martes, 16 de enero de 2007

¡QUE VERDE ERA MI VALLE IV! RESUMIENDO QUE ES GERUNDIO (GOD SAVE THE BIMBO)

Querido bloggeros: tengo un dilema. Ya sabéis de mi natural comunicativo, así que yo podría seguir siglos y siglos colgando post eternos relatando mi viaje a Irlanda a razón de un capitulillo por día de vacación, pero sé que me quitaría muchísimo tiempo de ese que yo dedico a mi vida civil (la mía personal que hago todos los días y que luego voy contando aquí) y tampoco podría hablaros de otras cuestiones y momentos que van quedándose agolpados en mi tintero con tamaño botella fontvella de cinco litros. Así que he decidido liquidar este asunto con una breve sinopsis de lo acontecido en aquellas fechas (lo sé, hasta que no lo vea yo tampoco me lo creeré).
1.- Bueno, para no demorar más la incertidumbre os diré que de mis tres objetivos claves: conducir por la izquierda, conocer los Giant's Causeway y comer Fish and Chips, logré cumplir dos. Lo de conducir fue imposible porque como sabéis la agencia de alquiler no consintió ni un pelo, y porque aunque a veces no resulte obvio, yo al íntimo también le quiero mucho y me daba no sé qué hacerle pasar por eso. Pero los Giant's fueron una experiencia brutal. Yo sabía de su existencia gracias a mi padre, que me los había mostrado en un documental de la dos y según lo ví tuve ese pálpito de que algún día llegaría a conocerlo de cuerpo presente antes de morirme. Lo que tienen de especial es que es una parte de costa donde las rocas han sido erosionadas formando miles de hexágonos de distintas alturas todas al borde del mar y rodeados de maravillosos alcantilados. Anduvimos kilómetros y kilómetros de alucinante paisaje y espléndida compañía y ya ha quedado para la antología de mis mejores días.
2.- El íntimo no tanto, pero yo en este viaje pasé un hambre de caballo. Para Noche Buena habíamos comprado un par de fruslerías entre las que se encontraba una bolsa de patatas congeladas precocidas de un tamaño capaz de alimentar a un orfanato, y sobre todo un par de chuletones a cuatro euros cada uno a los que sólo les faltaban los cuernos para ser una vaca completa. No comimos en todo el día para tener suficiente hambre en la cena y ¿que pasó? pues que a aquello no había quien le hincara el diente, eran dos suelas de zapatos (de plataforma, eso sí) y ni con la multiherramienta Leatherman (25 años de garantía, indispensable para el profesional del metal y el mercenario en Irak) conseguiamos cortarlos. Finalmente tuvimos que deshacernos de ellos, en mi caso con lagrimones en los ojos. Nos quedamos casi en ayunas. Al día siguiente era Navidad, y en Navidad no trabaja nadie en Irlanda. No encontramos ningún sitio donde desayunar, donde comer y tan sólo pudimos cenar las patatas que habían sobrado de nuestra bolsa industrial acompañadas de mostaza y de dos rebanadas de pan bimbo. Yo me hice un bocata imaginando que era de tortilla con poco huevo y casi me ahogo yo de verdad y el íntimo de verme. Al día siguiente asaltamos un spar y desde ese día ya solo nos alimentamos a base de sandwiches de pan bimbo y jamón de molde con o sin tranchetes, con o sin salsa rara de mahonesa dulce. El cuarto día me desmayé sobre la cama al levantarme por purita inanición y esto me sirvió para percatarme que mi alimentación es una cosa muy seria de la que yo no puedo prescindir. Y al íntimo para descubrir que si no como me apago, dejo de ser el cascabelillo feliz que soy y tal vez hasta pueda ponerme un poco borde. Desde entonces siempre procuro tener comida cerca (uvas, leche, chocolates, torta de chicharrones...) y el íntimo me pregunta antes de ir a conmigo a ningún sitio, si he comido, si tengo hambre, si hace falta preparar un sandwich, por lo que pueda pasar.
3.- Nuestro viaje estuvo lleno de paisajes estupendos, algunos por purita casualidad, como los míticos Moher, a donde llegamos por los pelos, sin apenas luz al final del día y con un par de narices hasta nos los pasamos largo. Pero cuando finalmente estuvimos en ellos nos encontramos con una puesta de sol tan alucinante que nos hace salir en las fotos con una cara de lelos sobrecogidos que son todo un poema.
4.- El íntimo y yo acabamos el viaje juntos, no nos tiramos el coche a la cabeza, no nos odiamos ni nos dijimos pestes. Hubo momentos de los bonitos bonitos, o de los de partirnos de risa. Otros brillantes, otros anodinos, algunos de silencio cómodo y otros de me cayo y punto. Lo que viene a ser la vida de carne y hueso. Algunos lugares fueron aun mejores gracias a la compañía que nunca llegó a sobrar, y en todo caso, en algunas ocasiones me faltaron presencias, especialmente la de mi niña, que es ese apéndice mío que me hace cantar constantemente por dentro la famosa canción de Kiko Veneno: "lo mismo te echo de menos, lo mismo, que antes te echaba de más".
5.- Comprobé que los hoteles que tienen de todo, cuando cuestan menos de sesenta euros no tienen de nada. Gracias a eso tengo en casa una bolsa tamaño Hipercor llena de botecitos de geles de baño, champús, cremas hidratantes, cepillos de dientes, jaboncitos y sobre todo, de maquinillas de afeitar, que el íntimo va recolectando para mi en cada hotel en el que se aloja por motivos de trabajo.
Y colorín colorado, este viaje se ha acabado.

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