EN ESTAS ENTRAÑABLES FECHAS (Y VAN 2)
Hace un par de sábados me encontré sin niña y sin íngimo, y esto hacía mucho tiempo que no ocurría, porque normalmente mis fines de semana suceden a ritmo alterno de uno infantil con mi niña y otro en proceso de maduración con mi íntimo. Pero la semana anterior a este finde había surgido una pequeña incidencia del tipo folklórico sentimental entre mi hermna y el Melendi 1, mi cuñado para los no iniciados, (desde aquí aprovecho para enviar un saludito a la gente del Valle de Asón, qué bonito sitio y qué gente más maja). Así que se imponía el plan de gabinete de crisis en jornada íntima de mujeres deseperadas, a medio camino entre su casa y la mía, una en una punta y la otra en medio.
Mi íntimo anda cerca, pero aun no se ha convertido en una mujer desesperada, así que quedaba excluido del plan y mi niña pasaba el finde con su papi. Todo organizado. Pero ¡oh destino! finalmente en vísperas de agarrar mi Luisi y salir dirección Norte, mi sister me llamó por teléfono indicándome que se había resuelto el incidente folklórico familiar, lamentando no vernos y anunciándome que prescindía de mis servicios porque les convenía intimidad, así que yo me quedé compuesta y sin íntimo, que ya había hecho sus planes y curraba. Pero una es una mujer a la que le falta tiempo y sobran planes, así que pensé: genial el plan del Culto a las tres Ces: Cuerpo (manicura, pedicura, exfoliante, caprichitos comestibles en el sofá); Culturilla (prensa, libro "Es fácil dejar de fumar si sabes como" (qué mal momento ha elegido para morirse de cáncer de pulmón su autor) y películas bonitas de ayer y hoy) y Capitalismo (shoping desenfrenado). Y en esas andaba yo con el pie recién puesto en la acera comercial de la calle Goya, cuando recibí la llamada de mi amiga Olgui, en la misma tesitura de finde con el paso cambiado y necesidad de adquisiciones. El plan se ponía estupendo: jornada de niñas bonitas dándose un caprichillo al body. Animosas y contentas, empezamos la ruta juntas a las 11:30 de la mañana en el punto alto del Barrio de Salamanca. A las 20:30 de la noche (nueve horas después), estábamos desfondadas en la Plaza de Bilbao, tras habernos pateado enteritos el Barrio de Salamanca, la Puerta del Sol, sus calles aledañas, Gran Vía en su plenitud, toda la calle Fuencarral y el barrio de Chueca. Y yo creo que no nos dejamos ni una tienda.
La cuestión es que las dos habíamos salido emocionadas, o como mínimo animadillas, y de repente éramos como dos abducidas recién aterrizadas en Navida-Glitter-Landia. ¿Qué había pasado con las tiendas? es que en estas fechas solo podemos vestirnos con A) larguísimos trajes de fiesta que ni la mítica Obregón emulando a Gilda o B) Mini-minifaldas glitter acompañadas de mini-minitops de lentejuelas que ni Paris Hilton podría calzarse sin sentir rubor. ¿Dónde están los amorosos jerseys de punto sin renos ni copos de nieve? ¿y los vaqueros de toda la vida, lavados a la piedra pómez (y no con pepitas de purpurina)?. ¿Y cuando perdieron nuestros ojos la capacidad de distinguir otros colores distintos del rojo, oro, plata y negro?. Desesperante. Nos pateamos todas las tiendas posibles en mil niveles distintos y sumando las adquisiciones de las dos conseguimos juntar: unos zapatos, un paraguas y unos calcetines (¡y un cepillo para el pelo!).
Es lo que tiene, que llegan estas entrañables fechas y todos nos transformamos. Porque uno abre los ojos a partir del día 1 y su vida ha dejado de ser la que era, si hace caso a la tele, a las tiendas, a los híper, la vida de un elemento humano integrado con su medio debería ser: levantarse de la cama en su habitación decorada por Ikea, con un pijama de cuadritos rojos y verdes y clazarse unas amorosas zapatillas nórdikas forradas con borreguillo. Tras la reconfortante ducha, se secaría el cabello con el ¡nuevo! secador de pelo diseñado por Llongueras que hipervoluminiza (¡Jesús, qué palabro!) tus rizos. Si después no te gusta como queda, no pasa nada, lo arreglas con las super tenacillas-plancha para todo tipo de pelo de Braun y como nueva. Hecho esto, te vistes como la Preisler para recibir a Clooney y te direges al Carrefour a hacer tu compra diaria. De vuelta en casa, pones todo sobre la encimera y aliñas y cocinas las viandas, tan parecido todo a tu avituallamieto habitual: el marisco congelado, las gulas del norte, las huevas de lumpo, los ahumados e ibéricos, los patos, pavos y/o pulardas, o cordero y cochinillo, ahí el paladar. Lo degustas acompañado de panecillos y canapés de mil tamaños y variedades distintas y bien regado con cava o sidra. Para finalizar te empachas con turrones de todo tipo, polvorones de la estepa (¿qué estepa? ¿la rusa?) y los famosísimos bombones Ferrero Rocher que en casa de la Preisler y Paloma Cuevas se toman a todas horas, pero en las del resto de mortales, solo en Navidades. Para digerir todo esto, es imprescindible echar mano de un exótico espirituoso digestivo, cualquier cosa menos licor de hierbas porque éste tan vulgar y popular, hace un mes que ha desaparecido de los estantes. Después puedes instalar el televisor superplano que acabas de adquirir para que te lo traigan los Reyes Magos de toda tu familia a escote, deshacerte de tus taconazos dorados y dejarte caer lánguidamente un ratito en el sofá como si fuera una chaisselongue, a disfrutar de una peli cuajadita de renos y nieve algodonosa. Puedes también fotografiarte en este trance con tu supercámara digital y así felicitar las fiestas a tus familiares y amigos con una instantánea tuya enviada por SMS multimedia desde tu supermóvil nuevo.
Y me pregunto yo: qué podemos hacer la gente normal con el desaguisado de estas fechas, porque tenemos que seguir yendo a currar todos los días y no nos da ni el cuerpo ni el tiempo para semejante ritmo, como el titiritero de fiesta en fiesta. Señores del mundo de la moda, ¿qué nos ponemos para salir a la calle y no deslucir?, señores del Carrefour ¿qué comemos?, hagan el favor de no esconder las porquerías habituales baratas y normales. Y sobre todo, responsables del mundo: ¿donde podemos ir con nuestros hijos que no esté lleno, plagadito, cuajadito, de esas cosas que a ellos tanto les excita y que se llaman juguetes, video consolas, chuminadas con vida propia en la tele, pero que se transforman en armatostes de plástico mal encaja'o en cuanto salen de la caja?. Nos aben ustedes cuanto daño hacen con su creatividad y el dichoso espíritu glamouroso de estas fechas y del Corte Inglés. Ni con los villancicos del hilo ambiental, que se te acoplan en la oreja, y ya no consigues desatascarlos hasta febrero.
Porque seamos realistas, yo no sé como son vuestras fiestas navideñas, pero yo suelo pasarlas en mi casa familiar y a veces rallando el pijama, porque hasta ahora nunca me ha tocado ni ir al Ritz, ni al Palace ni siquiera a Villa Jura'o.
Pero como una sale de compras un día de cada mil, y además con buen espíritu y ánimo, pues me resisto a admitir que no haya nada hecho para mi. Siempre regreso a casa con una bolsa que ni quiero mirar y que contiene algo inapropiado que sé sobradamente que voy a ponerme entre una o ninguna vez. Y esto no es algo que me pase a mi sola, esto nos pasa una cantidad de personas que somos legión. Bien, no desesperemos porque hay solución. Para eso precisamente se inventó el siguiente engendro: la cena navideña entre compañeros y amigos cuya mejor virtud es la de amortizar esos trapos. Y a veces también la de jugar al amigo invisible (¿a que sí, Ysae?).
La variedad cena de compañeros, en nuestro trabajo la hemos liquidado definitivamente y sin ningún ánimo de resucitarla. La razón: nuestros fallidos y patéticos intentos. Muestra breve las de los dos últimos años: el de hace dos, yo aun con mi ex, pero mi ex ya con otra y a unos segundos ambos de ver la luz. Él incordiado por tener que ejercer de consorte, invitó a un amigo suyo para que le acompañara y resultó curioso: yo le llevaba a él de acompañante, él se acompañaba de su amigo, y su amigo al menos tuvo el decoro de cortar ahí la cadena de compañías. Cruela se llevó a su chico que es el jefe, y el jefe a su chica que es la Cruela, así que por ahí acabamos pronto. Y por último vino nuestra tercera compañera de la que nunca hablamos por respeto a la intimidad ajena, que ni tiene compañero ni nada de nada. Cenamos opíparamente, y nos fuimos a tomar una copa. La compañera impar ya estaba como una cuba rellenada tres veces, mi ex y su amigo, querían seguir la juerga a poder ser por su cuenta, supongo que para ampliar a más las compañías, y la Cruela y su chico desaparecer directamente, de hecho en un momento dado doblaron una calle y ya no volvimos a verles. Yo pegué un Irmazo y dije que me iba a casa, cogí a la compañera impar (que no se tenía de pie) y le lancé una mirada asesina a mi ex que venía a advertir cariñosamente: "ni se te ocurra dejarme sóla con semejante panorama" y empapados todos de entrañable camaradería y buen rollo, nos montamos en el búho bus. La compañera impar se hizo veinticinco chichones dándose cabezazos contra la barra del autobús. Cuando llegamos a su parada se negaba a bajar porque no la reconocía (milagro que viera algo), pero mi ex, que iba calentito le arreó un empujón y la dejó plantada en la acera justo antes de que el autobús arrancara de nuevo. Fin de la noche.
El año pasado, coincidiendo con unas vacaciones de la compañera impar, nos largamos a comer por ahí la Cruela y su chico, también llamado jefe, la madre del jefe (da para un post completo esta señora, que es una terrorista divertidísima), mi por entonces recién adquirido íntimo, que por aquellas señaladas fechas aun andábamos estrenándonos, y la menda. Yo, fruto de mi divorcio, había mejorado muchísimo de aspecto (vamos que había rejuvenecido por lo menos un lustro, que mucho más tampoco puedo), y la madre de mi jefe me dijo el piropo más grande que puede salir de su boca: "Ay, Irma, estás monísima, pareces la Obregón" (yo visualizaba a Ana y los siete y tenía que sujetar con empeño el alma para que no se desplomara sobre mis propios pies, los demás sin excepción se partían de la risa). La comida de nuevo opípara, la postcomida bien regadita de licores y espirituosos. Y llegó la noche, donde a mi todo se me convierte en calabaza sin necesidad de que den las doce: el íntimo se quedó frito en el sofá de la casa de la Cruela y su C hasta que conseguí por fin despertarle y arrastrarle hasta mi casa. Allí dió señales de revivir (¡qué reparador resulta dormir la mona!). Y en el horizonte asomaba la parte buena, la de los mimos, las ternuras, los ejercicios acrobáticos... esperanzada y por animarle (y por cierta incontinencia verbal que ya me conocéis...) yo solté una ternurilla bastante tierna, la verdad, pero ¡cielos! él se puso lívido, de pie, la ropa, taquicárdico y oí un portazo de mi propia puerta de la calle. Tardé en volver a tener noticias suyas cerca de un mes: que es que se había asustado.
Así que este año Cruela ha dicho que de cena nada, que un jamón para cada una y santas pascuas. Y vive dios que agradezco la iniciativa, creo que este año me lo voy a cenar yo entero y a solas, que estas fechas señaladas acaban sacandolo peor de mis aledaños. Y qué se yo, puede ser que también lo saquen de mi misma, que ya ando muy cerquita del mismísimo moño.
P.D. Sr. Ag, habrá observado que me he tomado la molestia de responderle en su propio blog para devolverle la atención de una visita a su propia casa. No añadiré más. A los demás: chicos, que tal y como se está poniendo de duro lo de publicar en terra, yo creo que no voy a poder colgar más post hasta que vuelva de mi viaje, así que a todos ¡Felices Fiestas! (que es un buen deseo que nos vale a todos para todo el año). Ya os contaré detalles, que se me acumulan los post pendientes, y es que creedme, que mi vida cada vez parece más un blog.
lunes, 18 de diciembre de 2006
jueves, 7 de diciembre de 2006
SING STARS Y OTROS DESGUACES
Últimamente he realizado un par de viajecillos con mi Luisi, y debo decir que a parte de la emoción propia del asunto de desplazarse y del gustillo de pasar el día de asueto fuera de la casa de una (un decorado que tengo muy visto últimamente, sobre todo desde que decidí moderar mis incursiones al salvaje mundo de los singles), se añade que los viajes con la Luisi parecen organizados por De La Cuadra Salcedo ayudado por el Coronel Tapioca: son toda una aventura.
El primero lo hice con un par de amigas estupendas y mi niña, caminito de Chinchón: un objetivo próximo a Madrid y realista porque podíamos ir y volver en el día aprovechando mínimamente la jornada y sin necesidad de encender los faros del coche. Como sabéis, aun no domino del todo la técnica del diurno, así que intento eludir la versión en nocturno. Ilusionada por mi primer viaje en carretera, me preparé para la ocasión gravando un par de cintas casettes (porque mi Luisi viene con radio casette de toda la vida, nada de CD) cuajadita de horteradas varias de esas que te hacen ir cantando a voz en grito todo el camino y bailoteando con el culo, que resbala muy fácilmente en los asientos de eskay negro (con los logos de Volkswagen, eso sí). Un ejemplo de la selección: Tino Casal, Alaska, el Comando G cantado por Parchís (que a mi niña también le gusta participar…). Nos montamos todas fabulosa en mi Luisi, acompañadas por un radiante día soleado (y mira que ha llovido este otoño…), nos pusimos cinturones, coca-colas, cigarrillos, contacto… lo habitual y la casette. Bueno pues mi coche viene de serie (y esto aun no lo sabía, parece mentira) con un comecintas al que encima no le funciona el botón de devolución. Medio viaje de ida nos costó rescatar esta perla de Max Mix quitando el frontal extraíble y apretando con un boli en el pulsador habilitado al efecto. Pero una es melómana y ya no sabe conducir sin música. Obligada por las circunstancia, presioné a mi copilota del momento (¡hola Anuska!) para que hiciera todo el santo viaje restante escaneando sin descanso la dichosa radio. Ella inasequible al desaliento buscaba y buscaba cualquier cosa que sonara a músiquilla, pero curiosamente ese sábado lo único que debía pasar en el mundo era una reunión del PP de la zona, de la que nos enteramos con todo lujo de detalle como si estuviéramos en butacas frente al orador. Menudo rollo, hacernos esto a nosotras, con lo rojeras que somos las tres y un cuarto. En cuanto llegamos a destino y puse el freno de mano, llamé al Melendi2, que como sabéis hace las veces de tienda Aurgi particular. El Melendi2 me asesoró, “funcionar funciona aunque hace un ruidillo de fondo. Y si no dalé un par de hostias suaves para que arranque”. Efectivamente, en el camino de vuelta tuvimos música. Gloria daba vernos bajar el semipuerto ese lleno de curvas a cuarenta por hora, ahora segunda ahora tercera, cantando a pleno pulmón, con las ventanillas bajadas para imbuirnos de solecillo y sobre todo para que saliera el humo del cigarrillo y que no me quite sanidad la custodia de mi hija. Gloria también daba ver la caravana que hicimos con todos los utilitarios llenos de domingueros detrás escuchando nuestros trinos y sin poder adelantarnos. Animalitos ellos. La cosa se estropeó en cuanto llegamos al llano, y en las proximidades a Rivas ya era imposible aguantar ni el ruido del arrastre de la casette ni la voz deformada a menos revoluciones del reproductor. Cuando bajamos del coche nos dolía la cabeza a todas y a dios puse por testigo una vez más, de que no volvería a usar el lector de casettes de mi coche. Por lo demás el viaje bien, salvo que no conseguimos encontrar el campo de Chinchón para dar una vuelta, que es que es salir de las pintorescas calles y darte de bruces con una carretera nacional cuajadita de coches madrileños que te impiden el acceso a todo páramo circundante. Para el segundo viaje me equipé como dios manda, con la ciencia que da la experiencia: me llevé el radiocasette con caraoke de Fisher Price de mi retoño (es que en mi casa yo ya lo tengo todo en versión cadena y CD), con pilas de las gordas de repuesto y el alimentado de mechero del coche. Para que esta vez no fallara nada. Aquí el horror fue no prever las veleidades artísticas de mi íntimo, que en cuanto subió al coche se agarró al micrófono como un aspirante obsesionado a OT nominado en la final y a punto de quedarse sin Eurovisión, sin contrato y sin Miami, y hasta que no guardé el cacharro en el portaequipajes no paró. Otro viaje escaneando la radio. Afortunadamente esta vez no se reunía nadie del PP de la zona y pudimos ir enganchando algunos temillas musicales. Y entonces llega el problema gordo: la niebla. La menda se apaña de día, no se apaña de noche, y ejercita malamente el braille en los casos en los que no se ve na’ de na’. Y es que me pilló ni remotamente preparada. Porque vamos a ver, una intenta mirar a todas las partes indicadas, empezando por los espejos, y esto ya me costó ya, porque a mi los espejos me habían interesado hasta el momento sólo cuando yo salía en ellos, pero vamos, para nada más. Bueno pues una ya tiene dificultades para concentrar la vista en los puntos clave decía: espejos, vista a punto medio entre infinito y tu coche, señales de tráfico, indicaciones del camino (especialmente las que hablan del lugar al que una pretende llegar) y sobre todo en concentrarse en interpretar lo que ven los ojos propios en lugar de aprovechar el trance para elaborar la lista de la compra, por ejemplo o intentar recordar si finalmente le puse comida y agua a mi gato o no… Pero cuando una ya se ha acostumbrado a mirar y ver todo lo que debe mirar y ver, se encuentra con la posibilidad de esforzarse y no ver nada. El íntimo me chivó que en esos momentos no sirve de nada agarrarse firmemente al volante y aproximar la cabeza hasta tocar con la nariz en el parabrisas, y que además conviene poner las luces antiniebla (que como una no tiene costumbre…) y ¡horror! ¿dónde quedaba eso en mi Luisi?. Como mi íntimo también tiene una antigualla de origen alemán, me informó de que en algunos coches alemanes, estas luces se activan tirando un poquito del interruptor de las luces, (que además, en los coches alemanes se sitúan a la izquierda del volante en el salpicadero y no en la palanquita habitual). Hice lo propio tirando sutilmente y me quedé con todo el cuadro de luces en la mano. Sssstupendo. Total, que he decidido pasar de las chorradas de la radio, e ir acompañada siempre de un bote de loctite tamaño industrial, porque mi coche parece un auto-crash de juguete de esos que chocan se desmontan y se caen enteritos, y luego tienes que rearmarles de nuevo piecita a piecita. Que sepáis que voy a pedirles a los señores que comercializan el juguete, derechos de royalties porque estoy más que segura de que se inspiraron en mi Luisi. La última, y ya es para nota, es que volviendo del Carrefour se me calló una tuerca de las que se atornillan en una plaquita que sujeta el motor, y se quedó entre el disco de frenos y la otra cosa que tenga al lado (me imagino que será la rueda directamente) y el ruido era insoportable de la fricción de la propia rueda y de la vibración de la plaquita esta…)… Así que llegando estas entrañables fechas, y estresada que anda una por todas las gestiones a SSMM y al vejete de rojo (¡anda, como “La Mujer de…” pero en versión masculina-geriátrica!), entre que mi niña pasa la primera mitad de las entrañables fechas con su papá, entre que mi Luisi me tiene frita, y entre que como las de L’Oreal, yo lo valgo, he decidido que me agarro al íntimo y un vuelo de bajo costo (que queréis, ya me he acostumbrado a viajar en precario) y me largo fuera del suelo patrio, al culo del mundo literal tirando pal norte a pasar las fechas de manera pintoresca y me imagino que intentando entrar en calor. Así que Islos Británicos, preparaos, que hemos alquilado coche y pienso probar qué es eso de conducir por la izquierda… Os lo contaré todo a la vuelta.
P.D.: Luís, los reyes me han traído una cojo cámara de fotos digital (gracias papis) así que espero hacer fotos a todo detalle de mi Luisi y colgarlas. Aun no he conseguido saber como deshacerme de Bisbal de mi teléfono. No me estraña que estuviera de oferta.
