores cabezas que conozco (y van siendo unas cuantas): nena tu vales mucho. Y al Íntimo que tiene también un culo magnífico (chicas, a lo mejor un día cuelgo foto) y magníficas cabezas, aunque a veces todavía se líe con ellas.
Más P.D.: Soy consciente de que ni los hombres ni las mujeres traemos manuales de instrucciones, y que a veces hablamos idiomas distintos. Los tiempos van cambiando y normalmente las personas somos el elemento menos flexible. Un voto por la flexibilidad (que sirve para y mejora todo, os lo digo yo) y por las risas. Seamos burros, y ríamonos de nuestras burradas cuando nos demos cuenta, porque es que sino no va a haber manera de que nuestra especie continúe, que hay más bajas que altas (el tipo Mediterráneo) y no sabéis lo malito que está lo de reproducirse (o hacer como si). Besitos a todos y a todas. Íntimo, no pierdas nunca el humor, que es aun mejor que tu culo.

martes, 14 de noviembre de 2006

LA INOCENCIA DE LA INFANCIA...

Haciendo caso a mi médica, la Dra. House (saluditos, Ysae), me he tomado el fin de semana con relativa calma, así que me fui un ratito al cine a sentirme de nuevo como una niña viendo ese pedazo peliculón que es “Colegas en el bosque” y ponerme ciega a palomitas y Coca-Cola (sin cafeína). Por cierto, los que vayáis a verla, fijaros en el ciervo gracioso, se da un aire a mi amigo Melendi2.
A mi las películas infantiles de ahora me gustan casi todas (pero yo soy muy cinéfila, a mi también me gustan casi todas las adultas, excepción hecha con las de Swarzennegger que no estoy dispuesta a que me guste ninguna nunca por culpa de una manía personal: ¡qué mal me caes Gobernador!). Aunque solo un inciso: Sr. Hugh Laurie (también conocido como Dr. House), deje de hacer películas infantiles con papelones del tipo papá del ratoncito ñoño Stwart Little o de ladrón tonto de "101 Dálmatas: La película", porque para las madres del mundo usted tiene cierto morbillo (ni me lo explico, pero es así) y las madres del mundo vamos al cines con nuestros retoños, y nos está jodiendo el gustillo de los martes. Queda dicho.
A lo que iba: yo he sido una niña de España, y a la edad de mi niña había visto la cifra habitual de pelis de Disney de mi generación: una o ninguna. En mi infancia nos curtíamos con Marco, la abeja Maya, Yaki y Nuca, Mazinger Z, el Comando G, y esa exaltación para las hormonas que era el pedazo de maromo de Orzowey (que el otro día vi una reposición y me pareció un hortera de cuidado, pero bueno, también me chirrían los dientes cuando veo ahora una foto de Leif Garret, por no hablar de que a mi edad todavía no he conseguido mirar a los ojos a los Bee Gees setenteros). Creo que otra vez me estoy descentrando… A lo que iba. Las pelis modernas para niños están hechas pensando en sus progenitores (salvo excepciones sangrientas como Bambi 2). Así que son llevaderas y algunas circulan incluso entre los padres que no tienen hijos reconocidos, como es el caso de la saga Shrek. Pero además, tenemos también las otras, los clásicos. Con los clásicos, o lo que es lo mismo, las de Disney pasa una cosa curiosa. Todos las conocemos, pero no hemos empezado a verlas hasta que no hemos tenido niños. Y además, estas no son de ir al cine, son de electrodoméstico pequeño y tele. Así que son la moderna niñera que catatoniza a nuestros niños y nos garantiza un sinfín de momentos de intimidad y conversaciones intranscendentes, igualito que las habitaciones infantiles de IKEA solo que por el módico precio de veinte euros, y claro nos tiramos en plancha a ellas sin más ni más. Que tienes que hacer algo que requiere concentración y ausencia de niño: peli de Disney. Que tienes evento gastronómico familiar y el niño se aburre: peli de Disney. Que necesitas pero que ya una cabezadilla en el sofá: peli de Disney… Esto significa que para cuando nosotros empezamos a ver la primera peli de Disney con verdadera atención, nuestros niños ya la han visto quinientas veces, la han interiorizado y andan abducidos por su mundo de fantasía e ilusión. Porque es lo que tiene Disney que no molesta en la tele y no le prestamos la atención que deberíamos. Pero si analizamos bien el asunto, bajo ese bigotillo fino, y esos ojillos sonrientes, ese look que a mi me recuerda al difunto Dr. Iglesias Puga (¡cuánto ha caído el “Corazón de Temporada” desde que ya no estás con nosotros…) se esconde un peligrosísimo hombre muy astuto. Para empezar, si tu vas a una tienda de películas, como la FNAC o el Corte Inglés, a la sección de infantil, puedes encontrar una y sólo una película de las clásicas de Disney de toda la vida y todas las Bambi2, Mulán2, Peter Pan2, La Sirenita2… del mundo, pero que son una porquería que no interesan ni a los niños. Y no falla, la película de las buenas a la venta nunca, nunca jamás coincide con la que tiene enganchado a tu retoño. Porque los niños pasan por momentos Disney: tienen momentos Peter Pan, y ya no quieren ver otra cosa, y tu te dejas