Hoy voy a hablaros de un protagonista de mi vida al que todavía no le he dado suficiente cuartelillo en este blog. Alguien que nos acompaña desde hace años a mi hija y a mi, que me espera en mis ausencias y se acurruca a mi lado en el sofá, en la cama o donde haga falta siempre con un mimo dispuesto, y una mirada solicita: mi gato Machín (je, je, que bien si hubiera sido un hombre, ¿eh?).
Mi gato Machín en realidad tiene nombre compuesto: Machín Galipó. Lo de Machín viene de que toda su vida, incluso cuando tenía semanas, se ha comportado como un angelito negro, porque es un gato negro negro tizón, (como de bruja piruja) y bueno, buenísimo. Lo de Galipó es porque está todo el día tumbado pegado al suelo e imposible moverle de ahí, como el chapapote. Este gato pese a tener nombre doble, como cualquier ejemplar humano de alta alcurnia y re-putada sociedad, es un espécimen callejero callejero, recogido de la protectora de animales, que a su vez le había adoptado de una camada nacida de una gata de la perrera. Su madre había muerto en el momento de parirles… una triste historia. No hubiera sobrevivido ni un día en el mundo real (mi casa es un paréntesis espacio-tiempo), porque el bicho me salió alérgico al pescado y al marisco (se le hincha el morro y le salen pupas en las orejas), al polvo (le produce baterías de estronundos) y al polen (le produce asma). Vamos de la especie mierda-gato.Bueno, pues a este gato pese a todo orondo y feliz le acabo de cambiar su nombre compuesto, y desde hace unos días le llamo Rajoy. El año pasado mi gato tuvo un desdichado accidente con el alfeizar de la ventana, la cortina que todo lo tapa, y la persiana. El estaba tan pichi tumbadito al sol en el quicio de la ventana de mi habitación. La cortina estaba a medio correr (una hoja si, la otra no). Era la hora de irse al cole (casi tarde, como siempre) con mi retoño florido, y el día prometía de los de sol de justicia, así que decidí cerrar la ventana y bajar la persiana. Miré, no ví al gato, procedí a proceder, y de un nefasto persianazo le lancé cuatro pisos sin ascensor abajo. El animalito que estaba gordo como Fraga en sus tiempos de Palomeras (ahora no, gracias a una drástica dieta le tengo como al Fraga actual, con los pellejillos colgando), cayó con dudoso arte felino (de morro y de pata delantera) y se rompió un colmillo, el paladar y tres dedos de una pata. La veterinaria y yo decidimos dejarle la patita coja, que soldaran los huesos como pudieran por su cuenta a cambio de ahorrarle una operación o dos. La pata no le ha quedado para una exposición, que parece que tiene una palmeta de pato en vez de una manita blanda, pero la apoya casi perfectamente, se sigue subiendo a los mismos sitios de antes (incluyendo quicio de ventana y barandilla milimétrica de mi balcón) y no le produce el mínimo sufrimiento. Para su vida de gato tumbado doméstico, desde luego le va perfecta. Lo del paladar fue otro tomate. La veterinaria le operó un jueves, y por la tarde ya se había comido un punto. El sábado le volvió a operar, y el domingo ya había vuelto a abrirse un poquito. Y es que las roturas de paladar en estos bichos son unas averías muy difíciles de reparar. Pena daba ver al animalito intentando comer y beber el agua que se le iba por el otro lado. Así que para ayudarle empecé a darle de beber del grifo, una postura la de boca arriba mucho más digerible que la de boca abajo. Un defectillo que tiene este gatito, es el de quererme mucho. Dicho así tampoco parece defecto verdad. Bueno, pues cuando estoy acompañada por alguien que le resta protagonismo se pone muy muy nervioso. De hecho en una noche de jolgorio, la Cruela y yo decidimos pagar los servicios a pachas del canguro de mi hija y que se quedara también con la suya, las dos niñas en mi casa. Su C estaba de viaje, y nosotras ambas dos con planes. Mi plan se prolongó un pelín más que el suyo y ella se acostó pelín antes y en mi cama, a mi gato casi le dio un soponcio y se hizo pis encima de ella misma. Pa’ habernos matado, mayormente la Cruela a mi gato y a mi misma.
En fin, por no desperdigarme. Que cuando finalmente se arregló el paladar de Machín, yo le devolví a la vida sin lujos del bebedero. Y le sentó como un cuerno. A mis espaldas, mi padre se apiadaba de él, y cada vez que me visitaba le abría el grifo para que se surtiera a placer, hasta que yo me enteré y puse el grito en el cielo. Y a partir de entonces el grifo de mi gato está cerrado definitivamente. Y vosotros diréis ¿mujer qué te cuesta?. Pues mucho, que vosotros no sabéis lo que es intentar quitar pelos negros de la loza blanca. Pues eso. Total que desde ese momento, mi gato se sienta frente a la puerta del baño a maullar reivindicativo total. Pero mi aguante es eterno, y el de mi hija mucho mayor, porque además le da el gusto de poderle regañar por plasta, que a ella eso de tener un subordinado le encanta, porque por orden natural, si en mi casa hay bronca le toca a ella. Con el tiempo, el gato cada vez maulla menos (solo cuando alguien se acerca al baño) pero ahora ha pasado a la acción. Ha dejado de montar sólo bronca y ha empezado a manifestarse. Ahora cuando le impido la entrada al baño, se va directamente al recibidor o a la puerta del salón (que queda justo enfrente de la puerta de entrada total) y se planta un pis de los que le hacen poner carita de gusto. Voy a pis diario, que no me atrevo ni a decirle mu. Porque claro, una cosa es aguantar su verborrea, y otra muy distinta convencerle de que desista de su estrategia. Es cerril, da igual lo que hagas o digas, no se puede negociar con él. Le echas del baño, y despacito, despacito, más chulo que un ocho, se va para la entrada y planta su pis. Me entendéis ahora. Yo es que me siento impotente como Zapatero (aunque sí sé lo que cuesta un café).
lunes, 26 de marzo de 2007
MISS MISSES
Estamos en primavera. Y esto lo notan mis cannnnes, que como las ramitas de los árboles no necesitan oir el telediario para saber que ya les toca echar hojitas. A mi me pasa parecido, se me agrupan los indicios inequívocos: el cambio de hora, el alborote de sangre de la Cruela, la plazoleta frente a mi casa llena de blases y niños, las carreras de motos y las de Alonso, el íntimo desaparecido en Marina D’Or (esto si que lo notan mis cannnnes pero de verdad de la buena) y la mítica web de Miss España (http://www.miss-espana.com/doc/miss/certamen/candidatas.asp) rebosando Miss Provincias, y que durante un mes es la página de este Webisferio que más visitamos la Cruela y yo, por encima de Ebay y de los blogs de Terra. Y es que esto del certamen Miss España da para unos estudios sociológicos del nivel Maribel del concurso Gran Hermano. Así que este año además, y obligada por la seriedad con la que yo afronto estos mis post, he decidido comportarme como una Mercedes Milá comprometidísima y profesional y he decidido hacer algo que no había hecho en mi vida: me he tragado la gala enterita (publicidad incluida, salvo pis inevitable) para poder daros una visión global de este mítico certamen. Y sin anestesia ni nada.
Para empezar os diré, que la web de Miss España es una página muy entrañable para mi, porque año tras año las chicas cambian, (y eso que a veces te encuentras a algunas conocidas como a nuestra Odilia Pamela de Super Modelo 2006, que mira, yo no terminaba de ver a qué podía dedicarse una primera eliminada de un concurso así (porque del de Gran Hermano ya se sabe). Pues lo he descubierto: a ser Miss Girona. Pero los que permanecen inamovibles como Putin en Rusia son algunos muy queridos y viejos conocidos míos. Empezando por los estilistas. Durante años yo me pregunté que había sido de aquellos diseñadores de imágenes que tanto influyeron a mi generación desde las revistas totems de mi adolescencia de finales de los años ochenta (Super Pop, por ejemplo), hasta que lo descubrí: todos toditos todos se largaron para Miss España y allí siguen cada primavera llenando la Costa del Azahar de tupés cardados y de laca. De hecho si os fijáis año tras año a finales de marzo se abre sobre Castellón un agujero en la capa de ozono del tamaño del Perú. Pero otros profesionales que también hacen su temporada alta en estas semanas son los fotógrafos de calendarios especializados para talleres mecánicos y currantes del volante, situados en medio de la nada de carreteras comarcales de por poner un ejemplo Teruel (por decir algún sito y para que se vea que existe, oye). Pues estos señores por septiembre más o menos terminan de plasmar su arte infinito en los calendarios del año entrante, cogen sus bártulos y herramientas y a toda leche se largan a fotografiar a las misses según van siendo elegidas por los jurados de sus provincias. Así nos encontramos a estas castas señoritas adornando su cuello con una pitón a la que miran con unos ojos lascivos que a mi me hacen estremecerme pensado en el trago que debía estar pasando el pobre animalito convencido de que iba a ser engullido de un momento a otro por esta Dyana de turno, que de verdad que no hay book de miss que se precie que no incluya una foto con sospechosa pose de replicante mala de V (otra vez, por ejemplo, nuestra Odilia Pamela). También podemos encontrarnos con señoritas con mini mini biquinis sentadas de frente a la cámara con las piernas tan abiertas que a una misma le duelen, pero sin que se sospeche ni siquiera la presencia de comprometida parte física eminentemente femenina, lo que a mi personalmente me lleva a maravillarme de la técnica depilatoria de quien ejecutó las brasileñas sobre esta dama, o a maravillarme de la técnica a secas y más concretamente y otra vez del Photoshop. Y es que de verdad de la buena, que aquí se hace cierta la frase del mítico Candidato Paiña de la película Airbag: “Es que las visten como putas”. Pero esto sucede antes de que la organización y su increíble equipo profesional (“gracias a todos y a Marina D’Or que nos ha tratado como reinas”) meta mano (figuradamente hablando) a las niñas y las transformen cual cenicientas, en dignas candidatas a princesas por un día. Así lees que la página web describe a todas las señoritas con melenas morenas (salvo tres excepciones rubias del modelo rubio español (L’Oreal)). Y tú estas viendo las fotos y solo aprecias el color de cabello estandar español (castaño con reflejos rubios, también L’Oreal) alucinando con tu daltonismo galopante, que es que no hay manera de ver lo mismo que está escrito. Pues tiene su explicación, porque llega la gala y descubres que todas, toditas todas, hasta nuestra Odilia Pamela (que para la gala liquidó el Pamela, y se quedó solo en Odilia), de origen rubio tosta'o, se han teñido de negro zaíno (en este caso no L’Oreal sino Wella, porque esta marca patrocinaba la gala, y se distingue muy fácilmente porque solo este tinte es capaz de conseguir que el cabello tratado colocado bajo un foco revele maravillosos destellos azules). La gala tiene su aquel. En el primer pase las mozas desfilan en biquini y una piensa, “jo, que mala gente, hacerles salir así, nada más comenzar, sin darles ni siquiera la oportunidad de desfilar primero un poco más recatadas para ir cogiendo confianza” pero luego se entiende. Las señoritas pasean de una en una por un enorme escenario y de lado a lado para que a la cámara le vaya dando tiempo a recorrer su anatomía enfocando las partes interesantes a juzgar: pierna, cacha, culo, cintura, tetas y finalmente cara y carda’o. Una a una. Se paran cinco segundillos que son los que se requieren para leer toda la información de interés referida a la candidata y que aparece en pantalla a la izquierda de la cara de la moza en cuestión: nombre, medidas (oye, todas como la Schifer: 90-60-90 cm arriba o abajo), edad y estudios, y por supuesto nada del peso, porque me imagino que sería imposible poner una cifra fija con todo lo que ha debido ir variando a lo largo de las semanas de concentración de las niñas. Tendrían que poner un contador de gramos moviéndose a la baja según las niñas dieran un paso o sudaran, porque no puedo imaginar el hambre que habrán pasado estas criaturas. Y hecho esto, ¡hala! se cargan a la mitad: 26 de un plumazo. Y entonces piensas: vale, o las sacan de entrada en biquini o se pierde la impresionante estampa de todas las provincias ligerillas de carne y ropa. Pues este proceso se va a repetir durante tooooda la gala: paseos en ropa sport (que alegría, otro estilista de la Super Pop) y nuevamente en biquini. Se cargan a la mitad. Desfile en ropa de noche (esta vez elegida por la estilista de la Nueva Vale) y con el pelo recogido para que se puedan apreciar las indisimulables orejas. Se cargan a la mitad. Y nos hemos quedado con ¡seis!. Hasta aquí todo regado con publicidad y más publicidad y más alardes a las excelencias de Marina D’or y los patrocinadores, con arrebatadas declaraciones de las eliminadas algunas llorando a moco tendido, otras no, saludando todas a sus novios y familiares. Pero en llegando a las seis finalistas, eso ya es un despiporre de anuncios. Supongo que porque se había terminado la progamación decentilla de las otras cadenas y Telecinco sospechaba que el españolarium había acudido en masa a ver quien seria la Guapa 2007. Bueno, pues aquí y por fin el recuento de votos uno a uno de cada miembro del jurado. A mi me impresionó un mundo encontrarme con Cecilia Bolocco, presentada como “una mujer bellísima (ex miss universo) e inteligente, el mejor exponente de cómo sacar jugo a un título de belleza” y os aseguro que no lo digo yo, que lo dijo Silvia Jato y se quedó más ancha que larga. Para los que no se acuerden, esta señorita cuenta con el mérito nada desdeñable de haber estado casada con el indescriptible Ménem (Presidente Argentino equivalente en su historia Nacional a nuestro Aznar español, al Berlusconi Italiano o al Bush mundial). Destaca también por haber elegido con mucha más habilidad a su cirujano plástico que su exmarido, (pero admitamos que es poco mérito, que era trabajo fácil). Y por tener programas de éxito en la tele del tipo "Intercambio de Esposas", haber hecho un dineral en Miami casada con su primer marido gay y luego el segundo Ménem bla, bla, bla. Pero claro, hay que ver cómo se quedó Argentina después de ellos: unos se hacen de oro y a los otros les hacen mierda. Es que tiene un mérito también...