El primero lo hice con un par de amigas estupendas y mi niña, caminito de Chinchón: un objetivo próximo a Madrid y realista porque podíamos ir y volver en el día aprovechando mínimamente la jornada y sin necesidad de encender los faros del coche. Como sabéis, aun no domino del todo la técnica del diurno, así que intento eludir la versión en nocturno. Ilusionada por mi primer viaje en carretera, me preparé para la ocasión gravando un par de cintas casettes (porque mi Luisi viene con radio casette de toda la vida, nada de CD) cuajadita de horteradas varias de esas que te hacen ir cantando a voz en grito todo el camino y bailoteando con el culo, que resbala muy fácilmente en los asientos de eskay negro (con los logos de Volkswagen, eso sí). Un ejemplo de la selección: Tino Casal, Alaska, el Comando G cantado por Parchís (que a mi niña también le gusta participar…). Nos montamos todas fabulosa en mi Luisi, acompañadas por un radiante día soleado (y mira que ha llovido este otoño…), nos pusimos cinturones, coca-colas, cigarrillos, contacto… lo habitual y la casette. Bueno pues mi coche viene de serie (y esto aun no lo sabía, parece mentira) con un comecintas al que encima no le funciona el botón de devolución. Medio viaje de ida nos costó rescatar esta perla de Max Mix quitando el frontal extraíble y apretando con un boli en el pulsador habilitado al efecto. Pero una es melómana y ya no sabe conducir sin música. Obligada por las circunstancia, presioné a mi copilota del momento (¡hola Anuska!) para que hiciera todo el santo viaje restante escaneando sin descanso la dichosa radio. Ella inasequible al desaliento buscaba y buscaba cualquier cosa que sonara a músiquilla, pero curiosamente ese sábado lo único que debía pasar en el mundo era una reunión del PP de la zona, de la que nos enteramos con todo lujo de detalle como si estuviéramos en butacas frente al orador. Menudo rollo, hacernos esto a nosotras, con lo rojeras que somos las tres y un cuarto. En cuanto llegamos a destino y puse el freno de mano, llamé al Melendi2, que como sabéis hace las veces de tienda Aurgi particular. El Melendi2 me asesoró, “funcionar funciona aunque hace un ruidillo de fondo. Y si no dalé un par de hostias suaves para que arranque”. Efectivamente, en el camino de vuelta tuvimos música. Gloria daba vernos bajar el semipuerto ese lleno de curvas a cuarenta por hora, ahora segunda ahora tercera, cantando a pleno pulmón, con las ventanillas bajadas para imbuirnos de solecillo y sobre todo para que saliera el humo del cigarrillo y que no me quite sanidad la custodia de mi hija. Gloria también daba ver la caravana que hicimos con todos los utilitarios llenos de domingueros detrás escuchando nuestros trinos y sin poder adelantarnos. Animalitos ellos. La cosa se estropeó en cuanto llegamos al llano, y en las proximidades a Rivas ya era imposible aguantar ni el ruido del arrastre de la casette ni la voz deformada a menos revoluciones del reproductor. Cuando bajamos del coche nos dolía la cabeza a todas y a dios puse por testigo una vez más, de que no volvería a usar el lector de casettes de mi coche. Por lo demás el viaje bien, salvo que no conseguimos encontrar el campo de Chinchón para dar una vuelta, que es que es salir de las pintorescas calles y darte de bruces con una carretera nacional cuajadita de coches madrileños que te impiden el acceso a todo páramo circundante. Para el segundo viaje me equipé como dios manda, con la ciencia que da la experiencia: me llevé el radiocasette con caraoke de Fisher Price de mi retoño (es que en mi casa yo ya lo tengo todo en versión cadena y CD), con pilas de las gordas de repuesto y el alimentado de mechero del coche. Para que esta vez no fallara nada. Aquí el horror fue no prever las veleidades artísticas de mi íntimo, que en cuanto subió al coche se agarró al micrófono como un aspirante obsesionado a OT nominado en la final y a punto de quedarse sin Eurovisión, sin contrato y sin Miami, y hasta que no guardé el cacharro en el portaequipajes no paró. Otro viaje escaneando la radio. Afortunadamente esta vez no se reunía nadie del PP de la zona y pudimos ir enganchando algunos temillas musicales. Y entonces llega el problema gordo: la niebla. La menda se apaña de día, no se apaña de noche, y ejercita malamente el braille en los casos en los que no se ve na’ de na’. Y es que me pilló ni remotamente preparada. Porque vamos a ver, una intenta mirar a todas las partes indicadas, empezando por los espejos, y esto ya me costó ya, porque a mi los espejos me habían interesado hasta el momento sólo cuando yo salía en ellos, pero vamos, para nada más. Bueno pues una ya tiene dificultades para concentrar la vista en los puntos clave decía: espejos, vista a punto medio entre infinito y tu coche, señales de tráfico, indicaciones del camino (especialmente las que hablan del lugar al que una pretende llegar) y sobre todo en concentrarse en interpretar lo que ven los ojos propios en lugar de aprovechar el trance para elaborar la lista de la compra, por ejemplo o intentar recordar si finalmente le puse comida y agua a mi gato o no… Pero cuando una ya se ha acostumbrado a mirar y ver todo lo que debe mirar y ver, se encuentra con la posibilidad de esforzarse y no ver nada. El íntimo me chivó que en esos momentos no sirve de nada agarrarse firmemente al volante y aproximar la cabeza hasta tocar con la nariz en el parabrisas, y que además conviene poner las luces antiniebla (que como una no tiene costumbre…) y ¡horror! ¿dónde quedaba eso en mi Luisi?. Como mi íntimo también tiene una antigualla de origen alemán, me informó de que en algunos coches alemanes, estas luces se activan tirando un poquito del interruptor de las luces, (que además, en los coches alemanes se sitúan a la izquierda del volante en el salpicadero y no en la palanquita habitual). Hice lo propio tirando sutilmente y me quedé con todo el cuadro de luces en la mano. Sssstupendo. Total, que he decidido pasar de las chorradas de la radio, e ir acompañada siempre de un bote de loctite tamaño industrial, porque mi coche parece un auto-crash de juguete de esos que chocan se desmontan y se caen enteritos, y luego tienes que rearmarles de nuevo piecita a piecita. Que sepáis que voy a pedirles a los señores que comercializan el juguete, derechos de royalties porque estoy más que segura de que se inspiraron en mi Luisi. La última, y ya es para nota, es que volviendo del Carrefour se me calló una tuerca de las que se atornillan en una plaquita que sujeta el motor, y se quedó entre el disco de frenos y la otra cosa que tenga al lado (me imagino que será la rueda directamente) y el ruido era insoportable de la fricción de la propia rueda y de la vibración de la plaquita esta…)… Así que llegando estas entrañables fechas, y estresada que anda una por todas las gestiones a SSMM y al vejete de rojo (¡anda, como “La Mujer de…” pero en versión masculina-geriátrica!), entre que mi niña pasa la primera mitad de las entrañables fechas con su papá, entre que mi Luisi me tiene frita, y entre que como las de L’Oreal, yo lo valgo, he decidido que me agarro al íntimo y un vuelo de bajo costo (que queréis, ya me he acostumbrado a viajar en precario) y me largo fuera del suelo patrio, al culo del mundo literal tirando pal norte a pasar las fechas de manera pintoresca y me imagino que intentando entrar en calor. Así que Islos Británicos, preparaos, que hemos alquilado coche y pienso probar qué es eso de conducir por la izquierda… Os lo contaré todo a la vuelta.
P.D.: Luís, los reyes me han traído una cojo cámara de fotos digital (gracias papis) así que espero hacer fotos a todo detalle de mi Luisi y colgarlas. Aun no he conseguido saber como deshacerme de Bisbal de mi teléfono. No me estraña que estuviera de oferta.
lunes, 27 de noviembre de 2006
EN ESTAS FECHAS, LA REINA Y YO
Hola. Ultimamente tardo un poco en colgar post porque estoy liadísima con mi vida propia particular, y claro, me queda poco tiempo para lo lúdico, que al fin y al cabo es lo importante. Esto es porque andamos ya en vísperas de estas fechas tan señaladas por el Corte Inglés, que a nosotras, madres sin pausa nos duplican la jornada: Las Navidades.
Yo soy creyente de pocas cosas. Cruela diría que yo profeso del horóscopo, (es que una es una Piscis muy Piscis) pero que va, últimamente ando de lo más descreída por puro aburrimiento. Otras temporadas me he comprado el especial con las previsiones para el curso entrante, y además lo he guardado durante todo el año para ir comprobando la tasa de errores y aciertos (soy magnífica con la estadística ¿a que sí Íntimo?) pero este año voy a un ritmo en el que me han pasado a mí las previsiones de por lo menos cinco signos distintos y todas de golpe, y el librillo se me queda como soso. Fíjate, Cruela, yo creo que esta vez ni siquiera me voy a comprar el especial “Previsiones para el 2007“, para que veas. En fin, que ya soy descreída de casi todo, y desde luego soy de lo más atea para lo de las religiones estándares, pero eso no quita que llegando a estas fechas una se trague su agnosticismo militante y su republicanismo de toda la vida y se líe a hacer gestiones y más gestiones para facilitar el curro a SSMM Los Reyes Magos y a Santa Claus. Es llegar noviembre y empezar el frenesí de recopile de catálogos de Carrefoures, Alcampos y Toysarases, y toda la tarea de corte y confección. Porque mi niña será marciana, pero es lista como su madre, y el primer año que tuvo edad para hacer La Carta, como todavía no sabía escribir, me dictaba sus voluntades y yo las escribía. Aun así, y por si acaso dibujó cada uno de los juguetillos en cuestión, pero resulta que SSMM aprovecharon que su técnica se parece más a la de Miró que a la de Antonio López y le trajeron aproximaciones a sus deseos (normalmente en versiones pelín más económicas), con lo que a partir del año siguiente depuró la técnica y decidió que sí, que me dictaba La Carta, pero que además iba a recortar del catálogo y a pegar la foto del juguete de sus amores, para que no hubiera dudas, y doy fé de que SSMM se han acojonado un poco y que intentan ser bastante fieles a las demandas. Total, que yo recopilo catálogos, y mi niña los desmonta completamente recortando todas, absolutamente todas las fotos separándolas de los precios. Después mientras ella duerme yo cotejo los costes de las ilusiones de la infancia con un segundo catálogo que he guardado para mi sibilinamente, y como sin querer, ya se me pierden algunas cosas. Esto del segundo catálogo, lo he aprendido después de que el año pasado intenté adjudicar los precios a ojo, por pinta, por marca, y no acerté ni uno, que hay que ver qué precio tiene el “plastiqué“ como se nota que lo sintético sale todo del petróleo. De todos modos, os digo, ninguna ilusión (salvo la Barbie a secas, que no trae nada de nada, y el Exín Castillos, que es la leche en la tele pero luego en vivo ni encajan las piezas) viene a bajar de sesenta euros. El siguiente paso es agrupar en cinco categórías las fotos, a saber: Barbies y primas, muñecos bebés y sus accesorios, animalitos varios a pilas o sin ellas, legos y playmobiles y la última: educativos. Aprovechamos y en este reparto ya hacemos la segunda criba. Después toca contar las casas de familiares y amigos que tienen mano con los generosos monarcas y el vejete de los renos, y hala, un pedido por casa. Esta última selección es ardua porque hay que reducir los cienes y cienes de recortes a seis o siete y le dedicamos varios días de negociaciones que ríete tú de los sindicatos y de la patronal, porque yo siempre intento asesorar a mi niña de manera muy sutil guiándome por un par de filtros: A) por dios, que no sea demasiado caro (porque los Reyes Magos de mi casa vienen de Palestina, no de Israel, y de verdad que creo que un año de estos me va a tocar pagarles hasta el alquiler de los camellos) y B) que no sean demasiado grandes. Todos los años considero pedir yo a los reyes un accesorio de almacenaje de la sección de Ikea, para todos los juguetes nuevos, pero todos los años acabo pensando que qué narices, que para un regalo bueno que me toca al año, no lo voy a malgastar en chorradillas prácticas. Este año me he pedido unos zapatos rojos tipo Dorothy Gale (la del Mago de Oz, la película, no el grupo, aunque ahora que lo pienso, al cantante también le pegan) todo lentejuelas y brillos, pero con taconazo, que es un deseo obsesivo que yo tengo desde que vi la película años ha y que aun no he conseguido cumplir. Por si acaso, dado los años que ha que los busco y sigo sin ellos, he dado la opción del Ipod aunque sea el nano. Lo digo por si mis lectores quieren hacer una colecta... Ya sé que yo me disperso con facilidad, pero aprovecho aquí para hacer una reflexión a todos aquellos que no creen en el regalo por decreto en fecha pactada y creen en la libertad de regalar cuando les apetece sin más y lo justifican diciendo que es que ellos disfrutan regalando cuando quieren, sin ninguna razón, sólo porque sí. Bueno, pues que sepáis que yo si creo en el regalo por fecha, porque tengo más que comprobado que o bien todos los expontáneos son unos roñicas, o bien yo nunca les motivo a que les apetezca regalarme nada, y de verdad que para ese menester soy de lo más fácil. Así que yo no exijo nada del tipo desodorante impulso, ni detallitos por “san quieros”, pero hay mínimos que son Navidades y cumple que para mi son sagrados y de obligado cumplimento. Vamos, que mi experiencia me dice que o me regalan en esos dos días, o no me regalan en ninguno, y a mi, como a todo el mundo, me hace muchísima ilusión tener cosas bonitas sin gastarme yo las pelas que tanto me cuesta ganar. Ah, y por mucha ilusión que me haga que en un momento dado pienses en mí, Íntimo, los jabones de los hoteles y las alpargatas de las despedidas de soltero no cuentan como regalo expontáneo y currado, (y no me malinterpretes, sigue trayéndomelos, que me vienen de perlas, a ver si ni siquiera me va a tocar eso) y aunque la botella de Martini podría valer, no sé porqué le veo una segunda intención, que aunque te empeñes ¡NO ERES CLOONEY!. Vamos, no es que yo quiera que me pongas el piso, lo digo sólo para informarte. Es como lo de la tienda de campaña. Esa guárdala para la segunda cita (o para romper), para la primera, llévate a las chicas aunque sea a la casa de tu madre, que siempre te dará mejor resultado. Y esto vale no sólo para mi íntimo, esto vale para todos los íntimos del mundo, que últimamente me tenéis un nivel que deja pelín que desear. Para lo de los regalos provenientes del género masculino, la verdad es que yo siempre he tenido muy mala suerte. Mi ex se paso el último año de nuestro difunto matrimonio siendo generoso, generoso y esto era rarísimo en él porque es tirando a prudente económicamente (por no decir directamente que de los “del puño prieto“), me regaló hasta ramos de rosas y todo, y yo, con el buen humor y la coña que me caracteriza iba diciendo a todo dios que mi marido estaba irreconocible, que yo creía que tenía una amante. El día que comuniqué que me divorciaba porque mi actual ex se largaba con otra, mis amigos no sabían si descojonarse o llorar conmigo. Bueno, volviendo al tema. Como os decía, las navidades le ponen a una en contradicción con sus principios, ya no solo del tipo teológico o monárquico. Por ejemplo, yo siempre he tenido mucha manía a la muñeca Barbie como concepto, venía a representar todo lo superficial del mundo y encima en versión americana de los Ángeles, vamos, lo peor. Pero ahora me veo animando a mi niña a que se la pida a los reyes sólo porque cumple de lujo mis dos premisas: A) es barata dentro de lo que se ve por los súper y B) me cabe en cualquier bolso, hasta en los de ir mona. Aunque debo decir que ahora de mayor estoy empezando a mirar con otros ojos a esta muñeca, porque hay que ver como se lo ha montado. Veamos: Barbie siempre está de vacaciones, tiene caballos hasta para tirar de sus carrozas, caravanas de ensueño, casas alucinantes, salones de belleza, guarderías, pizzerías... Es decir, negocios de todo tipo. Estuvo muchos años saliendo con un tal Ken, pero creo que nunca llegaron a casarse (sabia decisión) y desde hace ya algún tiempo se la ve en plan promiscuo con otros maromos (imposible contarlos), ninguno de ellos baja del nivel del príncipe azul y ninguno le dura dos navidades. Y vale que al principio el coche lo tenía Ken, pero ahora ella tiene moto (scooter y Harley), descapotable... Yo creo que esta chica es Paris Hilton en más plástico que ella. Barbie tampoco ha tenido que trabajar nunca y mira qué trapitos me lleva, no hay diseñador relevante al que no le haya tocado hacerle un modelito exclusivo, que a alguno le han tenido que rechinar los dientes... En fin, que no es una mala opción para pedir a los reyes al fin y al cabo. Porque afortunadamente los tiempos han cambiado y ahora a las mujeres se nos valora por lo que somos, tenemos reconocimiento social, trabajamos siempre con la misma remuneración que los hombres, optamos a los mismo puestos aunque sean de responsabilidad y en la pareja las relaciones son equilibradas, de igual a igual en absolutamente todos lo planos (¡dios, que me troncho!). Yo trabajo en un gremio donde mujeres se ven una o ninguna, todo es testosterona, y no, no es la construcción, pero en el tema oral son muchísimo más burros. Lo que tiene llevar tantos años en esta profesión es que ya no se cortan porque estés delante. Bueno, pues las tías seguimos dividiéndonos en dos categorías sencillas: callo malayo o polvo que te cagas. Es la leche, pero fijaros, los parias de la tierra, los más desfavorecidos socialmente siempre han sido las minorías en tierra de mayorías: negros, gitanos, judíos, moros... Pues existe una subcategoría que no es minoría nunca pero que todavía está más jodida y a la que machacan también las minorías jodidas: la mujer. Yo tengo abuela, pero también autoestima, y me siento inteligente, divertida, buena persona, sé que tengo sentido del humor, mentalidad abierta, que soy fuerte (como mínimo resistente e inasequible al desaliento),optimista, segura y responsable, y bla, bla, bla. Bueno, pues esto lo apreciamos mis amigas, mi familia y yo. Para el resto del mundo, y fundamentalmente el masculino, frecuentemente es un bla, bla, bla que hasta puede llegar a desmerecer el hecho de que puedas estar buena. Para una brutal mayoría de hombres es como el tuning de mi Luisi. No sirve para nada, y a veces molesta. No lo digo sólo por mi experiencia de la que una intenta aprender, pese a que aun siga sorprendiéndome con eructillos mentales de diversos íntimos que una sabe inteligentes, lo digo también por mis amigas, mujeres estupendas todas, y que como yo, tienen colecciones de cafres a sus espaldas. Y es que todos venimos de una educación con mucha carencia. Para tratarnos, no venimos enseñados. Cerolo (Pedro), decía que las mujeres esperamos un hombre que no ha nacido y los hombre una mujer que se ha muerto, y que va a tener razón...Pero yo tengo fé en ese tipo de mujer multitarea que cada vez somos más y que no sólo somos capaces de disfrutar y sentirnos bien con todo lo que tiene Barbie, sino que además venimos con el tuneado ese de dignidad, ideas claras e independencia. Por eso los fines de semana que tengo a mi hija miro la agenda del día del periódico e incluyo todas las manifestaciones rojeras que se tercien. Este finde por ejemplo hemos estado mi niña y yo en la que se ha hecho en la Puerta del Sol en contra de los malos tratos a mujeres. El día era un horror, llovía a mares, no había luz ni medios ni nada, porque todos estaban en la manifa de las Víctimas del Terrorismo de ideología pepera. Así que la concentración ha salido de aquella manera. Se intentó perpretar el acto simbólico de quemar conceptos representados en palabras del tipo “maltrato”, “violencia”, “agresión”, “asesinato” pero ni el fuego cuajaba ni se veía nada de nada. Ahora, que en estos casos vamos todas con la sangre a punto de ebullición, y a mi que me den una buena excusa para dar una buena voz. Desde el escenario las oficiantes decían la mala palabra en cuestión y toda la concurrencia gritábamos como unas exaltadas “a la hoguera“, “quémalo” y cosas así (dios como desestresan un par de voces, y qué quieres, otros gritan “Atleti“ o “Jerónimo“). Yo por supuesto le explico todo a mi niña con palabras sencillitas que le dejen nítidamente claros los conceptos, y sino está su abuela materna que en seguida coge el relevo, buena es ella (en los setenta-y-todos nos traía a casa pelotas de goma de los antidisturbios para que jugáramos mi hermana y yo que éramos pequeñas). Pero de verdad que lo del simbolismo y la hoguera, era para nota, y a mi se me escurría el paraguas, y ya estábamos como sopas... Total, que ahí ya me conformé simplemente con que se lo pasara pipa gritando, aplaudiendo cuando todas aplaudíamos y abucheando cuando todas abucheábamos (y además, yo pensaba en lo bien que iba a dormir esa noche, que es que una es madre pa’tó). En fin que a eso de las nueve y media de la noche, dimos por concluido el jolgorio, nos metimos en la Luisi, y hala, para casita. Una cada vez domina mejor el tema de las cuatro ruedas, pero la noche y la lluvia son situaciones que para mi todavía entran en la categoría de pa‘nota. Ya cuando se juntan las dos circunstancias, la cosa es cum laude. Para los que no os mováis por Madrid, existe un punto chungo de los miles que tenemos que es la salida del tunel de Atocha a la altura del intercambiador, justo donde se monta todo el cristo de cambios de carriles, porque uno siempre acaba donde puede, y nunca donde quiere y o te pones en plan Antón Pirulero y que sea lo que dios quiera o apareces en zampaculitos de arriba en vez de en tu casa. Pero vamos, que eso lo hago yo y lo hace mi padre (que le he visto) y todo el mundo mundial. Así que a seis por hora he bloqueado a otro coche que venía a cinco por hora. El coche bloqueado ha reaccionado como si llevara toda la vida metido en un atasco y viniera de pasarse toda la tarde alternando la planta cuarta del Corte Inglés con varias sesiones del Cortilandia rodeado de sus propios churumbles, (algo que algunas madres sabemos hacer combinándolo elegantemente con manifa progresista y sin perder ni el buen humor, ni la serenidad, ni el buen gusto que tenemos Britney Spears y la menda). Resumiendo, que semejante pitada y exabrupto el que me lanzó el tipo estresado, que yo creo que vió la L y le salió el energúmeno que llevaba dentro. Pero he aquí que yo, obligada por las carencias de mi Luisi, a la que le funcionan de maravilla todas las lucecitas y chorraditas del tuning, pero que falla en el tema de la luz interior y sobre todo de la luneta térmica, circulo siempre con la ventanilla bajada, porque como os he dicho mi Luisi no transpira y se empaña. En consecuencia, el improperio lo hemos oído mi niña y yo con toda claridad. Pero mi niña, imbuida por ese espíritu reivindicativo que una intenta inculcarla y con la excitación y los pulmones afinados por la experiencia feminista aun reciente, le ha respondido a voz en grito: “si gritas así a las mujeres te van a quemar en una hoguera”. Primero he pensado que a lo mejor se me estaba yendo un poco la mano con la educación equilibrada. Pero mira, qué narices, que con la edad todos nos vamos acomodando. Que empiece fuerte, para que le quede marcha todavía cuando llegue a mi edad. Que las de la generación de su madre nos desayunamos tranquilamente y sin darnos cuenta muchas faltillas de respeto que tenemos hasta interiorizadas como normales. La mujer sigue siendo tantas veces el objeto bonito pero inútil, y nuestras virtudes ser follables, o buenas madres, o limpias, y eso ya no vale. Cuando me divorcié La Esteban me dijo para animarme, que con mi culo no me iban a faltar hombres nunca. Pero como dice mi madre, con tu culo seguro que sí, pero con tu cabeza, se van a atrever pocos (madres no hay más que una, y en el caso de la mía es una verdad bíblica). Ojalá la generación de mi niña lo tenga más fácil que la nuestra y que a ellas las dé mejor resultado cuidar más la cabeza que el culo. P.D.: Este post de hoy va con dedicatoria: a Estrella que me ha dejado un comentario y que es otra gladiadora del hogar (¡ánimo valiente!). A Anuska, nena a ti que te voy a decir que tú no sepas, pues eso. A mi otra Estrella que es familia y que además de tener el culo más fantástico que yo he visto nunca también tiene una de las mejores cabezas que conozco (y van siendo unas cuantas): nena tu vales mucho. Y al Íntimo que tiene también un culo magnífico (chicas, a lo mejor un día cuelgo foto) y magníficas cabezas, aunque a veces todavía se líe con ellas.
Más P.D.: Soy consciente de que ni los hombres ni las mujeres traemos manuales de instrucciones, y que a veces hablamos idiomas distintos. Los tiempos van cambiando y normalmente las personas somos el elemento menos flexible. Un voto por la flexibilidad (que sirve para y mejora todo, os lo digo yo) y por las risas. Seamos burros, y ríamonos de nuestras burradas cuando nos demos cuenta, porque es que sino no va a haber manera de que nuestra especie continúe, que hay más bajas que altas (el tipo Mediterráneo) y no sabéis lo malito que está lo de reproducirse (o hacer como si). Besitos a todos y a todas. Íntimo, no pierdas nunca el humor, que es aun mejor que tu culo.