dinerales en alquilarla en el video club finde tras finde, porque ese año Peter Pan está descatalogado y lo único que se vende es Pocahontas. Entonces, por fin, unas Navidades reeditan Peter Pan con nueva remasterización y un segundo disco en el que se explica los términos del acuerdo prematrimonial con Wendy, la compras, y resulta que tu niña ha cambiado de fase radicalmente y ahora está en periodo Sirenita, que por supuesto también está descatalogada y vuelta al gasto del dineral en el video club (fuera de coñas, en el mío de cabecera solo existe la tarifa plana para las pelis infantiles). ¿Qué pasa al final? Que vas comprando todas, para que sea cual sea el momento Disney que tenga tu niña a ti te pille como mínimo preparada. Y un viernes por la noche estás descansada, te sientes moderna y estupenda y le dices a tu hija: “esta noche merienda cena con palomitas, que nos vemos tú y yo juntas tú película”. Y empiezas a analizar lo que vamos echando a los ojos de nuestros hijos, y a mi personalmente, es que se me ponen los pelos como escarpias. Yo desde aquí me pregunto, Sr. Disney ¿qué clase de infancia tuvo usted? ¿qué le pasó a usted con su madre? ¿no era buena? ¿y su mujer? ¿se reía de usted?. Porque lo de este hombre realmente es una obsesión. Veamos: La Cenicienta: de entrada la pobre no tenía madre, y su padre, como ya se explica, una bellísima persona, se casó con una madrastra que le tenía absolutamente engañado y ni siquiera podía sospechar a qué clase de explotación tenían sometida a su hija (por cierto, en qué trabajaba este hombre que no estaba nunca en casa… o es que trabajaba hasta muy tarde… a lo mejor, la madrastra también era una víctima que estaba harta de las excusas del marido y era una pobre mujer frustrada y enferma, que no creo yo que en la época del príncipe azul el divorcio estuviera muy bien visto…). Otro caso: Blancanieves, aquí el buen padre que también vive en la inopia se casa en segundas nupcias con otra excelente mujer que le tiene absolutamente engañado, pero bueno esta al menos es mona, y en fin, aunque se gasta una pasta en cosméticos (porque ese espejo embellecedor debió costarla un dineral) por lo menos se lo puede permitir porque también pagan servicio doméstico, así que esta niña al menos vive en un palacio de un buen barrio residencial (lo que sería ahora el chalé en la Moraleja, digo yo) y no tiene que currar limpiando la casa. Pero esta madrastra con defectillo, contrata a un asesino a sueldo para que liquide al retoño. Después ya sabemos el resto: una ya no se puede fiar del servicio, y ella misma tendrá que encargarse personalmente del asunto. Seguimos. La Sirenita: no tiene madre. Pocahontas: no tiene madre. Mulán: no tiene madre. Otra: a la madre de Dumbo la encierran en el vagón cárcel por loca. Con la edad este señor Disney aun se radicalizó más, y así a la madre de Bambi directamente se la carga en escena. Geppeto, listo el hombre, angustiado en su deseo de ser padre, buscó el camino más sencillo: se hizo un muñeco de madera (Pinocho) y venga a rezar a la estrella azul para que transforme el cacho de madera en niño, vamos, lo que haría cualquiera, lo que sea antes que el método tradicional. Pero sí hay una excepción, hay una peli en la que sí sale una madre: Los Aristogatos. Aunque pensemos, esta gatita no deja de ser una madre soltera con tres niños (¡en aquella época! ¡qué pedazo escándalo!) que la primera vez que sale de su casa aprovecha para liarse con un gato bohemio y casquivano, de una reputación imposible, del arrabal ni más ni menos y que no parece lo mejor y más recomendable elección como ejemplo para estos niños pijos. Aunque no se hace extraño porque desde el primer momento queda claro que esta no era una madre con muy buena cabeza. Disney es peligroso para la imagen que nuestros hijos pueden hacerse de nosotras mismas, madres del mundo. Su poder es grande. Acordaros de Pixar, gran compañía con títulos del calibre histórico de Toy Story y Monstruos S.A. La compra Disney y ¿que cual es la primera película que hace? Pues buscando a Nemo. Sin ánimo de destripar argumentos, a la madre se la comen en el segundo fotograma. Nuestra infancia fue más sana. Yo la primera vez que fui al cine de pago debió de ser para ver los Goonies, y a partir de ahí, pues la educación indiscriminada, con trece años lo mismo te tragabas Top Gun, que la Chica de Rosa, que los Gremlins, que Flash Dance, que Holcausto Caníbal… lo que tocara en la sesión de las cinco. En fin. Que yo he tenido siempre mucho cuidado con que mi hija no viera el telediario (no me parece un programa apto para menores, y a veces ni siquiera yo tengo suficiente estómago, francamente), pero teniendo en cuenta la educación que la he ido dando, casi, casi me parece hasta inocuo. Y por lo menos el malo es Bush, y no su madre (la de mi hija, no la de Bush, que bastante tiene la pobre con lo que tiene en casa), que en mi caso soy yo, y está empezando a preocuparme…

