martes, 20 de marzo de 2007

EL HOMBRE DE MI VIDA

El inti y yo nos decimos las lindezas en negativo. Por ejemplo, el me dice con ojos tiernos, “no te quiero nada” y yo le respondo aun más tierna “pues yo a ti menos, y tres madalenas”. Y luego nos suspiramos los dos porque nos hemos quedado más anchos que largos. El otro día me espetó emocionado que yo no era la mujer de su vida, que no quería casarse conmigo ni tampoco ser el padre de mis hijos, y eso si que me supo a gloria bendita. Porque ya sabéis que yo mi vena maternal la tengo muy cortita y con arterioesclerosis, y vamos que con mi niña soy más que feliz y estoy más que realizada, no estoy dispuesta a llenar mi futuro de más niños, no señor. Y después de lo que me ha costado separarme, como para casarme de nuevo ¡JA!. Pero vamos, lo que de verdad está a años luz es lo de ser la mujer de su vida, eso seguro, segurísimo que aunque me empeñara, no podría serlo.
Porque hace nada también, Cruela en su alegato antifeminista y pro-práctico, me dijo que ella no quería convertirse en un hombre (y le faltó añadir el "como tú"). En aquel momento no leí entre sus líneas, pero luego he ido reflexionando, y claro, ella me ve desde sus ojos, y la información le llega nítida. De hecho soy su recurso mas recurrido y el de todas mis amigas y familiares en ausencias de sus Ces. Cuando sus Ces (de churris) faltan, me llaman a mi corriendo para tareas tan cualificadas como: " que tengo que ir a buscar a mi suegra a la residencia, vente y así yo llevo su maletín y tu la tele de veintiocho pulgadas que pesa un quintal", o "mi hija necesita una segueta ¿le podrías dejar la tuya?", y sumo y sigo "que no me funciona la lámpara", "que hay que limpiar cinco kilos de mejillones"… Y es que yo femenina, femenina, lo soy un poquito y solo en la intimidad, para todo lo demás, como Master Card, yo empiezo a pensar que soy muy hombre. Por ejemplo. El domingo mañanero tras la operación de escarbe entre las ascuas a la búsqueda y captura de mis fotos indiscretas, y después de que mi hermana me hiciera notar el desperdicio del empeño, nos metimos en la Luisi y nos fuimos al centro comercial Principe Pío, que es el único que abre todos toditos los domingos dentro de la city. Mi hermana vive en medio de la naturaleza bucólica y, claro cuando viene a verme llega al borde y más que necesitada de chute de tiendas y glamour. Ella se compró de todo, y yo me metí en una tienda de lencería (lo de mis adicciones) pero lo que compré fue una sexy, excueta y rojo-reventona prenda interior para el inti (de esas que ningún hombre que se precie de serlo confesaría usar) que la dependienta me preparó en una exquisita bolsa con funda para lavar en lavadora evitando que la prenda en cuestión destiña y vuelva rosa el resto de la colada. Esto terminado en un atadillo ejecutado con un monísimo lacito de raso rojo también. La dependienta acababa de terminar dos segundos antes esta mismísima operación para un hombretón de tipo novio, ruborizado hasta la coronilla y más allá, que había excogido un minúsculo tanguilla para la chica de su vida y no veía el momento de que la solícita empleada terminara y así el pudiera salir de aquel antro de puntillas (también con n) antes de que le viera un conocido o muchísimo peor: su madre. En fin, yo estaba orgullosa porque me parecía que mi regalito era de un gusto perfecto y seguro, seguro, iba a acertar de pleno con mi inti. Pero después en el coche, pensaba en alto (yo en el coche pienso mucho, para matar el tiempo), comentando con mi hermana, que estos regalos son un poco absurdos, porque claro o lleva la sexy prenda, excueta y rojo-reventona bajo la ropa, y no lo ves, o se quita la ropa, y entonces si que no quieres verla. Y ahí, mi hermana me miró con ojos como platos, y me dijo, “joder hija, es lo que me dice siempre me churri cuando le critico por no apreciar mis conjuntillos”. Ese fue otro indicio de que tengo el nivel de testosterona un poco subido. Más ejemplos. El otro día reflexionaba en alto y con cierta nostalgia, que se me estaba