En fin. Que yo ya andaba alucinada del todo y las niñas ahí, abandonaditas en medio del escenario, soportando el chorreo de votos, hasta que millones de anuncios después el presidente del jurado dió su veredicto y resultó que la ganadora fue: ¡miss Guipúzcoa!. Y bloggeros míos, llegado este momento y expontaneamente supongo, se nos planta sobre el escenario un pedazo maromo espectacular que resultó ser el novio de la chica, y allí se abrazan los dos llorando a lágrima viva, acompañados de una improvisada musiquilla (también supongo) más que propia de un momento tierno y álgido del programa Sorpresa Sorpresa de la Gemio. Oye, que yo no sé deciros de qué color tiene los ojos nuestra miss, pero su novio azulísimos. Por ahí yo misma (e imagino que gran parte de la España femenina) andaba preguntándome de donde habría sacado ese hombre (si es muy caro, si se puede pagar a plazos), Cruela que de esto entinde, dice que parece holandés. Abrazos, lloros, lloros, lloros. Y la pregunta pertinente a la primera dama de honor. ¿qué vas a hacer mañana con tu título? Y a la niña que con los nervios no tuvo ocasión ni de pensar, le salió el suspiro del alma: “¿yo? ¡ponerme morada de chocolates en el bufé del hotel!”. Pues eso. Que yo me liquidé media colcha de ganchillo y me está quedando de mona…
Para empezar os diré, que la web de Miss España es una página muy entrañable para mi, porque año tras año las chicas cambian, (y eso que a veces te encuentras a algunas conocidas como a nuestra Odilia Pamela de Super Modelo 2006, que mira, yo no terminaba de ver a qué podía dedicarse una primera eliminada de un concurso así (porque del de Gran Hermano ya se sabe). Pues lo he descubierto: a ser Miss Girona. Pero los que permanecen inamovibles como Putin en Rusia son algunos muy queridos y viejos conocidos míos. Empezando por los estilistas. Durante años yo me pregunté que había sido de aquellos diseñadores de imágenes que tanto influyeron a mi generación desde las revistas totems de mi adolescencia de finales de los años ochenta (Super Pop, por ejemplo), hasta que lo descubrí: todos toditos todos se largaron para Miss España y allí siguen cada primavera llenando la Costa del Azahar de tupés cardados y de laca. De hecho si os fijáis año tras año a finales de marzo se abre sobre Castellón un agujero en la capa de ozono del tamaño del Perú. Pero otros profesionales que también hacen su temporada alta en estas semanas son los fotógrafos de calendarios especializados para talleres mecánicos y currantes del volante, situados en medio de la nada de carreteras comarcales de por poner un ejemplo Teruel (por decir algún sito y para que se vea que existe, oye). Pues estos señores por septiembre más o menos terminan de plasmar su arte infinito en los calendarios del año entrante, cogen sus bártulos y herramientas y a toda leche se largan a fotografiar a las misses según van siendo elegidas por los jurados de sus provincias. Así nos encontramos a estas castas señoritas adornando su cuello con una pitón a la que miran con unos ojos lascivos que a mi me hacen estremecerme pensado en el trago que debía estar pasando el pobre animalito convencido de que iba a ser engullido de un momento a otro por esta Dyana de turno, que de verdad que no hay book de miss que se precie que no incluya una foto con sospechosa pose de replicante mala de V (otra vez, por ejemplo, nuestra Odilia Pamela). También podemos encontrarnos con señoritas con mini mini biquinis sentadas de frente a la cámara con las piernas tan abiertas que a una misma le duelen, pero sin que se sospeche ni siquiera la presencia de comprometida parte física eminentemente femenina, lo que a mi personalmente me lleva a maravillarme de la técnica depilatoria de quien ejecutó las brasileñas sobre esta dama, o a maravillarme de la técnica a secas y más concretamente y otra vez del Photoshop. Y es que de verdad de la buena, que aquí se hace cierta la frase del mítico Candidato Paiña de la película Airbag: “Es que las visten como putas”. Pero esto sucede antes de que la organización y su increíble equipo profesional (“gracias a todos y a Marina D’Or que nos ha tratado como reinas”) meta mano (figuradamente hablando) a las niñas y las transformen cual cenicientas, en dignas candidatas a princesas por un día. Así lees que la página web describe a todas las señoritas con melenas morenas (salvo tres excepciones rubias del modelo rubio español (L’Oreal)). Y tú estas viendo las fotos y solo aprecias el color de cabello estandar español (castaño con reflejos rubios, también L’Oreal) alucinando con tu daltonismo galopante, que es que no hay manera de ver lo mismo que está escrito. Pues tiene su explicación, porque llega la gala y descubres que todas, toditas todas, hasta nuestra Odilia Pamela (que para la gala liquidó el Pamela, y se quedó solo en Odilia), de origen rubio tosta'o, se han teñido de negro zaíno (en este caso no L’Oreal sino Wella, porque esta marca patrocinaba la gala, y se distingue muy fácilmente porque solo este tinte es capaz de conseguir que el cabello tratado colocado bajo un foco revele maravillosos destellos azules). La gala tiene su aquel. En el primer pase las mozas desfilan en biquini y una piensa, “jo, que mala gente, hacerles salir así, nada más comenzar, sin darles ni siquiera la oportunidad de desfilar primero un poco más recatadas para ir cogiendo confianza” pero luego se entiende. Las señoritas pasean de una en una por un enorme escenario y de lado a lado para que a la cámara le vaya dando tiempo a recorrer su anatomía enfocando las partes interesantes a juzgar: pierna, cacha, culo, cintura, tetas y finalmente cara y carda’o. Una a una. Se paran cinco segundillos que son los que se requieren para leer toda la información de interés referida a la candidata y que aparece en pantalla a la izquierda de la cara de la moza en cuestión: nombre, medidas (oye, todas como la Schifer: 90-60-90 cm arriba o abajo), edad y estudios, y por supuesto nada del peso, porque me imagino que sería imposible poner una cifra fija con todo lo que ha debido ir variando a lo largo de las semanas de concentración de las niñas. Tendrían que poner un contador de gramos moviéndose a la baja según las niñas dieran un paso o sudaran, porque no puedo imaginar el hambre que habrán pasado estas criaturas. Y hecho esto, ¡hala! se cargan a la mitad: 26 de un plumazo. Y entonces piensas: vale, o las sacan de entrada en biquini o se pierde la impresionante estampa de todas las provincias ligerillas de carne y ropa. Pues este proceso se va a repetir durante tooooda la gala: paseos en ropa sport (que alegría, otro estilista de la Super Pop) y nuevamente en biquini. Se cargan a la mitad. Desfile en ropa de noche (esta vez elegida por la estilista de la Nueva Vale) y con el pelo recogido para que se puedan apreciar las indisimulables orejas. Se cargan a la mitad. Y nos hemos quedado con ¡seis!. Hasta aquí todo regado con publicidad y más publicidad y más alardes a las excelencias de Marina D’or y los patrocinadores, con arrebatadas declaraciones de las eliminadas algunas llorando a moco tendido, otras no, saludando todas a sus novios y familiares. Pero en llegando a las seis finalistas, eso ya es un despiporre de anuncios. Supongo que porque se había terminado la progamación decentilla de las otras cadenas y Telecinco sospechaba que el españolarium había acudido en masa a ver quien seria la Guapa 2007. Bueno, pues aquí y por fin el recuento de votos uno a uno de cada miembro del jurado. A mi me impresionó un mundo encontrarme con Cecilia Bolocco, presentada como “una mujer bellísima (ex miss universo) e inteligente, el mejor exponente de cómo sacar jugo a un título de belleza” y os aseguro que no lo digo yo, que lo dijo Silvia Jato y se quedó más ancha que larga. Para los que no se acuerden, esta señorita cuenta con el mérito nada desdeñable de haber estado casada con el indescriptible Ménem (Presidente Argentino equivalente en su historia Nacional a nuestro Aznar español, al Berlusconi Italiano o al Bush mundial). Destaca también por haber elegido con mucha más habilidad a su cirujano plástico que su exmarido, (pero admitamos que es poco mérito, que era trabajo fácil). Y por tener programas de éxito en la tele del tipo "Intercambio de Esposas", haber hecho un dineral en Miami casada con su primer marido gay y luego el segundo Ménem bla, bla, bla. Pero claro, hay que ver cómo se quedó Argentina después de ellos: unos se hacen de oro y a los otros les hacen mierda. Es que tiene un mérito también...