martes, 7 de noviembre de 2006

HASTA LA MANZANA SANA TIENE UN GUSANITO DENTRO

Ayer os dejé contándoos mi firme deseo de pasar el resto de mis días comiendo lechuga en un sofá con una manta como máxima actividad de riesgo. Bueno, pues no me hagáis ni caso, eso era fruto de la post resaca, pero vamos, que ni de coña, y que la Obregón y yo andamos todavía a treinta años de distancia. Que borro lo dicho. No seré single, pero vive dios que no estoy muerta (por lo menos aún), no como la Obregón, que ella si lo está (televisivamente hablando, claro).
La culpa de que haya vuelto a ver la luz la tiene mi médica. Yo vengo un tiempo sospechando que ella lee mi blog (Ysae ¿no eres tú verdad?). Ayer volví a una visitilla de esas rutinarias para que me controlen el estrés, del tipo analítica, y esas cosas. Me miró con cara cachonda y me dijo: pues es una pena, pero te voy a tener que quitar todo, a saber: Coca-Cola, tabaco, alcohol, sal, grasas, mariscos… y no se atrevió a quitarme la Luisi y el íntimo para no delatarse del todo. En fin que vino a quitarme todo lo que yo juro que voy a dejar cada vez que me levanto con palpitaciones y/o sarpullido. Pero cuando el domingo noche y lunes por la mañana yo seguía jurando a mis muros de lamentaciones habituales que se acabó, que para mi se han terminado las cervecillas y derivados… lo hacía convencida y con el mismo sentimiento con el que Scarlata coge un puñado de tierra de Tara y pone a dios por testigo, pero también consciente de que según lo digo empieza a crecerme un poco la nariz, porque forma parte del teatrillo de la resaca y ni una ni los demás pienso que a estas alturas se lo crean del todo (en mi caso lo de crecer la nariz es literal, obra y gracia del herpes). Yo soy muy dramática, pero también muy débil ante mis debilidades. Cuando estoy en pleno éxtasis O'hara me pongo de lo más intensa, y esto es agotador, a mi me encanta el cine pero nadie aguanta tanto tiempo en una película de Godard, y yo jamás he sido capaz de ver una película entera de la Nouvelle Vague. Vengo a aguantar más o menos de diez minutos a un cuarto de hora (tres si me hecho una cabezadilla). Pues lo mismo me pasa para lo mío, la fase "dios mío, dios mío" (y que conste que soy atea) me dura poquito porque en seguida me aburro, y vuelvo a mi profunda vida superficial, que es lo que yo siempre he querido ser de mayor. Esto significa que el domingo yo no quería nada más que de morirme, y de paso matar al íntimo (para no dejar flecos sueltos...). Ayer ya solo quería matara al íntimo (total si no quedan flecos sueltos...) y hoy, pues nada, hoy con la Luisi al cole y a comprar dos chándals para mi niña, uno para reponer el de la aventura del secado con plancha y el otro, para tener que hacer menos coladas, que eso también es salud. En ese estado de felicidad y estrés en calma chicha que a mi me caracteriza, he llegado hoy al ambulatorio, conduciendo feliz mi Luisi, regodeándome en el chas-chas de la cerradura, (o sea disfrutando de nuevo la satisfación de las pequeñas cosas) convencida de que en el centro está la virtud (salvo en política que el término virtud no lo trabaja) y que una puede comer ensalada pero haciendo pic nic, no tiene porque ser en el sofá. Y entonces mi médica me suelta semejante fresca (así sin anestesia ni nada). Creedme, se me ha venido el mundo abajo. De pronto ha pasado toda mi vida por delante, al menos la lúdica, porque no me creo que en ese momento del túnel de luz y los últimos minutos, nadie los pierda imaginándose en un mitín de Almunia, por ejemplo (aunque sabe dios, porque existen muchas parafilias): me he visto comiendo ostritas en Lavapies con la cañita de espuma fina que según te la bebes, va dejando el vaso blanco. Ese corderito