pasando el momento de operarme y ponerme unos senos redondos y turgentes de esos que frenan la circulación vial, porque claro una no puede tener las tetas de escándalo y el culo caído, no va a conjunto, tiene que ponerse el escándalo cuando todo acompaña, porque si no acaba pareciéndose a la Obregón. El inti miró al cielo y luego a mi misma en un gesto que solo podía significar "qué dios nos ampare" y sugirió que casi mejor me olvidara de la idea, porque con mi carácter me pasaría todo el tiempo partiendo caras a inoportunos que se acercaran mirándome al escote. Y tiene razón, que es que esa es otra. Yo lo de que me entren los hombres pa' sacarme partido, lo llevo fatal. Ayer sin ir más lejos, me fui al Carrefour de mi vida a hacer la compra del mes y en el mismísimo rellano del parking me cogió por banda un pedazo bigardo italiano llamado Renato, que quitaba el hipo y con la castísima intención de encuestarme. Yo es que no pude resistirme y tuve que pararme a responderle. La primera pregunta fue si estaba casada y respondí “no”, la siguiente si tenía pareja y respondí “no”, y él transparente como el agua de mi grifo después de dejarla correr en contra de las recomendaciones de la CAM, me espetó un “¿pero ni un apaño?” (oye, como que le sorprendió). Total que siguió encantadorcísimo con la encuesta que era para una agencia de viajes. A cambio de mi voluntaria colaboración, me harían el honor de meterme en el bombo de un sorteo para una escapadilla a las Canarias acompañada de mi apaño (ya me imaginaba yo girando y girando agarrada a los alambres), pero eso sí, antes tendría que ir a tragarme una charla promocional de noventa minutos que sería compensada con creces con un regalo de incalculable valor consistente en un juego de bolsas de viaje de plastiqué… El caso es que el Renato preguntaba y preguntaba, y anotaba y anotaba y la hojita se iba acabando. Finalmente, llegó a la pregunta peligrosa: mi número de teléfono, (que oye, el mozo daba como para una reflexión), pero nada qué hacer, a mi me salió la respuesta estándar esa que llevo muy dentro y le dije “casi mejor me das tú número y te llamo yo”. El pobre se deshizo en explicaciones, que si necesitaba la encuesta con número para que la agencia de viajes pudiera llamarme y citarme para la charla, que es que si no no se lo pagaban, y a mi me dio penilla y solté la cifra, pero vamos que me costó. Me he convertido en un espécimen de los de “te llamaré”. Si yo creo que tengo relaciones de milagro. Al íntimo tardé en hablarle toda una cena entera en el que ni me digné a mirarle, solo porque era hombre o sosospechoso de serlo, y sabe dios con que deshonestas intenciones. Te digo yo que así no se puede.Pero bueno, al final con eso del ejercicio del roce, (que mira, sí que hace el cariño) resulta que el íntimo tiene una carta en mi casa que si no es blanca del todo, si es bastante claruchi, y hasta un cepillo de dientes y eso (qué le vamos a hacer). Pero sabe muy bien que fregar le toca a él y muy probablemente lo del guisoteo también. Yo le doy palmadas en el culo y le digo “chato traéme una cerveza” mientras miro la tele repantingada en el sofá con los pies apoyados en la mesa. Y es que realmente yo soy un hombre muy hombre encerrado en un cuerpo de mujer. Por eso no me extraña nada que yo no sea la mujer de la vida de mi íntimo, él no lo sabe aún, pero yo lo que de verdad quiero ser de mayor es el hombre de MI vida, muchísimo más interesante y práctico que ser la mujer de la suya o que él sea el macho de la mía. No sé que tal va a llevarlo, porque a los chicos que se creen hetéros les cuesta muchísimo salir del armario. A mi ya no, yo he salido de mi vestidor y me admito muy gay, que me he comprado un triple CD con los grandísimos éxitos de Barbra Streisand, que incluye hasta el "Guilty Pleasures", a duet con Barry Gib, el guapo de los Bee Gees (y eso que guapo y Bee Gee, es difícil de encajar)) y no cabe duda, tengo bien exteriorizadas las plumas rosas de las boas de mi Luisi.

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