Yo soy creyente de pocas cosas. Cruela diría que yo profeso del horóscopo, (es que una es una Piscis muy Piscis) pero que va, últimamente ando de lo más descreída por puro aburrimiento. Otras temporadas me he comprado el especial con las previsiones para el curso entrante, y además lo he guardado durante todo el año para ir comprobando la tasa de errores y aciertos (soy magnífica con la estadística ¿a que sí Íntimo?) pero este año voy a un ritmo en el que me han pasado a mí las previsiones de por lo menos cinco signos distintos y todas de golpe, y el librillo se me queda como soso. Fíjate, Cruela, yo creo que esta vez ni siquiera me voy a comprar el especial “Previsiones para el 2007“, para que veas. En fin, que ya soy descreída de casi todo, y desde luego soy de lo más atea para lo de las religiones estándares, pero eso no quita que llegando a estas fechas una se trague su agnosticismo militante y su republicanismo de toda la vida y se líe a hacer gestiones y más gestiones para facilitar el curro a SSMM Los Reyes Magos y a Santa Claus. Es llegar noviembre y empezar el frenesí de recopile de catálogos de Carrefoures, Alcampos y Toysarases, y toda la tarea de corte y confección. Porque mi niña será marciana, pero es lista como su madre, y el primer año que tuvo edad para hacer La Carta, como todavía no sabía escribir, me dictaba sus voluntades y yo las escribía. Aun así, y por si acaso dibujó cada uno de los juguetillos en cuestión, pero resulta que SSMM aprovecharon que su técnica se parece más a la de Miró que a la de Antonio López y le trajeron aproximaciones a sus deseos (normalmente en versiones pelín más económicas), con lo que a partir del año siguiente depuró la técnica y decidió que sí, que me dictaba La Carta, pero que además iba a recortar del catálogo y a pegar la foto del juguete de sus amores, para que no hubiera dudas, y doy fé de que SSMM se han acojonado un poco y que intentan ser bastante fieles a las demandas. Total, que yo recopilo catálogos, y mi niña los desmonta completamente recortando todas, absolutamente todas las fotos separándolas de los precios. Después mientras ella duerme yo cotejo los costes de las ilusiones de la infancia con un segundo catálogo que he guardado para mi sibilinamente, y como sin querer, ya se me pierden algunas cosas. Esto del segundo catálogo, lo he aprendido después de que el año pasado intenté adjudicar los precios a ojo, por pinta, por marca, y no acerté ni uno, que hay que ver qué precio tiene el “plastiqué“ como se nota que lo sintético sale todo del petróleo. De todos modos, os digo, ninguna ilusión (salvo la Barbie a secas, que no trae nada de nada, y el Exín Castillos, que es la leche en la tele pero luego en vivo ni encajan las piezas) viene a bajar de sesenta euros. El siguiente paso es agrupar en cinco categórías las fotos, a saber: Barbies y primas, muñecos bebés y sus accesorios, animalitos varios a pilas o sin ellas, legos y playmobiles y la última: educativos. Aprovechamos y en este reparto ya hacemos la segunda criba. Después toca contar las casas de familiares y amigos que tienen mano con los generosos monarcas y el vejete de los renos, y hala, un pedido por casa. Esta última selección es ardua porque hay que reducir los cienes y cienes de recortes a seis o siete y le dedicamos varios días de negociaciones que ríete tú de los sindicatos y de la patronal, porque yo siempre intento asesorar a mi niña de manera muy sutil guiándome por un par de filtros: A) por dios, que no sea demasiado caro (porque los Reyes Magos de mi casa vienen de Palestina, no de Israel, y de verdad que creo que un año de estos me va a tocar pagarles hasta el alquiler de los camellos) y B) que no sean demasiado grandes. Todos los años considero pedir yo a los reyes un accesorio de almacenaje de la sección de Ikea, para todos los juguetes nuevos, pero todos los años acabo pensando que qué narices, que para un regalo bueno que me toca al año, no lo voy a malgastar en chorradillas prácticas. Este año me he pedido unos zapatos rojos tipo Dorothy Gale (la del Mago de Oz, la película, no el grupo, aunque ahora que lo pienso, al cantante también le pegan) todo lentejuelas y brillos, pero con taconazo, que es un deseo obsesivo que yo tengo desde que vi la película años ha y que aun no he conseguido cumplir. Por si acaso, dado los años que ha que los busco y sigo sin ellos, he dado la opción del Ipod aunque sea el nano. Lo digo por si mis lectores quieren hacer una colecta... Ya sé que yo me disperso con facilidad, pero aprovecho aquí para hacer una reflexión a todos aquellos que no creen en el regalo por decreto en fecha pactada y creen en la libertad de regalar cuando les apetece sin más y lo justifican diciendo que es que ellos disfrutan regalando cuando quieren, sin ninguna razón, sólo porque sí. Bueno, pues que sepáis que yo si creo en el regalo por fecha, porque tengo más que comprobado que o bien todos los expontáneos son unos roñicas, o bien yo nunca les motivo a que les apetezca regalarme nada, y de verdad que para ese menester soy de lo más fácil. Así que yo no exijo nada del tipo desodorante impulso, ni detallitos por “san quieros”, pero hay mínimos que son Navidades y cumple que para mi son sagrados y de obligado cumplimento. Vamos, que mi experiencia me dice que o me regalan en esos dos días, o no me regalan en ninguno, y a mi, como a todo el mundo, me hace muchísima ilusión tener cosas bonitas sin gastarme yo las pelas que tanto me cuesta ganar. Ah, y por mucha ilusión que me haga que en un momento dado pienses en mí, Íntimo, los jabones de los hoteles y las alpargatas de las despedidas de soltero no cuentan como regalo expontáneo y currado, (y no me malinterpretes, sigue trayéndomelos, que me vienen de perlas, a ver si ni siquiera me va a tocar eso) y aunque la botella de Martini podría valer, no sé porqué le veo una segunda intención, que aunque te empeñes ¡NO ERES CLOONEY!. Vamos, no es que yo quiera que me pongas el piso, lo digo sólo para informarte. Es como lo de la tienda de campaña. Esa guárdala para la segunda cita (o para romper), para la primera, llévate a las chicas aunque sea a la casa de tu madre, que siempre te dará mejor resultado. Y esto vale no sólo para mi íntimo, esto vale para todos los íntimos del mundo, que últimamente me tenéis un nivel que deja pelín que desear. Para lo de los regalos provenientes del género masculino, la verdad es que yo siempre he tenido muy mala suerte. Mi ex se paso el último año de nuestro difunto matrimonio siendo generoso, generoso y esto era rarísimo en él porque es tirando a prudente económicamente (por no decir directamente que de los “del puño prieto“), me regaló hasta ramos de rosas y todo, y yo, con el buen humor y la coña que me caracteriza iba diciendo a todo dios que mi marido estaba irreconocible, que yo creía que tenía una amante. El día que comuniqué que me divorciaba porque mi actual ex se largaba con otra, mis amigos no sabían si descojonarse o llorar conmigo. Bueno, volviendo al tema. Como os decía, las navidades le ponen a una en contradicción con sus principios, ya no solo del tipo teológico o monárquico. Por ejemplo, yo siempre he tenido mucha manía a la muñeca Barbie como concepto, venía a representar todo lo superficial del mundo y encima en versión americana de los Ángeles, vamos, lo peor. Pero ahora me veo animando a mi niña a que se la pida a los reyes sólo porque cumple de lujo mis dos premisas: A) es barata dentro de lo que se ve por los súper y B) me cabe en cualquier bolso, hasta en los de ir mona. Aunque debo decir que ahora de mayor estoy empezando a mirar con otros ojos a esta muñeca, porque hay que ver como se lo ha montado. Veamos: Barbie siempre está de vacaciones, tiene caballos hasta para tirar de sus carrozas, caravanas de ensueño, casas alucinantes, salones de belleza, guarderías, pizzerías... Es decir, negocios de todo tipo. Estuvo muchos años saliendo con un tal Ken, pero creo que nunca llegaron a casarse (sabia decisión) y desde hace ya algún tiempo se la ve en plan promiscuo con otros maromos (imposible contarlos), ninguno de ellos baja del nivel del príncipe azul y ninguno le dura dos navidades. Y vale que al principio el coche lo tenía Ken, pero ahora ella tiene moto (scooter y Harley), descapotable... Yo creo que esta chica es Paris Hilton en más plástico que ella. Barbie tampoco ha tenido que trabajar nunca y mira qué trapitos me lleva, no hay diseñador relevante al que no le haya tocado hacerle un modelito exclusivo, que a alguno le han tenido que rechinar los dientes... En fin, que no es una mala opción para pedir a los reyes al fin y al cabo. Porque afortunadamente los tiempos han cambiado y ahora a las mujeres se nos valora por lo que somos, tenemos reconocimiento social, trabajamos siempre con la misma remuneración que los hombres, optamos a los mismo puestos aunque sean de responsabilidad y en la pareja las relaciones son equilibradas, de igual a igual en absolutamente todos lo planos (¡dios, que me troncho!). Yo trabajo en un gremio donde mujeres se ven una o ninguna, todo es testosterona, y no, no es la construcción, pero en el tema oral son muchísimo más burros. Lo que tiene llevar tantos años en esta profesión es que ya no se cortan porque estés delante. Bueno, pues las tías seguimos dividiéndonos en dos categorías sencillas: callo malayo o polvo que te cagas. Es la leche, pero fijaros, los parias de la tierra, los más desfavorecidos socialmente siempre han sido las minorías en tierra de mayorías: negros, gitanos, judíos, moros... Pues existe una subcategoría que no es minoría nunca pero que todavía está más jodida y a la que machacan también las minorías jodidas: la mujer. Yo tengo abuela, pero también autoestima, y me siento inteligente, divertida, buena persona, sé que tengo sentido del humor, mentalidad abierta, que soy fuerte (como mínimo resistente e inasequible al desaliento),optimista, segura y responsable, y bla, bla, bla. Bueno, pues esto lo apreciamos mis amigas, mi familia y yo. Para el resto del mundo, y fundamentalmente el masculino, frecuentemente es un bla, bla, bla que hasta puede llegar a desmerecer el hecho de que puedas estar buena. Para una brutal mayoría de hombres es como el tuning de mi Luisi. No sirve para nada, y a veces molesta. No lo digo sólo por mi experiencia de la que una intenta aprender, pese a que aun siga sorprendiéndome con eructillos mentales de diversos íntimos que una sabe inteligentes, lo digo también por mis amigas, mujeres estupendas todas, y que como yo, tienen colecciones de cafres a sus espaldas. Y es que todos venimos de una educación con mucha carencia. Para tratarnos, no venimos enseñados. Cerolo (Pedro), decía que las mujeres esperamos un hombre que no ha nacido y los hombre una mujer que se ha muerto, y que va a tener razón...Pero yo tengo fé en ese tipo de mujer multitarea que cada vez somos más y que no sólo somos capaces de disfrutar y sentirnos bien con todo lo que tiene Barbie, sino que además venimos con el tuneado ese de dignidad, ideas claras e independencia. Por eso los fines de semana que tengo a mi hija miro la agenda del día del periódico e incluyo todas las manifestaciones rojeras que se tercien. Este finde por ejemplo hemos estado mi niña y yo en la que se ha hecho en la Puerta del Sol en contra de los malos tratos a mujeres. El día era un horror, llovía a mares, no había luz ni medios ni nada, porque todos estaban en la manifa de las Víctimas del Terrorismo de ideología pepera. Así que la concentración ha salido de aquella manera. Se intentó perpretar el acto simbólico de quemar conceptos representados en palabras del tipo “maltrato”, “violencia”, “agresión”, “asesinato” pero ni el fuego cuajaba ni se veía nada de nada. Ahora, que en estos casos vamos todas con la sangre a punto de ebullición, y a mi que me den una buena excusa para dar una buena voz. Desde el escenario las oficiantes decían la mala palabra en cuestión y toda la concurrencia gritábamos como unas exaltadas “a la hoguera“, “quémalo” y cosas así (dios como desestresan un par de voces, y qué quieres, otros gritan “Atleti“ o “Jerónimo“). Yo por supuesto le explico todo a mi niña con palabras sencillitas que le dejen nítidamente claros los conceptos, y sino está su abuela materna que en seguida coge el relevo, buena es ella (en los setenta-y-todos nos traía a casa pelotas de goma de los antidisturbios para que jugáramos mi hermana y yo que éramos pequeñas). Pero de verdad que lo del simbolismo y la hoguera, era para nota, y a mi se me escurría el paraguas, y ya estábamos como sopas... Total, que ahí ya me conformé simplemente con que se lo pasara pipa gritando, aplaudiendo cuando todas aplaudíamos y abucheando cuando todas abucheábamos (y además, yo pensaba en lo bien que iba a dormir esa noche, que es que una es madre pa’tó). En fin que a eso de las nueve y media de la noche, dimos por concluido el jolgorio, nos metimos en la Luisi, y hala, para casita. Una cada vez domina mejor el tema de las cuatro ruedas, pero la noche y la lluvia son situaciones que para mi todavía entran en la categoría de pa‘nota. Ya cuando se juntan las dos circunstancias, la cosa es cum laude. Para los que no os mováis por Madrid, existe un punto chungo de los miles que tenemos que es la salida del tunel de Atocha a la altura del intercambiador, justo donde se monta todo el cristo de cambios de carriles, porque uno siempre acaba donde puede, y nunca donde quiere y o te pones en plan Antón Pirulero y que sea lo que dios quiera o apareces en zampaculitos de arriba en vez de en tu casa. Pero vamos, que eso lo hago yo y lo hace mi padre (que le he visto) y todo el mundo mundial. Así que a seis por hora he bloqueado a otro coche que venía a cinco por hora. El coche bloqueado ha reaccionado como si llevara toda la vida metido en un atasco y viniera de pasarse toda la tarde alternando la planta cuarta del Corte Inglés con varias sesiones del Cortilandia rodeado de sus propios churumbles, (algo que algunas madres sabemos hacer combinándolo elegantemente con manifa progresista y sin perder ni el buen humor, ni la serenidad, ni el buen gusto que tenemos Britney Spears y la menda). Resumiendo, que semejante pitada y exabrupto el que me lanzó el tipo estresado, que yo creo que vió la L y le salió el energúmeno que llevaba dentro. Pero he aquí que yo, obligada por las carencias de mi Luisi, a la que le funcionan de maravilla todas las lucecitas y chorraditas del tuning, pero que falla en el tema de la luz interior y sobre todo de la luneta térmica, circulo siempre con la ventanilla bajada, porque como os he dicho mi Luisi no transpira y se empaña. En consecuencia, el improperio lo hemos oído mi niña y yo con toda claridad. Pero mi niña, imbuida por ese espíritu reivindicativo que una intenta inculcarla y con la excitación y los pulmones afinados por la experiencia feminista aun reciente, le ha respondido a voz en grito: “si gritas así a las mujeres te van a quemar en una hoguera”. Primero he pensado que a lo mejor se me estaba yendo un poco la mano con la educación equilibrada. Pero mira, qué narices, que con la edad todos nos vamos acomodando. Que empiece fuerte, para que le quede marcha todavía cuando llegue a mi edad. Que las de la generación de su madre nos desayunamos tranquilamente y sin darnos cuenta muchas faltillas de respeto que tenemos hasta interiorizadas como normales. La mujer sigue siendo tantas veces el objeto bonito pero inútil, y nuestras virtudes ser follables, o buenas madres, o limpias, y eso ya no vale. Cuando me divorcié La Esteban me dijo para animarme, que con mi culo no me iban a faltar hombres nunca. Pero como dice mi madre, con tu culo seguro que sí, pero con tu cabeza, se van a atrever pocos (madres no hay más que una, y en el caso de la mía es una verdad bíblica). Ojalá la generación de mi niña lo tenga más fácil que la nuestra y que a ellas las dé mejor resultado cuidar más la cabeza que el culo. P.D.: Este post de hoy va con dedicatoria: a Estrella que me ha dejado un comentario y que es otra gladiadora del hogar (¡ánimo valiente!). A Anuska, nena a ti que te voy a decir que tú no sepas, pues eso. A mi otra Estrella que es familia y que además de tener el culo más fantástico que yo he visto nunca también tiene una de las mejores cabezas que conozco (y van siendo unas cuantas): nena tu vales mucho. Y al Íntimo que tiene también un culo magnífico (chicas, a lo mejor un día cuelgo foto) y magníficas cabezas, aunque a veces todavía se líe con ellas.
Más P.D.: Soy consciente de que ni los hombres ni las mujeres traemos manuales de instrucciones, y que a veces hablamos idiomas distintos. Los tiempos van cambiando y normalmente las personas somos el elemento menos flexible. Un voto por la flexibilidad (que sirve para y mejora todo, os lo digo yo) y por las risas. Seamos burros, y ríamonos de nuestras burradas cuando nos demos cuenta, porque es que sino no va a haber manera de que nuestra especie continúe, que hay más bajas que altas (el tipo Mediterráneo) y no sabéis lo malito que está lo de reproducirse (o hacer como si). Besitos a todos y a todas. Íntimo, no pierdas nunca el humor, que es aun mejor que tu culo.
martes, 14 de noviembre de 2006
LA INOCENCIA DE LA INFANCIA...
Haciendo caso a mi médica, la Dra. House (saluditos, Ysae), me he tomado el fin de semana con relativa calma, así que me fui un ratito al cine a sentirme de nuevo como una niña viendo ese pedazo peliculón que es “Colegas en el bosque” y ponerme ciega a palomitas y Coca-Cola (sin cafeína). Por cierto, los que vayáis a verla, fijaros en el ciervo gracioso, se da un aire a mi amigo Melendi2.
A mi las películas infantiles de ahora me gustan casi todas (pero yo soy muy cinéfila, a mi también me gustan casi todas las adultas, excepción hecha con las de Swarzennegger que no estoy dispuesta a que me guste ninguna nunca por culpa de una manía personal: ¡qué mal me caes Gobernador!). Aunque solo un inciso: Sr. Hugh Laurie (también conocido como Dr. House), deje de hacer películas infantiles con papelones del tipo papá del ratoncito ñoño Stwart Little o de ladrón tonto de "101 Dálmatas: La película", porque para las madres del mundo usted tiene cierto morbillo (ni me lo explico, pero es así) y las madres del mundo vamos al cines con nuestros retoños, y nos está jodiendo el gustillo de los martes. Queda dicho.
A lo que iba: yo he sido una niña de España, y a la edad de mi niña había visto la cifra habitual de pelis de Disney de mi generación: una o ninguna. En mi infancia nos curtíamos con Marco, la abeja Maya, Yaki y Nuca, Mazinger Z, el Comando G, y esa exaltación para las hormonas que era el pedazo de maromo de Orzowey (que el otro día vi una reposición y me pareció un hortera de cuidado, pero bueno, también me chirrían los dientes cuando veo ahora una foto de Leif Garret, por no hablar de que a mi edad todavía no he conseguido mirar a los ojos a los Bee Gees setenteros). Creo que otra vez me estoy descentrando… A lo que iba. Las pelis modernas para niños están hechas pensando en sus progenitores (salvo excepciones sangrientas como Bambi 2). Así que son llevaderas y algunas circulan incluso entre los padres que no tienen hijos reconocidos, como es el caso de la saga Shrek. Pero además, tenemos también las otras, los clásicos. Con los clásicos, o lo que es lo mismo, las de Disney pasa una cosa curiosa. Todos las conocemos, pero no hemos empezado a verlas hasta que no hemos tenido niños. Y además, estas no son de ir al cine, son de electrodoméstico pequeño y tele. Así que son la moderna niñera que catatoniza a nuestros niños y nos garantiza un sinfín de momentos de intimidad y conversaciones intranscendentes, igualito que las habitaciones infantiles de IKEA solo que por el módico precio de veinte euros, y claro nos tiramos en plancha a ellas sin más ni más. Que tienes que hacer algo que requiere concentración y ausencia de niño: peli de Disney. Que tienes evento gastronómico familiar y el niño se aburre: peli de Disney. Que necesitas pero que ya una cabezadilla en el sofá: peli de Disney… Esto significa que para cuando nosotros empezamos a ver la primera peli de Disney con verdadera atención, nuestros niños ya la han visto quinientas veces, la han interiorizado y andan abducidos por su mundo de fantasía e ilusión. Porque es lo que tiene Disney que no molesta en la tele y no le prestamos la atención que deberíamos. Pero si analizamos bien el asunto, bajo ese bigotillo fino, y esos ojillos sonrientes, ese look que a mi me recuerda al difunto Dr. Iglesias Puga (¡cuánto ha caído el “Corazón de Temporada” desde que ya no estás con nosotros…) se esconde un peligrosísimo hombre muy astuto. Para empezar, si tu vas a una tienda de películas, como la FNAC o el Corte Inglés, a la sección de infantil, puedes encontrar una y sólo una película de las clásicas de Disney de toda la vida y todas las Bambi2, Mulán2, Peter Pan2, La Sirenita2… del mundo, pero que son una porquería que no interesan ni a los niños. Y no falla, la película de las buenas a la venta nunca, nunca jamás coincide con la que tiene enganchado a tu retoño. Porque los niños pasan por momentos Disney: tienen momentos Peter Pan, y ya no quieren ver otra cosa, y tu te dejas dinerales en alquilarla en el video club finde tras finde, porque ese año Peter Pan está descatalogado y lo único que se vende es Pocahontas. Entonces, por fin, unas Navidades reeditan Peter Pan con nueva remasterización y un segundo disco en el que se explica los términos del acuerdo prematrimonial con Wendy, la compras, y resulta que tu niña ha cambiado de fase radicalmente y ahora está en periodo Sirenita, que por supuesto también está descatalogada y vuelta al gasto del dineral en el video club (fuera de coñas, en el mío de cabecera solo existe la tarifa plana para las pelis infantiles). ¿Qué pasa al final? Que vas comprando todas, para que sea cual sea el momento Disney que tenga tu niña a ti te pille como mínimo preparada. Y un viernes por la noche estás descansada, te sientes moderna y estupenda y le dices a tu hija: “esta noche merienda cena con palomitas, que nos vemos tú y yo juntas tú película”. Y empiezas a analizar lo que vamos echando a los ojos de nuestros hijos, y a mi personalmente, es que se me ponen los pelos como escarpias. Yo desde aquí me pregunto, Sr. Disney ¿qué clase de infancia tuvo usted? ¿qué le pasó a usted con su madre? ¿no era buena? ¿y su mujer? ¿se reía de usted?. Porque lo de este hombre realmente es una obsesión. Veamos: La Cenicienta: de entrada la pobre no tenía madre, y su padre, como ya se explica, una bellísima persona, se casó con una madrastra que le tenía absolutamente engañado y ni siquiera podía sospechar a qué clase de explotación tenían sometida a su hija (por cierto, en qué trabajaba este hombre que no estaba nunca en casa… o es que trabajaba hasta muy tarde… a lo mejor, la madrastra también era una víctima que estaba harta de las excusas del marido y era una pobre mujer frustrada y enferma, que no creo yo que en la época del príncipe azul el divorcio estuviera muy bien visto…). Otro caso: Blancanieves, aquí el buen padre que también vive en la inopia se casa en segundas nupcias con otra excelente mujer que le tiene absolutamente engañado, pero bueno esta al menos es mona, y en fin, aunque se gasta una pasta en cosméticos (porque ese espejo embellecedor debió costarla un dineral) por lo menos se lo puede permitir porque también pagan servicio doméstico, así que esta niña al menos vive en un palacio de un buen barrio residencial (lo que sería ahora el chalé en la Moraleja, digo yo) y no tiene que currar limpiando la casa. Pero esta madrastra con defectillo, contrata a un asesino a sueldo para que liquide al retoño. Después ya sabemos el resto: una ya no se puede fiar del servicio, y ella misma tendrá que encargarse personalmente del asunto. Seguimos. La Sirenita: no tiene madre. Pocahontas: no tiene madre. Mulán: no tiene madre. Otra: a la madre de Dumbo la encierran en el vagón cárcel por loca. Con la edad este señor Disney aun se radicalizó más, y así a la madre de Bambi directamente se la carga en escena. Geppeto, listo el hombre, angustiado en su deseo de ser padre, buscó el camino más sencillo: se hizo un muñeco de madera (Pinocho) y venga a rezar a la estrella azul para que transforme el cacho de madera en niño, vamos, lo que haría cualquiera, lo que sea antes que el método tradicional. Pero sí hay una excepción, hay una peli en la que sí sale una madre: Los Aristogatos. Aunque pensemos, esta gatita no deja de ser una madre soltera con tres niños (¡en aquella época! ¡qué pedazo escándalo!) que la primera vez que sale de su casa aprovecha para liarse con un gato bohemio y casquivano, de una reputación imposible, del arrabal ni más ni menos y que no parece lo mejor y más recomendable elección como ejemplo para estos niños pijos. Aunque no se hace extraño porque desde el primer momento queda claro que esta no era una madre con muy buena cabeza. Disney es peligroso para la imagen que nuestros hijos pueden hacerse de nosotras mismas, madres del mundo. Su poder es grande. Acordaros de Pixar, gran compañía con títulos del calibre histórico de Toy Story y Monstruos S.A. La compra Disney y ¿que cual es la primera película que hace? Pues buscando a Nemo. Sin ánimo de destripar argumentos, a la madre se la comen en el segundo fotograma. Nuestra infancia fue más sana. Yo la primera vez que fui al cine de pago debió de ser para ver los Goonies, y a partir de ahí, pues la educación indiscriminada, con trece años lo mismo te tragabas Top Gun, que la Chica de Rosa, que los Gremlins, que Flash Dance, que Holcausto Caníbal… lo que tocara en la sesión de las cinco. En fin. Que yo he tenido siempre mucho cuidado con que mi hija no viera el telediario (no me parece un programa apto para menores, y a veces ni siquiera yo tengo suficiente estómago, francamente), pero teniendo en cuenta la educación que la he ido dando, casi, casi me parece hasta inocuo. Y por lo menos el malo es Bush, y no su madre (la de mi hija, no la de Bush, que bastante tiene la pobre con lo que tiene en casa), que en mi caso soy yo, y está empezando a preocuparme…
A mi las películas infantiles de ahora me gustan casi todas (pero yo soy muy cinéfila, a mi también me gustan casi todas las adultas, excepción hecha con las de Swarzennegger que no estoy dispuesta a que me guste ninguna nunca por culpa de una manía personal: ¡qué mal me caes Gobernador!). Aunque solo un inciso: Sr. Hugh Laurie (también conocido como Dr. House), deje de hacer películas infantiles con papelones del tipo papá del ratoncito ñoño Stwart Little o de ladrón tonto de "101 Dálmatas: La película", porque para las madres del mundo usted tiene cierto morbillo (ni me lo explico, pero es así) y las madres del mundo vamos al cines con nuestros retoños, y nos está jodiendo el gustillo de los martes. Queda dicho.