asado bien acompañado con vinito de la ribera y lechuga, a partir de ahora tendría que conformarme sólo con la lechuga y ni siquiera mojar el pan en el aliño (os juro que empiezo a estar más que harta de la ensalada). Me ha empezado a entrar el pánico cuando el chuletón casi crudo ha pasado corriendo por delante de mis ojos seguido a toda la leche por el bloc de foie y una copita de Juve i Camps medio desvanecida. Me he puesto lívida y hasta me ha dado un bahído. El corazón se me ha disparado y he mirado aterrada a mi médica. Con un aplomo odioso, ella me ha mirado, y me ha dicho, "vale, veo que eres consciente de la gravedad del asunto". Yo porque no pareciera que me importa más el remedio que la enfermedad, la he preguntado "¿y que tengo? ¿es grave?" y tan tranquila me ha espetado "acelere y cierta post adolescencia. O te cuidas, o la próxima vez que vuelvas te prohíbo todo, y va en serio". Justo ahí es cuando he sabido, que no sólo lee mi blog, sino que encima se lo ha enviado mi madre.¿O quizá lo ha dicho por mi camiseta de la Pantera Rosa?. He salido más cabreada que una mona del centro de salud. Como sabéis todos, yo tengo el corazón muy frágil, y no puedo resistir muchos sustos como este. A ver, una cosa es que una sospeche que necesita entrenamiento antes de aventurarse en el intrépido mundo del single (¡cuánta razón tiene Luis, como se nota quien está curtido en ciertas lides!) pero otra es que a mis treinta y nada vaya a tener que pasarme el resto de mi vida cumpliendo mis propios juramentos, como dice mi Cruela, "vale, tu misma, pero menudo rollo". Aun así, cuando un médico se te pone en este plan, te juro que te acojonas, y hoy por si acaso no he tomado Coca-Cola (mi jefe me ha contado hasta cuarenta bostezos y entonces ha dicho: "se acabó, voy a enviar una queja al Insalud", pero la Cruela que tiene mucha mano izquierda y métodos sindicales eficaces, le ha echado una mirada tierna de las suyas propias y le ha retenido justo a tiempo). Con lo que sé que no puedo es con lo del tabaco, por lo menos en esta primera fase, lo del alcohol, sí porque el drama aun está muy cerca, y porque total, tampoco bebía nada trece días de cada quince... Pero como el subconsciente es sabio me he olvidado mis Ducados en la oficina, así que mientras escribo este post ando intentando fumar un purito de los de mi botiquín de emergencias, una cajita que compré en mi luna de miel en el Caribe (y eso fue bastante antes de que naciera mi hija, os lo digo para que echéis cuentas de que es casi como fumar palitos de plástico, vamos, que yo creo que ni cuentan). Y también por si al final resulta que mi sincera médica ni lee este blog ni conoce a mi madre. P.D.: Olgui cariño, yo siempre he querido tener unas gafas de Elvis, me harían tan feliz. Íntimo, que me dejo de chorradas, que no quiero lechuga, que quiero un chuletón como dios manda y a poder ser, de restaurante.
P.D.2 Información útil para la mujer moderna: nunca llaméis a un hombre que se precie de sincero mientras ve House: se le pega el personaje.

EXTRAÑOS ALIÑOS

Ayer contaba que el estrés me había abandonado y que ya no tenía taquicardias ni sarpullidos ni nada. Bueno pues el estrés ha vuelto con todo el equipo.

Cuando una se divorcia bien avenida con su ex, entra en esa categoría terreno de nadie en el que una es madre a tiempo casi completo, con lo cual no está disponible para ningún plan de los sin hijos y lleva una vida ordenadita y responsable, pero deja de tener hijos dos días de cada quince, y se convierte en la envidia de tus otras amigas madres, porque como dice Cruela, "tú curras lo mismo que las demás, pero solo para ti y con dos días de vacaciones cada dos semanas" y añade comprensiva como es ella "así que no te quejes".