En fin. Que yo ya andaba alucinada del todo y las niñas ahí, abandonaditas en medio del escenario, soportando el chorreo de votos, hasta que millones de anuncios después el presidente del jurado dió su veredicto y resultó que la ganadora fue: ¡miss Guipúzcoa!. Y bloggeros míos, llegado este momento y expontaneamente supongo, se nos planta sobre el escenario un pedazo maromo espectacular que resultó ser el novio de la chica, y allí se abrazan los dos llorando a lágrima viva, acompañados de una improvisada musiquilla (también supongo) más que propia de un momento tierno y álgido del programa Sorpresa Sorpresa de la Gemio. Oye, que yo no sé deciros de qué color tiene los ojos nuestra miss, pero su novio azulísimos. Por ahí yo misma (e imagino que gran parte de la España femenina) andaba preguntándome de donde habría sacado ese hombre (si es muy caro, si se puede pagar a plazos), Cruela que de esto entinde, dice que parece holandés. Abrazos, lloros, lloros, lloros. Y la pregunta pertinente a la primera dama de honor. ¿qué vas a hacer mañana con tu título? Y a la niña que con los nervios no tuvo ocasión ni de pensar, le salió el suspiro del alma: “¿yo? ¡ponerme morada de chocolates en el bufé del hotel!”. Pues eso. Que yo me liquidé media colcha de ganchillo y me está quedando de mona…
martes, 20 de marzo de 2007
EL HOMBRE DE MI VIDA
El inti y yo nos decimos las lindezas en negativo. Por ejemplo, el me dice con ojos tiernos, “no te quiero nada” y yo le respondo aun más tierna “pues yo a ti menos, y tres madalenas”. Y luego nos suspiramos los dos porque nos hemos quedado más anchos que largos. El otro día me espetó emocionado que yo no era la mujer de su vida, que no quería casarse conmigo ni tampoco ser el padre de mis hijos, y eso si que me supo a gloria bendita. Porque ya sabéis que yo mi vena maternal la tengo muy cortita y con arterioesclerosis, y vamos que con mi niña soy más que feliz y estoy más que realizada, no estoy dispuesta a llenar mi futuro de más niños, no señor. Y después de lo que me ha costado separarme, como para casarme de nuevo ¡JA!. Pero vamos, lo que de verdad está a años luz es lo de ser la mujer de su vida, eso seguro, segurísimo que aunque me empeñara, no podría serlo.
Porque hace nada también, Cruela en su alegato antifeminista y pro-práctico, me dijo que ella no quería convertirse en un hombre (y le faltó añadir el "como tú"). En aquel momento no leí entre sus líneas, pero luego he ido reflexionando, y claro, ella me ve desde sus ojos, y la información le llega nítida. De hecho soy su recurso mas recurrido y el de todas mis amigas y familiares en ausencias de sus Ces. Cuando sus Ces (de churris) faltan, me llaman a mi corriendo para tareas tan cualificadas como: " que tengo que ir a buscar a mi suegra a la residencia, vente y así yo llevo su maletín y tu la tele de veintiocho pulgadas que pesa un quintal", o "mi hija necesita una segueta ¿le podrías dejar la tuya?", y sumo y sigo "que no me funciona la lámpara", "que hay que limpiar cinco kilos de mejillones"… Y es que yo femenina, femenina, lo soy un poquito y solo en la intimidad, para todo lo demás, como Master Card, yo empiezo a pensar que soy muy hombre. Por ejemplo. El domingo mañanero tras la operación de escarbe entre las ascuas a la búsqueda y captura de mis fotos indiscretas, y después de que mi hermana me hiciera notar el desperdicio del empeño, nos metimos en la Luisi y nos fuimos al centro comercial Principe Pío, que es el único que abre todos toditos los domingos dentro de la city. Mi hermana vive en medio de la naturaleza bucólica y, claro cuando viene a verme llega al borde y más que necesitada de chute de tiendas y glamour. Ella se compró de todo, y yo me metí en una tienda de lencería (lo de mis adicciones) pero lo que compré fue una sexy, excueta y rojo-reventona prenda interior para el inti (de esas que ningún hombre que se precie de serlo confesaría usar) que la dependienta me preparó en una exquisita bolsa con funda para lavar en lavadora evitando que la prenda en cuestión destiña y vuelva rosa el resto de la colada. Esto terminado en un atadillo ejecutado con un monísimo lacito de raso rojo también. La dependienta acababa de terminar dos segundos antes esta mismísima operación para un hombretón de tipo novio, ruborizado hasta la coronilla y más allá, que había excogido un minúsculo tanguilla para la chica de su vida y no veía el momento de que la solícita empleada terminara y así el pudiera salir de aquel antro de puntillas (también con n) antes de que le viera un conocido o muchísimo peor: su madre. En fin, yo estaba orgullosa porque me parecía que mi regalito era de un gusto perfecto y seguro, seguro, iba a acertar de pleno con mi inti. Pero después en el coche, pensaba en alto (yo en el coche pienso mucho, para matar el tiempo), comentando con mi hermana, que estos regalos son un poco absurdos, porque claro o lleva la sexy prenda, excueta y rojo-reventona bajo la ropa, y no lo ves, o se quita la ropa, y entonces si que no quieres verla. Y ahí, mi hermana me miró con ojos como platos, y me dijo, “joder hija, es lo que me dice siempre me churri cuando le critico por no apreciar mis conjuntillos”. Ese fue otro indicio de que tengo el nivel de testosterona un poco subido. Más ejemplos. El otro día reflexionaba en alto y con cierta nostalgia, que se me estaba pasando el momento de operarme y ponerme unos senos redondos y turgentes de esos que frenan la circulación vial, porque claro una no puede tener las tetas de escándalo y el culo caído, no va a conjunto, tiene que ponerse el escándalo cuando todo acompaña, porque si no acaba pareciéndose a la Obregón. El inti miró al cielo y luego a mi misma en un gesto que solo podía significar "qué dios nos ampare" y sugirió que casi mejor me olvidara de la idea, porque con mi carácter me pasaría todo el tiempo partiendo caras a inoportunos que se acercaran mirándome al escote. Y tiene razón, que es que esa es otra. Yo lo de que me entren los hombres pa' sacarme partido, lo llevo fatal. Ayer sin ir más lejos, me fui al Carrefour de mi vida a hacer la compra del mes y en el mismísimo rellano del parking me cogió por banda un pedazo bigardo italiano llamado Renato, que quitaba el hipo y con la castísima intención de encuestarme. Yo es que no pude resistirme y tuve que pararme a responderle. La primera pregunta fue si estaba casada y respondí “no”, la siguiente si tenía pareja y respondí “no”, y él transparente como el agua de mi grifo después de dejarla correr en contra de las recomendaciones de la CAM, me espetó un “¿pero ni un apaño?” (oye, como que le sorprendió). Total que siguió encantadorcísimo con la encuesta que era para una agencia de viajes. A cambio de mi voluntaria colaboración, me harían el honor de meterme en el bombo de un sorteo para una escapadilla a las Canarias acompañada de mi apaño (ya me imaginaba yo girando y girando agarrada a los alambres), pero eso sí, antes tendría que ir a tragarme una charla promocional de noventa minutos que sería compensada con creces con un regalo de incalculable valor consistente en un juego de bolsas de viaje de plastiqué… El caso es que el Renato preguntaba y preguntaba, y anotaba y anotaba y la hojita se iba acabando. Finalmente, llegó a la pregunta peligrosa: mi número de teléfono, (que oye, el mozo daba como para una reflexión), pero nada qué hacer, a mi me salió la respuesta estándar esa que llevo muy dentro y le dije “casi mejor me das tú número y te llamo yo”. El pobre se deshizo en explicaciones, que si necesitaba la encuesta con número para que la agencia de viajes pudiera llamarme y citarme para la charla, que es que si no no se lo pagaban, y a mi me dio penilla y solté la cifra, pero vamos que me costó. Me he convertido en un espécimen de los de “te llamaré”. Si yo creo que tengo relaciones de milagro. Al íntimo tardé en hablarle toda una cena entera en el que ni me digné a mirarle, solo porque era hombre o sosospechoso de serlo, y sabe dios con que deshonestas intenciones. Te digo yo que así no se puede.Pero bueno, al final con eso del ejercicio del roce, (que mira, sí que hace el cariño) resulta que el íntimo tiene una carta en mi casa que si no es blanca del todo, si es bastante claruchi, y hasta un cepillo de dientes y eso (qué le vamos a hacer). Pero sabe muy bien que fregar le toca a él y muy probablemente lo del guisoteo también. Yo le doy palmadas en el culo y le digo “chato traéme una cerveza” mientras miro la tele repantingada en el sofá con los pies apoyados en la mesa. Y es que realmente yo soy un hombre muy hombre encerrado en un cuerpo de mujer. Por eso no me extraña nada que yo no sea la mujer de la vida de mi íntimo, él no lo sabe aún, pero yo lo que de verdad quiero ser de mayor es el hombre de MI vida, muchísimo más interesante y práctico que ser la mujer de la suya o que él sea el macho de la mía. No sé que tal va a llevarlo, porque a los chicos que se creen hetéros les cuesta muchísimo salir del armario. A mi ya no, yo he salido de mi vestidor y me admito muy gay, que me he comprado un triple CD con los grandísimos éxitos de Barbra Streisand, que incluye hasta el "Guilty Pleasures", a duet con Barry Gib, el guapo de los Bee Gees (y eso que guapo y Bee Gee, es difícil de encajar)) y no cabe duda, tengo bien exteriorizadas las plumas rosas de las boas de mi Luisi.
