martes, 16 de enero de 2007

¿QUIEN TEME AL MELENDI DOS?

Bueno bloggeros, como está el mundo. Me he tomado unos días sabáticos porque después de mi frenesí postero intentando contaros mi viaje, he acabado agotada. Eso tengo que resolverlo de alguna manera porque va camino de convertirse en una saga eterna que ríete tú del "Dublineses" de James Joyce. Mientras tanto, más cachitos de mi vida de a pié (o de a rueda, para ser más exacta).
Como sabéis yo encargué mi coche allá por junio, lo comencé a conducir allá por septiembre y me cascaron mi primer multa allá por diciembre (150€ por aparcar en este sitio donde no debe de poderse, pero hay tantos coches aparcados y es tan tarde que no creo que pase nada. Pues eso, que sepáis que los agentes de movilidad urbana de Madrid no tienen vida familiar ni amigos y a las tres de la mañana en vez de estar poniéndose guapos en un pub o durmiendo frente al "Salsa Rosa" de la tele, como el resto de España, están amargando la cuenta corriente de las pobres propietarias de coches cutres con L en sus ratitos de expansión). El problemilla del asunto es que que como podéis ver, yo las cosas me las tomo con mucha calma, y aun no había hecho la transferencia del vehículo, que es la manera técnica de decir que no lo había puesto todavía a mi nombre y seguía al del hermano del Melendi2 (el adorado cuñado calavera de mi amiga la Esteban).
Tragando saliva llemé al Melendi2 y le dije: "Melendi2, que te va a llegar un multazo de mi coche, pero que yo lo pago". Y claro el Melendi2 puso el grito en el cielo y desde su casa a la mía, desde su primero a mi cuarto sin ascensor dos calles más abajo, el bramido atravesó el cielo, la noche y la helada que congela mi parabrisas obligándome cada mañana a raspar a fondo con mi casete de Guns'n'Roses, diciéndome: "VAMOS NO ME JODAS QUE AUN NO LO HAS PUESTO A TU NOMBRE". Después volví a escucharlo vía teléfono, porque las ondas tienen un retardo de unas decimillas de segundo.
Que el Melendi2 estaba notablemente cabreado era más que obvio. Y no conocéis al Melendi2 de malas. Él es un ser bravo y valiente, de metro y medio máximo de altura condensado con una verborrea que acojonaría al mismísimo Coto Matamoros y tan solo nuestra Esteban es capaz de convertirle en ese ser manso que dice a todo "que sí, churri". Yo, con un hilillo de vocecita suave y dulce, le prometí que de esta semana no pasaba lo de legalizar la Luisi a mi nombre.
Pero como dios no sólo ahoga, que si puede aprieta pero bien (y si no, que le pregunten a Sadam), pues a los dos días del final de las vacaciones navideñas, doblaba yo la esquina del cole de mi retoño como Carlos Sáinz las dunas, con el tiempo pegado al culo. En una rápida maniobra coloque a la Luisi enfilada contra la acera en el único hueco legal para aparcar, y arañando por vez ochocientas las yantas dejé pantado mi coche y un señor boyo al de detrás. Con mi niña entregada por los pelos en hora y frente a la puerta de mi Luisi, saqué del bolso mi libreta color pastel con dibujos de enanitos (las cosas que regalan a los niños en los cumples...) y me preparé a escribir una nota con mi número de móvil donde me excusaba largamente por el desaguisado causado. No había terminado aun (ya sabéis que yo no sé resumir) cuando apareció el propietario del vehículo dañado. Yo con la vocecilla esa dulce le expliqué lo acaecido y a él le dió un ataque de risa (muy nerviosa, supongo que rayando la histeria) y me dijo que nooo pasaaaaba naaaada que esto era una bobada, que ayer un camión le había metido la puerta de pasajeros hacia dentro pero tanto que le había quitado una plaza, y que mira, antes de ayer, un gracioso le había arrancado el retrovisor mecánico (esto mientras agarraba los cablecillos que colgaban de la puerta cual Scarlet O'Hara agarrando la tierra de Tara) pero que tampoco pasaba nada, porque era el coche de su mujer, que su cuatro por cuatro se lo habían robado la semana anterior. Me dió tanta pena el hombre... y más que me habría dado, hasta ofrecerle mi hombro para llorar incluso, de no ser por la consciencia que me inundaba de que en cuanto se enterara el Melendi2 yo sería mujer muerta.
A todo esto se añade que hace siglos que yo tenía preparado un finde estupendo con mi amiga Mar (¡hola corazón!) para irnos juntitas a una casa rural perdida enmedio de un pueblito pintoresco de cualquier sierra de España para celebrar su cumple (¡felicidades!). El finde marcado con rojo en el calendario desde hace meses era este pasado, el del temporal de nieve. Todo el mundo me preguntaba incrédulo "¡¿pero vas a ir tú sola conducidendo?! ¡¿con tu mierda de Luisi?! ¡¿Y con tu niña dentro?!" ¡como le han pitado los oídos esta semana a San Cristobal.