Soy consciente de que hay casos muchísimo peores y aquí entra el ejemplo de nuestra queridísima amiga La Calcuta. La Calcuta es un cielo al que vemos poquito porque nunca tiene tiempo, con dos niñas gemelas exóticas, abandonada por su segundo marido que se largó a lo grande y cambió de país, y con una madre impedida a su cargo. Nuestra querida Calcuta (reina, que un besito) está, tan, tan agotada, que últimamente ya no tiene ni tiempo para hacerse el tinte de las raíces y ya no usa corrector de ojeras porque con un bote no tenía apenas para una. Sin embargo, sus dos niñas van siempre preciosas, son felices, ni siquiera sospechan lo que es la preadolescencia de centraditas que están y hasta tienen Play Station. Todo sale de las energías y de la cuenta corriente de nuestra Calcu (que otro besito, reina) y ambas cosas son como la chistera de un mago. Es cierto que lo mío a su lado es como una quejilla de salón, con mucho sentimiento, pero sin riesgo de 'cornás'.

Los dos días en los que una no ejerce de madre quiere hacer lo mismo que los sin hijos, pero ¡ay! ¡tremendo error! los sin hijos, muchas veces también conocidos como singles son una especie única bien entrenada: vienen a caracterizarse por tener treinta y tantos años casi cuarenta y haber conseguido permanecer inmunes a las responsabilidades y servidumbres de la vida, de una coherencia pasmosa solo son fieles a una norma, la propia. Tienen trabajos emocionantes, casas atractivas (aunque sea la paterna, porque hay padres, que no son los míos, que pasan el año en la casa de verano o incluso viajando y dejan libres las otras, las que pueden ocupar sus retoños. Mamá yo sé que tu lees esto, ya se que a tí no te gusta Benidorm, pero ¿y Platja d’Aro?). Sus cuentas corrientes fluctúan, porque al carecer de obligaciones no necesitan un sueldo fijo, pero generalmente pueden hacer alardes. Sus agendas están a rebosar de actividades que acaban en -ing (treking, puenting, rafting...). Todos absolutamente son viajeros empedernidos (¡algunos hasta se aburren de viajar!), cuando tú vas ellos vuelven de allí. Por supuesto ninguno tiene hijos, al menos que ellos sepan o quieran saber, y como mucho cuentan con íntimos con distinto grado de tolerancia. Se reúnen en clubs mixtos de singlos y singlas interrelacionándose entre ellos, salen casi todas las noches de la semana, son tremendamente divertidos y altísimamente perjudiciales para la salud. Todos los hombres pertenecientes al mercado de segunda mano pasan por una época single una vez que se divorcian, de las que algunos se recuperan y a las que otros sucumben en plancha. Y a algunas mujeres, las que no tienen hijos y salieron hartas de adoptar maridos, les pasa lo mismo.

Y allí estoy yo, que soy madre siempre y single dos días de cada quince. Incluso y gracias a la disoluta vida de mi Íntimo he ido conociendo un selecto club con el que siempre hago cosas emocionantes y casi muero al día siguiente. En adelante este club será el aceite. El agua de mi botella es mi vida diaria, con su Cruela, su Esteban, La Calcuta (mi madre dice que no tengo ninguna amiga normal, pero mi hermana puntualiza que yo soy la menos normal de mis amigas y que las santas son ellas), con sus embarazos cada tiempo y sus retoños, nuestras agendas cuajás, con mi Luisi, mi niña y sus accesorios: colegio, coladas, comida equilibrada, Carrefour, ex, nueva novia de mi ex, películas en el sofá y a la cama a las once… Una querría tenerlo todo, pero es tan difícil de encajar… una no quiere admitir los tópicos, pero una vez que tu botella tiene agua, imposible meterle aceite, salvo que lo quieras para decoración: pero o se hecha perder el agua o se pierde el aceite.

Esto lo sé ahora, porque este fin de semana todavía creía en el don de la ubicuidad, y me fui con mi Íntimo a una comidilla (de las de mantel y mesa) a un lugar económico y chic de Lavapiés. La comida derivó en sobremesa, la sobremesa en copitas après midi y esto ya en rock and roll salvaje en toda regla. Una fue joven en su tiempo, la reina del underground y todavía guarda en el armario el vaquero ceñidito y la camiseta de “Dancing Queen” y es más ¡aún me valen!, pero la vida ordenada de madre original y creativa, acaban con el aguante de una misma y a eso de las doce yo ya estaba convertidita en calabaza, a ras de copas y en ese momento lúcido en el que sólo puedes abrir la boca para dos cosas:

A) vomitar,
B) decir que te vas a casa.