Porque hace nada también, Cruela en su alegato antifeminista y pro-práctico, me dijo que ella no quería convertirse en un hombre (y le faltó añadir el "como tú"). En aquel momento no leí entre sus líneas, pero luego he ido reflexionando, y claro, ella me ve desde sus ojos, y la información le llega nítida. De hecho soy su recurso mas recurrido y el de todas mis amigas y familiares en ausencias de sus Ces. Cuando sus Ces (de churris) faltan, me llaman a mi corriendo para tareas tan cualificadas como: " que tengo que ir a buscar a mi suegra a la residencia, vente y así yo llevo su maletín y tu la tele de veintiocho pulgadas que pesa un quintal", o "mi hija necesita una segueta ¿le podrías dejar la tuya?", y sumo y sigo "que no me funciona la lámpara", "que hay que limpiar cinco kilos de mejillones"… Y es que yo femenina, femenina, lo soy un poquito y solo en la intimidad, para todo lo demás, como Master Card, yo empiezo a pensar que soy muy hombre. Por ejemplo. El domingo mañanero tras la operación de escarbe entre las ascuas a la búsqueda y captura de mis fotos indiscretas, y después de que mi hermana me hiciera notar el desperdicio del empeño, nos metimos en la Luisi y nos fuimos al centro comercial Principe Pío, que es el único que abre todos toditos los domingos dentro de la city. Mi hermana vive en medio de la naturaleza bucólica y, claro cuando viene a verme llega al borde y más que necesitada de chute de tiendas y glamour. Ella se compró de todo, y yo me metí en una tienda de lencería (lo de mis adicciones) pero lo que compré fue una sexy, excueta y rojo-reventona prenda interior para el inti (de esas que ningún hombre que se precie de serlo confesaría usar) que la dependienta me preparó en una exquisita bolsa con funda para lavar en lavadora evitando que la prenda en cuestión destiña y vuelva rosa el resto de la colada. Esto terminado en un atadillo ejecutado con un monísimo lacito de raso rojo también. La dependienta acababa de terminar dos segundos antes esta mismísima operación para un hombretón de tipo novio, ruborizado hasta la coronilla y más allá, que había excogido un minúsculo tanguilla para la chica de su vida y no veía el momento de que la solícita empleada terminara y así el pudiera salir de aquel antro de puntillas (también con n) antes de que le viera un conocido o muchísimo peor: su madre. En fin, yo estaba orgullosa porque me parecía que mi regalito era de un gusto perfecto y seguro, seguro, iba a acertar de pleno con mi inti. Pero después en el coche, pensaba en alto (yo en el coche pienso mucho, para matar el tiempo), comentando con mi hermana, que estos regalos son un poco absurdos, porque claro o lleva la sexy prenda, excueta y rojo-reventona bajo la ropa, y no lo ves, o se quita la ropa, y entonces si que no quieres verla. Y ahí, mi hermana me miró con ojos como platos, y me dijo, “joder hija, es lo que me dice siempre me churri cuando le critico por no apreciar mis conjuntillos”. Ese fue otro indicio de que tengo el nivel de testosterona un poco subido. Más ejemplos. El otro día reflexionaba en alto y con cierta nostalgia, que se me estaba pasando el momento de operarme y ponerme unos senos redondos y turgentes de esos que frenan la circulación vial, porque claro una no puede tener las tetas de escándalo y el culo caído, no va a conjunto, tiene que ponerse el escándalo cuando todo acompaña, porque si no acaba pareciéndose a la Obregón. El inti miró al cielo y luego a mi misma en un gesto que solo podía significar "qué dios nos ampare" y sugirió que casi mejor me olvidara de la idea, porque con mi carácter me pasaría todo el tiempo partiendo caras a inoportunos que se acercaran mirándome al escote. Y tiene razón, que es que esa es otra. Yo lo de que me entren los hombres pa' sacarme partido, lo llevo fatal. Ayer sin ir más lejos, me fui al Carrefour de mi vida a hacer la compra del mes y en el mismísimo rellano del parking me cogió por banda un pedazo bigardo italiano llamado Renato, que quitaba el hipo y con la castísima intención de encuestarme. Yo es que no pude resistirme y tuve que pararme a responderle. La primera pregunta fue si estaba casada y respondí “no”, la siguiente si tenía pareja y respondí “no”, y él transparente como el agua de mi grifo después de dejarla correr en contra de las recomendaciones de la CAM, me espetó un “¿pero ni un apaño?” (oye, como que le sorprendió). Total que siguió encantadorcísimo con la encuesta que era para una agencia de viajes. A cambio de mi voluntaria colaboración, me harían el honor de meterme en el bombo de un sorteo para una escapadilla a las Canarias acompañada de mi apaño (ya me imaginaba yo girando y girando agarrada a los alambres), pero eso sí, antes tendría que ir a tragarme una charla promocional de noventa minutos que sería compensada con creces con un regalo de incalculable valor consistente en un juego de bolsas de viaje de plastiqué… El caso es que el Renato preguntaba y preguntaba, y anotaba y anotaba y la hojita se iba acabando. Finalmente, llegó a la pregunta peligrosa: mi número de teléfono, (que oye, el mozo daba como para una reflexión), pero nada qué hacer, a mi me salió la respuesta estándar esa que llevo muy dentro y le dije “casi mejor me das tú número y te llamo yo”. El pobre se deshizo en explicaciones, que si necesitaba la encuesta con número para que la agencia de viajes pudiera llamarme y citarme para la charla, que es que si no no se lo pagaban, y a mi me dio penilla y solté la cifra, pero vamos que me costó. Me he convertido en un espécimen de los de “te llamaré”. Si yo creo que tengo relaciones de milagro. Al íntimo tardé en hablarle toda una cena entera en el que ni me digné a mirarle, solo porque era hombre o sosospechoso de serlo, y sabe dios con que deshonestas intenciones. Te digo yo que así no se puede.Pero bueno, al final con eso del ejercicio del roce, (que mira, sí que hace el cariño) resulta que el íntimo tiene una carta en mi casa que si no es blanca del todo, si es bastante claruchi, y hasta un cepillo de dientes y eso (qué le vamos a hacer). Pero sabe muy bien que fregar le toca a él y muy probablemente lo del guisoteo también. Yo le doy palmadas en el culo y le digo “chato traéme una cerveza” mientras miro la tele repantingada en el sofá con los pies apoyados en la mesa. Y es que realmente yo soy un hombre muy hombre encerrado en un cuerpo de mujer. Por eso no me extraña nada que yo no sea la mujer de la vida de mi íntimo, él no lo sabe aún, pero yo lo que de verdad quiero ser de mayor es el hombre de MI vida, muchísimo más interesante y práctico que ser la mujer de la suya o que él sea el macho de la mía. No sé que tal va a llevarlo, porque a los chicos que se creen hetéros les cuesta muchísimo salir del armario. A mi ya no, yo he salido de mi vestidor y me admito muy gay, que me he comprado un triple CD con los grandísimos éxitos de Barbra Streisand, que incluye hasta el "Guilty Pleasures", a duet con Barry Gib, el guapo de los Bee Gees (y eso que guapo y Bee Gee, es difícil de encajar)) y no cabe duda, tengo bien exteriorizadas las plumas rosas de las boas de mi Luisi.
lunes, 19 de marzo de 2007
EL CUERPO DE BOMBEROS Y OTROS CUERPOS DEL PECADO
La semana pasada fue intensa, intensa, entre otras cosas porque he vuelto a estudiar y eso se bebe las dos gotillas de energía que me quedaban sin consumir al final del día. Era solo martes y yo ya andaba pidiendo a gritos que llegara el viernes. Se junta además que desde hace un par de semanillas estoy sin íntimo, que se ha ido a la bonita Marina D’Or (ciudad de vacaciones) con las misses, llevado por su trabajo en el gremio del artisteo. Así que el finde que me esperaba era de ensueño, de solita solipandis (que en los últimos tiempos mis fines de semana son muy ajetreados con esto de mi doble vida), sin más plan ni otras ganas que meterme en mi casita y colgar en la puerta un cartelito de esos de los hoteles de “NO MOLESTEN” que yo tengo varios en casa (cuando voy a un hotel de los de más de sesenta eurazos, procuro amortizarlo del todo y creo que sólo me falta un grifo en el que ponga NH).
Y es que todos necesitamos dedicarnos un poquillo de tiempo a nosotros mismos como mínimo de vez en cuando, pero con estas vidas y jornadas que nos traemos, una se coloca el piloto automático, y al final acaba haciendo sólo lo urgente y dejando para otros momentos que no llegan nunca lo importante.
Yo llevaba una racha larga dedicada a ser eficaz curranta, amante hija, amante madre y amante amante y la verdad es que el cuerpo me pedía a gritos una desconexión del mundo, así que para este finde de íntimo cubriendo misses y de hija con su padre, tenía previstas dos actividades principales: organización de los cajones de mi cómoda de cabecera (está al lado de mi cama) que guarda mis lencerías finas, y darme gustillo tras gustillo al cuerpo. Y en esto llegó el viernes, terminé de trabajar y me fui a corriendo a la pelu (aprovechando que no estoy en crisis como la Brinnnnie) para hacerme un retoquillo a los reflejos y empezar mi sacrosanto finde de la mejor de las maneras. Pero cuando llegué Dante ya estaba echando el cierre (mi gozo en un pozo) y eso si que es innegociable. Ahora, que en un gesto de magnanimidad (u horrorizado por mis greñas, que él para la greña es muy sensible) me dio cita para el sábado a las nueve y media antes de que llegaran sus clientas legales con cita (está claro que está viviendo una luna de miel con su Troy). Así que compuesta y con mi primer plan fallido me volví a mi casa y me metí de lleno en mis cajones. Como sabéis yo soy una mujer de múltiples adicciones, además de las que ya os he ido contando, otra que tengo también muy desarrollada es la debilidad por los conjuntitos de lencería fina, pero claro la seda resbala y es dificilísimo mantenerla ordenada y en su sitio. Este viernes he contado todos los conjuntos buenos y festivos de guardar que tengo y suman como para no repetir ni braga ni tanga ni culot en un mes completo. Juzgad vosotros mismos. Yo un día saco a subasta los accesorios de mi vida en ebay y me hago de oro. Y otra debilidad adicta que también tengo es la de hacer fotos con mi cámara polaroid. Ahora con las cámaras digitales la cosa es distinta, pero en los tiempos en los que yo empecé a aficionarme a la fotografía, una tenía que llevar los carretes a revelar a manos extrañas, y claro, eso limitaba muchísimo el arte a poner en las fotos. Después aprendí a revelar yo misma, pero solo sabía en blanco y negro, y era un trajín. Y de repente cuando tenía veintipocos años, va y sale al mercado una cámara polaroid instantánea súper compacta en color azul pastel que vino a fomentar y desarrollar mi pasión por el arte. Así que yo ya no voy a ningún sitio sin mi polaroid en el bolso, y claro tengo fotos como para venderlas por kilos. Entre ellas alguna de mucho mucho arte (una manía mía que según el íntimo, un día me va a costar un disgusto). Bueno pues mis fotos artísticas las guardo en mis cajones mezcladas con mis rasos y puntillas (con n), por aquello de que ambas cosas son muy íntimas. Pero coincide que desde hace un mes más o menos, viene a ayudarme con el aseo y la intendencia del hogar una mujer majísima que se encarga de dejarme la casa como los chorros de oro (el primer día que vino, mi hija creía que yo había comprado una bañera nueva, y os aseguro que yo la limpiaba una vez por semana y que jamás en su vida ha cogido una infección por usarla, pero es que esta mujer saca brillo hasta al lado feo del albal). El caso es que de repente ha entrado en el sancto sanctorum de mi hogar donde sólo entramos mi hija y yo y a quienes nosotras invitamos siempre con fecha de entrada y de salida y de forma controlada, una mujer a la que pago por remover hasta debajo de los muebles y encontrar todos mis trapos sucios para meterlos en lejía y los dejarlos inmaculados. Y como ya habíamos tenido un par de episodios espectaculares pelín azarosos que no contaré aquí por pudorcillo, decidí que era oportuno hacer recogida de mis objetos íntimos y si no liquidarlos, por lo menos dejarlos perfectamente ordenados para no parecer una cochina en el más amplio sentido de la palabra. Así que recogiendo y ordenando mis cajones de sastre me encontré con unas fotillos mías de otras vidas donde la artistaza en cuestión era yo, y sin duda anteriores a mi lectura de un consejo de Valeria Maza que recomienda posar siempre con una sonrisa que enseñe un poquito los dientes, que como todo el mundo sabía menos yo, es la sonrisa más dulce y natural, (esto ha mejorado quilates mi fotogénica, hacedme caso). El asunto es que aquellas fotos eran como si se las hubieran hecho a la mismísima Kate Moss en un mal día con la prensa. Y yo, que lo guardo casi todo, hasta mi primer chupete (soy una sentimental) decidí que esas merecían irse directamente a la basura. En mi barrio hay que pensarse muchísimo lo de tirar nada y donde, porque yo en una de mis anteriores mudanzas (cuando me fui del barrio por el plazo de uno año largo para casarme y reproducirme en otra ciudad distinta) tiré a la basura un diario de adolescencia que a mi vuelta me re-regaló la Esteban porque se lo había encontrado “en la calle” y le parecía a ella que no se podía tirar a la basura algo escrito con tanto sentimiento (creo que fue un betseller en mi barrio y en mi ausencia). Pero otro ejemplo en mis cannnnes: Cruela y su C vivieron durante unos años alquilados en una casa con algunos muebles de la propietaria legítima, entre ellos un armario. Dentro de ese armario encerrado bajo siete llaves había un niño jesús de escayola con un corderito que también pertenecía a la legítima y que ellos tenían allí castigado sin postre porque les daba muy mal royo (ellos también son otros pedazos de ateos). Cuando por fin compraron su piso actual y se mudaron del anterior alquilado, la dueña legítima hizo limpieza generala para realquilarlo de nuevo. El caso es que un día bajando la basura, abrí el contenedor y me encontré sobre todas las bolsas, y como una aparición mariana, a este niño jesús con su corderito degollado (literal, porque se le había roto la cabeza) mirándome con una carita... que me dio muchísima pena (porque una es atea pero muy sensible a la desdicha ajena) y lo saqué del contenedor, me lo metí en el bolso y lo llevé a la oficina para ponerlo al lado del fax y oye, que entraran muchos pedidos. Cuando llegaron la Cruela y su C a trabajar y se lo encontraron allí casi les dió un infarto porque era una mezcla entre un castigo y un recochineo divino, estaban acojonados. Después cuando se aclaró el asunto, nos entró la risa, pero nos pareció a todos una señal, y dicidimos quedárnoslo y bautizarle como Asdrúbal de Jesús (era la época del pedazo de maromo novio de la Bibí Anderson) y todavía le tenemos ahí, pero ahora pegadito al router de internet. Le veneramos mucho. El caso es que me parecía arriesgadísimo deshacerme de esas fotos polaroid en mi propio barrio, la operación exigía por lo menos que las rompiera previamente con unas tijeras y emigrara a otro distrito a tirarlas en muchas, muuuuuchas papeleras. Pero en fin, de momento las dejé en la montaña de reciclaje de papel para tirar (que cuando se hace limpieza siempre acaba surgiendo una pequeña cordillera llena de Evereses domésticos), me puse una cervecilla (¡que viva St. Patrick!) y musiquita de Madonna y hala a doblar lencería y ordenar fotos. Me dieron las tantas y yo tenía que madrugar para mi cita con Dante, así que organizados los tres cajones y dispuestos como para una exposición, metí los sintéticos en una bolsa y los papeles en otra y a dormir. Por la mañana medio lela, con la capucha en la cabeza para tapar las greñas y con el piloto automático conectado, cogí mis bolsas crucé la calle y tiré los plásticos en el contenedor amarillo y el papel en el de papel (que una con la luz es una descocada, pero para lo demás, muy respetuosa con el medio ambiente), y a toda leche a la pelu porque manda narices mi amor por el riesgo, hacer madrugar a Dante y llegar tarde.