A lo que iba: yo he sido una niña de España, y a la edad de mi niña había visto la cifra habitual de pelis de Disney de mi generación: una o ninguna. En mi infancia nos curtíamos con Marco, la abeja Maya, Yaki y Nuca, Mazinger Z, el Comando G, y esa exaltación para las hormonas que era el pedazo de maromo de Orzowey (que el otro día vi una reposición y me pareció un hortera de cuidado, pero bueno, también me chirrían los dientes cuando veo ahora una foto de Leif Garret, por no hablar de que a mi edad todavía no he conseguido mirar a los ojos a los Bee Gees setenteros). Creo que otra vez me estoy descentrando… A lo que iba. Las pelis modernas para niños están hechas pensando en sus progenitores (salvo excepciones sangrientas como Bambi 2). Así que son llevaderas y algunas circulan incluso entre los padres que no tienen hijos reconocidos, como es el caso de la saga Shrek. Pero además, tenemos también las otras, los clásicos. Con los clásicos, o lo que es lo mismo, las de Disney pasa una cosa curiosa. Todos las conocemos, pero no hemos empezado a verlas hasta que no hemos tenido niños. Y además, estas no son de ir al cine, son de electrodoméstico pequeño y tele. Así que son la moderna niñera que catatoniza a nuestros niños y nos garantiza un sinfín de momentos de intimidad y conversaciones intranscendentes, igualito que las habitaciones infantiles de IKEA solo que por el módico precio de veinte euros, y claro nos tiramos en plancha a ellas sin más ni más. Que tienes que hacer algo que requiere concentración y ausencia de niño: peli de Disney. Que tienes evento gastronómico familiar y el niño se aburre: peli de Disney. Que necesitas pero que ya una cabezadilla en el sofá: peli de Disney… Esto significa que para cuando nosotros empezamos a ver la primera peli de Disney con verdadera atención, nuestros niños ya la han visto quinientas veces, la han interiorizado y andan abducidos por su mundo de fantasía e ilusión. Porque es lo que tiene Disney que no molesta en la tele y no le prestamos la atención que deberíamos. Pero si analizamos bien el asunto, bajo ese bigotillo fino, y esos ojillos sonrientes, ese look que a mi me recuerda al difunto Dr. Iglesias Puga (¡cuánto ha caído el “Corazón de Temporada” desde que ya no estás con nosotros…) se esconde un peligrosísimo hombre muy astuto. Para empezar, si tu vas a una tienda de películas, como la FNAC o el Corte Inglés, a la sección de infantil, puedes encontrar una y sólo una película de las clásicas de Disney de toda la vida y todas las Bambi2, Mulán2, Peter Pan2, La Sirenita2… del mundo, pero que son una porquería que no interesan ni a los niños. Y no falla, la película de las buenas a la venta nunca, nunca jamás coincide con la que tiene enganchado a tu retoño. Porque los niños pasan por momentos Disney: tienen momentos Peter Pan, y ya no quieren ver otra cosa, y tu te dejas dinerales en alquilarla en el video club finde tras finde, porque ese año Peter Pan está descatalogado y lo único que se vende es Pocahontas. Entonces, por fin, unas Navidades reeditan Peter Pan con nueva remasterización y un segundo disco en el que se explica los términos del acuerdo prematrimonial con Wendy, la compras, y resulta que tu niña ha cambiado de fase radicalmente y ahora está en periodo Sirenita, que por supuesto también está descatalogada y vuelta al gasto del dineral en el video club (fuera de coñas, en el mío de cabecera solo existe la tarifa plana para las pelis infantiles). ¿Qué pasa al final? Que vas comprando todas, para que sea cual sea el momento Disney que tenga tu niña a ti te pille como mínimo preparada. Y un viernes por la noche estás descansada, te sientes moderna y estupenda y le dices a tu hija: “esta noche merienda cena con palomitas, que nos vemos tú y yo juntas tú película”. Y empiezas a analizar lo que vamos echando a los ojos de nuestros hijos, y a mi personalmente, es que se me ponen los pelos como escarpias. Yo desde aquí me pregunto, Sr. Disney ¿qué clase de infancia tuvo usted? ¿qué le pasó a usted con su madre? ¿no era buena? ¿y su mujer? ¿se reía de usted?. Porque lo de este hombre realmente es una obsesión. Veamos: La Cenicienta: de entrada la pobre no tenía madre, y su padre, como ya se explica, una bellísima persona, se casó con una madrastra que le tenía absolutamente engañado y ni siquiera podía sospechar a qué clase de explotación tenían sometida a su hija (por cierto, en qué trabajaba este hombre que no estaba nunca en casa… o es que trabajaba hasta muy tarde… a lo mejor, la madrastra también era una víctima que estaba harta de las excusas del marido y era una pobre mujer frustrada y enferma, que no creo yo que en la época del príncipe azul el divorcio estuviera muy bien visto…). Otro caso: Blancanieves, aquí el buen padre que también vive en la inopia se casa en segundas nupcias con otra excelente mujer que le tiene absolutamente engañado, pero bueno esta al menos es mona, y en fin, aunque se gasta una pasta en cosméticos (porque ese espejo embellecedor debió costarla un dineral) por lo menos se lo puede permitir porque también pagan servicio doméstico, así que esta niña al menos vive en un palacio de un buen barrio residencial (lo que sería ahora el chalé en la Moraleja, digo yo) y no tiene que currar limpiando la casa. Pero esta madrastra con defectillo, contrata a un asesino a sueldo para que liquide al retoño. Después ya sabemos el resto: una ya no se puede fiar del servicio, y ella misma tendrá que encargarse personalmente del asunto. Seguimos. La Sirenita: no tiene madre. Pocahontas: no tiene madre. Mulán: no tiene madre. Otra: a la madre de Dumbo la encierran en el vagón cárcel por loca. Con la edad este señor Disney aun se radicalizó más, y así a la madre de Bambi directamente se la carga en escena. Geppeto, listo el hombre, angustiado en su deseo de ser padre, buscó el camino más sencillo: se hizo un muñeco de madera (Pinocho) y venga a rezar a la estrella azul para que transforme el cacho de madera en niño, vamos, lo que haría cualquiera, lo que sea antes que el método tradicional. Pero sí hay una excepción, hay una peli en la que sí sale una madre: Los Aristogatos. Aunque pensemos, esta gatita no deja de ser una madre soltera con tres niños (¡en aquella época! ¡qué pedazo escándalo!) que la primera vez que sale de su casa aprovecha para liarse con un gato bohemio y casquivano, de una reputación imposible, del arrabal ni más ni menos y que no parece lo mejor y más recomendable elección como ejemplo para estos niños pijos. Aunque no se hace extraño porque desde el primer momento queda claro que esta no era una madre con muy buena cabeza. Disney es peligroso para la imagen que nuestros hijos pueden hacerse de nosotras mismas, madres del mundo. Su poder es grande. Acordaros de Pixar, gran compañía con títulos del calibre histórico de Toy Story y Monstruos S.A. La compra Disney y ¿que cual es la primera película que hace? Pues buscando a Nemo. Sin ánimo de destripar argumentos, a la madre se la comen en el segundo fotograma. Nuestra infancia fue más sana. Yo la primera vez que fui al cine de pago debió de ser para ver los Goonies, y a partir de ahí, pues la educación indiscriminada, con trece años lo mismo te tragabas Top Gun, que la Chica de Rosa, que los Gremlins, que Flash Dance, que Holcausto Caníbal… lo que tocara en la sesión de las cinco. En fin. Que yo he tenido siempre mucho cuidado con que mi hija no viera el telediario (no me parece un programa apto para menores, y a veces ni siquiera yo tengo suficiente estómago, francamente), pero teniendo en cuenta la educación que la he ido dando, casi, casi me parece hasta inocuo. Y por lo menos el malo es Bush, y no su madre (la de mi hija, no la de Bush, que bastante tiene la pobre con lo que tiene en casa), que en mi caso soy yo, y está empezando a preocuparme…
martes, 7 de noviembre de 2006
HASTA LA MANZANA SANA TIENE UN GUSANITO DENTRO
Ayer os dejé contándoos mi firme deseo de pasar el resto de mis días comiendo lechuga en un sofá con una manta como máxima actividad de riesgo. Bueno, pues no me hagáis ni caso, eso era fruto de la post resaca, pero vamos, que ni de coña, y que la Obregón y yo andamos todavía a treinta años de distancia. Que borro lo dicho. No seré single, pero vive dios que no estoy muerta (por lo menos aún), no como la Obregón, que ella si lo está (televisivamente hablando, claro).
La culpa de que haya vuelto a ver la luz la tiene mi médica. Yo vengo un tiempo sospechando que ella lee mi blog (Ysae ¿no eres tú verdad?). Ayer volví a una visitilla de esas rutinarias para que me controlen el estrés, del tipo analítica, y esas cosas. Me miró con cara cachonda y me dijo: pues es una pena, pero te voy a tener que quitar todo, a saber: Coca-Cola, tabaco, alcohol, sal, grasas, mariscos… y no se atrevió a quitarme la Luisi y el íntimo para no delatarse del todo. En fin que vino a quitarme todo lo que yo juro que voy a dejar cada vez que me levanto con palpitaciones y/o sarpullido. Pero cuando el domingo noche y lunes por la mañana yo seguía jurando a mis muros de lamentaciones habituales que se acabó, que para mi se han terminado las cervecillas y derivados… lo hacía convencida y con el mismo sentimiento con el que Scarlata coge un puñado de tierra de Tara y pone a dios por testigo, pero también consciente de que según lo digo empieza a crecerme un poco la nariz, porque forma parte del teatrillo de la resaca y ni una ni los demás pienso que a estas alturas se lo crean del todo (en mi caso lo de crecer la nariz es literal, obra y gracia del herpes). Yo soy muy dramática, pero también muy débil ante mis debilidades. Cuando estoy en pleno éxtasis O'hara me pongo de lo más intensa, y esto es agotador, a mi me encanta el cine pero nadie aguanta tanto tiempo en una película de Godard, y yo jamás he sido capaz de ver una película entera de la Nouvelle Vague. Vengo a aguantar más o menos de diez minutos a un cuarto de hora (tres si me hecho una cabezadilla). Pues lo mismo me pasa para lo mío, la fase "dios mío, dios mío" (y que conste que soy atea) me dura poquito porque en seguida me aburro, y vuelvo a mi profunda vida superficial, que es lo que yo siempre he querido ser de mayor. Esto significa que el domingo yo no quería nada más que de morirme, y de paso matar al íntimo (para no dejar flecos sueltos...). Ayer ya solo quería matara al íntimo (total si no quedan flecos sueltos...) y hoy, pues nada, hoy con la Luisi al cole y a comprar dos chándals para mi niña, uno para reponer el de la aventura del secado con plancha y el otro, para tener que hacer menos coladas, que eso también es salud. En ese estado de felicidad y estrés en calma chicha que a mi me caracteriza, he llegado hoy al ambulatorio, conduciendo feliz mi Luisi, regodeándome en el chas-chas de la cerradura, (o sea disfrutando de nuevo la satisfación de las pequeñas cosas) convencida de que en el centro está la virtud (salvo en política que el término virtud no lo trabaja) y que una puede comer ensalada pero haciendo pic nic, no tiene porque ser en el sofá. Y entonces mi médica me suelta semejante fresca (así sin anestesia ni nada). Creedme, se me ha venido el mundo abajo. De pronto ha pasado toda mi vida por delante, al menos la lúdica, porque no me creo que en ese momento del túnel de luz y los últimos minutos, nadie los pierda imaginándose en un mitín de Almunia, por ejemplo (aunque sabe dios, porque existen muchas parafilias): me he visto comiendo ostritas en Lavapies con la cañita de espuma fina que según te la bebes, va dejando el vaso blanco. Ese corderito asado bien acompañado con vinito de la ribera y lechuga, a partir de ahora tendría que conformarme sólo con la lechuga y ni siquiera mojar el pan en el aliño (os juro que empiezo a estar más que harta de la ensalada). Me ha empezado a entrar el pánico cuando el chuletón casi crudo ha pasado corriendo por delante de mis ojos seguido a toda la leche por el bloc de foie y una copita de Juve i Camps medio desvanecida. Me he puesto lívida y hasta me ha dado un bahído. El corazón se me ha disparado y he mirado aterrada a mi médica. Con un aplomo odioso, ella me ha mirado, y me ha dicho, "vale, veo que eres consciente de la gravedad del asunto". Yo porque no pareciera que me importa más el remedio que la enfermedad, la he preguntado "¿y que tengo? ¿es grave?" y tan tranquila me ha espetado "acelere y cierta post adolescencia. O te cuidas, o la próxima vez que vuelvas te prohíbo todo, y va en serio". Justo ahí es cuando he sabido, que no sólo lee mi blog, sino que encima se lo ha enviado mi madre.¿O quizá lo ha dicho por mi camiseta de la Pantera Rosa?. He salido más cabreada que una mona del centro de salud. Como sabéis todos, yo tengo el corazón muy frágil, y no puedo resistir muchos sustos como este. A ver, una cosa es que una sospeche que necesita entrenamiento antes de aventurarse en el intrépido mundo del single (¡cuánta razón tiene Luis, como se nota quien está curtido en ciertas lides!) pero otra es que a mis treinta y nada vaya a tener que pasarme el resto de mi vida cumpliendo mis propios juramentos, como dice mi Cruela, "vale, tu misma, pero menudo rollo". Aun así, cuando un médico se te pone en este plan, te juro que te acojonas, y hoy por si acaso no he tomado Coca-Cola (mi jefe me ha contado hasta cuarenta bostezos y entonces ha dicho: "se acabó, voy a enviar una queja al Insalud", pero la Cruela que tiene mucha mano izquierda y métodos sindicales eficaces, le ha echado una mirada tierna de las suyas propias y le ha retenido justo a tiempo). Con lo que sé que no puedo es con lo del tabaco, por lo menos en esta primera fase, lo del alcohol, sí porque el drama aun está muy cerca, y porque total, tampoco bebía nada trece días de cada quince... Pero como el subconsciente es sabio me he olvidado mis Ducados en la oficina, así que mientras escribo este post ando intentando fumar un purito de los de mi botiquín de emergencias, una cajita que compré en mi luna de miel en el Caribe (y eso fue bastante antes de que naciera mi hija, os lo digo para que echéis cuentas de que es casi como fumar palitos de plástico, vamos, que yo creo que ni cuentan). Y también por si al final resulta que mi sincera médica ni lee este blog ni conoce a mi madre. P.D.: Olgui cariño, yo siempre he querido tener unas gafas de Elvis, me harían tan feliz. Íntimo, que me dejo de chorradas, que no quiero lechuga, que quiero un chuletón como dios manda y a poder ser, de restaurante.
P.D.2 Información útil para la mujer moderna: nunca llaméis a un hombre que se precie de sincero mientras ve House: se le pega el personaje.
La culpa de que haya vuelto a ver la luz la tiene mi médica. Yo vengo un tiempo sospechando que ella lee mi blog (Ysae ¿no eres tú verdad?). Ayer volví a una visitilla de esas rutinarias para que me controlen el estrés, del tipo analítica, y esas cosas. Me miró con cara cachonda y me dijo: pues es una pena, pero te voy a tener que quitar todo, a saber: Coca-Cola, tabaco, alcohol, sal, grasas, mariscos… y no se atrevió a quitarme la Luisi y el íntimo para no delatarse del todo. En fin que vino a quitarme todo lo que yo juro que voy a dejar cada vez que me levanto con palpitaciones y/o sarpullido. Pero cuando el domingo noche y lunes por la mañana yo seguía jurando a mis muros de lamentaciones habituales que se acabó, que para mi se han terminado las cervecillas y derivados… lo hacía convencida y con el mismo sentimiento con el que Scarlata coge un puñado de tierra de Tara y pone a dios por testigo, pero también consciente de que según lo digo empieza a crecerme un poco la nariz, porque forma parte del teatrillo de la resaca y ni una ni los demás pienso que a estas alturas se lo crean del todo (en mi caso lo de crecer la nariz es literal, obra y gracia del herpes). Yo soy muy dramática, pero también muy débil ante mis debilidades. Cuando estoy en pleno éxtasis O'hara me pongo de lo más intensa, y esto es agotador, a mi me encanta el cine pero nadie aguanta tanto tiempo en una película de Godard, y yo jamás he sido capaz de ver una película entera de la Nouvelle Vague. Vengo a aguantar más o menos de diez minutos a un cuarto de hora (tres si me hecho una cabezadilla). Pues lo mismo me pasa para lo mío, la fase "dios mío, dios mío" (y que conste que soy atea) me dura poquito porque en seguida me aburro, y vuelvo a mi profunda vida superficial, que es lo que yo siempre he querido ser de mayor. Esto significa que el domingo yo no quería nada más que de morirme, y de paso matar al íntimo (para no dejar flecos sueltos...). Ayer ya solo quería matara al íntimo (total si no quedan flecos sueltos...) y hoy, pues nada, hoy con la Luisi al cole y a comprar dos chándals para mi niña, uno para reponer el de la aventura del secado con plancha y el otro, para tener que hacer menos coladas, que eso también es salud. En ese estado de felicidad y estrés en calma chicha que a mi me caracteriza, he llegado hoy al ambulatorio, conduciendo feliz mi Luisi, regodeándome en el chas-chas de la cerradura, (o sea disfrutando de nuevo la satisfación de las pequeñas cosas) convencida de que en el centro está la virtud (salvo en política que el término virtud no lo trabaja) y que una puede comer ensalada pero haciendo pic nic, no tiene porque ser en el sofá. Y entonces mi médica me suelta semejante fresca (así sin anestesia ni nada). Creedme, se me ha venido el mundo abajo. De pronto ha pasado toda mi vida por delante, al menos la lúdica, porque no me creo que en ese momento del túnel de luz y los últimos minutos, nadie los pierda imaginándose en un mitín de Almunia, por ejemplo (aunque sabe dios, porque existen muchas parafilias): me he visto comiendo ostritas en Lavapies con la cañita de espuma fina que según te la bebes, va dejando el vaso blanco. Ese corderito asado bien acompañado con vinito de la ribera y lechuga, a partir de ahora tendría que conformarme sólo con la lechuga y ni siquiera mojar el pan en el aliño (os juro que empiezo a estar más que harta de la ensalada). Me ha empezado a entrar el pánico cuando el chuletón casi crudo ha pasado corriendo por delante de mis ojos seguido a toda la leche por el bloc de foie y una copita de Juve i Camps medio desvanecida. Me he puesto lívida y hasta me ha dado un bahído. El corazón se me ha disparado y he mirado aterrada a mi médica. Con un aplomo odioso, ella me ha mirado, y me ha dicho, "vale, veo que eres consciente de la gravedad del asunto". Yo porque no pareciera que me importa más el remedio que la enfermedad, la he preguntado "¿y que tengo? ¿es grave?" y tan tranquila me ha espetado "acelere y cierta post adolescencia. O te cuidas, o la próxima vez que vuelvas te prohíbo todo, y va en serio". Justo ahí es cuando he sabido, que no sólo lee mi blog, sino que encima se lo ha enviado mi madre.¿O quizá lo ha dicho por mi camiseta de la Pantera Rosa?. He salido más cabreada que una mona del centro de salud. Como sabéis todos, yo tengo el corazón muy frágil, y no puedo resistir muchos sustos como este. A ver, una cosa es que una sospeche que necesita entrenamiento antes de aventurarse en el intrépido mundo del single (¡cuánta razón tiene Luis, como se nota quien está curtido en ciertas lides!) pero otra es que a mis treinta y nada vaya a tener que pasarme el resto de mi vida cumpliendo mis propios juramentos, como dice mi Cruela, "vale, tu misma, pero menudo rollo". Aun así, cuando un médico se te pone en este plan, te juro que te acojonas, y hoy por si acaso no he tomado Coca-Cola (mi jefe me ha contado hasta cuarenta bostezos y entonces ha dicho: "se acabó, voy a enviar una queja al Insalud", pero la Cruela que tiene mucha mano izquierda y métodos sindicales eficaces, le ha echado una mirada tierna de las suyas propias y le ha retenido justo a tiempo). Con lo que sé que no puedo es con lo del tabaco, por lo menos en esta primera fase, lo del alcohol, sí porque el drama aun está muy cerca, y porque total, tampoco bebía nada trece días de cada quince... Pero como el subconsciente es sabio me he olvidado mis Ducados en la oficina, así que mientras escribo este post ando intentando fumar un purito de los de mi botiquín de emergencias, una cajita que compré en mi luna de miel en el Caribe (y eso fue bastante antes de que naciera mi hija, os lo digo para que echéis cuentas de que es casi como fumar palitos de plástico, vamos, que yo creo que ni cuentan). Y también por si al final resulta que mi sincera médica ni lee este blog ni conoce a mi madre. P.D.: Olgui cariño, yo siempre he querido tener unas gafas de Elvis, me harían tan feliz. Íntimo, que me dejo de chorradas, que no quiero lechuga, que quiero un chuletón como dios manda y a poder ser, de restaurante.