Y afortunadamente para el íntimo, que era el que estaba a mi lado, opté por la opción B. Debo advertir que yo cuando llego a este punto pierdo la vocecita dulce y me sale el carácter cazallero: “¡que me piro y me piro ya!”, no recuerdo si me despedí o quedé en enviar un email, pero en mi cabeza solo había un objetivo: mi casa (y puedo ser mucho más borde y pesada que ET).

Os juro que por la mañana mi cuerpo no era mío: tenía un sarpullido en la nariz que creo que también se conoce como herpes (aunque siendo asquerosos ambos, creo que sarpullido tiene más glamour) y la taquicardia de rigor que es como Rexona y ya no me abandona, y es que mi cuerpo también es Testigo de Jehová, no se calla nada y todo lo hecha pa’ fuera. Así que he llegado a la conclusión de que los sin hijos son perjudiciales para mi salud. Señores míos, mi cuerpo (por dentro) y yo somos mayores, y no hay nada más triste que no aceptarlo y acabar como la Obregón.

Así que imbuída en ese espíritu efervescente del Alka Seltzer, le dije al Íntimo que a lo mejor no éramos compatibles, que yo soy agua y el aceite denso, y que con eso no hacíamos nada, pero después de mi tierna despedida (que debo decir no recuerdo, pero todo encantador Jeckill tiene un lado Hyde y el mío puede ser muy extremo) el Íntimo (que si no dolido, como poco anda algo desconcertado) me dijo: "Irma, tu no eres agua, tu eres vinagre".

Y no es que todavía esté muy convencida, pero a lo mejor con eso conseguimos aliñar una ensalada y que me la pueda comer tranquilamente en casa, preferiblemente en el sofá y con una manta.

P.D.: Un saludito para el que le picó la araña radiactiva, os diré que de esos somos unos cuantos, porque últimamente yo también ando que me subo por las paredes. En referencia a como acabaron la noche del Juve i Camps mis amigas Cruela y Esteban, lo dejo para otro post, aunque no sé si contarlo, son surrealistas pero las dos están casadas y tienen familia, no son como yo, que puedo airear mis trapos sucios sin damnificar a nadie (como mi niña aun no sabe leer...). Y el beso más gordo para Ana del Gazpacho, como te quiero, tía.

lunes, 6 de noviembre de 2006

PRIMERAS NOCIONES DE MECÁNICA

He estado muy, pero que muy liada, y la verdad es que directamente he ido de cráneo. Por eso la ausencia de post de la semana pasada. Con deciros que mi estrés se ha estresado y yo creo que ha decidido hasta pasar de mi, últimamente no tengo ni sarpullidos, ni taquicardias, ni na’ de na’. Esto es como el sueño: puedes pasar una noche terrible de insomnio (por ejemplo oyendo llover), y cuando suena el despertador solo tienes ganas de llorar, que no te tienes de pie y te quedas dormida a medio cepillado de dientes. Pero si aguantas un poquillo, se pasa, y hala, resistes el día como si fuera otro cualquiera y hasta te acuestas a la una de la madrugada sin problemas. Pues esto es igual, yo creí que estaba a tope, de eso que una piensa que ya le va a dar algo, pero de pronto llegó mi Luisi a mi vida y me demostró, que de eso nada, monada, y que los días pueden amanecer uno tras otro con ese puntito de emoción e incertidumbre que hacen que tu rutina se convierta en una especie de Isla de los Famosos.

¿Os acordáis de que en una ocasión os explicaba porque era más que recomendable no limpiar por dentro el coche ajeno? ¿aquello del respeto a la intimidad íntima de los íntimos propios?. Bueno, pues ahora puedo deciros que el coche no se limpia por dentro como concepto: ni el ajeno, que además ni es tuyo, y ni muchísimo menos el propio.