La cosa es que yo me levanto a una hora, pero me despierto un par de ellas más tarde, y hasta ese momento en el que ya ha empezado a hacerme efecto la coca cola sobrevivo y me desenvuelvo gracias a la inercia. Por ejemplo, yo siempre me ducho en el mismo orden porque me sale sin pensarlo y prolongo un poco más el descanso mental, esto es: lavado de cabeza (a diario), aclarado de cabeza (obviamente, también a diario), acondicionador de cabeza para evitar en lo posible el efecto mujer de atapuerca, lavado/masaje con manopla exfoliante para retrasar la celulitis, maquinilla depilante si ha lugar y aclarado de acondicionador. Pero como sabemos todas y algunos todos, para el tema de los tintes, el pelo cuanto menos limpio esté (dentro de lo razonable) pues mejor. Así que no podía lavarme la cabeza. Y a mi me sacas del guión, y me pierdo. Total que ya no me duché con la alcachofa sobre cabeza como hago siempre sino con otra regulable que normalmente permanece en reposo a altura rodillas y que situé a altura hombros y no más arriba para evitar mojarme el pelo. Puse atención en saltarme la primera parte del proceso, pero hecho estó volví a desconcentrarme para lo siguiente que era igual que todos los días: el lavado/masaje con manopla exfoliante y el proceso de apagado, que también es rutinario y siempre el mismo: doy a la manivela que cambia de alcachofa sobre cabeza a alcachofa rodilla (también cambia en el otro sentido, naturalmente) para que la siguiente vez que abra el grifo no me salga fría sobre toda yo misma sino sobre mis pies estratégicamente retirados. Y por último cierro los grifos. Pero claro, hice el movimiento a la manivela y el agua salió por la alcachofa sobre cabeza inesperadamente, así que me sobresalté por la impresión, me lié con la cortina y tiré la barra, un desaguisado el baño empapado y otro desaguisado intentar colocar la barra. Porque tardé en reaccionar lo mío que estaba grogui todavía. Así que cuando resolví todo aquel lío y me vestí ni me quedaba tiempo para peinarme con lo tardisimo que llegaba a donde Dante. Luego pasa lo que pasa, que a él, con ese carácter que me gasta, le entra la necesidad de degollarme para vengarse y hasta tendría excusa, que le diría tranquilamente al juez que se le había escapado la tijera sin querer porque le había vencido un poquito el sueño por culpa del madrugón. No hay que arriesgarse con alguien armado y peligroso. A la altura pastelería, que es camino medio entre mi casa y la pelu, me percaté del desastre: las fotos en el contenedor del papel. Pero ya estaba hecho e intenté tranquilizarme pensando que iban en una bolsa (de papel de Pepe Jeans, naturalmente) y que había que ser delincuente muy fino para conseguir recuperarlas con esa entrada de papel tan estrechita. Aun así, no andaba yo nada tranquila... En fin que me lié con las dos horas largas de cotilleos con Dante que me puso al día con los pormenores de nuestras vidas y las de nuestros conocidos (Cruela que sepas que Dante también cree que te pusiste pelín agresiva cuando dejaste de fumar, y que de hecho mira a su Madonna, que no ha vuelto a ser la misma, yo no le saqué de la duda, aunque te diré que él piensa que ya has vuelto a tu ser y más desde que alternas tus chicles de nicotina con las caladas a nuestros cigarros, que lo sepas. Dice que habías llegado a ser de una "crueldad intolerable" (se nota que a los dos nos tiene locos el Clooney)), nos fumamos unos cigarritos en la calle con las placas solares sobre mi cabeza (los albales para los reflejos, que digo yo que qué malo es esto del tabaco, yo ocultando mi pelo sucio y despeinao con la capucha para andar dos calles cuando todo el barrio duerme y luego salgo a la calle de esa guisa cuando todos van a por el pan. Íntimo en un tris estuve de hacerme unas fotos para inspirarte mientras estudias) y entre todo eso, y que a partir de ahí me lié con lo mío y con salir de la pelu monísima para meterme con la Luisi por la mismísima Gran Vía camino de la mítica tienda de lanas El Gato Negro para comprarme unas madejillas con las que confeccionarme una mantita de ganchillo para el sofá en esos ratillos en los que disfruto de los ilustrativos documentales del Discovery Channel y así no aburrirme estando mano sobre mano sin otra cosa que hacer más que fijar la vista y el entendimiento en la tele (tiendo a la hiperactividad, qué le vamos a hacer), pues con todo eso y con tanto trajín conseguí que se me fuera pasando el desasosiego por lo de las fotos. Y hete aquí que ya era de noche, que estaba esperando en mi casita a mi hermana que venía de un viajecito luna de miel por san quiero y por las Canarias con su maromo, pero que tras unas diferencias de opinión con el mismo, le había dicho “tú vete donde quieras que yo hoy duermo con mi hermana” (porque ellos no tienen casa en Madrid, pero sus familias sí y esa es su manera sofisticada de decirle “que te aguante tu madre“). Yo hacía ganchillo en la gloria bendita mientras veía la quinta temporada completa de Sexo en Nueva York por vez quince mil (como suspira mi madre: ¡para eso una se mata a educarme progre!). Y de repente, suena una sirena a todo decibelio que se acerca y se acerca, y se acerca hasta detenerse bajo mi balcón y dejarme el ruido metido en el salón mismo. Me asomo a la ventana (eres la chica de ayer) y me encuentro con los bomberos y el contenedor de papel ardiendo espectacular como el Windsor. Los bomberos de una eficacia pasmosa (observen la instantánea que adjunto tomada desde mi ventana mientras trago amarguísima saliva), enganchan la manguera en la boca de riego y en dos segundos apagan todo aquello sin poder salvar el contenedor pero milagrosamente, salvando casi todo el contenido del mismo (ejemplo claro de que el plástico está hecho con petróleo y el petróleo arde mejor que el papel, y muchísimo mejor, años luz, que las fotos polaroid). Para más INRI, y para que no quedaran rescoldos traicioneros, un bombero removía con un mazo enorme los papeles y el otro los regaba. Yo ya estaba de los nervios. Y finalmente los bomberos terminaron su trabajo perfectamente ejecutado y se fueron dejando la calle empapada, los pisos apestando a humo y todos los papeles y entre ellos mis fotos polaroid desperdigados en medio de la acera a acceso de todo público, sin rastro alguno del contenedor que se había derretido del todo todito todo. Por la mañana a primera hora indecente convencí a mi hermana de que bajara conmigo a la calle antes de que se levantara el barrio y me ayudara a revolver entre los restos para ver si encontrábamos las fotos y podíamos recuperarlas, pero la verdad es que parecía complicado y mi hermana decía que iba a estar poco tiempo en Madrid (se fue esa misma tarde con su maromo perdonado) y que aquello no iba a tocarlo nadie ni harto grifa (que poco conoce a mi barrio), que mañana llegarían los de la limpieza, se llevarían todo y a correr. Me resigné a sus palabras y a la doble esperanza de que A) hubieran ardido B) si A fallaba, me quedara el consuelo de la tonta regla de oro de que si no las encontrábamos nosotras, no las encontraría nadie. Hoy la cosa ha conseguido superarse así misma, porque como sabéis ha entrado por el norte una corriente de viento polar que ha hecho que soplara un casi huracán en Madrid en general y en mi barrio en particular. Esta mañana recién levantada, cuando he salido al balcón a por comida para mi gato me le he encontrado inundado por restos de papeles chamuscados, y de la montaña de papeles que había en la acera solo quedaba el equivalente a un periódico mál abandonado: todos se los había llevado el viento. Y digo yo, puesto a llenarme el balcón de papeles inútiles, que le hubiera costado al viento devolverme mis fotos polaroid que sin lugar a dudas habrán ido a caer al balcón propio del presidente de esa nuestra comunidad donde trabajo, que queda justo enfrente del mío y que yo sé que me mira mucho, tanto que hasta puse cortinas dobles en mi salón. Y es que como dijo la mítica Marisol, va a ser verdad lo de que la vida es una tómbola.
Y es que todos necesitamos dedicarnos un poquillo de tiempo a nosotros mismos como mínimo de vez en cuando, pero con estas vidas y jornadas que nos traemos, una se coloca el piloto automático, y al final acaba haciendo sólo lo urgente y dejando para otros momentos que no llegan nunca lo importante.