P.D.2 Información útil para la mujer moderna: nunca llaméis a un hombre que se precie de sincero mientras ve House: se le pega el personaje.
EXTRAÑOS ALIÑOS
Ayer contaba que el estrés me había abandonado y que ya no tenía taquicardias ni sarpullidos ni nada. Bueno pues el estrés ha vuelto con todo el equipo.
Cuando una se divorcia bien avenida con su ex, entra en esa categoría terreno de nadie en el que una es madre a tiempo casi completo, con lo cual no está disponible para ningún plan de los sin hijos y lleva una vida ordenadita y responsable, pero deja de tener hijos dos días de cada quince, y se convierte en la envidia de tus otras amigas madres, porque como dice Cruela, "tú curras lo mismo que las demás, pero solo para ti y con dos días de vacaciones cada dos semanas" y añade comprensiva como es ella "así que no te quejes".
Soy consciente de que hay casos muchísimo peores y aquí entra el ejemplo de nuestra queridísima amiga La Calcuta. La Calcuta es un cielo al que vemos poquito porque nunca tiene tiempo, con dos niñas gemelas exóticas, abandonada por su segundo marido que se largó a lo grande y cambió de país, y con una madre impedida a su cargo. Nuestra querida Calcuta (reina, que un besito) está, tan, tan agotada, que últimamente ya no tiene ni tiempo para hacerse el tinte de las raíces y ya no usa corrector de ojeras porque con un bote no tenía apenas para una. Sin embargo, sus dos niñas van siempre preciosas, son felices, ni siquiera sospechan lo que es la preadolescencia de centraditas que están y hasta tienen Play Station. Todo sale de las energías y de la cuenta corriente de nuestra Calcu (que otro besito, reina) y ambas cosas son como la chistera de un mago. Es cierto que lo mío a su lado es como una quejilla de salón, con mucho sentimiento, pero sin riesgo de 'cornás'.
Los dos días en los que una no ejerce de madre quiere hacer lo mismo que los sin hijos, pero ¡ay! ¡tremendo error! los sin hijos, muchas veces también conocidos como singles son una especie única bien entrenada: vienen a caracterizarse por tener treinta y tantos años casi cuarenta y haber conseguido permanecer inmunes a las responsabilidades y servidumbres de la vida, de una coherencia pasmosa solo son fieles a una norma, la propia. Tienen trabajos emocionantes, casas atractivas (aunque sea la paterna, porque hay padres, que no son los míos, que pasan el año en la casa de verano o incluso viajando y dejan libres las otras, las que pueden ocupar sus retoños. Mamá yo sé que tu lees esto, ya se que a tí no te gusta Benidorm, pero ¿y Platja d’Aro?). Sus cuentas corrientes fluctúan, porque al carecer de obligaciones no necesitan un sueldo fijo, pero generalmente pueden hacer alardes. Sus agendas están a rebosar de actividades que acaban en -ing (treking, puenting, rafting...). Todos absolutamente son viajeros empedernidos (¡algunos hasta se aburren de viajar!), cuando tú vas ellos vuelven de allí. Por supuesto ninguno tiene hijos, al menos que ellos sepan o quieran saber, y como mucho cuentan con íntimos con distinto grado de tolerancia. Se reúnen en clubs mixtos de singlos y singlas interrelacionándose entre ellos, salen casi todas las noches de la semana, son tremendamente divertidos y altísimamente perjudiciales para la salud. Todos los hombres pertenecientes al mercado de segunda mano pasan por una época single una vez que se divorcian, de las que algunos se recuperan y a las que otros sucumben en plancha. Y a algunas mujeres, las que no tienen hijos y salieron hartas de adoptar maridos, les pasa lo mismo.
Y allí estoy yo, que soy madre siempre y single dos días de cada quince. Incluso y gracias a la disoluta vida de mi Íntimo he ido conociendo un selecto club con el que siempre hago cosas emocionantes y casi muero al día siguiente. En adelante este club será el aceite. El agua de mi botella es mi vida diaria, con su Cruela, su Esteban, La Calcuta (mi madre dice que no tengo ninguna amiga normal, pero mi hermana puntualiza que yo soy la menos normal de mis amigas y que las santas son ellas), con sus embarazos cada tiempo y sus retoños, nuestras agendas cuajás, con mi Luisi, mi niña y sus accesorios: colegio, coladas, comida equilibrada, Carrefour, ex, nueva novia de mi ex, películas en el sofá y a la cama a las once… Una querría tenerlo todo, pero es tan difícil de encajar… una no quiere admitir los tópicos, pero una vez que tu botella tiene agua, imposible meterle aceite, salvo que lo quieras para decoración: pero o se hecha perder el agua o se pierde el aceite.
Esto lo sé ahora, porque este fin de semana todavía creía en el don de la ubicuidad, y me fui con mi Íntimo a una comidilla (de las de mantel y mesa) a un lugar económico y chic de Lavapiés. La comida derivó en sobremesa, la sobremesa en copitas après midi y esto ya en rock and roll salvaje en toda regla. Una fue joven en su tiempo, la reina del underground y todavía guarda en el armario el vaquero ceñidito y la camiseta de “Dancing Queen” y es más ¡aún me valen!, pero la vida ordenada de madre original y creativa, acaban con el aguante de una misma y a eso de las doce yo ya estaba convertidita en calabaza, a ras de copas y en ese momento lúcido en el que sólo puedes abrir la boca para dos cosas:
A) vomitar,
B) decir que te vas a casa.
Y afortunadamente para el íntimo, que era el que estaba a mi lado, opté por la opción B. Debo advertir que yo cuando llego a este punto pierdo la vocecita dulce y me sale el carácter cazallero: “¡que me piro y me piro ya!”, no recuerdo si me despedí o quedé en enviar un email, pero en mi cabeza solo había un objetivo: mi casa (y puedo ser mucho más borde y pesada que ET).
Os juro que por la mañana mi cuerpo no era mío: tenía un sarpullido en la nariz que creo que también se conoce como herpes (aunque siendo asquerosos ambos, creo que sarpullido tiene más glamour) y la taquicardia de rigor que es como Rexona y ya no me abandona, y es que mi cuerpo también es Testigo de Jehová, no se calla nada y todo lo hecha pa’ fuera. Así que he llegado a la conclusión de que los sin hijos son perjudiciales para mi salud. Señores míos, mi cuerpo (por dentro) y yo somos mayores, y no hay nada más triste que no aceptarlo y acabar como la Obregón.
Así que imbuída en ese espíritu efervescente del Alka Seltzer, le dije al Íntimo que a lo mejor no éramos compatibles, que yo soy agua y el aceite denso, y que con eso no hacíamos nada, pero después de mi tierna despedida (que debo decir no recuerdo, pero todo encantador Jeckill tiene un lado Hyde y el mío puede ser muy extremo) el Íntimo (que si no dolido, como poco anda algo desconcertado) me dijo: "Irma, tu no eres agua, tu eres vinagre".
Y no es que todavía esté muy convencida, pero a lo mejor con eso conseguimos aliñar una ensalada y que me la pueda comer tranquilamente en casa, preferiblemente en el sofá y con una manta.
P.D.: Un saludito para el que le picó la araña radiactiva, os diré que de esos somos unos cuantos, porque últimamente yo también ando que me subo por las paredes. En referencia a como acabaron la noche del Juve i Camps mis amigas Cruela y Esteban, lo dejo para otro post, aunque no sé si contarlo, son surrealistas pero las dos están casadas y tienen familia, no son como yo, que puedo airear mis trapos sucios sin damnificar a nadie (como mi niña aun no sabe leer...). Y el beso más gordo para Ana del Gazpacho, como te quiero, tía.
Cuando una se divorcia bien avenida con su ex, entra en esa categoría terreno de nadie en el que una es madre a tiempo casi completo, con lo cual no está disponible para ningún plan de los sin hijos y lleva una vida ordenadita y responsable, pero deja de tener hijos dos días de cada quince, y se convierte en la envidia de tus otras amigas madres, porque como dice Cruela, "tú curras lo mismo que las demás, pero solo para ti y con dos días de vacaciones cada dos semanas" y añade comprensiva como es ella "así que no te quejes".
Soy consciente de que hay casos muchísimo peores y aquí entra el ejemplo de nuestra queridísima amiga La Calcuta. La Calcuta es un cielo al que vemos poquito porque nunca tiene tiempo, con dos niñas gemelas exóticas, abandonada por su segundo marido que se largó a lo grande y cambió de país, y con una madre impedida a su cargo. Nuestra querida Calcuta (reina, que un besito) está, tan, tan agotada, que últimamente ya no tiene ni tiempo para hacerse el tinte de las raíces y ya no usa corrector de ojeras porque con un bote no tenía apenas para una. Sin embargo, sus dos niñas van siempre preciosas, son felices, ni siquiera sospechan lo que es la preadolescencia de centraditas que están y hasta tienen Play Station. Todo sale de las energías y de la cuenta corriente de nuestra Calcu (que otro besito, reina) y ambas cosas son como la chistera de un mago. Es cierto que lo mío a su lado es como una quejilla de salón, con mucho sentimiento, pero sin riesgo de 'cornás'.
Los dos días en los que una no ejerce de madre quiere hacer lo mismo que los sin hijos, pero ¡ay! ¡tremendo error! los sin hijos, muchas veces también conocidos como singles son una especie única bien entrenada: vienen a caracterizarse por tener treinta y tantos años casi cuarenta y haber conseguido permanecer inmunes a las responsabilidades y servidumbres de la vida, de una coherencia pasmosa solo son fieles a una norma, la propia. Tienen trabajos emocionantes, casas atractivas (aunque sea la paterna, porque hay padres, que no son los míos, que pasan el año en la casa de verano o incluso viajando y dejan libres las otras, las que pueden ocupar sus retoños. Mamá yo sé que tu lees esto, ya se que a tí no te gusta Benidorm, pero ¿y Platja d’Aro?). Sus cuentas corrientes fluctúan, porque al carecer de obligaciones no necesitan un sueldo fijo, pero generalmente pueden hacer alardes. Sus agendas están a rebosar de actividades que acaban en -ing (treking, puenting, rafting...). Todos absolutamente son viajeros empedernidos (¡algunos hasta se aburren de viajar!), cuando tú vas ellos vuelven de allí. Por supuesto ninguno tiene hijos, al menos que ellos sepan o quieran saber, y como mucho cuentan con íntimos con distinto grado de tolerancia. Se reúnen en clubs mixtos de singlos y singlas interrelacionándose entre ellos, salen casi todas las noches de la semana, son tremendamente divertidos y altísimamente perjudiciales para la salud. Todos los hombres pertenecientes al mercado de segunda mano pasan por una época single una vez que se divorcian, de las que algunos se recuperan y a las que otros sucumben en plancha. Y a algunas mujeres, las que no tienen hijos y salieron hartas de adoptar maridos, les pasa lo mismo.
Y allí estoy yo, que soy madre siempre y single dos días de cada quince. Incluso y gracias a la disoluta vida de mi Íntimo he ido conociendo un selecto club con el que siempre hago cosas emocionantes y casi muero al día siguiente. En adelante este club será el aceite. El agua de mi botella es mi vida diaria, con su Cruela, su Esteban, La Calcuta (mi madre dice que no tengo ninguna amiga normal, pero mi hermana puntualiza que yo soy la menos normal de mis amigas y que las santas son ellas), con sus embarazos cada tiempo y sus retoños, nuestras agendas cuajás, con mi Luisi, mi niña y sus accesorios: colegio, coladas, comida equilibrada, Carrefour, ex, nueva novia de mi ex, películas en el sofá y a la cama a las once… Una querría tenerlo todo, pero es tan difícil de encajar… una no quiere admitir los tópicos, pero una vez que tu botella tiene agua, imposible meterle aceite, salvo que lo quieras para decoración: pero o se hecha perder el agua o se pierde el aceite.
Esto lo sé ahora, porque este fin de semana todavía creía en el don de la ubicuidad, y me fui con mi Íntimo a una comidilla (de las de mantel y mesa) a un lugar económico y chic de Lavapiés. La comida derivó en sobremesa, la sobremesa en copitas après midi y esto ya en rock and roll salvaje en toda regla. Una fue joven en su tiempo, la reina del underground y todavía guarda en el armario el vaquero ceñidito y la camiseta de “Dancing Queen” y es más ¡aún me valen!, pero la vida ordenada de madre original y creativa, acaban con el aguante de una misma y a eso de las doce yo ya estaba convertidita en calabaza, a ras de copas y en ese momento lúcido en el que sólo puedes abrir la boca para dos cosas:
A) vomitar,
B) decir que te vas a casa.
Y afortunadamente para el íntimo, que era el que estaba a mi lado, opté por la opción B. Debo advertir que yo cuando llego a este punto pierdo la vocecita dulce y me sale el carácter cazallero: “¡que me piro y me piro ya!”, no recuerdo si me despedí o quedé en enviar un email, pero en mi cabeza solo había un objetivo: mi casa (y puedo ser mucho más borde y pesada que ET).
Os juro que por la mañana mi cuerpo no era mío: tenía un sarpullido en la nariz que creo que también se conoce como herpes (aunque siendo asquerosos ambos, creo que sarpullido tiene más glamour) y la taquicardia de rigor que es como Rexona y ya no me abandona, y es que mi cuerpo también es Testigo de Jehová, no se calla nada y todo lo hecha pa’ fuera. Así que he llegado a la conclusión de que los sin hijos son perjudiciales para mi salud. Señores míos, mi cuerpo (por dentro) y yo somos mayores, y no hay nada más triste que no aceptarlo y acabar como la Obregón.
Así que imbuída en ese espíritu efervescente del Alka Seltzer, le dije al Íntimo que a lo mejor no éramos compatibles, que yo soy agua y el aceite denso, y que con eso no hacíamos nada, pero después de mi tierna despedida (que debo decir no recuerdo, pero todo encantador Jeckill tiene un lado Hyde y el mío puede ser muy extremo) el Íntimo (que si no dolido, como poco anda algo desconcertado) me dijo: "Irma, tu no eres agua, tu eres vinagre".
Y no es que todavía esté muy convencida, pero a lo mejor con eso conseguimos aliñar una ensalada y que me la pueda comer tranquilamente en casa, preferiblemente en el sofá y con una manta.
P.D.: Un saludito para el que le picó la araña radiactiva, os diré que de esos somos unos cuantos, porque últimamente yo también ando que me subo por las paredes. En referencia a como acabaron la noche del Juve i Camps mis amigas Cruela y Esteban, lo dejo para otro post, aunque no sé si contarlo, son surrealistas pero las dos están casadas y tienen familia, no son como yo, que puedo airear mis trapos sucios sin damnificar a nadie (como mi niña aun no sabe leer...). Y el beso más gordo para Ana del Gazpacho, como te quiero, tía.
lunes, 6 de noviembre de 2006
PRIMERAS NOCIONES DE MECÁNICA
He estado muy, pero que muy liada, y la verdad es que directamente he ido de cráneo. Por eso la ausencia de post de la semana pasada. Con deciros que mi estrés se ha estresado y yo creo que ha decidido hasta pasar de mi, últimamente no tengo ni sarpullidos, ni taquicardias, ni na’ de na’. Esto es como el sueño: puedes pasar una noche terrible de insomnio (por ejemplo oyendo llover), y cuando suena el despertador solo tienes ganas de llorar, que no te tienes de pie y te quedas dormida a medio cepillado de dientes. Pero si aguantas un poquillo, se pasa, y hala, resistes el día como si fuera otro cualquiera y hasta te acuestas a la una de la madrugada sin problemas. Pues esto es igual, yo creí que estaba a tope, de eso que una piensa que ya le va a dar algo, pero de pronto llegó mi Luisi a mi vida y me demostró, que de eso nada, monada, y que los días pueden amanecer uno tras otro con ese puntito de emoción e incertidumbre que hacen que tu rutina se convierta en una especie de Isla de los Famosos.
¿Os acordáis de que en una ocasión os explicaba porque era más que recomendable no limpiar por dentro el coche ajeno? ¿aquello del respeto a la intimidad íntima de los íntimos propios?. Bueno, pues ahora puedo deciros que el coche no se limpia por dentro como concepto: ni el ajeno, que además ni es tuyo, y ni muchísimo menos el propio.
Mi coche fue utilizado durante un tiempo por ese ejemplo de familia que son los Melendi2-Esteban, con sus dos churumbeles y su Pastor Alemán. Así que cuando yo lo compré de un día para un día (que ni siquiera les dejé el “para otro”), no les dio tiempo a limpiar esos restos de familia que se les va a las quintas esencias por todos los lados, unos comestibles (los que mi hija iba reciclando por culpa del actimel de frutas, que como no se lo toma, le deja con hambre) y otros indescriptibles, como por ejemplo: el famoso body secándose al sol de este octubre de Madrid en el que no ha parado de llover, y que ha dejado en mi bandeja un cerco a su alrededor como el de tiza de los cadáveres, solo que este de moho. Un casco de obra, que he estado en un tris de quedarme, porque yo tengo debilidad por los gorros, e incluso durante muchísimo tiempo los he coleccionado de todas las partes del mundo. En mi oficina (y sé que puede parecer extraño, pero eso es porque no me conocéis mucho) tengo uno de Laponia de piel, con orejeras y todo, que es una pasada, y que lo tengo para cuando nos llama un proveedor nuestro muy majo que es noruego y que nos envía a la Cruela y a mi los discos inéditos de A-HA. Cuando él llama por teléfono, al que le atiende sabe que le toca ejercer la deferencia de ponérselo y sudar como un pollo, porque hay que ver lo que abriga el reno. Esto no sólo lo hago yo, también lo han hecho la Cruela y su chico, en adelante nuestro jefe, porque todos somos igual de considerados. Tenemos otro proveedor que es mexicano, pero como ya lleva muchos años viviendo en Londres, con él no tenemos la atención de ponernos ni el gorro mariachi ni el bombín (eso le pasa por apátrida).
En fin, que me disperso. Pués además del body con vida interior y del casco de obra, también tenía en mi coche diversas pastillas que yo quiero creer que son para el catarro, pero que por si acaso no me he atrevido a tirar no sea que aparezca luego un clan colombiano o de amables señores rusos a darme un susto (como el hermano pequeño del Melendi2 tiene aficiones alternativas…), tornillos de todo tipo, que estos si que no los tiro ni de coña porque sospecho que son los que se van callendo de mi Luisi y finalmente quilos y quilos de pelo de perro, de color marrón y negro, que no he guardado pero que seguramente le hubieran interesado muchísimo a Dante para el transplante capilar de su Troy.
Así que, acercándose un domingo de estos de no hacer nada, yo pensé, y ¿qué podría hacer hoy con mi coche nuevo? Y me adentré en ese mundo masculino del propietario de coche: limpieza y encerado. Pero como por fuera ya me lo limpia el amable operario de la gasolinera “Por que tu Siempre Vuelves” y más ahora que ya sé como funciona el asunto, pues dije: a limpiarlo por dentro y dejarlo como la patena. Agarré mi funcional bolsa de Ikea tamaño industrial y metí dentro: un barreño de los de la colada, dos botellas de dos litros de Coca-Cola Light llenas de agua caliente, detergente para baños Don Limpio efecto lejía, estropajo, balletas y Glassex multiusos que por eso sirve para todo y yo todavía estoy intentando descubrir para qué mas sirve además de para los cristales.
Quité alfombrillas, aparecieron una galletas María Fontaneda con un cultivo de CSI (gusanitos blancos chiquitines como los de las setas pero en gordo y orondo) aspiré con mi nuevo aspirador de mano, limpié el polvo, pasé estropajo, pasé balletas, desmonté cenicero, radio… todo, y finalmente rematé la faena con un paquete entero de toallitas para dejarlo con ese lustre que deja el jaboncito neutro cuando no lo aclaras. Quedó tan mono y tan oliendo a limpio. Y como todo esto lo hice aparcada en frente de nuestro bar de cabecera, pues cuando acabé me fui a tomar dos cañas con la Cruela y el Clan Melendi2-Esteban y aquí paz y después gloria.
Al día siguiente yo me levanté emocionada, con ganitas de entrar en mi coche lustroso y estrenarlo camino del colegio. Meto a la niña dentro y la ato a su sillita especial, me meto yo misma y luego meto la llave en el contacto. La Luisi, lo intenta pero no arranca. Nuevo intento, la Luisi cada vez llega menos. Yo erre que erre, y ella nada de nada. Cojo el móvil y me enfrento a lo inevitable:
(Yo): (Después de una eternidad de señal de llamada sin responder) - “Melendi2 que no consigo arrancar el coche”
(Melendi2): (Sin disimular el bostezo) - “Me pillas dormido”
(Yo): - “Que creo que me he quedado sin batería”
(Melendi2): - “Eso te pasa por limpiar el coche, te habrás dejado algo dado”
(Yo): - “Que no, que ya lo miré”
(Melendi2): - “Has ¿quitado el frontal extraíble de la radio?”
(Yo): - “¿Lo cualo?”
(Melendi2): - “Pues va a ser eso. Luego te llamo.”
(Mi móvil de Bisbal): - "Tut, tut, tut, tut…"
Así que admití eso que no quería admitir, que mi coche es una patata y que me había dejado tirada. Y que el tunning lo ha hecho un aficionado, porque el frontal extraíble de mi radio no corta corriente si no se extrae. Melendi2 por dios, hazme un manual de mi Luisi que si no me voy a dejar el sueldo en llamadas de móvil y en taxis.