Mi coche fue utilizado durante un tiempo por ese ejemplo de familia que son los Melendi2-Esteban, con sus dos churumbeles y su Pastor Alemán. Así que cuando yo lo compré de un día para un día (que ni siquiera les dejé el “para otro”), no les dio tiempo a limpiar esos restos de familia que se les va a las quintas esencias por todos los lados, unos comestibles (los que mi hija iba reciclando por culpa del actimel de frutas, que como no se lo toma, le deja con hambre) y otros indescriptibles, como por ejemplo: el famoso body secándose al sol de este octubre de Madrid en el que no ha parado de llover, y que ha dejado en mi bandeja un cerco a su alrededor como el de tiza de los cadáveres, solo que este de moho. Un casco de obra, que he estado en un tris de quedarme, porque yo tengo debilidad por los gorros, e incluso durante muchísimo tiempo los he coleccionado de todas las partes del mundo. En mi oficina (y sé que puede parecer extraño, pero eso es porque no me conocéis mucho) tengo uno de Laponia de piel, con orejeras y todo, que es una pasada, y que lo tengo para cuando nos llama un proveedor nuestro muy majo que es noruego y que nos envía a la Cruela y a mi los discos inéditos de A-HA. Cuando él llama por teléfono, al que le atiende sabe que le toca ejercer la deferencia de ponérselo y sudar como un pollo, porque hay que ver lo que abriga el reno. Esto no sólo lo hago yo, también lo han hecho la Cruela y su chico, en adelante nuestro jefe, porque todos somos igual de considerados. Tenemos otro proveedor que es mexicano, pero como ya lleva muchos años viviendo en Londres, con él no tenemos la atención de ponernos ni el gorro mariachi ni el bombín (eso le pasa por apátrida).

En fin, que me disperso. Pués además del body con vida interior y del casco de obra, también tenía en mi coche diversas pastillas que yo quiero creer que son para el catarro, pero que por si acaso no me he atrevido a tirar no sea que aparezca luego un clan colombiano o de amables señores rusos a darme un susto (como el hermano pequeño del Melendi2 tiene aficiones alternativas…), tornillos de todo tipo, que estos si que no los tiro ni de coña porque sospecho que son los que se van callendo de mi Luisi y finalmente quilos y quilos de pelo de perro, de color marrón y negro, que no he guardado pero que seguramente le hubieran interesado muchísimo a Dante para el transplante capilar de su Troy.

Así que, acercándose un domingo de estos de no hacer nada, yo pensé, y ¿qué podría hacer hoy con mi coche nuevo? Y me adentré en ese mundo masculino del propietario de coche: limpieza y encerado. Pero como por fuera ya me lo limpia el amable operario de la gasolinera “Por que tu Siempre Vuelves” y más ahora que ya sé como funciona el asunto, pues dije: a limpiarlo por dentro y dejarlo como la patena. Agarré mi funcional bolsa de Ikea tamaño industrial y metí dentro: un barreño de los de la colada, dos botellas de dos litros de Coca-Cola Light llenas de agua caliente, detergente para baños Don Limpio efecto lejía, estropajo, balletas y Glassex multiusos que por eso sirve para todo y yo todavía estoy intentando descubrir para qué mas sirve además de para los cristales.

Quité alfombrillas, aparecieron una galletas María Fontaneda con un cultivo de CSI (gusanitos blancos chiquitines como los de las setas pero en gordo y orondo) aspiré con mi nuevo aspirador de mano, limpié el polvo, pasé estropajo, pasé balletas, desmonté cenicero, radio… todo, y finalmente rematé la faena con un paquete entero de toallitas para dejarlo con ese lustre que deja el jaboncito neutro cuando no lo aclaras. Quedó tan mono y tan oliendo a limpio. Y como todo esto lo hice aparcada en frente de nuestro bar de cabecera, pues cuando acabé me fui a tomar dos cañas con la Cruela y el Clan Melendi2-Esteban y aquí paz y después gloria.

Al día siguiente yo me levanté emocionada, con ganitas de entrar en mi coche lustroso y estrenarlo camino del colegio. Meto a la niña dentro y la ato a su sillita especial, me meto yo misma y luego meto la llave en el contacto. La Luisi, lo intenta pero no arranca. Nuevo intento, la Luisi cada vez llega menos. Yo erre que erre, y ella nada de nada. Cojo el móvil y me enfrento a lo inevitable:

(Yo): (Después de una eternidad de señal de llamada sin responder) - “Melendi2 que no consigo arrancar el coche”
(Melendi2): (Sin disimular el bostezo) - “Me pillas dormido”
(Yo): - “Que creo que me he quedado sin batería”
(Melendi2): - “Eso te pasa por limpiar el coche, te habrás dejado algo dado”
(Yo): - “Que no, que ya lo miré”
(Melendi2): - “Has ¿quitado el frontal extraíble de la radio?”
(Yo): - “¿Lo cualo?”
(Melendi2): - “Pues va a ser eso. Luego te llamo.”
(Mi móvil de Bisbal): - "Tut, tut, tut, tut…"

Así que admití eso que no quería admitir, que mi coche es una patata y que me había dejado tirada. Y que el tunning lo ha hecho un aficionado, porque el frontal extraíble de mi radio no corta corriente si no se extrae. Melendi2 por dios, hazme un manual de mi Luisi que si no me voy a dejar el sueldo en llamadas de móvil y en taxis.