Yo llevaba una racha larga dedicada a ser eficaz curranta, amante hija, amante madre y amante amante y la verdad es que el cuerpo me pedía a gritos una desconexión del mundo, así que para este finde de íntimo cubriendo misses y de hija con su padre, tenía previstas dos actividades principales: organización de los cajones de mi cómoda de cabecera (está al lado de mi cama) que guarda mis lencerías finas, y darme gustillo tras gustillo al cuerpo. Y en esto llegó el viernes, terminé de trabajar y me fui a corriendo a la pelu (aprovechando que no estoy en crisis como la Brinnnnie) para hacerme un retoquillo a los reflejos y empezar mi sacrosanto finde de la mejor de las maneras. Pero cuando llegué Dante ya estaba echando el cierre (mi gozo en un pozo) y eso si que es innegociable. Ahora, que en un gesto de magnanimidad (u horrorizado por mis greñas, que él para la greña es muy sensible) me dio cita para el sábado a las nueve y media antes de que llegaran sus clientas legales con cita (está claro que está viviendo una luna de miel con su Troy). Así que compuesta y con mi primer plan fallido me volví a mi casa y me metí de lleno en mis cajones. Como sabéis yo soy una mujer de múltiples adicciones, además de las que ya os he ido contando, otra que tengo también muy desarrollada es la debilidad por los conjuntitos de lencería fina, pero claro la seda resbala y es dificilísimo mantenerla ordenada y en su sitio. Este viernes he contado todos los conjuntos buenos y festivos de guardar que tengo y suman como para no repetir ni braga ni tanga ni culot en un mes completo. Juzgad vosotros mismos. Yo un día saco a subasta los accesorios de mi vida en ebay y me hago de oro. Y otra debilidad adicta que también tengo es la de hacer fotos con mi cámara polaroid. Ahora con las cámaras digitales la cosa es distinta, pero en los tiempos en los que yo empecé a aficionarme a la fotografía, una tenía que llevar los carretes a revelar a manos extrañas, y claro, eso limitaba muchísimo el arte a poner en las fotos. Después aprendí a revelar yo misma, pero solo sabía en blanco y negro, y era un trajín. Y de repente cuando tenía veintipocos años, va y sale al mercado una cámara polaroid instantánea súper compacta en color azul pastel que vino a fomentar y desarrollar mi pasión por el arte. Así que yo ya no voy a ningún sitio sin mi polaroid en el bolso, y claro tengo fotos como para venderlas por kilos. Entre ellas alguna de mucho mucho arte (una manía mía que según el íntimo, un día me va a costar un disgusto). Bueno pues mis fotos artísticas las guardo en mis cajones mezcladas con mis rasos y puntillas (con n), por aquello de que ambas cosas son muy íntimas. Pero coincide que desde hace un mes más o menos, viene a ayudarme con el aseo y la intendencia del hogar una mujer majísima que se encarga de dejarme la casa como los chorros de oro (el primer día que vino, mi hija creía que yo había comprado una bañera nueva, y os aseguro que yo la limpiaba una vez por semana y que jamás en su vida ha cogido una infección por usarla, pero es que esta mujer saca brillo hasta al lado feo del albal). El caso es que de repente ha entrado en el sancto sanctorum de mi hogar donde sólo entramos mi hija y yo y a quienes nosotras invitamos siempre con fecha de entrada y de salida y de forma controlada, una mujer a la que pago por remover hasta debajo de los muebles y encontrar todos mis trapos sucios para meterlos en lejía y los dejarlos inmaculados. Y como ya habíamos tenido un par de episodios espectaculares pelín azarosos que no contaré aquí por pudorcillo, decidí que era oportuno hacer recogida de mis objetos íntimos y si no liquidarlos, por lo menos dejarlos perfectamente ordenados para no parecer una cochina en el más amplio sentido de la palabra. Así que recogiendo y ordenando mis cajones de sastre me encontré con unas fotillos mías de otras vidas donde la artistaza en cuestión era yo, y sin duda anteriores a mi lectura de un consejo de Valeria Maza que recomienda posar siempre con una sonrisa que enseñe un poquito los dientes, que como todo el mundo sabía menos yo, es la sonrisa más dulce y natural, (esto ha mejorado quilates mi fotogénica, hacedme caso). El asunto es que aquellas fotos eran como si se las hubieran hecho a la mismísima Kate Moss en un mal día con la prensa. Y yo, que lo guardo casi todo, hasta mi primer chupete (soy una sentimental) decidí que esas merecían irse directamente a la basura. En mi barrio hay que pensarse muchísimo lo de tirar nada y donde, porque yo en una de mis anteriores mudanzas (cuando me fui del barrio por el plazo de uno año largo para casarme y reproducirme en otra ciudad distinta) tiré a la basura un diario de adolescencia que a mi vuelta me re-regaló la Esteban porque se lo había encontrado “en la calle” y le parecía a ella que no se podía tirar a la basura algo escrito con tanto sentimiento (creo que fue un betseller en mi barrio y en mi ausencia). Pero otro ejemplo en mis cannnnes: Cruela y su C vivieron durante unos años alquilados en una casa con algunos muebles de la propietaria legítima, entre ellos un armario. Dentro de ese armario encerrado bajo siete llaves había un niño jesús de escayola con un corderito que también pertenecía a la legítima y que ellos tenían allí castigado sin postre porque les daba muy mal royo (ellos también son otros pedazos de ateos). Cuando por fin compraron su piso actual y se mudaron del anterior alquilado, la dueña legítima hizo limpieza generala para realquilarlo de nuevo. El caso es que un día bajando la basura, abrí el contenedor y me encontré sobre todas las bolsas, y como una aparición mariana, a este niño jesús con su corderito degollado (literal, porque se le había roto la cabeza) mirándome con una carita... que me dio muchísima pena (porque una es atea pero muy sensible a la desdicha ajena) y lo saqué del contenedor, me lo metí en el bolso y lo llevé a la oficina para ponerlo al lado del fax y oye, que entraran muchos pedidos. Cuando llegaron la Cruela y su C a trabajar y se lo encontraron allí casi les dió un infarto porque era una mezcla entre un castigo y un recochineo divino, estaban acojonados. Después cuando se aclaró el asunto, nos entró la risa, pero nos pareció a todos una señal, y dicidimos quedárnoslo y bautizarle como Asdrúbal de Jesús (era la época del pedazo de maromo novio de la Bibí Anderson) y todavía le tenemos ahí, pero ahora pegadito al router de internet. Le veneramos mucho. El caso es que me parecía arriesgadísimo deshacerme de esas fotos polaroid en mi propio barrio, la operación exigía por lo menos que las rompiera previamente con unas tijeras y emigrara a otro distrito a tirarlas en muchas, muuuuuchas papeleras. Pero en fin, de momento las dejé en la montaña de reciclaje de papel para tirar (que cuando se hace limpieza siempre acaba surgiendo una pequeña cordillera llena de Evereses domésticos), me puse una cervecilla (¡que viva St. Patrick!) y musiquita de Madonna y hala a doblar lencería y ordenar fotos. Me dieron las tantas y yo tenía que madrugar para mi cita con Dante, así que organizados los tres cajones y dispuestos como para una exposición, metí los sintéticos en una bolsa y los papeles en otra y a dormir. Por la mañana medio lela, con la capucha en la cabeza para tapar las greñas y con el piloto automático conectado, cogí mis bolsas crucé la calle y tiré los plásticos en el contenedor amarillo y el papel en el de papel (que una con la luz es una descocada, pero para lo demás, muy respetuosa con el medio ambiente), y a toda leche a la pelu porque manda narices mi amor por el riesgo, hacer madrugar a Dante y llegar tarde.
La cosa es que yo me levanto a una hora, pero me despierto un par de ellas más tarde, y hasta ese momento en el que ya ha empezado a hacerme efecto la coca cola sobrevivo y me desenvuelvo gracias a la inercia. Por ejemplo, yo siempre me ducho en el mismo orden porque me sale sin pensarlo y prolongo un poco más el descanso mental, esto es: lavado de cabeza (a diario), aclarado de cabeza (obviamente, también a diario), acondicionador de cabeza para evitar en lo posible el efecto mujer de atapuerca, lavado/masaje con manopla exfoliante para retrasar la celulitis, maquinilla depilante si ha lugar y aclarado de acondicionador. Pero como sabemos todas y algunos todos, para el tema de los tintes, el pelo cuanto menos limpio esté (dentro de lo razonable) pues mejor. Así que no podía lavarme la cabeza. Y a mi me sacas del guión, y me pierdo. Total que ya no me duché con la alcachofa sobre cabeza como hago siempre sino con otra regulable que normalmente permanece en reposo a altura rodillas y que situé a altura hombros y no más arriba para evitar mojarme el pelo. Puse atención en saltarme la primera parte del proceso, pero hecho estó volví a desconcentrarme para lo siguiente que era igual que todos los días: el lavado/masaje con manopla exfoliante y el proceso de apagado, que también es rutinario y siempre el mismo: doy a la manivela que cambia de alcachofa sobre cabeza a alcachofa rodilla (también cambia en el otro sentido, naturalmente) para que la siguiente vez que abra el grifo no me salga fría sobre toda yo misma sino sobre mis pies estratégicamente retirados. Y por último cierro los grifos. Pero claro, hice el movimiento a la manivela y el agua salió por la alcachofa sobre cabeza inesperadamente, así que me sobresalté por la impresión, me lié con la cortina y tiré la barra, un desaguisado el baño empapado y otro desaguisado intentar colocar la barra. Porque tardé en reaccionar lo mío que estaba grogui todavía. Así que cuando resolví todo aquel lío y me vestí ni me quedaba tiempo para peinarme con lo tardisimo que llegaba a donde Dante. Luego pasa lo que pasa, que a él, con ese carácter que me gasta, le entra la necesidad de degollarme para vengarse y hasta tendría excusa, que le diría tranquilamente al juez que se le había escapado la tijera sin querer porque le había vencido un poquito el sueño por culpa del madrugón. No hay que arriesgarse con alguien armado y peligroso. A la altura pastelería, que es camino medio entre mi casa y la pelu, me percaté del desastre: las fotos en el contenedor del papel. Pero ya estaba hecho e intenté tranquilizarme pensando que iban en una bolsa (de papel de Pepe Jeans, naturalmente) y que había que ser delincuente muy fino para conseguir recuperarlas con esa entrada de papel tan estrechita. Aun así, no andaba yo nada tranquila... En fin que me lié con las dos horas largas de cotilleos con Dante que me puso al día con los pormenores de nuestras vidas y las de nuestros conocidos (Cruela que sepas que Dante también cree que te pusiste pelín agresiva cuando dejaste de fumar, y que de hecho mira a su Madonna, que no ha vuelto a ser la misma, yo no le saqué de la duda, aunque te diré que él piensa que ya has vuelto a tu ser y más desde que alternas tus chicles de nicotina con las caladas a nuestros cigarros, que lo sepas. Dice que habías llegado a ser de una "crueldad intolerable" (se nota que a los dos nos tiene locos el Clooney)), nos fumamos unos cigarritos en la calle con las placas solares sobre mi cabeza (los albales para los reflejos, que digo yo que qué malo es esto del tabaco, yo ocultando mi pelo sucio y despeinao con la capucha para andar dos calles cuando todo el barrio duerme y luego salgo a la calle de esa guisa cuando todos van a por el pan. Íntimo en un tris estuve de hacerme unas fotos para inspirarte mientras estudias) y entre todo eso, y que a partir de ahí me lié con lo mío y con salir de la pelu monísima para meterme con la Luisi por la mismísima Gran Vía camino de la mítica tienda de lanas El Gato Negro para comprarme unas madejillas con las que confeccionarme una mantita de ganchillo para el sofá en esos ratillos en los que disfruto de los ilustrativos documentales del Discovery Channel y así no aburrirme estando mano sobre mano sin otra cosa que hacer más que fijar la vista y el entendimiento en la tele (tiendo a la hiperactividad, qué le vamos a hacer), pues con todo eso y con tanto trajín conseguí que se me fuera pasando el desasosiego por lo de las fotos. Y hete aquí que ya era de noche, que estaba esperando en mi casita a mi hermana que venía de un viajecito luna de miel por san quiero y por las Canarias con su maromo, pero que tras unas diferencias de opinión con el mismo, le había dicho “tú vete donde quieras que yo hoy duermo con mi hermana” (porque ellos no tienen casa en Madrid, pero sus familias sí y esa es su manera sofisticada de decirle “que te aguante tu madre“). Yo hacía ganchillo en la gloria bendita mientras veía la quinta temporada completa de Sexo en Nueva York por vez quince mil (como suspira mi madre: ¡para eso una se mata a educarme progre!). Y de repente, suena una sirena a todo decibelio que se acerca y se acerca, y se acerca hasta detenerse bajo mi balcón y dejarme el ruido metido en el salón mismo. Me asomo a la ventana (eres la chica de ayer) y me encuentro con los bomberos y el contenedor de papel ardiendo espectacular como el Windsor. Los bomberos de una eficacia pasmosa (observen la instantánea que adjunto tomada desde mi ventana mientras trago amarguísima saliva), enganchan la manguera en la boca de riego y en dos segundos apagan todo aquello sin poder salvar el contenedor pero milagrosamente, salvando casi todo el contenido del mismo (ejemplo claro de que el plástico está hecho con petróleo y el petróleo arde mejor que el papel, y muchísimo mejor, años luz, que las fotos polaroid). Para más INRI, y para que no quedaran rescoldos traicioneros, un bombero removía con un mazo enorme los papeles y el otro los regaba. Yo ya estaba de los nervios. Y finalmente los bomberos terminaron su trabajo perfectamente ejecutado y se fueron dejando la calle empapada, los pisos apestando a humo y todos los papeles y entre ellos mis fotos polaroid desperdigados en medio de la acera a acceso de todo público, sin rastro alguno del contenedor que se había derretido del todo todito todo. Por la mañana a primera hora indecente convencí a mi hermana de que bajara conmigo a la calle antes de que se levantara el barrio y me ayudara a revolver entre los restos para ver si encontrábamos las fotos y podíamos recuperarlas, pero la verdad es que parecía complicado y mi hermana decía que iba a estar poco tiempo en Madrid (se fue esa misma tarde con su maromo perdonado) y que aquello no iba a tocarlo nadie ni harto grifa (que poco conoce a mi barrio), que mañana llegarían los de la limpieza, se llevarían todo y a correr. Me resigné a sus palabras y a la doble esperanza de que A) hubieran ardido B) si A fallaba, me quedara el consuelo de la tonta regla de oro de que si no las encontrábamos nosotras, no las encontraría nadie. Hoy la cosa ha conseguido superarse así misma, porque como sabéis ha entrado por el norte una corriente de viento polar que ha hecho que soplara un casi huracán en Madrid en general y en mi barrio en particular. Esta mañana recién levantada, cuando he salido al balcón a por comida para mi gato me le he encontrado inundado por restos de papeles chamuscados, y de la montaña de papeles que había en la acera solo quedaba el equivalente a un periódico mál abandonado: todos se los había llevado el viento. Y digo yo, puesto a llenarme el balcón de papeles inútiles, que le hubiera costado al viento devolverme mis fotos polaroid que sin lugar a dudas habrán ido a caer al balcón propio del presidente de esa nuestra comunidad donde trabajo, que queda justo enfrente del mío y que yo sé que me mira mucho, tanto que hasta puse cortinas dobles en mi salón. Y es que como dijo la mítica Marisol, va a ser verdad lo de que la vida es una tómbola.
jueves, 1 de marzo de 2007
YO DE LUCES VOY SOBRADA
En mi último post os contaba que yo soy polizofrénica y madre. Bueno pues también soy adicta-compulsiva. Esto es, yo tengo una pasión y la desarrollo pero a lo bestia. Por poner unos ejemplos: me encantan las zapatillas de basket, las artistas antes llamadas John Smith y ahora conocidas como Converses. Bueno pues (mamá, esto no lo leas) tengo nueve pares de todos los colores y tejidos. También me encanta Spiderman y tengo dos en el trabajo, uno en la Luisi y siete en mi casa. Veis lo que os quiero decir.