Total que yo me imaginaba en medio del camino a ninguna parte donde se encontraba la bonita casa rural en medio de una sierra de nuestra España con un alud de nieve encima de la Luisi que reflejaría sus faros en la nieve (porque además sería de noche) y llamando al Melendi2 para decirle "que si contactan contigo los del seguro...". Me entró pánico.
Así que me cogí el día libre obligada por mi jefe con el que previamente había hablado ya el Melendi2 y me fui a hacer los papeles del coche. El íntimo que es un amigo generoso estupendo siempre, y que empiezo a creer que además de Piscis (caritativo marciano abogado de causas perdidas) va a ser que me quiere, se ofreció a acompañarme pese a ese trancazo que le hacía moquear sin fin, tener los ojillos convertidos en dos pipas llorosas de color rojo intenso, tiritar a tiempos irregulares y buscar desesperadamente una farmacia para comprar paracetamol. Ya en Tráfico un hombre amabilísimo me atendió e hizo repasar todos los papeles que necesitaba para realizar el trámite. Yo aseguré que por supuesto que los llevaba, con esa cara de suficiencia que ponemos las que nos hemos preparado la lección y vamos para diez, pero al llegar al impuesto de circulación urbana, se me puso cara de "Ah, ¿pero ese tema entraba?" que es algo que también me pasaba mucho en el insti.
Llamé al Melendi2 (que no dijo "niña me tienes hasta los cojones" pero que lo pensó tan fuerte que lo oyó hasta el íntimo que reposaba a mi lado concentradísimo en controlar su temperatura corporal). Quedamos en que recogía el papel de su casa. Empezó con voz suave a contarme no sé qué del DNI de su hermano (legítimo propietario de la Luisi) que también iba a necesitar, pero le tranquilicé yo diciendo que no se preocupara, que el DNI de su hermano lo tenía (lo sé, desde septiembre).
Aquí ya hubo bramido y lo oyeron hasta los que estában detrás de las ventanillas acorazadas. Fue fino: "¡HIJA DE PUTA, LLEVÁMOS MESES BUSCÁNDOLO!" y yo con mi hilillo "¡uy! pues no me habías dicho nada". Mi turno en Tráfico era el A449 y aún iban por el A427. El íntimo se agarró los macho y el paquete de clinex y salió espitado dirección del hogar de los Melendi2-Esteban a buscar el papel de la discordia. Los números de turno circulaban despacito a un ritmo de uno o ninguno por hora. Al rato llamé al íntimo para decirle que fuera tranquilo que le daba tiempo más que de sobra a ir y volver con el papel y que no había prisa. Dicho esto y los números empezaron a correr como gamos, a razón de ocho en cero coma segundos. Todavía estaba bloqueando el teclado de mi móvil cuando me tocó dirigirme a la ventanilla.
Pero allí me esperaba la única funcionaria amable que yo he conocido, que seguro que también era Piscis. Yo vacié mi alma relatando mis desdichas, desde la mierda de coche que había comprado sin atreverme a probarle, hasta la multa que me había comido con patatas, pasando por el terrible carácter del Melendi2: sus ojillos brillaban y con voz trémula, bajando la cabeza hasta que su boca quedó a la altura de la rendija de comunicación por donde se pasan los papeles, muy bajito y mirando para todos los lados, me dijo: vale, déjamelo todo y en cuanto llegue tu papel te acercas discretamente y me lo das. Mas feliz que una perdiz dándola mil gracias a ella y al mismo cielo, me dirigí a una silla de plástico a esperar al íntimo.
¡El íntimo! ¡mi pobre íntimo!. Me llamó con voz nasal y entre sorbida y sorbida de mocos me explicó que llevaba dadas mil vueltas y que no encontraba ningún sitio para aparcar. Bajé las escaleras de quince en quince, le arranqué de las manos el papel que me ofrecía a través de la ventanilla y sin decir hola ni adiós, subí de nuevo las escaleras, esta vez de diez en diez (ya he dicho que era subida) y me acerqué discretamente a la ventanilla de la chica solidaria. Discretamente esperé a que se quedara libre, y discretamente le di el papel. Discretamente esperé a que tramitara todo. Y gritando hurras entre botes me alejé de ella en cuanto tuve el permiso de circulación con mi nombre escrito en mayúsculas.
El caso es que ya soy legítima propietaria de mi Luisi. Eso sí a la vuelta de mi casa rural en Siberia cada vecino que me voy encontrando me mira con los ojos fijos, ladeando repetidamente la cabeza y me espeta un "¿pero que le has hecho al Melendi2?". Sé que un día tendré que verle...
P.D.1: Íntimo, te prometo que la próxima vez no te tocará ir andando con tu funcional mochila de diez kilos a la espalda, y en lugar de quedarme dormida al amor del telediario, acurrucada en tu pecho que respira con dificultad por culpa del trancazo y de las flemas, te llevaré en el coche tal y como yo te había prometido.

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