Ahí estaba yo, mañana de lunes, sin dinero (porque me había gastado lo último sueltillo en el par de cañas post limpieza), sin coche y con la hora pegada al culo. Solución de emergencia dos, dado lo fallido de la uno: llamada a teletaxi donde ya me conocen por la voz y me dispuse a esperar los quince minutos que siempre dicen que tardará el taxi en llegar, y que nunca es menos, viendo como pasaban mientras por delante de mi calle que no viene ni en los planos de Madrid otros dos taxis libres. Pero no me atreví a hacerles seña ni con los ojos, porque en una ocasión se me ocurrió dejar plantado a un teletaxi, y la siguiente vez que llamé me cobraron la carrera del plantado (que debía de ser Albacete ida y vuelta) y la del momento y me dejaron a dos velas.
Llegué al cole. Según entré, la encantadora mujer de recepción me hizo la seña de “lo siento, hasta las diez no te cojo a la niña” (porque esta es una norma de espaldas al pueblo que tiene el colegio pijo de mi hija, si no llegas a las nueve en punto, como muchísimo un poco pasadillo, te penalizan con una hora en la que tú no sabes que hacer con la niña y en tu trabajo no saben que hacer ni con ella ni contigo). Afortunadamente tuvo que atender al teléfono y quedarse con la impotencia de ver como yo salía corriendo que me las pelaba arrastrando a mi retoño por los aires sin poder pegarme ni siquiera una voz.
Subí las escaleras saltando de quince en quince, dejé a mi niña en su aula y volví a mi taxi de guardia que me tenía retenido el bolso como prueba de mi regreso (si no empezaría enviarme trocitos de piel de cocodrilo exigiendo rescate…). Del cole a mi cajero favorito de la rotonda a sacar pelas para poder pagar al taxista y de allí a trabajar. A media mañana el Melendi2 se pasó por la oficina con cara de haber dormido bien, vamos de que ni yo ni mi Luisi le quitamos ya el sueño. ¡Dios, como hecho de menos los tiempos en que le llamaba y él estaba dispuesto a venir en pijama hasta la puerta del colegio si hacía falta!. Esteban, te lo advierto: se te está acomodando, de aquí a nada te echa tripa y no se mueve del sofá. Aun así el Melendi2 es majo, y convenció a unos cuantos estudiantes del instituto que tenemos enfrente de mi oficina, de esos voluntariosos que nunca entran en clase, para que le ayudaran a mover mi coche. Gracias a eso, la Luisi arrancó.
Pero como no se cierra una ventana sin abrirse una puerta, a medio día el Íntimo se puso en contacto, y yo vacié en su oreja y en torrente toda mi desesperación con mi coche. Amable que es él, se ofreció a llevarla a un Alcampo y cambiarle la batería. Educada que soy yo, le dije “toda tuya”. Unos ratas que somos ambos, al final decidimos ahorrarnos los 8 euros que costaba el trabajo del mecánico y hacerlo nosotros mismos. Todo fue bien hasta que se nos partieron tres cablecillos de nada, que con mucho sentido, el íntimo atribuyó a cualquier chorradita del tunning (como por ejemplo los leds azules del maletero). Yo abrí la puerta del coche, probé a arrancarlo y arrancó. Con eso basta. Y así nos retiramos a casa, con el coche preparadito para la jornada siguiente.
Y aquí que llega la jornada siguiente, y que meto a mi niña en el coche, que me meto yo misma, y que meto la llave en el contacto. Y que nada de nada, de nada, de nada. Pienso, ayer arrancó, qué hice, abrí la puerta (así que abro la puerta) y arranqué (así que arranco) y ahí sí, me meto en el coche, cierro la puerta, y se para la Luisi. Abro la puerta y arranca, cierro la puerta y se para. Pues eso era, una chorradita del tunning: mi antirrobo mudo. Corre al almacén de mi trabajo, coge herramientas, baja corriendo, retira tuercas, ajusta las tres mierdecillas de cables, vueltas y vueltas de cinta aislante (hasta llegar al cartoncillo), corre para el cole, llega no fuera de hora, sino indecentemente tarde… ¡cuanta emoción para una mañana!.
Cuando abrió la boca la simpática recepcionista la señalé con mis manos llenas de grasa y directamente mierda y le dije: “La niña entra”. Se calló y ella misma le acompañó a su clase. Así que respirando hondo y bien relajada he decidido que me quedo con todo el tuning de serie y por lo que pueda pasar también con el abono transporte.
¿Os acordáis de que en una ocasión os explicaba porque era más que recomendable no limpiar por dentro el coche ajeno? ¿aquello del respeto a la intimidad íntima de los íntimos propios?. Bueno, pues ahora puedo deciros que el coche no se limpia por dentro como concepto: ni el ajeno, que además ni es tuyo, y ni muchísimo menos el propio.
Mi coche fue utilizado durante un tiempo por ese ejemplo de familia que son los Melendi2-Esteban, con sus dos churumbeles y su Pastor Alemán. Así que cuando yo lo compré de un día para un día (que ni siquiera les dejé el “para otro”), no les dio tiempo a limpiar esos restos de familia que se les va a las quintas esencias por todos los lados, unos comestibles (los que mi hija iba reciclando por culpa del actimel de frutas, que como no se lo toma, le deja con hambre) y otros indescriptibles, como por ejemplo: el famoso body secándose al sol de este octubre de Madrid en el que no ha parado de llover, y que ha dejado en mi bandeja un cerco a su alrededor como el de tiza de los cadáveres, solo que este de moho. Un casco de obra, que he estado en un tris de quedarme, porque yo tengo debilidad por los gorros, e incluso durante muchísimo tiempo los he coleccionado de todas las partes del mundo. En mi oficina (y sé que puede parecer extraño, pero eso es porque no me conocéis mucho) tengo uno de Laponia de piel, con orejeras y todo, que es una pasada, y que lo tengo para cuando nos llama un proveedor nuestro muy majo que es noruego y que nos envía a la Cruela y a mi los discos inéditos de A-HA. Cuando él llama por teléfono, al que le atiende sabe que le toca ejercer la deferencia de ponérselo y sudar como un pollo, porque hay que ver lo que abriga el reno. Esto no sólo lo hago yo, también lo han hecho la Cruela y su chico, en adelante nuestro jefe, porque todos somos igual de considerados. Tenemos otro proveedor que es mexicano, pero como ya lleva muchos años viviendo en Londres, con él no tenemos la atención de ponernos ni el gorro mariachi ni el bombín (eso le pasa por apátrida).
En fin, que me disperso. Pués además del body con vida interior y del casco de obra, también tenía en mi coche diversas pastillas que yo quiero creer que son para el catarro, pero que por si acaso no me he atrevido a tirar no sea que aparezca luego un clan colombiano o de amables señores rusos a darme un susto (como el hermano pequeño del Melendi2 tiene aficiones alternativas…), tornillos de todo tipo, que estos si que no los tiro ni de coña porque sospecho que son los que se van callendo de mi Luisi y finalmente quilos y quilos de pelo de perro, de color marrón y negro, que no he guardado pero que seguramente le hubieran interesado muchísimo a Dante para el transplante capilar de su Troy.
Así que, acercándose un domingo de estos de no hacer nada, yo pensé, y ¿qué podría hacer hoy con mi coche nuevo? Y me adentré en ese mundo masculino del propietario de coche: limpieza y encerado. Pero como por fuera ya me lo limpia el amable operario de la gasolinera “Por que tu Siempre Vuelves” y más ahora que ya sé como funciona el asunto, pues dije: a limpiarlo por dentro y dejarlo como la patena. Agarré mi funcional bolsa de Ikea tamaño industrial y metí dentro: un barreño de los de la colada, dos botellas de dos litros de Coca-Cola Light llenas de agua caliente, detergente para baños Don Limpio efecto lejía, estropajo, balletas y Glassex multiusos que por eso sirve para todo y yo todavía estoy intentando descubrir para qué mas sirve además de para los cristales.
Quité alfombrillas, aparecieron una galletas María Fontaneda con un cultivo de CSI (gusanitos blancos chiquitines como los de las setas pero en gordo y orondo) aspiré con mi nuevo aspirador de mano, limpié el polvo, pasé estropajo, pasé balletas, desmonté cenicero, radio… todo, y finalmente rematé la faena con un paquete entero de toallitas para dejarlo con ese lustre que deja el jaboncito neutro cuando no lo aclaras. Quedó tan mono y tan oliendo a limpio. Y como todo esto lo hice aparcada en frente de nuestro bar de cabecera, pues cuando acabé me fui a tomar dos cañas con la Cruela y el Clan Melendi2-Esteban y aquí paz y después gloria.
Al día siguiente yo me levanté emocionada, con ganitas de entrar en mi coche lustroso y estrenarlo camino del colegio. Meto a la niña dentro y la ato a su sillita especial, me meto yo misma y luego meto la llave en el contacto. La Luisi, lo intenta pero no arranca. Nuevo intento, la Luisi cada vez llega menos. Yo erre que erre, y ella nada de nada. Cojo el móvil y me enfrento a lo inevitable:
(Yo): (Después de una eternidad de señal de llamada sin responder) - “Melendi2 que no consigo arrancar el coche”
(Melendi2): (Sin disimular el bostezo) - “Me pillas dormido”
(Yo): - “Que creo que me he quedado sin batería”
(Melendi2): - “Eso te pasa por limpiar el coche, te habrás dejado algo dado”
(Yo): - “Que no, que ya lo miré”
(Melendi2): - “Has ¿quitado el frontal extraíble de la radio?”
(Yo): - “¿Lo cualo?”
(Melendi2): - “Pues va a ser eso. Luego te llamo.”
(Mi móvil de Bisbal): - "Tut, tut, tut, tut…"
Así que admití eso que no quería admitir, que mi coche es una patata y que me había dejado tirada. Y que el tunning lo ha hecho un aficionado, porque el frontal extraíble de mi radio no corta corriente si no se extrae. Melendi2 por dios, hazme un manual de mi Luisi que si no me voy a dejar el sueldo en llamadas de móvil y en taxis.
Ahí estaba yo, mañana de lunes, sin dinero (porque me había gastado lo último sueltillo en el par de cañas post limpieza), sin coche y con la hora pegada al culo. Solución de emergencia dos, dado lo fallido de la uno: llamada a teletaxi donde ya me conocen por la voz y me dispuse a esperar los quince minutos que siempre dicen que tardará el taxi en llegar, y que nunca es menos, viendo como pasaban mientras por delante de mi calle que no viene ni en los planos de Madrid otros dos taxis libres. Pero no me atreví a hacerles seña ni con los ojos, porque en una ocasión se me ocurrió dejar plantado a un teletaxi, y la siguiente vez que llamé me cobraron la carrera del plantado (que debía de ser Albacete ida y vuelta) y la del momento y me dejaron a dos velas.
Llegué al cole. Según entré, la encantadora mujer de recepción me hizo la seña de “lo siento, hasta las diez no te cojo a la niña” (porque esta es una norma de espaldas al pueblo que tiene el colegio pijo de mi hija, si no llegas a las nueve en punto, como muchísimo un poco pasadillo, te penalizan con una hora en la que tú no sabes que hacer con la niña y en tu trabajo no saben que hacer ni con ella ni contigo). Afortunadamente tuvo que atender al teléfono y quedarse con la impotencia de ver como yo salía corriendo que me las pelaba arrastrando a mi retoño por los aires sin poder pegarme ni siquiera una voz.
Subí las escaleras saltando de quince en quince, dejé a mi niña en su aula y volví a mi taxi de guardia que me tenía retenido el bolso como prueba de mi regreso (si no empezaría enviarme trocitos de piel de cocodrilo exigiendo rescate…). Del cole a mi cajero favorito de la rotonda a sacar pelas para poder pagar al taxista y de allí a trabajar. A media mañana el Melendi2 se pasó por la oficina con cara de haber dormido bien, vamos de que ni yo ni mi Luisi le quitamos ya el sueño. ¡Dios, como hecho de menos los tiempos en que le llamaba y él estaba dispuesto a venir en pijama hasta la puerta del colegio si hacía falta!. Esteban, te lo advierto: se te está acomodando, de aquí a nada te echa tripa y no se mueve del sofá. Aun así el Melendi2 es majo, y convenció a unos cuantos estudiantes del instituto que tenemos enfrente de mi oficina, de esos voluntariosos que nunca entran en clase, para que le ayudaran a mover mi coche. Gracias a eso, la Luisi arrancó.
Pero como no se cierra una ventana sin abrirse una puerta, a medio día el Íntimo se puso en contacto, y yo vacié en su oreja y en torrente toda mi desesperación con mi coche. Amable que es él, se ofreció a llevarla a un Alcampo y cambiarle la batería. Educada que soy yo, le dije “toda tuya”. Unos ratas que somos ambos, al final decidimos ahorrarnos los 8 euros que costaba el trabajo del mecánico y hacerlo nosotros mismos. Todo fue bien hasta que se nos partieron tres cablecillos de nada, que con mucho sentido, el íntimo atribuyó a cualquier chorradita del tunning (como por ejemplo los leds azules del maletero). Yo abrí la puerta del coche, probé a arrancarlo y arrancó. Con eso basta. Y así nos retiramos a casa, con el coche preparadito para la jornada siguiente.
Y aquí que llega la jornada siguiente, y que meto a mi niña en el coche, que me meto yo misma, y que meto la llave en el contacto. Y que nada de nada, de nada, de nada. Pienso, ayer arrancó, qué hice, abrí la puerta (así que abro la puerta) y arranqué (así que arranco) y ahí sí, me meto en el coche, cierro la puerta, y se para la Luisi. Abro la puerta y arranca, cierro la puerta y se para. Pues eso era, una chorradita del tunning: mi antirrobo mudo. Corre al almacén de mi trabajo, coge herramientas, baja corriendo, retira tuercas, ajusta las tres mierdecillas de cables, vueltas y vueltas de cinta aislante (hasta llegar al cartoncillo), corre para el cole, llega no fuera de hora, sino indecentemente tarde… ¡cuanta emoción para una mañana!.
Cuando abrió la boca la simpática recepcionista la señalé con mis manos llenas de grasa y directamente mierda y le dije: “La niña entra”. Se calló y ella misma le acompañó a su clase. Así que respirando hondo y bien relajada he decidido que me quedo con todo el tuning de serie y por lo que pueda pasar también con el abono transporte.
jueves, 26 de octubre de 2006
DE AKELARRES Y JUVE I CAMPS
Yo tengo una pandi de amigas terroristas que data de la época de mi ciudad de origen. Como mi ciudad de origen tiene mucha marcha pero poco más, pues todas nos hemos ido yendo en diáspora según hemos llegado a la edad de culturizarnos: esa memorable época de la Universidad. Luego la mayoría ya no hemos vuelto, porque total, pa’ qué. Además ese momento suele coincidir con el de los novios, y claro una elige: casa de mamá, casa del novio, y va usted a comparar lo que se puede hacer en un sitio y en otro.
El caso es que varias veces al año, coincidiendo con San Quieros de obligado cumplimiento, nos reunimos todas en akelarre en nuestra villa natal, y hala, a comportarnos como verdaderas exaltadas ajenas a nuestras responsabilidades del resto del año. A estos eventos siempre vamos sin retoños y llevando a rastras a nuestros maridos, novios, apaños e íntimos, que han acabado a su vez haciendo pandi porque a la fuerza ahorcan y la verdad es que da mucha ternura verles despedir con lágrimas en los ojos y santa resignación a las bajas que se van produciendo, pero también cómo acogen a los nuevos fichajes con una solidaridad y una consideración, que francamente, les honra.
Pero hay un día especial siempre, que ocurre de uvas a peras, y que es ese en que una de la pandi de toda la vida, llega de visita a la ciudad de acogida de otra miembro de la pandi. Ese día una se olvida de todo y se dedica única y exclusivamente al mimo de la terrorista numeraria y a ilustrarla en la vida de una misma en su medio habitual. A mi esta semana como que me hubiera tocado el gordo, porque mi amiga Vicki se ha venido a pasarla toda enterita a mis Madriles, con la excusa de que tenía que hacer un curso del trabajo o no sé qué. Así que para agasajarla qué mejor que reunirnos en una cenola informal en mi casa con la otra panda terrorista de mi ciudad putativa.
El evento estaba preparado para el jueves (hoy) pero a última hora Vicky tuvo un imprevisto de agenda que movió la cita al miércoles, así que a media tarde empecé con los mensajes a móviles, y doy fe de que si de mis amigas se tratara, a la calle Génova hubieran ido a manifestarse cuatro gatos con el asunto del 11M. Total, que la mesa no estuvo muy concurrida, nos juntamos, a saber: la Cruela, la Esteban, Vicki y una servidora.
Cuando salí de trabajar me acerqué al Carrefour a comprar un par de chorraditas de esas que te resuelven cualquier imprevisto: un patecillo, algo de embutido, cava, pan... Yo debo decir que para el cava soy una exquisita, y a mi si no me pones Juve i Camps, como que prefiero una Mahou. También debo decir que a la Cruela, si tiene burbujas, corcho cabezón y etiqueta en catalán, como si la das zotal, pero es cierto que puestos a pedir, ella también se inclina por esta marca. Es lo único que ella bebe con alcohol: cava (bueno es de origen francófono, la vale también el champaña) y en día normal cerveza pero con gaseosa, que de aspecto dice que se parece, y de verdad que la mejor manera de sobornarla es con una copita de las alargadas o con varias (dependiendo del favor, claro). Pero mi Carrefour está situado en un barrio, digamos que popular, y pocas veces encuentras más que Freixenet. Me imagino que se piensan que en estos barrios no tenemos educado el gusto, y que con el choped nos vale. Deben reservar lo exquisito para el barrio de Salamanca, qué se yo. Pero ¡Oh, dioses! Ayer me doy un paseíllo por el pasillo de los vinos, y me encuentro que han puesto el cava bueno (la proximidad a las Navidades, fijo). Arramplé con todas las botellas que pude y que estaba dispuesta a subir cuatro pisos sin ascensor junto a la compra que ya llevaba, es decir: tres (qué queréis, todavía no me he puesto como Brigitte Nielsen, que llevo poco con la Luisi). Así que llamé a la Cruela:
(Yo): - “Cruela, que la cena no es mañana, que es hoy, vente cuando quieras pero la cena empieza a las diez”
(Cruela): “Yo paso de cenar” - Ella está siempre a dieta, pero esto es por culpa de su padre, y nunca se lo tengo en cuenta.
(Yo): “Bueno, pues vale, te vienes y no cenas”
(Cruela): “No sé, ya veremos”
(Yo): “Tengo una botella de Juve i Camps para la cena y dos más que he comprado de stock”
(Cruela): “Luego me paso”
Siguiente parada: la Esteban. Le mando un mensaje: nada. Le llamo al móvil: nada. Le llamo a casa: lo coge el Melendi 2 después de una eternidad y cuando yo ya estaba a punto de colgar. Me responde con voz de sueño.
(Yo): - “Hola Melendi 2,¿está la Esteban?”
(Melendi 2): “Mmmmno” - y bosteza (¿es que este chico tiene la enfermedad del sueño o yo el don de la oportunidad?
(Yo): - “Por fa, dile a la Esteban que hoy a las diez cenita de chicas en mi casa. Viene la Cruela y una amiga mía de la infancia”
(Melendi 2): - “Mmmmmm”
Lo de la Esteban es una apuesta segura porque desde que rompió aguas hace catorce meses, no ha salido ni un solo día de rock’n’roll como dios manda, y está que se apunta a un bombardeo.
Mi amiga Vicki es educada, y vino a casa un par de horas antes de la cena para poder estar con mi niña un ratito y así disfrutarla, apurada por el día de trabajo y de no parar y pidiendo disculpas por no haber podido comprarla nada. A mi me pareció de un encanto exquisito, pero también es verdad que a mi niña sus modales no la consolaron para nada de la falta de tiempo y sobre todo de regalo. No es que no fuera educada, pero cuando Vicki terminó de excusarse sólo dijo: “sí, que pena“ y volvió a concentrarse con profunda melancolía en la sopa que estaba cenando. De todos modos debo decir que disfrutó igualmente de la compañía, porque ya sabéis lo que le gusta a mi hija que haya gente en casa. Casi entra en éxtasis cuando se enteró de que venían dos amigas más. Por supuesto le preguntó a Vicki si se iba a quedar a dormir, pero a Vicki su trabajo le está pagando un hotel de cuatro estrellas, y yo también lo tendría claro.
La Cruela y la Esteban llegaron justo después de meter a mi niña en la cama (es que entre las dos suman tres hijas y tienen una intuición que las hace no fallar nunca) y mientras Vicki y yo estábamos conversando al amor de un tintillo ella y yo de una sin alcohol (porque soy medianamente prudente y procuro no beber cuando conduzco y cuando ejerzo de madre).
Educadamente les ofrecí un vino también a ellas, pero la Cruela, exquisita también, me dijo sin tapujos, “déjate de bobadas y saca el Juve i Camps”. Así que cenamos como los catalanes, acompañando el pollo con el cava.
Tengo comprobado que las reuniones de mujeres fomentan el cáncer de pulmón. A la hora habíamos comido lo que podíamos digerir y un poco más, incluso Cruela, porque nunca cena, y rara vez come, pero pica de todos los platos ajenos, por eso yo la había puesto plato y cubiertos como a una más (son ya muchos años juntas) y debo decir que es gracias a esto que se mantiene bien alimentada y que los demás nos mantenemos con la figura a raya. Ella siempre comenta que se quedó con su chico porque era once años mayor que ella, y con su sentido práctico llegó a la conclusión de que en esa pareja la fabulosa siempre iba a ser ella. Pero es cierto que su chico, también conocido como nuestro jefe, se mantiene estupendo a sus cincuenta años, y delgadito y fibroso. Pues bueno, Cruela, aprovecho estas páginas para decirte:
A) nada avejenta más que la grasa corporal (algo que tu chico no va a poder tener nunca) y por supuesto, la falta de pelo (algo que a tu chico sigue teniendo).
B) no es que todas tus amigas estemos delgadas por obra y milagros de la naturaleza
C) deja de comerte nuestra comida
y D) eres una cabrona, las demás nunca llegaremos a ejercer la presión que tu puedes ejercer con tus métodos sindicales al estilo Troyanas, y estamos hartas de coger las vacaciones las últimas.
Pues ya está dicho, qué a gusto me he quedado. Decía que a la hora ya nos habíamos comido todo lo que podíamos y pasábamos al postre: la cajetilla de Marlboro ellas, Ducados yo, que soy así. Mínimo ratito y ya no podíamos vernos las caras, los ceniceros parecían los de un plató de Garci. Nos fuimos al sálón a hacer la post cena, también conocida como sobremesa, mayormente para poder respirar un poco. Para entonces ya habían liquidado la botella oficial y la mitad de mi stock.