Pues otra cosa que también me pirra (qué bonitos términos los de antaño), son las luces. Me encantan las luces y sus mecanismos, sus temperaturas en grados Kelvin, sus tonillos del verde al naranja que el ojo humano no detecta, pero que los míos cuajaditos de dioptrías distinguen hasta parpadeando. Es así. Trabajo en un gremio relacionado con el asunto, y por poner un ejemplo, en mi casa de dos habitaciones, salón, cocina-comedor todo junto y baño minúsculo infinitamente más pequeño que mi armario, (total casa: cinco estancias) tengo veintitrés interruptores que activan de forma independiente otros tantos conjuntos de lámparas. Tres de ellos son reguladores. Imposible contar el número de lámparas y de bombillas, y debo decir que ninguna es de bajo consumo (lo siento Al Gore, no sientas remordimientos por no dedicarme tus Oscars) y entono el mea culpa, pero es que las de bajo consumo dan una luz muy flojilla para mis expectativas. Nunca he encendido todas a la vez, eso es cierto, me imagino que si lo hicera saldría de mi casa un chorro de luz de tropecientos mil watios derechita al universo que dejaría lelo al mismísimo Meteosat.
Bueno, pues hoy os voy a contar en versión Luisi, que para ser conductora nóvel, hay que ver los siglos que hace que no le dedico ni un triste post.
Cuando yo me compré la Luisi me dediqué a invertir tiempo y dinero en lo que más le urgía: cositas de limpieza. Después la di mi toque personal: que si un espiderman por aquí, que si una boa de plumas rosas por allá... por aquello de sentirme cómoda dentro. Después, como les pasa a los niños, se me ha ido poniendo malita, y con cada catarrillo que me cogía yo le aplicaba una medicina: que si una batería nueva, que si un filtro del aceite, el aceite en sí, un filtro del aire (el aire en sí no, que afortunadamente todavía es gratis), el cambio del barro del radiador (ya no era ni agua), los discos y las pastillas de freno, cuatro neumáticos con sus yantas (porque es lo que tiene el tunning, una chulería que pa' qué, y resulta que las ruedas de camión que me traía mi modesto polillo no están homolgadas, y claro no me pasaba la ITV...). Un pastón, que hay que ver cómo se suben al guindo las farmacéuticas. Pero después de todo lo hecho, que era lo urgente, y tras la aprobación de mi padre (¡santo varón!) que me dijo el sábado que hasta el motor empieza a sonar diferente, he decidido que ya era el momento de dedicarme a mis otras pasiones: como por ejemplo las luces.
Porque quien lo iba a decir, pero mi Luisi de luces va muy cortita. De hecho con las cortas propiamente dicho, no ilumino ni la pared del parking del Carrefour cuando estoy pegada, pero bueno, eso es porque apuntán con estrabismo y hacia abajo. En el habitáculo de pasajeros tenía una linterna (de leds, eso sí) porque la luz de encima del retrovisor no es que estuviera muerta, no, es que hasta la funda de plástico protectora con difusor estaba negra del reventón que debió dar la lamparita en su momento. Ahora, que en el portaequipajes llevo una serie de azules que ratean al ritmo de la música, y que son una pasada. Lástima que el loro no funcione, pero bueno. Para la siguiente carta a los reyes.
Total, que hace un mes me iba a ir al campo sección montaña y coincidió justo con la semana esa que en toda 'Paññññña nevó a lo bestia, así que previsora que es una, me fui a comprar las cadenas para mi Luisi. A mi en las tiendas me pasa como con las patatas Matutano, que una solo no da pá ná. Aprovechando que el comercio era del ramo, me puse a pensar que otras fruslerías necesitaba mi coche. Y me acordé: ¡las luces de repuesto!. Coincide encima que no con motivo de mi cumple sino de un san-quiero, el íntimo me regaló una lámpara de defensa ajena. Me explico. Esta bombillita en cuestión se debe poner en el piloto de la marcha atrás. Cuando una acciona la palanca de cambios y la mueve a la posición mencionada, se enciende (hombre qué menos, diréis), pues sí, pero además y aquí esta lo bueno, emite una señal acústica de ciento quince decibelios (también conocida como pitido) que alerta a los chavales de los institutos que me circundan, casi siempre distraidos en sus propios y elevados pensamientos, de que la Irma está al volante de la Luisi, y además conduciendo con el cogote. Esto era necesario.
El mismo día en que el íntimo me la dió pero a altura mañana por la mañana, me agarré mi multiherramienta Leatherman (la de los veinte años de garantía, imprescindible para el profesional del metal y el mercenario en Irak) que me encanta y la uso poco, y me fui para mi coche. Abrí el portaequipajes, quité el carrito de la limpieza y desmonté el faro izquierdo todo entero con sus veinticinco pilotitos (ya sabeis que es tunneado). Y entonces me di cuenta de que no tenía ni idea de cual de ellos era la luz de marcha atrás. No hay problemas. Me monté en la Luisi, encendí el contacto, pisé el embrague, metí la marcha e hice el ademán de bajar del coche para ver la luz, pero claro, en cuanto moví el pie del pedal (que es lo que tengo, que el pie lo llevo pegado) aquello se caló y todo pa'bajo. Era evidente, pero no lo pensé, que yo siempre voy un pensamiento por delante y ya estaba yo por la organización de la cena de mi niña.
Eché un ojo a ver si pasaba alguien por la calle que me pudiera decir qué luz se encendía, pero nada, por allí no pasaba ni el atracador del chándal (inciso: según mis últimas informaciones ya le han detenido, y por cierto al final ya huía en coche y no corriendo. Lógico, debía estar matao, porque nos ha dejado a todas las madres de los blases peladitas). Así que remonté el faro, coloque el carrito en su sitio, cerré la Luisi y me fuí a currar.
Pero este finde, mi padre me confirmó que la luz de la marcha atrás de mi coche se encuentra en el faro derecho (no di ni una) en la parte más inferior. Y después el íntimo, que para la técnica es un rápido, la cambió en un abrir y cerrar de ojos mientra yo aun rebuscaba en mi bolso mi multiherramienta Leatherman (la de los veinte años, etc, etc). Así que una cosita hecha. Y da gloria bendita oirlo, que al principio la tentación era de ir siempre de culo a todas partes (mira, como en la vida misma). Pero aun me quedaba el temilla de la luz interior, que la tenía apagadilla (la del coche, la mía propia anda como mi piso, a tutiplén de watios). Y el domingo, después de comer fuera de casa (que hay días que cualquier cosa es mejor que cocinar y fregar después la cocina), comentando la carencia de luz, el íntimo aportó una serie de consideraciones: A) ¿la luz no se enciende solo cuando pulsas el interruptor o tampoco cuando abres la puerta? (Yo ni idea, abrí la puerta. No se encendía tampoco). B) ¿Está fundida o es un problema eléctrico? (Yo ni idea, desmonté el farillo. Fundida no. Negra como un tizón y rebentá). C) ¿El juego de repuesto que compraste el otro día incluye esta bombilla? (Yo ni idea, saqué el juego de la guantera. Et voilà, allí estaba la picarona).
Total que ya tengo todas mis luces puestas.
Bueno, pues no os imagináis lo que me ha complicado esto la vida. Esta mañana dejo a mi niña en su piji-cole, enfilo camino pa'l curro, y milagro milagrito, todos los semáforos en verde y ni un solo coche en mi carril. En dos minutos estaba en mi barrio, frotándome las manos mentales imaginando el tiempo que me iba a quedar para dedicarme a mis asuntillos propios de ordenador antes de empezar el curro. Para más gloria aparqué justo en frente de la mismísima puerta de mi casa (y eso sí que es un evento extraordinario), altura puerta de entrada del gimnasio de Troy y con un espectador oriental (yo diría chino) observando mis evoluciones con el volante. Me bajo estupenda (la primavera y el buen tiempo me ponen como una moto), abro el portaequipajes y compruebo que una bolsa de la compra despistada que no apareció ayer en la encimera de mi cocina está en el coche y no olvidada en la caja del Carrefour, suspiro tranquila y cierro el portaequipajes primero con la llave y luego el coche con el mando (si no se hace así salta la alarma muda de la Luisi). Doy toda la vuelta a la mazana para ir a mi trabajo (porque mi casa está enfrente, pero no existe un acceso en línea recta) y cuando ya estoy en la puerta miro a mi Luisi y la veo parpadeando calladita, pero con todas las luces ahora sí ahora no. Cierro la puerta de la ofi, vuelvo rodeando toda la manzana. Abro el coche con el mando (si no, no puedo desactivar la alarma muda), desactivo la alarma muda, abro y cierro el portaequipajes con la llave (pensando que por eso parpadeaba, porque antes no había hecho bien todo el proceso), cierro con el mando el resto del coche y vuelvo otra vez manzana pa'rriba camino de nuevo a la oficina. Llego a la puerta. Miro la Luisi, y ahí está la muy cabrona parpadeando otra vez. Me cago en todo lo que recuerdo, vuelvo a bajar la calle, vuelvo abrir el coche con el mando, a desactivar la alarma, a comprobar el portaequipajes, a cerrarlo todo. Me quedo un rato mirando, y aquello apagado. Manzana de vuelta y otra vez a la oficina. Miro desde allí y la tía otra vez con las luces a guiños. Casi me da algo: manzana pa'bajo (que parecía la madrastra de Blancanieves), miro al chino con cara de como seas tú te capo (por si acaso, oye), y en estas sale Troy del gimnasio.
En vez de un cortés buenos días, a mi lo que me ha salió del alma, fue un "es que este coche me tiene harta", y el me pregunta "¿A pero es tuyo?" y le digo humildemente, "Si, es mío y una mierda" (lo siento Luisi, estaba mosqueada). Me dice él, "Joder, pues ayer te dejaste la luz de dentro dada y todos los intermintentes puestos. Pensé que era de uno del gimnasio y entré a preguntar, pero claro no salió nadie. Como para haberte quedado sin batería tía" intimamente pensé que era normal que creyera que era de uno de sus pupilos, porque mi coche y ellos comparten look... pero justo entonces se me encendió mi propia lucecilla y se me ocurrió comprobar la de dentro: efectivamente, estaba dada. Y ahora a mi se me ocurre que vale que en lo de pensar a veces yo coloco el piloto automático, pero el hermano del Melendi2, tampoco anda muy sobrado porque vamos a ver: poner una alarma que enciende todas las luces con retardo cuando se te olvida la de dentro dada, para que así no se gaste la batería, ¿no es un poco contradictorio y arriesgado?, es como si se te declarara un incendio y buscaras un líquido para apagarlo: hasta ahí es lógico. Y que eligieras gasolina para apagarlo porque es líquida: ya no es lógico. Pues eso.