Ahí estaba yo, mañana de lunes, sin dinero (porque me había gastado lo último sueltillo en el par de cañas post limpieza), sin coche y con la hora pegada al culo. Solución de emergencia dos, dado lo fallido de la uno: llamada a teletaxi donde ya me conocen por la voz y me dispuse a esperar los quince minutos que siempre dicen que tardará el taxi en llegar, y que nunca es menos, viendo como pasaban mientras por delante de mi calle que no viene ni en los planos de Madrid otros dos taxis libres. Pero no me atreví a hacerles seña ni con los ojos, porque en una ocasión se me ocurrió dejar plantado a un teletaxi, y la siguiente vez que llamé me cobraron la carrera del plantado (que debía de ser Albacete ida y vuelta) y la del momento y me dejaron a dos velas.

Llegué al cole. Según entré, la encantadora mujer de recepción me hizo la seña de “lo siento, hasta las diez no te cojo a la niña” (porque esta es una norma de espaldas al pueblo que tiene el colegio pijo de mi hija, si no llegas a las nueve en punto, como muchísimo un poco pasadillo, te penalizan con una hora en la que tú no sabes que hacer con la niña y en tu trabajo no saben que hacer ni con ella ni contigo). Afortunadamente tuvo que atender al teléfono y quedarse con la impotencia de ver como yo salía corriendo que me las pelaba arrastrando a mi retoño por los aires sin poder pegarme ni siquiera una voz.

Subí las escaleras saltando de quince en quince, dejé a mi niña en su aula y volví a mi taxi de guardia que me tenía retenido el bolso como prueba de mi regreso (si no empezaría enviarme trocitos de piel de cocodrilo exigiendo rescate…). Del cole a mi cajero favorito de la rotonda a sacar pelas para poder pagar al taxista y de allí a trabajar. A media mañana el Melendi2 se pasó por la oficina con cara de haber dormido bien, vamos de que ni yo ni mi Luisi le quitamos ya el sueño. ¡Dios, como hecho de menos los tiempos en que le llamaba y él estaba dispuesto a venir en pijama hasta la puerta del colegio si hacía falta!. Esteban, te lo advierto: se te está acomodando, de aquí a nada te echa tripa y no se mueve del sofá. Aun así el Melendi2 es majo, y convenció a unos cuantos estudiantes del instituto que tenemos enfrente de mi oficina, de esos voluntariosos que nunca entran en clase, para que le ayudaran a mover mi coche. Gracias a eso, la Luisi arrancó.

Pero como no se cierra una ventana sin abrirse una puerta, a medio día el Íntimo se puso en contacto, y yo vacié en su oreja y en torrente toda mi desesperación con mi coche. Amable que es él, se ofreció a llevarla a un Alcampo y cambiarle la batería. Educada que soy yo, le dije “toda tuya”. Unos ratas que somos ambos, al final decidimos ahorrarnos los 8 euros que costaba el trabajo del mecánico y hacerlo nosotros mismos. Todo fue bien hasta que se nos partieron tres cablecillos de nada, que con mucho sentido, el íntimo atribuyó a cualquier chorradita del tunning (como por ejemplo los leds azules del maletero). Yo abrí la puerta del coche, probé a arrancarlo y arrancó. Con eso basta. Y así nos retiramos a casa, con el coche preparadito para la jornada siguiente.

Y aquí que llega la jornada siguiente, y que meto a mi niña en el coche, que me meto yo misma, y que meto la llave en el contacto. Y que nada de nada, de nada, de nada. Pienso, ayer arrancó, qué hice, abrí la puerta (así que abro la puerta) y arranqué (así que arranco) y ahí sí, me meto en el coche, cierro la puerta, y se para la Luisi. Abro la puerta y arranca, cierro la puerta y se para. Pues eso era, una chorradita del tunning: mi antirrobo mudo. Corre al almacén de mi trabajo, coge herramientas, baja corriendo, retira tuercas, ajusta las tres mierdecillas de cables, vueltas y vueltas de cinta aislante (hasta llegar al cartoncillo), corre para el cole, llega no fuera de hora, sino indecentemente tarde… ¡cuanta emoción para una mañana!.

Cuando abrió la boca la simpática recepcionista la señalé con mis manos llenas de grasa y directamente mierda y le dije: “La niña entra”. Se calló y ella misma le acompañó a su clase. Así que respirando hondo y bien relajada he decidido que me quedo con todo el tuning de serie y por lo que pueda pasar también con el abono transporte.