A eso de la una de la mañana, cuando quedaba un culín de mi última botella y ya habíamos contado todas las intimidades más vergonzosas de nuestros íntimos en distintos grados desde la guardería hasta el día de hoy, decidimos dar por finalizado el akelarre. Yo llamé al taxista Paco para que llevara a mi amiga Vicki a su hotel, mientras la Cruela y la Esteban exprimían cual bayeta la última gotilla de mi reserva de cava y hacían planes para irse a tomar la penul. Nos despedimos en la puerta con sonoros besos y diciéndonos mutuamente lo estupendas que somos y que estamos, y cuando la estaba cerrando, la Esteban, más que notablemente perjudicada se asomó aun para decirme: “y que sepas que cada vez que veo a tu Luisi, lloro”.
P.D.: Ysae, reina, qué maja eres. Un saludito de la treintañera (pero por poco, que los tengo recién estrenados). Estoy contigo con lo de las toallitas, tanto poner IPods y se olvidan de lo fundamental.
El caso es que varias veces al año, coincidiendo con San Quieros de obligado cumplimiento, nos reunimos todas en akelarre en nuestra villa natal, y hala, a comportarnos como verdaderas exaltadas ajenas a nuestras responsabilidades del resto del año. A estos eventos siempre vamos sin retoños y llevando a rastras a nuestros maridos, novios, apaños e íntimos, que han acabado a su vez haciendo pandi porque a la fuerza ahorcan y la verdad es que da mucha ternura verles despedir con lágrimas en los ojos y santa resignación a las bajas que se van produciendo, pero también cómo acogen a los nuevos fichajes con una solidaridad y una consideración, que francamente, les honra.
Pero hay un día especial siempre, que ocurre de uvas a peras, y que es ese en que una de la pandi de toda la vida, llega de visita a la ciudad de acogida de otra miembro de la pandi. Ese día una se olvida de todo y se dedica única y exclusivamente al mimo de la terrorista numeraria y a ilustrarla en la vida de una misma en su medio habitual. A mi esta semana como que me hubiera tocado el gordo, porque mi amiga Vicki se ha venido a pasarla toda enterita a mis Madriles, con la excusa de que tenía que hacer un curso del trabajo o no sé qué. Así que para agasajarla qué mejor que reunirnos en una cenola informal en mi casa con la otra panda terrorista de mi ciudad putativa.
El evento estaba preparado para el jueves (hoy) pero a última hora Vicky tuvo un imprevisto de agenda que movió la cita al miércoles, así que a media tarde empecé con los mensajes a móviles, y doy fe de que si de mis amigas se tratara, a la calle Génova hubieran ido a manifestarse cuatro gatos con el asunto del 11M. Total, que la mesa no estuvo muy concurrida, nos juntamos, a saber: la Cruela, la Esteban, Vicki y una servidora.
Cuando salí de trabajar me acerqué al Carrefour a comprar un par de chorraditas de esas que te resuelven cualquier imprevisto: un patecillo, algo de embutido, cava, pan... Yo debo decir que para el cava soy una exquisita, y a mi si no me pones Juve i Camps, como que prefiero una Mahou. También debo decir que a la Cruela, si tiene burbujas, corcho cabezón y etiqueta en catalán, como si la das zotal, pero es cierto que puestos a pedir, ella también se inclina por esta marca. Es lo único que ella bebe con alcohol: cava (bueno es de origen francófono, la vale también el champaña) y en día normal cerveza pero con gaseosa, que de aspecto dice que se parece, y de verdad que la mejor manera de sobornarla es con una copita de las alargadas o con varias (dependiendo del favor, claro). Pero mi Carrefour está situado en un barrio, digamos que popular, y pocas veces encuentras más que Freixenet. Me imagino que se piensan que en estos barrios no tenemos educado el gusto, y que con el choped nos vale. Deben reservar lo exquisito para el barrio de Salamanca, qué se yo. Pero ¡Oh, dioses! Ayer me doy un paseíllo por el pasillo de los vinos, y me encuentro que han puesto el cava bueno (la proximidad a las Navidades, fijo). Arramplé con todas las botellas que pude y que estaba dispuesta a subir cuatro pisos sin ascensor junto a la compra que ya llevaba, es decir: tres (qué queréis, todavía no me he puesto como Brigitte Nielsen, que llevo poco con la Luisi). Así que llamé a la Cruela:
(Yo): - “Cruela, que la cena no es mañana, que es hoy, vente cuando quieras pero la cena empieza a las diez”
(Cruela): “Yo paso de cenar” - Ella está siempre a dieta, pero esto es por culpa de su padre, y nunca se lo tengo en cuenta.
(Yo): “Bueno, pues vale, te vienes y no cenas”
(Cruela): “No sé, ya veremos”
(Yo): “Tengo una botella de Juve i Camps para la cena y dos más que he comprado de stock”
(Cruela): “Luego me paso”
Siguiente parada: la Esteban. Le mando un mensaje: nada. Le llamo al móvil: nada. Le llamo a casa: lo coge el Melendi 2 después de una eternidad y cuando yo ya estaba a punto de colgar. Me responde con voz de sueño.
(Yo): - “Hola Melendi 2,¿está la Esteban?”
(Melendi 2): “Mmmmno” - y bosteza (¿es que este chico tiene la enfermedad del sueño o yo el don de la oportunidad?
(Yo): - “Por fa, dile a la Esteban que hoy a las diez cenita de chicas en mi casa. Viene la Cruela y una amiga mía de la infancia”
(Melendi 2): - “Mmmmmm”
Lo de la Esteban es una apuesta segura porque desde que rompió aguas hace catorce meses, no ha salido ni un solo día de rock’n’roll como dios manda, y está que se apunta a un bombardeo.
Mi amiga Vicki es educada, y vino a casa un par de horas antes de la cena para poder estar con mi niña un ratito y así disfrutarla, apurada por el día de trabajo y de no parar y pidiendo disculpas por no haber podido comprarla nada. A mi me pareció de un encanto exquisito, pero también es verdad que a mi niña sus modales no la consolaron para nada de la falta de tiempo y sobre todo de regalo. No es que no fuera educada, pero cuando Vicki terminó de excusarse sólo dijo: “sí, que pena“ y volvió a concentrarse con profunda melancolía en la sopa que estaba cenando. De todos modos debo decir que disfrutó igualmente de la compañía, porque ya sabéis lo que le gusta a mi hija que haya gente en casa. Casi entra en éxtasis cuando se enteró de que venían dos amigas más. Por supuesto le preguntó a Vicki si se iba a quedar a dormir, pero a Vicki su trabajo le está pagando un hotel de cuatro estrellas, y yo también lo tendría claro.
La Cruela y la Esteban llegaron justo después de meter a mi niña en la cama (es que entre las dos suman tres hijas y tienen una intuición que las hace no fallar nunca) y mientras Vicki y yo estábamos conversando al amor de un tintillo ella y yo de una sin alcohol (porque soy medianamente prudente y procuro no beber cuando conduzco y cuando ejerzo de madre).
Educadamente les ofrecí un vino también a ellas, pero la Cruela, exquisita también, me dijo sin tapujos, “déjate de bobadas y saca el Juve i Camps”. Así que cenamos como los catalanes, acompañando el pollo con el cava.
Tengo comprobado que las reuniones de mujeres fomentan el cáncer de pulmón. A la hora habíamos comido lo que podíamos digerir y un poco más, incluso Cruela, porque nunca cena, y rara vez come, pero pica de todos los platos ajenos, por eso yo la había puesto plato y cubiertos como a una más (son ya muchos años juntas) y debo decir que es gracias a esto que se mantiene bien alimentada y que los demás nos mantenemos con la figura a raya. Ella siempre comenta que se quedó con su chico porque era once años mayor que ella, y con su sentido práctico llegó a la conclusión de que en esa pareja la fabulosa siempre iba a ser ella. Pero es cierto que su chico, también conocido como nuestro jefe, se mantiene estupendo a sus cincuenta años, y delgadito y fibroso. Pues bueno, Cruela, aprovecho estas páginas para decirte:
A) nada avejenta más que la grasa corporal (algo que tu chico no va a poder tener nunca) y por supuesto, la falta de pelo (algo que a tu chico sigue teniendo).
B) no es que todas tus amigas estemos delgadas por obra y milagros de la naturaleza
C) deja de comerte nuestra comida
y D) eres una cabrona, las demás nunca llegaremos a ejercer la presión que tu puedes ejercer con tus métodos sindicales al estilo Troyanas, y estamos hartas de coger las vacaciones las últimas.
Pues ya está dicho, qué a gusto me he quedado. Decía que a la hora ya nos habíamos comido todo lo que podíamos y pasábamos al postre: la cajetilla de Marlboro ellas, Ducados yo, que soy así. Mínimo ratito y ya no podíamos vernos las caras, los ceniceros parecían los de un plató de Garci. Nos fuimos al sálón a hacer la post cena, también conocida como sobremesa, mayormente para poder respirar un poco. Para entonces ya habían liquidado la botella oficial y la mitad de mi stock.
A eso de la una de la mañana, cuando quedaba un culín de mi última botella y ya habíamos contado todas las intimidades más vergonzosas de nuestros íntimos en distintos grados desde la guardería hasta el día de hoy, decidimos dar por finalizado el akelarre. Yo llamé al taxista Paco para que llevara a mi amiga Vicki a su hotel, mientras la Cruela y la Esteban exprimían cual bayeta la última gotilla de mi reserva de cava y hacían planes para irse a tomar la penul. Nos despedimos en la puerta con sonoros besos y diciéndonos mutuamente lo estupendas que somos y que estamos, y cuando la estaba cerrando, la Esteban, más que notablemente perjudicada se asomó aun para decirme: “y que sepas que cada vez que veo a tu Luisi, lloro”.
P.D.: Ysae, reina, qué maja eres. Un saludito de la treintañera (pero por poco, que los tengo recién estrenados). Estoy contigo con lo de las toallitas, tanto poner IPods y se olvidan de lo fundamental.
NO HAY SUPER HÉROE PERFECTO
El Melendi 2 ha comenzado el traslado de sus enseres de mi coche. Y yo estoy empezando a traspasar los míos a mi Luisi, que todavía tengo en mi terraza la bolsa industrial de Ikea cuajadita tal y como estaba en el coche del Íntimo. El aspecto de mi Luisi va puliéndose y adaptándose a mi particular estilo. Por ejemplo ayer desapareció de mi retrovisor interior (ese mundo lleno de posibilidades) un atrapa sueños y yo ya lo he sustituído por un Spiderman retrepado a caballito.
Debo decir que yo soy una adicta a Peter Parker, no hay habitación en mi casa que no cuente con un Spiderman haciendo acto de presencia: en la cocina comedor un poster enmarcado de un dibujo de Lee / Romitas (la primera época, para los no iniciados), mi taza de desayuno es una cabeza de Spiderman trepanada (regalo de cumple de la Cruela), en mi dormitorio uno de medio metro con mano en posición de lanzar sus redes y que yo utilizo para colgar el reloj, anillos, pulseras, gomas de pelo… y que habla (más mono…), en el baño, uno hinchable sobre la ducha, en el salón uno pequeñito en la antena del teléfono inalámbrico… En la única habitación donde Spiderman no entra es en la de mi hija, que está con sus cosas y ella pasa de este señor. De hecho cada vez que ve uno fuera de casa me dice “mira mamá, Superman” y yo creo que lo hace a posta, porque todos los que me conocen saben que a mi Superman no me gusta nada.
Sin embargo he descubierto que Superman tiene mucho más predicamento que mi Spider, solo basta con darse una vuelta por el pasillo de los juguetes de mi Carrefour de cabecera, que está plagadito de merchandising de Superman y no tiene casi nada de mi Spiderman, o apenas unas chorradillas, que la verdad, no está en relación, porque puestos a ser famosos, mi Spider ha hecho dos pelis ultimamente, y Superman sólo una (aunque dura como dos, eso si). Y de verdad que no lo entiendo. Con el traje de héroe, pues vaya, a mi me sigue pareciendo ridículo eso de llevar los calzoncillos por fuera, pero yo entiendo que a los hombres les resulte admirable, porque ha conseguido encontrar la manera de no tener que darles la vuelta y que tampoco haga falta echarlos a lavar, que debe ser como la fórmula de la Coca Cola que todo hombre medio desea descubrir (aunque hay excepciones ¿verdad?, yo confío en encontrarla algún día). Pero ¿soy la única que se ha percatado de que va demasiado repeinado y peripuesto?, yo no sé con qué se fija el pelo, pero es que ese caracolillo no se le va ni volando más rápido que un Boeing (comprobado, vean Superman III). Tendré que hablarlo con Dante, el estilista capilar de Cruela en cuanto se relaje de sus quebraderos sentimentales (ver último post de “Crueles Pensamientos”). Y otras dudas que me asaltan: si el padre de Superman le dio solo un traje cuando le envió fuera de Kripton, y lo lleva siempre, siempre debajo de la ropa, incluso en verano, y los calzoncillos por fuera, no por dentro… ¿os imagináis como puede estar el modelito?, no sé como deciros, pero a mi que no me lleve a dar una vuelta. Superman, desde aquí te lo pido, a mi ni te me acerques. Y más aún, os habéis fijado en la bonita estampa que hacen Clark Kent y Lois Lane juntitos, ¿no os recuerdan a los de “Amo a Laura”?, a mi de verdad que me parece que son antiglamour ¿quien es el estilista de estos señores? ¿alguien del Opus? ¿Van a hacer Superman Tropecientos: la Comunión?. Ves a ese señor cachas, ves a su novia y piensas, "pues vale, estás cachas, pero yo no quiero ser ella ni loca". Y luego, qué les pasa, ¿son lelos todos en Metrópoli?. Superman se pone gafas y ya no le conoce nadie. Pues yo me pongo las gafas del ordenador y me conoce todo el mundo, y eso que las mías son de pasta gorda naranja. A mi Superman y Lois Lane me recuerdan a los de la canción de Victor Manuel “Solo pienso en ti” dedicada a dos enamorados encerrados en un colegio para niños especiales disminuidos psiquicos (he intentado ser políticamente correcta). Mi primer noviete de cuando yo era adolescente trabajaba en una radio fórmula y me la dedicó cuando era jovencilla. A mi casi me da algo, menudo mosqueo me cogí. Pero entonces no conocía a los hombres como ahora, debo decir que después ya nadie me ha dedicado canciones. De hecho en lo últimos tiempos tengo que cachear a los íntimos y similares cuando salen de mi casa y de mi vida para controlar que no se llevan ningún CD. El único súper héroe que no es mi Spiderman al que le doy un pase y al que miro de reojo es a Batman, pero sólo porque sé que en algún momento se puede quitar la mascara y aparecer ¿quién? el espléndido George Clooney (¡tú si que eres mítico, chato!), sólo por eso, y porque hay que decir que si que tiene pinta de machote, sí. Los demás me parecen una panda de perturbados: La Masa (todo verde y vaya carácter), el Hombre Igneo (me imagino todo el día llamando al 112, aunque mira, tiene el superpoder de llenarte toda la casa de bomberos, que no está nada mal), el Capitán América (ya solo el nombre pone los pelos de punta, debe ser como un híbrido de los dos Georges Bushes, Ronald Reagan, Nixon... y nuestro Aznar, que es adoptado, pero obviamente de la familia, y a lo bestia). De todos modos, seamos prácticos, puestos a tener un mítico súper héroe en mi Luisi, mejor uno que se pueda agarrar en cualquier momento y a cualquier sitio, que a los otros me los veo dando tumbos de un lado para otro del coche intentando volar y dominar la capa. El Íntimo, una vez reflexionando en voz alta y supongo que inspirado por la presencia de tanto Spiderman en mi casa, se preguntaba por qué a las mujeres nos fascinan tanto los Súper Héroes, aprovecho esta plataforma inigualable para responderle: Íntimo, tal y como está el panorama, hay que aspirar alto, lo más alto posible, luego ya se encarga la realidad de rebajarlo pero que mucho. Si encima nos conformáramos sumisas con la vuelta y vuelta del calzoncillo, no quiero ni imaginar el nivel que alcanzaría el macho ibérico (el de fuera lo tengo menos trabajado). Y otra cosa (esto es privado): cuando puedas, sin que te estreses, devuélveme mi tortuguita rosa que me tenía que dar tanta suerte, que voy a dejar el coche sin tapacubos, que hoy me he distraido un poco con el dial de la radio y he venido rebañando el bordillo de la mediana por no-sé-cuánta-vez. Ya no les queda casi nada del lacado blanco original y he perdido los floripondios centrales de las ruedas delanteras. Queda dicho.En fin, como os contaba antes de dispersarme, estoy redecorando mi Luisi: conforme queda un hueco libre yo lo lleno como si fuera un pintor flamenco con “Horro Vacui”. Pero como soy yo, siempre con cosas prácticas. Influída por el aspecto de mi coche, bastante cochino por dentro, he ido poniendo los accesorios imprescindibles: un blister de bayetas atrapapolvo, toallitas húmedas como siempre (este gran invento), rollo de cocina tamaño industrial, y un aspirador de mano, que es un inventazo. Además de mis coca colas y chicles de obligado cumplimiento. El caso es que ahora mismo mi coche se parece más al carrito de la limpieza de un asistenta de oficinas pulcra y repulida que al utilitario macarra que era en su origen.Cuando el Melendi 2 entró en mi coche para recoger su atrapasueños, descubrió que enganchado al mando de los intermitentes había un aderezo, muy mono que a mi me parecía macarra pero nada más, y que a él le sobresaltó hasta decirme “pero niña quita eso de la vista, que si te para la policía te va a registrar todo el coche”. Sigo sin saber muy bien lo que era, pero intuí que algo relacionado como mínimo con el consumo de estupefacientes (¿ya he dicho que el anterior dueño, el hermano pequeño del Melendi 2, es un jovencete bastante calavera? ¿y que yo vivo en un barrio de estrato social, como diría yo, popular?). Facilmente me visualicé en el camino de vuelta del cole o del Carrefour (mi vida discurre en un cuadrado con cuatro ces: casa, cole, curro y carrefour), abordada por la policía mosqueadísima con ese infame accesorio que consiguió saltar a su vista de entre los quince mil coches circulando a 40 km/h y lo flipados que se iban a quedar cuando efectuaran el registo de mi coche. Pensarían lo mismo que mi ex suegra le expresó a mi ex a secas cuando me vió por primera vez: “no sé como saldrá esta chica, pero por lo menos parece limpia”.
Debo decir que yo soy una adicta a Peter Parker, no hay habitación en mi casa que no cuente con un Spiderman haciendo acto de presencia: en la cocina comedor un poster enmarcado de un dibujo de Lee / Romitas (la primera época, para los no iniciados), mi taza de desayuno es una cabeza de Spiderman trepanada (regalo de cumple de la Cruela), en mi dormitorio uno de medio metro con mano en posición de lanzar sus redes y que yo utilizo para colgar el reloj, anillos, pulseras, gomas de pelo… y que habla (más mono…), en el baño, uno hinchable sobre la ducha, en el salón uno pequeñito en la antena del teléfono inalámbrico… En la única habitación donde Spiderman no entra es en la de mi hija, que está con sus cosas y ella pasa de este señor. De hecho cada vez que ve uno fuera de casa me dice “mira mamá, Superman” y yo creo que lo hace a posta, porque todos los que me conocen saben que a mi Superman no me gusta nada.
Sin embargo he descubierto que Superman tiene mucho más predicamento que mi Spider, solo basta con darse una vuelta por el pasillo de los juguetes de mi Carrefour de cabecera, que está plagadito de merchandising de Superman y no tiene casi nada de mi Spiderman, o apenas unas chorradillas, que la verdad, no está en relación, porque puestos a ser famosos, mi Spider ha hecho dos pelis ultimamente, y Superman sólo una (aunque dura como dos, eso si). Y de verdad que no lo entiendo. Con el traje de héroe, pues vaya, a mi me sigue pareciendo ridículo eso de llevar los calzoncillos por fuera, pero yo entiendo que a los hombres les resulte admirable, porque ha conseguido encontrar la manera de no tener que darles la vuelta y que tampoco haga falta echarlos a lavar, que debe ser como la fórmula de la Coca Cola que todo hombre medio desea descubrir (aunque hay excepciones ¿verdad?, yo confío en encontrarla algún día). Pero ¿soy la única que se ha percatado de que va demasiado repeinado y peripuesto?, yo no sé con qué se fija el pelo, pero es que ese caracolillo no se le va ni volando más rápido que un Boeing (comprobado, vean Superman III). Tendré que hablarlo con Dante, el estilista capilar de Cruela en cuanto se relaje de sus quebraderos sentimentales (ver último post de “Crueles Pensamientos”). Y otras dudas que me asaltan: si el padre de Superman le dio solo un traje cuando le envió fuera de Kripton, y lo lleva siempre, siempre debajo de la ropa, incluso en verano, y los calzoncillos por fuera, no por dentro… ¿os imagináis como puede estar el modelito?, no sé como deciros, pero a mi que no me lleve a dar una vuelta. Superman, desde aquí te lo pido, a mi ni te me acerques. Y más aún, os habéis fijado en la bonita estampa que hacen Clark Kent y Lois Lane juntitos, ¿no os recuerdan a los de “Amo a Laura”?, a mi de verdad que me parece que son antiglamour ¿quien es el estilista de estos señores? ¿alguien del Opus? ¿Van a hacer Superman Tropecientos: la Comunión?. Ves a ese señor cachas, ves a su novia y piensas, "pues vale, estás cachas, pero yo no quiero ser ella ni loca". Y luego, qué les pasa, ¿son lelos todos en Metrópoli?. Superman se pone gafas y ya no le conoce nadie. Pues yo me pongo las gafas del ordenador y me conoce todo el mundo, y eso que las mías son de pasta gorda naranja. A mi Superman y Lois Lane me recuerdan a los de la canción de Victor Manuel “Solo pienso en ti” dedicada a dos enamorados encerrados en un colegio para niños especiales disminuidos psiquicos (he intentado ser políticamente correcta). Mi primer noviete de cuando yo era adolescente trabajaba en una radio fórmula y me la dedicó cuando era jovencilla. A mi casi me da algo, menudo mosqueo me cogí. Pero entonces no conocía a los hombres como ahora, debo decir que después ya nadie me ha dedicado canciones. De hecho en lo últimos tiempos tengo que cachear a los íntimos y similares cuando salen de mi casa y de mi vida para controlar que no se llevan ningún CD. El único súper héroe que no es mi Spiderman al que le doy un pase y al que miro de reojo es a Batman, pero sólo porque sé que en algún momento se puede quitar la mascara y aparecer ¿quién? el espléndido George Clooney (¡tú si que eres mítico, chato!), sólo por eso, y porque hay que decir que si que tiene pinta de machote, sí. Los demás me parecen una panda de perturbados: La Masa (todo verde y vaya carácter), el Hombre Igneo (me imagino todo el día llamando al 112, aunque mira, tiene el superpoder de llenarte toda la casa de bomberos, que no está nada mal), el Capitán América (ya solo el nombre pone los pelos de punta, debe ser como un híbrido de los dos Georges Bushes, Ronald Reagan, Nixon... y nuestro Aznar, que es adoptado, pero obviamente de la familia, y a lo bestia). De todos modos, seamos prácticos, puestos a tener un mítico súper héroe en mi Luisi, mejor uno que se pueda agarrar en cualquier momento y a cualquier sitio, que a los otros me los veo dando tumbos de un lado para otro del coche intentando volar y dominar la capa. El Íntimo, una vez reflexionando en voz alta y supongo que inspirado por la presencia de tanto Spiderman en mi casa, se preguntaba por qué a las mujeres nos fascinan tanto los Súper Héroes, aprovecho esta plataforma inigualable para responderle: Íntimo, tal y como está el panorama, hay que aspirar alto, lo más alto posible, luego ya se encarga la realidad de rebajarlo pero que mucho. Si encima nos conformáramos sumisas con la vuelta y vuelta del calzoncillo, no quiero ni imaginar el nivel que alcanzaría el macho ibérico (el de fuera lo tengo menos trabajado). Y otra cosa (esto es privado): cuando puedas, sin que te estreses, devuélveme mi tortuguita rosa que me tenía que dar tanta suerte, que voy a dejar el coche sin tapacubos, que hoy me he distraido un poco con el dial de la radio y he venido rebañando el bordillo de la mediana por no-sé-cuánta-vez. Ya no les queda casi nada del lacado blanco original y he perdido los floripondios centrales de las ruedas delanteras. Queda dicho.En fin, como os contaba antes de dispersarme, estoy redecorando mi Luisi: conforme queda un hueco libre yo lo lleno como si fuera un pintor flamenco con “Horro Vacui”. Pero como soy yo, siempre con cosas prácticas. Influída por el aspecto de mi coche, bastante cochino por dentro, he ido poniendo los accesorios imprescindibles: un blister de bayetas atrapapolvo, toallitas húmedas como siempre (este gran invento), rollo de cocina tamaño industrial, y un aspirador de mano, que es un inventazo. Además de mis coca colas y chicles de obligado cumplimiento. El caso es que ahora mismo mi coche se parece más al carrito de la limpieza de un asistenta de oficinas pulcra y repulida que al utilitario macarra que era en su origen.Cuando el Melendi 2 entró en mi coche para recoger su atrapasueños, descubrió que enganchado al mando de los intermitentes había un aderezo, muy mono que a mi me parecía macarra pero nada más, y que a él le sobresaltó hasta decirme “pero niña quita eso de la vista, que si te para la policía te va a registrar todo el coche”. Sigo sin saber muy bien lo que era, pero intuí que algo relacionado como mínimo con el consumo de estupefacientes (¿ya he dicho que el anterior dueño, el hermano pequeño del Melendi 2, es un jovencete bastante calavera? ¿y que yo vivo en un barrio de estrato social, como diría yo, popular?). Facilmente me visualicé en el camino de vuelta del cole o del Carrefour (mi vida discurre en un cuadrado con cuatro ces: casa, cole, curro y carrefour), abordada por la policía mosqueadísima con ese infame accesorio que consiguió saltar a su vista de entre los quince mil coches circulando a 40 km/h y lo flipados que se iban a quedar cuando efectuaran el registo de mi coche. Pensarían lo mismo que mi ex suegra le expresó a mi ex a secas cuando me vió por primera vez: “no sé como saldrá esta chica, pero por lo menos parece limpia”.