Y esto me pasó porque ayer tarde le enseñé a la Cruela que fíjate que pasada, ya se enciende la luz de dentro. Pero entre que mis pensamientos van con el desfase de unos quince por delante, ayudado por lo que os decía antes de mi piloto automático, y que las dos enseguida nos enrollamos a hablar como persianas, pues ni me di cuenta de apagarla.
Total, que como os decía antes, esta semana en mi vida, yo de luces voy sobrada.
Pues otra cosa que también me pirra (qué bonitos términos los de antaño), son las luces. Me encantan las luces y sus mecanismos, sus temperaturas en grados Kelvin, sus tonillos del verde al naranja que el ojo humano no detecta, pero que los míos cuajaditos de dioptrías distinguen hasta parpadeando. Es así. Trabajo en un gremio relacionado con el asunto, y por poner un ejemplo, en mi casa de dos habitaciones, salón, cocina-comedor todo junto y baño minúsculo infinitamente más pequeño que mi armario, (total casa: cinco estancias) tengo veintitrés interruptores que activan de forma independiente otros tantos conjuntos de lámparas. Tres de ellos son reguladores. Imposible contar el número de lámparas y de bombillas, y debo decir que ninguna es de bajo consumo (lo siento Al Gore, no sientas remordimientos por no dedicarme tus Oscars) y entono el mea culpa, pero es que las de bajo consumo dan una luz muy flojilla para mis expectativas. Nunca he encendido todas a la vez, eso es cierto, me imagino que si lo hicera saldría de mi casa un chorro de luz de tropecientos mil watios derechita al universo que dejaría lelo al mismísimo Meteosat.
Bueno, pues hoy os voy a contar en versión Luisi, que para ser conductora nóvel, hay que ver los siglos que hace que no le dedico ni un triste post.
Cuando yo me compré la Luisi me dediqué a invertir tiempo y dinero en lo que más le urgía: cositas de limpieza. Después la di mi toque personal: que si un espiderman por aquí, que si una boa de plumas rosas por allá... por aquello de sentirme cómoda dentro. Después, como les pasa a los niños, se me ha ido poniendo malita, y con cada catarrillo que me cogía yo le aplicaba una medicina: que si una batería nueva, que si un filtro del aceite, el aceite en sí, un filtro del aire (el aire en sí no, que afortunadamente todavía es gratis), el cambio del barro del radiador (ya no era ni agua), los discos y las pastillas de freno, cuatro neumáticos con sus yantas (porque es lo que tiene el tunning, una chulería que pa' qué, y resulta que las ruedas de camión que me traía mi modesto polillo no están homolgadas, y claro no me pasaba la ITV...). Un pastón, que hay que ver cómo se suben al guindo las farmacéuticas. Pero después de todo lo hecho, que era lo urgente, y tras la aprobación de mi padre (¡santo varón!) que me dijo el sábado que hasta el motor empieza a sonar diferente, he decidido que ya era el momento de dedicarme a mis otras pasiones: como por ejemplo las luces.
Porque quien lo iba a decir, pero mi Luisi de luces va muy cortita. De hecho con las cortas propiamente dicho, no ilumino ni la pared del parking del Carrefour cuando estoy pegada, pero bueno, eso es porque apuntán con estrabismo y hacia abajo. En el habitáculo de pasajeros tenía una linterna (de leds, eso sí) porque la luz de encima del retrovisor no es que estuviera muerta, no, es que hasta la funda de plástico protectora con difusor estaba negra del reventón que debió dar la lamparita en su momento. Ahora, que en el portaequipajes llevo una serie de azules que ratean al ritmo de la música, y que son una pasada. Lástima que el loro no funcione, pero bueno. Para la siguiente carta a los reyes.
Total, que hace un mes me iba a ir al campo sección montaña y coincidió justo con la semana esa que en toda 'Paññññña nevó a lo bestia, así que previsora que es una, me fui a comprar las cadenas para mi Luisi. A mi en las tiendas me pasa como con las patatas Matutano, que una solo no da pá ná. Aprovechando que el comercio era del ramo, me puse a pensar que otras fruslerías necesitaba mi coche. Y me acordé: ¡las luces de repuesto!. Coincide encima que no con motivo de mi cumple sino de un san-quiero, el íntimo me regaló una lámpara de defensa ajena. Me explico. Esta bombillita en cuestión se debe poner en el piloto de la marcha atrás. Cuando una acciona la palanca de cambios y la mueve a la posición mencionada, se enciende (hombre qué menos, diréis), pues sí, pero además y aquí esta lo bueno, emite una señal acústica de ciento quince decibelios (también conocida como pitido) que alerta a los chavales de los institutos que me circundan, casi siempre distraidos en sus propios y elevados pensamientos, de que la Irma está al volante de la Luisi, y además conduciendo con el cogote. Esto era necesario.
El mismo día en que el íntimo me la dió pero a altura mañana por la mañana, me agarré mi multiherramienta Leatherman (la de los veinte años de garantía, imprescindible para el profesional del metal y el mercenario en Irak) que me encanta y la uso poco, y me fui para mi coche. Abrí el portaequipajes, quité el carrito de la limpieza y desmonté el faro izquierdo todo entero con sus veinticinco pilotitos (ya sabeis que es tunneado). Y entonces me di cuenta de que no tenía ni idea de cual de ellos era la luz de marcha atrás. No hay problemas. Me monté en la Luisi, encendí el contacto, pisé el embrague, metí la marcha e hice el ademán de bajar del coche para ver la luz, pero claro, en cuanto moví el pie del pedal (que es lo que tengo, que el pie lo llevo pegado) aquello se caló y todo pa'bajo. Era evidente, pero no lo pensé, que yo siempre voy un pensamiento por delante y ya estaba yo por la organización de la cena de mi niña.
Eché un ojo a ver si pasaba alguien por la calle que me pudiera decir qué luz se encendía, pero nada, por allí no pasaba ni el atracador del chándal (inciso: según mis últimas informaciones ya le han detenido, y por cierto al final ya huía en coche y no corriendo. Lógico, debía estar matao, porque nos ha dejado a todas las madres de los blases peladitas). Así que remonté el faro, coloque el carrito en su sitio, cerré la Luisi y me fuí a currar.
Pero este finde, mi padre me confirmó que la luz de la marcha atrás de mi coche se encuentra en el faro derecho (no di ni una) en la parte más inferior. Y después el íntimo, que para la técnica es un rápido, la cambió en un abrir y cerrar de ojos mientra yo aun rebuscaba en mi bolso mi multiherramienta Leatherman (la de los veinte años, etc, etc). Así que una cosita hecha. Y da gloria bendita oirlo, que al principio la tentación era de ir siempre de culo a todas partes (mira, como en la vida misma). Pero aun me quedaba el temilla de la luz interior, que la tenía apagadilla (la del coche, la mía propia anda como mi piso, a tutiplén de watios). Y el domingo, después de comer fuera de casa (que hay días que cualquier cosa es mejor que cocinar y fregar después la cocina), comentando la carencia de luz, el íntimo aportó una serie de consideraciones: A) ¿la luz no se enciende solo cuando pulsas el interruptor o tampoco cuando abres la puerta? (Yo ni idea, abrí la puerta. No se encendía tampoco). B) ¿Está fundida o es un problema eléctrico? (Yo ni idea, desmonté el farillo. Fundida no. Negra como un tizón y rebentá). C) ¿El juego de repuesto que compraste el otro día incluye esta bombilla? (Yo ni idea, saqué el juego de la guantera. Et voilà, allí estaba la picarona).
Total que ya tengo todas mis luces puestas.
Bueno, pues no os imagináis lo que me ha complicado esto la vida. Esta mañana dejo a mi niña en su piji-cole, enfilo camino pa'l curro, y milagro milagrito, todos los semáforos en verde y ni un solo coche en mi carril. En dos minutos estaba en mi barrio, frotándome las manos mentales imaginando el tiempo que me iba a quedar para dedicarme a mis asuntillos propios de ordenador antes de empezar el curro. Para más gloria aparqué justo en frente de la mismísima puerta de mi casa (y eso sí que es un evento extraordinario), altura puerta de entrada del gimnasio de Troy y con un espectador oriental (yo diría chino) observando mis evoluciones con el volante. Me bajo estupenda (la primavera y el buen tiempo me ponen como una moto), abro el portaequipajes y compruebo que una bolsa de la compra despistada que no apareció ayer en la encimera de mi cocina está en el coche y no olvidada en la caja del Carrefour, suspiro tranquila y cierro el portaequipajes primero con la llave y luego el coche con el mando (si no se hace así salta la alarma muda de la Luisi). Doy toda la vuelta a la mazana para ir a mi trabajo (porque mi casa está enfrente, pero no existe un acceso en línea recta) y cuando ya estoy en la puerta miro a mi Luisi y la veo parpadeando calladita, pero con todas las luces ahora sí ahora no. Cierro la puerta de la ofi, vuelvo rodeando toda la manzana. Abro el coche con el mando (si no, no puedo desactivar la alarma muda), desactivo la alarma muda, abro y cierro el portaequipajes con la llave (pensando que por eso parpadeaba, porque antes no había hecho bien todo el proceso), cierro con el mando el resto del coche y vuelvo otra vez manzana pa'rriba camino de nuevo a la oficina. Llego a la puerta. Miro la Luisi, y ahí está la muy cabrona parpadeando otra vez. Me cago en todo lo que recuerdo, vuelvo a bajar la calle, vuelvo abrir el coche con el mando, a desactivar la alarma, a comprobar el portaequipajes, a cerrarlo todo. Me quedo un rato mirando, y aquello apagado. Manzana de vuelta y otra vez a la oficina. Miro desde allí y la tía otra vez con las luces a guiños. Casi me da algo: manzana pa'bajo (que parecía la madrastra de Blancanieves), miro al chino con cara de como seas tú te capo (por si acaso, oye), y en estas sale Troy del gimnasio.
En vez de un cortés buenos días, a mi lo que me ha salió del alma, fue un "es que este coche me tiene harta", y el me pregunta "¿A pero es tuyo?" y le digo humildemente, "Si, es mío y una mierda" (lo siento Luisi, estaba mosqueada). Me dice él, "Joder, pues ayer te dejaste la luz de dentro dada y todos los intermintentes puestos. Pensé que era de uno del gimnasio y entré a preguntar, pero claro no salió nadie. Como para haberte quedado sin batería tía" intimamente pensé que era normal que creyera que era de uno de sus pupilos, porque mi coche y ellos comparten look... pero justo entonces se me encendió mi propia lucecilla y se me ocurrió comprobar la de dentro: efectivamente, estaba dada. Y ahora a mi se me ocurre que vale que en lo de pensar a veces yo coloco el piloto automático, pero el hermano del Melendi2, tampoco anda muy sobrado porque vamos a ver: poner una alarma que enciende todas las luces con retardo cuando se te olvida la de dentro dada, para que así no se gaste la batería, ¿no es un poco contradictorio y arriesgado?, es como si se te declarara un incendio y buscaras un líquido para apagarlo: hasta ahí es lógico. Y que eligieras gasolina para apagarlo porque es líquida: ya no es lógico. Pues eso.
Y esto me pasó porque ayer tarde le enseñé a la Cruela que fíjate que pasada, ya se enciende la luz de dentro. Pero entre que mis pensamientos van con el desfase de unos quince por delante, ayudado por lo que os decía antes de mi piloto automático, y que las dos enseguida nos enrollamos a hablar como persianas, pues ni me di cuenta de apagarla.
Total, que como os decía antes, esta semana en mi vida, yo de luces voy sobrada.
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