martes, 24 de octubre de 2006
MADRES EJEMPLARES NO HAY MÁS QUE UNA, Y LA TIENEN DE EXPOSICIÓN
Nunca he contado la razón por la que yo me separé y divorcié. Me gustaría poder argumentar razones cargadas de madurez y sensibilidad a lo Barbra Streisand y Robert Redford, como por ejemplo: “se nos acabó el amor”, o “éramos mejores amigos que amantes…” pero la razón pura y dura es que se largó con otra, mínimamente más joven (porque sino sería menor de edad) pero con mucho más pecho y culo.
A veces te ocurre que te compras en Benetton un abrigo maravilloso de punto, que es perfecto para ti, pero que luego en casa, nunca acaba de cuadrar contigo, te lo pones mil veces, y mil veces te lo quitas antes de salir a la calle, porque nunca queda como pensabas. Lo reciclas una tras otra vez hasta acabar reconvertido en vestido, y por fin un día que te lo pones, sales a la calle y con la inestimable ayuda de tu amiga Cruela ves la luz y piensas: será precioso, pero me queda como el culo. Finalmente, después de mil temporadas encariñada con él, cargando con tu abrigo reconvertido en vestido de trastero a armario y de armario a trastero, lo tiras a la basura y sientes hasta alivio.
A mi mi marido me salió como el abrigo de punto de Benetton, y lo intenté y reconvertí en todo lo que pude, pero estaba claro que aquello no me sentaba de ninguna manera (seguramente si hubiera tenido más tetas y culo el abrigo me hubiera quedado bien a la primera). Por eso cuando bajó a comprar tabaco, y subió borracho cinco horas más tarde explicando que estaba en crisis y que ahí me quedaba, yo ya estaba un poquito harta de cargar con una prenda inútil de una temporada a otra. No diré que no me sentó como un cuerno, de hecho hice todo lo propio de estos casos: lloré un poco, me ví las seis temporadas completas de sexo en Nueva York, hice petit comité con mis amigas en varias discotecas bailando como descosidas y ligeramente trompas, arreglé una lámpara de cristal de la Granja, y a otra cosa mariposa.
Lo de tirar el abrigo a la basura llega a ser cosa fácil, pero después hay que seguir vistiéndose. Cambiar el estado civil fue la parte sencilla, pero ser madre sin padre, y ni siquiera ser soltera: ya os digo yo que es tela marinera. Porque si eres soltera, te subvenciona mínimamente el estado y tienes dos puntos más para encontrar colegio, si eres S barra D, las subvenciones en concepto de niña te las tiene que dar tu ex y el mío me lo dejó claro justo después de contarme que estaba malísimo y en crisis: “si hombre, para que te lo gastes con otro” y yo pensé “sí claro, y que el otro se gaste el suyo con otra más dotada”. Aún así, como en lo nuestro no había rencor, conseguimos hacer las cosas medianamente bien. Por eso y porque justo a tiempo vi la luz, nuevamente con la inestimable ayuda de Cruela y su peluquero Dante, “cariño, los hombres son unos cobardes, nunca dejan a una mujer (ni a un hombre ya te lo digo yo) sino tienen repuesto”. Así que rebusqué en las facturas de su móvil y efectivamente allí estaban registradas todas las amorosas llamadas de un año a aquella parte.
Poner a un hombre malito y en crisis delante de ese tipo de evidencias les lleva a firmar pitando cualquier Convenio de Separación y a hacer la maleta de una vez por todas. Pero si debo decir que aquí mi ex lo hizo francamente bien. Porque redecoró su vida por completo y desde el primer momento, así cuando mi niña fue a pasar su primer fin de semana en casa de papá se encontró sofá nuevo, tele nueva, habitación nueva, y novia de papá nueva. Todo puesto de origen. Cuando mi niña volvió a casa me preguntó: "¿y por qué en tu casa mi habitación sigue siendo la vieja y tú no tienes novio nuevo?" (cuanto daño han hecho las series americanas en la infancia, esto no pasa con el Cuéntame).
Yo también redecoré mi vida: dejé la casa familiar en barrio residencial con aspiraciones a pijo y me volví a la quincallería cálida de mi barrio de soltera, a mi cuarto sin ascensor y dos habitaciones: la vieja de mi niña y la mía minimalista. Y efectivamente, el tema del novio aun no he conseguido resolverlo, pero es que yo tengo amigas que me ocupan muchísimo tiempo. De vez en cuando alguna incluso se queda a dormir en casa y mi niña se levanta quinientas mil veces en medio de la noche a asegurarse de que mi amiga desde la infancia no ha salido despavorida en medio de la madrugada y la despierta aterrorizada preguntando: ¿no te vas a ir verdad? ¿te vas a quedar en casa?. Lo que me lleva a pensar que esta niña necesita que yo me eche un ligue ya. Pero bueno esa es otra historia, buenos están los íntimos como para traerlos a casa cuando hay familia. Pero nadie podrá decir que no me apaño. Yo ejerzo de madre con alegría y buen humor y soluciones originales. Lo que me lleva a reunirme cada mes con las tutoras de mi niña y el equipo de atención temprana, que no termino de saber si lo hacen porque consideran que la marciana es mi hija o porque me tienen a mi en estudio. No lo sé. El caso es que ayer mi retoño y yo nos distrajimos un poquillo en nuestra bien organizada mañana en las que las dos funcionamos como un perfecto tándem de remeros coordinados, cada una con un remo para un lado: suena mi despertador y ella se levanta, yo me levanto, hago mi cama y a la ducha, ella juega, yo salgo de la ducha y ella recoge el desaguisado que suele ser su habitación (o por lo menos quita de la vista los juguetes) yo hago el desayuno y ella pone la mesa, ella desayuna y yo hago su cama, preparo su ropa y me arreglo, ella se lava y yo me visto, ella se viste y yo preparo el bolso. Las dos volvemos a encontrarnos en el recibidor tomando aliento (yo con menos resuello, porque como sabéis fumo en su patio de colegio) a la misma hora con los abrigos puestos. Pero ayer se nos descoordinó el Actimel de frutas en vez del de verdad de toda la vida, porque a mi hija no la gusta ni un pelo el moderno: me ha salido conservadora (y solo tiene cinco años), va a ser verdad eso de que los niños se comportan por reacción a sus padres. Por cierto señores del Actimel desde aquí les pido: diferencien los modelos por colores, no hagan todos parecidos, que una va por el Súper como una loca y no le da tiempo a leer las etiquetas. El caso es que mi niña entra en el cole a las nueve y ayer salíamos de casa a las y cinco. Un desastre, llegamos por los pelos, y como mi Luisi no hay quien la mueva en parado por aquello de la dirección no asistida y su volante tamaño pulsera, pues yo llegué al colegio quemando rueda y pegadita al bordillo para frenar en el último momento y no tener que maniobrar. No calculé muy bien y fui soltando chispas del roce salvaje que metí a los tapacubos metálicos antes blancos impolutos contra la acera. El ruido hizo que se volvieran todos los padres que se quedan hablando en la puerta y pensaran, "¡ah, vale, la madre que fuma en el patio"!. Así que ayer noche preparé el despertador para que hoy sonara cinco minutos antes, y nada más levantarnos casi antes del besito y de los buenos días, he hablado con mi hija y le he echado la charleta de Capello, que virgen santa que resultado le ha dado a él: "hoy lo conseguimos, hoy llegamos a tiempo". Eso y cierto chantajillo del tipo: "si no te das prisa no te va a dar tiempo esta tarde a ir a comprar el disfraz de Halloween y nos tendremos que quedar en casa" (es lo bueno de los cinco años. Te pueden preguntar como se hace un vaso, pero no se cuestionan porque cepillarse los dientes despacio impide materialmente elegir un disfraz diez horas más tarde). La técnica del chantaje y la tortura emocional es vital para toda madre que desprecie la violencia física, como es mi caso. Y doy fé de su eficacia, por ejemplo: hoy mi niña estaba a su hora, vestidita y preparada. Yo he tenido cierta dificultad, porque a media ducha me he dado cuenta de que ayer no saqué los chandals de la lavadora. Como mi hija es tan pequeña, procuro juntarlos todos para hacer colada porque si no no lleno una lavadora completa, así que siempre hay un día emocionante en la semana que viene a coincidir con los miércoles o los viernes, en que unas veces tenemos secado por oreo natural y otra por secador de pelo, y hoy ha sido de secador. Esta técnica ya la tengo dominada porque la primera vez que intenté forzar el secado no me atreví con el microondas y recurrí a la plancha, pero como toda la ropa de cole es sintética que hasta huele a petroleo en cuanto se le pasa el aroma especial del Corte Inglés, pues se quedó pegadito y bien fundido en la superficie superdeslizante de titanio Magefesa y ese día tuvo que ir mi niña al cole con un chándal rosa de Zara y yo al Carrefour a comprar otra plancha. En fin que con las prisas el chándal se quedó lo que mi madre viene a llamar “tiernito” (mi madre tiene un talento increíble para el eufemismo, por ejemplo, lo que yo llamo “mi íntimo”, para ella es “el andoba”, desde aquí os recomiendo que busquéis el termino en el diccionario aunque sea online para que apreciéis la riqueza de matices tan exactos del término). Mi pobre retoño me decía, "mamá el chandal está mojado" y yo "¿siiii?" y ella "no, bueno, fresquito". Mi amiga Cruela, pozo de sabiduría en estas materias porque su hija tiene ya diez años, me ha explicado que en estos casos, una buena madre debe poner leotardos a su hija, para que absorba toda la humedad del pantalón. De la chaqueta se encarga la camiseta con el logo del colegio. Ya lo sé para la próxima. Al final hemos llegado al cole como siempre, y además, mi niña me ha castigado sin disfraz de Halloween. ¡Con la ilusión que me hacía quitarme el disfraz de bruja!.
El P.D. de hoy: Luís, en cuanto sepa como descargar las fotos de mi móvil y aliviar un poco su tarjeta le hago una a La Luisi y la cuelgo en el blog. Me compré el móvil de Bisbal y aunque he intentado borrarle, válgame dios lo pesado que es este chico, que no hay manera de deshacerse de sus videos.
A veces te ocurre que te compras en Benetton un abrigo maravilloso de punto, que es perfecto para ti, pero que luego en casa, nunca acaba de cuadrar contigo, te lo pones mil veces, y mil veces te lo quitas antes de salir a la calle, porque nunca queda como pensabas. Lo reciclas una tras otra vez hasta acabar reconvertido en vestido, y por fin un día que te lo pones, sales a la calle y con la inestimable ayuda de tu amiga Cruela ves la luz y piensas: será precioso, pero me queda como el culo. Finalmente, después de mil temporadas encariñada con él, cargando con tu abrigo reconvertido en vestido de trastero a armario y de armario a trastero, lo tiras a la basura y sientes hasta alivio.
A mi mi marido me salió como el abrigo de punto de Benetton, y lo intenté y reconvertí en todo lo que pude, pero estaba claro que aquello no me sentaba de ninguna manera (seguramente si hubiera tenido más tetas y culo el abrigo me hubiera quedado bien a la primera). Por eso cuando bajó a comprar tabaco, y subió borracho cinco horas más tarde explicando que estaba en crisis y que ahí me quedaba, yo ya estaba un poquito harta de cargar con una prenda inútil de una temporada a otra. No diré que no me sentó como un cuerno, de hecho hice todo lo propio de estos casos: lloré un poco, me ví las seis temporadas completas de sexo en Nueva York, hice petit comité con mis amigas en varias discotecas bailando como descosidas y ligeramente trompas, arreglé una lámpara de cristal de la Granja, y a otra cosa mariposa.
Lo de tirar el abrigo a la basura llega a ser cosa fácil, pero después hay que seguir vistiéndose. Cambiar el estado civil fue la parte sencilla, pero ser madre sin padre, y ni siquiera ser soltera: ya os digo yo que es tela marinera. Porque si eres soltera, te subvenciona mínimamente el estado y tienes dos puntos más para encontrar colegio, si eres S barra D, las subvenciones en concepto de niña te las tiene que dar tu ex y el mío me lo dejó claro justo después de contarme que estaba malísimo y en crisis: “si hombre, para que te lo gastes con otro” y yo pensé “sí claro, y que el otro se gaste el suyo con otra más dotada”. Aún así, como en lo nuestro no había rencor, conseguimos hacer las cosas medianamente bien. Por eso y porque justo a tiempo vi la luz, nuevamente con la inestimable ayuda de Cruela y su peluquero Dante, “cariño, los hombres son unos cobardes, nunca dejan a una mujer (ni a un hombre ya te lo digo yo) sino tienen repuesto”. Así que rebusqué en las facturas de su móvil y efectivamente allí estaban registradas todas las amorosas llamadas de un año a aquella parte.
Poner a un hombre malito y en crisis delante de ese tipo de evidencias les lleva a firmar pitando cualquier Convenio de Separación y a hacer la maleta de una vez por todas. Pero si debo decir que aquí mi ex lo hizo francamente bien. Porque redecoró su vida por completo y desde el primer momento, así cuando mi niña fue a pasar su primer fin de semana en casa de papá se encontró sofá nuevo, tele nueva, habitación nueva, y novia de papá nueva. Todo puesto de origen. Cuando mi niña volvió a casa me preguntó: "¿y por qué en tu casa mi habitación sigue siendo la vieja y tú no tienes novio nuevo?" (cuanto daño han hecho las series americanas en la infancia, esto no pasa con el Cuéntame).
Yo también redecoré mi vida: dejé la casa familiar en barrio residencial con aspiraciones a pijo y me volví a la quincallería cálida de mi barrio de soltera, a mi cuarto sin ascensor y dos habitaciones: la vieja de mi niña y la mía minimalista. Y efectivamente, el tema del novio aun no he conseguido resolverlo, pero es que yo tengo amigas que me ocupan muchísimo tiempo. De vez en cuando alguna incluso se queda a dormir en casa y mi niña se levanta quinientas mil veces en medio de la noche a asegurarse de que mi amiga desde la infancia no ha salido despavorida en medio de la madrugada y la despierta aterrorizada preguntando: ¿no te vas a ir verdad? ¿te vas a quedar en casa?. Lo que me lleva a pensar que esta niña necesita que yo me eche un ligue ya. Pero bueno esa es otra historia, buenos están los íntimos como para traerlos a casa cuando hay familia. Pero nadie podrá decir que no me apaño. Yo ejerzo de madre con alegría y buen humor y soluciones originales. Lo que me lleva a reunirme cada mes con las tutoras de mi niña y el equipo de atención temprana, que no termino de saber si lo hacen porque consideran que la marciana es mi hija o porque me tienen a mi en estudio. No lo sé. El caso es que ayer mi retoño y yo nos distrajimos un poquillo en nuestra bien organizada mañana en las que las dos funcionamos como un perfecto tándem de remeros coordinados, cada una con un remo para un lado: suena mi despertador y ella se levanta, yo me levanto, hago mi cama y a la ducha, ella juega, yo salgo de la ducha y ella recoge el desaguisado que suele ser su habitación (o por lo menos quita de la vista los juguetes) yo hago el desayuno y ella pone la mesa, ella desayuna y yo hago su cama, preparo su ropa y me arreglo, ella se lava y yo me visto, ella se viste y yo preparo el bolso. Las dos volvemos a encontrarnos en el recibidor tomando aliento (yo con menos resuello, porque como sabéis fumo en su patio de colegio) a la misma hora con los abrigos puestos. Pero ayer se nos descoordinó el Actimel de frutas en vez del de verdad de toda la vida, porque a mi hija no la gusta ni un pelo el moderno: me ha salido conservadora (y solo tiene cinco años), va a ser verdad eso de que los niños se comportan por reacción a sus padres. Por cierto señores del Actimel desde aquí les pido: diferencien los modelos por colores, no hagan todos parecidos, que una va por el Súper como una loca y no le da tiempo a leer las etiquetas. El caso es que mi niña entra en el cole a las nueve y ayer salíamos de casa a las y cinco. Un desastre, llegamos por los pelos, y como mi Luisi no hay quien la mueva en parado por aquello de la dirección no asistida y su volante tamaño pulsera, pues yo llegué al colegio quemando rueda y pegadita al bordillo para frenar en el último momento y no tener que maniobrar. No calculé muy bien y fui soltando chispas del roce salvaje que metí a los tapacubos metálicos antes blancos impolutos contra la acera. El ruido hizo que se volvieran todos los padres que se quedan hablando en la puerta y pensaran, "¡ah, vale, la madre que fuma en el patio"!. Así que ayer noche preparé el despertador para que hoy sonara cinco minutos antes, y nada más levantarnos casi antes del besito y de los buenos días, he hablado con mi hija y le he echado la charleta de Capello, que virgen santa que resultado le ha dado a él: "hoy lo conseguimos, hoy llegamos a tiempo". Eso y cierto chantajillo del tipo: "si no te das prisa no te va a dar tiempo esta tarde a ir a comprar el disfraz de Halloween y nos tendremos que quedar en casa" (es lo bueno de los cinco años. Te pueden preguntar como se hace un vaso, pero no se cuestionan porque cepillarse los dientes despacio impide materialmente elegir un disfraz diez horas más tarde). La técnica del chantaje y la tortura emocional es vital para toda madre que desprecie la violencia física, como es mi caso. Y doy fé de su eficacia, por ejemplo: hoy mi niña estaba a su hora, vestidita y preparada. Yo he tenido cierta dificultad, porque a media ducha me he dado cuenta de que ayer no saqué los chandals de la lavadora. Como mi hija es tan pequeña, procuro juntarlos todos para hacer colada porque si no no lleno una lavadora completa, así que siempre hay un día emocionante en la semana que viene a coincidir con los miércoles o los viernes, en que unas veces tenemos secado por oreo natural y otra por secador de pelo, y hoy ha sido de secador. Esta técnica ya la tengo dominada porque la primera vez que intenté forzar el secado no me atreví con el microondas y recurrí a la plancha, pero como toda la ropa de cole es sintética que hasta huele a petroleo en cuanto se le pasa el aroma especial del Corte Inglés, pues se quedó pegadito y bien fundido en la superficie superdeslizante de titanio Magefesa y ese día tuvo que ir mi niña al cole con un chándal rosa de Zara y yo al Carrefour a comprar otra plancha. En fin que con las prisas el chándal se quedó lo que mi madre viene a llamar “tiernito” (mi madre tiene un talento increíble para el eufemismo, por ejemplo, lo que yo llamo “mi íntimo”, para ella es “el andoba”, desde aquí os recomiendo que busquéis el termino en el diccionario aunque sea online para que apreciéis la riqueza de matices tan exactos del término). Mi pobre retoño me decía, "mamá el chandal está mojado" y yo "¿siiii?" y ella "no, bueno, fresquito". Mi amiga Cruela, pozo de sabiduría en estas materias porque su hija tiene ya diez años, me ha explicado que en estos casos, una buena madre debe poner leotardos a su hija, para que absorba toda la humedad del pantalón. De la chaqueta se encarga la camiseta con el logo del colegio. Ya lo sé para la próxima. Al final hemos llegado al cole como siempre, y además, mi niña me ha castigado sin disfraz de Halloween. ¡Con la ilusión que me hacía quitarme el disfraz de bruja!.
El P.D. de hoy: Luís, en cuanto sepa como descargar las fotos de mi móvil y aliviar un poco su tarjeta le hago una a La Luisi y la cuelgo en el blog. Me compré el móvil de Bisbal y aunque he intentado borrarle, válgame dios lo pesado que es este chico, que no hay manera de deshacerse de sus videos.
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